LA RELEVANCIA DE LAS MISIONES DE PAZ PARA LAS FFAA DE URUGUAY

Juan Rial
Agosto 2005


1. Misiones de paz hoy

Las Naciones Unidas, organización heredera de la Liga de las Naciones, al igual que su predecesora, desde el inicio no pudo proporcionar un sistema de seguridad colectiva, lo que se supone era el principal motivo de su existencia. Crear condiciones para construir la paz demanda mucho más esfuerzo que simplemente mantenerla. La creación de las Naciones Unidas, producto de los acuerdos entre los vencedores de la segunda guerra mundial, determinó la aparición de un organismo intergubernamental pero no uno de carácter supranacional por sobre los estados miembros. El inmediato proceso de guerra fría destruyó todo posible proyecto de seguridad colectiva.

La paz armada basada en el terror mutuo del uso de la armas nucleares, acompañada de conflictos marginales, mediante una estrategia de aproximación indirecta al enemigo, desgastándolo en conflictos peleados por “peones” en países periféricos, hizo que difícilmente se pudiese hablar de un proceso de construcción de la paz.

Fueron y son los estados miembros los que marcan los límites de la acción del organismo intergubernamental denominado Naciones Unidas. Aunque creado para el mantenimiento de la paz, al no tener una fuerza militar propia siempre dependió de los alineamientos y coaliciones existentes para llevar adelante su tarea. El artículo 43 de la Carta indica que los países miembros deben comprometer la fuerza armada necesaria para que el Consejo de Seguridad mantenga la paz y seguridad mundial. Pero, nunca fue puesto en práctica el llamado “acuerdo de los acuerdos” que debería negociar el Consejo de Seguridad con países miembros o grupos de países miembros para disponer de esa fuerza.

Una de las primeras ideas para sustituir la falta de este sistema de seguridad la proveyó EE.UU. mediante la llamado Resolución Por paz 3777(V) de 1950 cuando vista la parálisis del Consejo de Seguridad se dio poder a la Asamblea General para tomar medidas de seguridad colectiva a pesar que ello era sólo una atribución del Consejo de Seguridad. Amparándose en esa norma que EE.UU. intervino en Corea bajo la bandera de la ONU.

La crisis de Suez en 1956 vista la acción de Israel, con su guerra preventiva en conjunto con la intervención de Francia y Gran Bretaña contra Egipto, promovió el acuerdo de las dos grandes potencias enfrentadas en la guerra fría para terminar con el conflicto y determinó la invención de un nuevo instrumento: la intervención para restaurar la paz,

Aparecieron así la operaciones de mantenimiento de paz, considerando por tales a las acciones militares no coercitivas llevada a cabo por las NNUU en base a un consenso. Para mantener esas operaciones en un plano de “neutralidad” las intervenciones no se hacen por los estados como tales, sino por el organismo intergubernamental, aunque quienes finalmente proveen las fuerzas son estados nacionales1, que sólo conforman contingentes intergubernamentales bajo un mando operacional de la organización internacional.

Esa primera operación de “cascos azules” se realizó, sin embargo, sin el acuerdo de uno de los actores, Israel, aunque si el de Egipto. Ese acuerdo no se necesitaba dado que la operación era respaldada tanto por EE.UU. como porl a fenecida URSS. Luego se extendió la idea al usarse en el conflicto del Congo de los años sesenta y el de Chipre de 1964 (al crearse la FNUECH).

Estas operaciones realizadas por consenso de partes suponen que la fuerza sólo se usara en casos de legitima defensa y se supone que las fuerzas intervinientes siempre guardaran neutralidad frente al conflicto al que prestan asistencia. Los mandatos están acotadas y si bien se supone que hay un mando único, provisto también por un acuerdo que determina un juego político en la organización, cada fuerza, mantiene, también dependencia del mando del estado nacional al que pertenece.

El fin de la guerra fría con la derrota soviética introdujo nuevos cambios. Pareció que el Consejo de Seguridad y la organización intergubernamental ganaba nuevo poder, aunque fue claro que el triunfador en la guerra fría, los EE.UU. quién tendrían el papel preponderante en las nuevas Naciones Unidas de los años 90 del siglo XX. En la práctica el mantenimiento de la paz fue negociado de modo que el Consejo de Seguridad quedase reducido a las decisiones claves de sus cinco miembros permanentes, los que tienen derecho a veto. Si este “grupo director” llega a un acuerdo se llevan adelante misiones de paz. Por esa razón entre 1988 y 1992 el número de operaciones de paz fue similar a las realizadas en todos los años previos de existencia de las NNUU. La convergencia de ideología, al menos en le plano del discurso entre esos cinco miembros aseguraba, además, de tener en cuenta los intereses de esos cinco países, la realización de operaciones militares para el mantenimiento o imposición de la paz.

Entre estas últimas apareció un nuevo tipo de operación que no tenía por referencia un conflicto entre estados, sino conflictos intraestatales. Terminada la confrontación por medio de peones propia de la guerra fría, emergieron conflictos de tipo étnico, entre grupos minoritarios y mayoritarios dentro de estados, entre grupos nacionales confrontados también dentro de estados que provocaban desestabilización en las regionales que estallaban, involucrando a varios países.

Asimismo, la acción fue acompañada por la intervención de las NNUU en los procesos electorales, vistos, en más de una ocasión, como la herramienta principal para salir de una situación de conflicto interno. En 1992 y tras la exitosa experiencia de Namibia, se comenzaron operaciones de asistencia electoral, llevadas a cabo por una división ad hoc creada al efecto, en doce países entre ellos Angola, El Salvador y Etiopía.

Por otra parte los conflictos internos de tipo étnico o nacional llevaron a crisis humanitarias que motivaban campañas en los medios de comunicación masivos y una respuesta política que implicaba tratar de hacer efectiva la ayuda humanitaria mediante el expediente de una intervención militar, expandiendo el rol de NNUU.

Cinco grandes crisis motivaron diversos tipo de respuesta. La guerra entre 1990-91 entre EE.UU. e Iraq tras la invasión de Kuwait fue promovida por una coalición voluntaria liderada por EE.UU. sin que ONU tuviera un papel líder. Allí el gran organismo intergubernamental mundial jugó un rol subordinado en el campo humanitario.

La NNUU sí estuvieron involucradas en el conflicto que implicó la disolución de Yugoslavia entre 1991 y 1995, con resultados varios. Pudo llegar a desplegar una fuerza de paz para resolver problemas entre serbios y croatas, pero no tuvo éxito en Bosnia donde finalmente fue una fuerza provista por la OTAN en primera instancia, la que logró la interposición, pasando luego, nuevamente a un mandato un tanto ligero de las NNUU. En otras zonas como Macedonia fue directamente EE.UU. el interventor.

EE.UU. intentó nuevamente una operación con respaldo de ONU en Somalia, la llamada Operación Restauración de la Esperanza en 1992-93 que fracasó ante la resistencia de los señores de la guerra locales que lograron que las cámaras de TV mostraran cadáveres de soldados americanos arrastrados por la calles de Mogadisho. Se trataba de una intervención de tipo humanitaria en un estado que había dejado de funcionar.

La ONU fracasó notoriamente en Rwanda en 1994, no pudiendo prevenir la muerte de casi 800 000 miembros de la etnia “tutsi” así como moderados “hutus” a manos de grupos de radicales “hutus”, lo que ha provocado una muy fuerte crítica a la organización, especialmente de quién comandaba la fuerza, el general canadiense Romeo Dallaire2, quién cree que si se hubiesen tomado medidas adecuadas el genocidio no hubiese ocurrido.

En 1994 la intervención en Haití se denominó “restauración de la democracia” apuntando a que el líder del partido Lavalas (avalancha en creöle), el presbítero Bertrand Aristidi retomase la presidencia en un ambiente polarizado que no pudo sostenerse pocos años después, siendo nuevamente destituido, esta vez con apoyo de EEUU en el 2004.

En los años noventa se produjeron intervenciones de NNUU en Camboya a los efectos de asegurar la separación de los diversos bandos enfrentados y asegurando un proceso electoral largo.

En todos esos casos, así como en otras operaciones llevadas a cabo a partir de los años 90, la intervención se produjo en países del llamado “tercer mundo”. Las modalidades principales fueron dos. En una se trató de fuerzas militares puestas bajo el mando de EE.UU. (los dos conflictos de Iraq, en 1991 y en el 2003, o en Afganistán) o en otros casos por fuerzas de una coalición de voluntades, pero contando con el apoyo oficial de las NNUU. En todos los casos EE.UU. fue la fuerza dominante en lo político para decidir llevar adelante la intervención que en la mayoría de los casos no comprometió ni uno sólo de sus soldados y cuando ello ocurría su personal nunca fue puesto bajo el mando de las NNUU.

Para las Fuerzas Armadas (FFAA) de los países del tercer mundo la intervención en esos conflictos como parte de contingentes de NNUU comenzó a ser una misión rutinaria. El combate, como parte de una guerra entre dos entidades estatales. para imponer la voluntad propia sobre la voluntad de otro –que es la función esencial– siempre dentro del Derecho Internacional y para la Defensa Nacional, una misión, que si bien se considera la principal en la práctica pasó a ser una de carácter improbable, pues la guerra entre estados ha pasado a ser un evento relativamente raro y muy especialmente en América Latina3. En el otro extremo de las misiones posibles, la “ayuda humanitaria” –tanto si se trata de facilitar la actuación de otras entidades, como si se asume en cuanto misión directa–, es el nuevo y celebrado componente de la función de los militares. Entre ambos se encuentra una amplia gama de capacidades que permiten a la fuerza cooperar en todos los órdenes de la vida social, política y económica de un territorio en conflicto.

En los últimos años estas capacidades se han empleado con profusión en la llamadas misiones de paz, preservada no sólo mediante la vigilancia militar, sino mediante el apoyo al restablecimiento de las condiciones políticas, sociales y económicas que confieren futuro a la Paz.

Tradicionalmente las FFAA realizaban una operación de combate y, tras la victoria en la batalla, sólo se responsabilizaban de la seguridad contra el enemigo principal. No ejercían el gobierno de la población sometida, no tomaban labores policiales ni de protección de puntos que no eran militarmente sensibles, sino que prestaban una seguridad general, con dedicación plena a combatir los restos de enemigo que seguían activos. De igual forma, no participaban en el esfuerzo de ayuda humanitaria ni de reconstrucción, sino que se limitaban a facilitar un entorno de seguridad para la actuación de organizaciones civiles –políticas y humanitarias– que asumían la responsabilidad total. Su única misión era evitar bajas civiles y desarmar a las partes en conflicto, es decir, eliminar los obstáculos para la reconstrucción. Actuaban como una especie de paraguas que evitaba que interferencias extrañas perjudiquen la tarea humanitaria. Pero este modelo prácticamente está perimido.

Hoy las Fuerzas Armadas, tras la operación de combate, se responsabilizan de todos los aspectos del post-conflicto, para facilitar una transición paulatina de las actividades civiles a las autoridades nacionales e internacionales. Implica la asunción por parte de la fuerza de tareas que van desde la ayuda humanitaria a la reconstrucción y desde las relaciones con las autoridades civiles hasta el ejercicio de funciones de gobierno. Se parte de operaciones de DDRRR (desarme, desmovilización, rehabilitación, reasentamiento de refugiados y reintegración a la vida civil de combatientes desmovilizados) con el personal militar que deja de combatir y se apunta a la reconstrucción de la infraestructura y de las instituciones.

El más reciente ejemplo de esa idea se ha establecido en Afganistán con la acción de los llamados Equipos Provinciales de Reconstrucción (Provincial Reconstruction Team o PRT). Estos equipos trataron en el inicio de liberar la fuerza de combate de la coalición liderada por Estados Unidos en la Operación Libertad Duradera (LD), a finales de 2002 para que pudiera seguir sus operaciones principales de combate contra los restos de al-Qaeda y los talibán– de la tarea de reconstrucción, sin abandonar ninguna de las provincias de Afganistán donde ya no se esperaban combates significativos. La Fuerza Internacional de Seguridad y Asistencia para Afganistán (International Security and Assistance Force o ISAF), liderada por la OTAN, continuó con la práctica de la idea. Los PRT son pequeñas unidades de múltiples capacidades para extender la presencia de la fuerza en el país detrayendo los mínimos recursos de las operaciones principales. Están constituidos por un componente militar y otro civil. El militar dispone de varios equipos que le dotan de capacidades diversas para mantener una presencia constante pero separada de la fuerza principal. Constan de un elemento de protección, de un equipo sanitario, de un equipo de mantenimiento y apoyo logístico y de telecomunicaciones, de un equipo de cooperación cívico militar y de especialistas para gestionar los proyectos de reconstrucción en varios campos. Uno o varios PRT se apoyan en una Base Logística Avanzada (Forward Support Base o FSB). Junto a ellos se instalan, en diversas modalidades, actores civiles que asumen la responsabilidad principal de la reconstrucción. Estos son tanto representantes de los donantes, para la gestión financiera y el control de los proyectos, como especialistas de otras organizaciones, gubernamentales o no, que colaboran en el asesoramiento y dirección técnica de algunos proyectos.

Los PRT asumen tareas de reconstrucción nacional, pero con un mínimo esfuerzo que apenas detrae recursos de las acciones de combate. El protagonismo de la reconstrucción recae en las agencias civiles, complementadas –que no coordinadas– por las acciones de los PRT. Es una solución de transición. El objetivo es reforzar las capacidades civiles de cada PRT con el tiempo y disminuir coordinadamente la presencia militar. El siguiente paso es el relevo progresivo de la fuerza internacional por una nueva fuerza militar, en el caso afgano un Ejército nacional, para que se integre en la propia estructura del Estado como componente esencial de la existencia del estado al monopolizar la violencia pública.

Es posible que este concepto se extienda a otras misiones de paz para evitar la recurrencia del conflicto que se da si no se actúa sobre las causas que lo provocaron. Si no hay un cambio en las estructuras sociales, en la cultura y en las condiciones de vida de la población es muy probable que el conflicto se mantenga soterrado mientras se mantiene la presencia de la fuerza de paz o que reaparezca abiertamente en cuanto desaparezca la fuerza de paz, como ha sido el caso de Haití en más de una oportunidad.


2. Porque intervenir en misiones de paz

El grueso de las fuerzas de paz lo aportan países del tercer mundo. Los contingentes de países del primer mundo son limitados, por lo general no mucho más de medio centenar de efectivos. Es cierto, sin embargo, que en circunstancias críticas se trata de personal del primer mundo el que actúa inicialmente para controlar crisis. Las fuerzas franceses (paracaidistas, legionarios y fuerzas especiales), británicas o belgas han intervenido en más de una oportunidad inmediatamente de estallada una crisis en países africanos. Los EE.UU. han creado coaliciones para encabezar intervenciones en circunstancias que consideraron críticas para sus intereses (caso Afganistán o Iraq) o cuando se creía que debía tomarse una posición política y enviar un mensaje fuerte a la opinión pública, interna o mundial (como ocurrió en Somalia o en Haití en 1994). En todos estos casos es evidente que hay un interés primario de estos países delprimer mundo en intervenir, sea por razones políticas o en defensa de intereses económicos, o por ambas razones.

Para el resto de los países la intervención surge por muy diversos motivos. En algunos casos la vecindad, o el interés político regional o sub regional puede motivar la participación. Nigeria y los diversos países de la región africana occidental son un buen ejemplo en Africa, así como la participación de los países del sur de América en Haití. En otros casos se trata de tener influencia en un proceso exterior visto que el propio país esta sometido a un conflicto, como es el caso de India y Pakistán y se quiere comprometer al organismo intergubernamental NNUU. Brasil tuvo especial interés en participar en las operaciones de Mozambique y Angola visto su interés en tener influencia sobre los países africanos de habla portuguesa, así como ahora en Haití. Brasil busca un asiento permanente en el Consejo de Seguridad en una eventual reforma del sistema y trata de demostrar que tiene intereses a nivel mundial. La República Popular China acaba de enviar un contingente de 125 policías militares a Haití para mostrar su influencia en una zona donde Taiwán tiene países que reconocen a esa otra China como única entidad política legítima.

España y Marruecos acaban de iniciar una experiencia de trascendencia política importante como mensaje de tolerancia entre occidentales y musulmanes, al enviar un medio batallón conjunto (200 españoles y 163 marroquíes)4 con base en Fort Liberté para controlar la frontera norte de Haití con República Dominicana como parte de la MINUSTAH.

Hay países que intervienen para seguir contando con el constante apoyo de los EE.UU. muy necesario dado su escenario regional, como es el caso de las fuerzas jordanas. La intervención de fuerzas de Rep. Dominicana, El Salvador, Honduras y Nicaragua en Iraq, en el 20035, aunque no fue una operación de NNUU, pero si hecha en nombre de resoluciones tomadas por su Consejo de Seguridad, fue una muestra de apoyo político a los EE.UU.

En otros casos, si bien los países no tienen intereses en la zonas de intervención, o no pueden proyectarse mundialmente, en razón de su entidad, se trata de utilizar una fuerza disponible que puede enviarse fuera del país de origen, sin menoscabo de las necesidades del mismo. Los ejemplos los proveen fuerzas de Fidji y Nepal. Asimismo con su apoyo a la entidad intergubernamental internacional ONU liberan fuerzas del primer mundo y se obtiene apoyo de la principal potencia dominante, los EEUU.


3. Las intervenciones de Uruguay en el marco NNUU

Uruguay comenzó a participar en estas operaciones en 1991. Previamente hay un historial de envío de observadores militares que se inicia en 1952 en la misión de Naciones Unidas que verifica el cese de fuego entre la India y Pakistán en el territorio de Cachemira y que continúa en el presente, habiendo tenido en dos oportunidades Uruguay el mando de la misión a cargo de oficiales generales(Los Grales. Galarza y Saavedra). La importancia de estas misiones de observación merecería un tratamiento aparte, por lo que no serán motivo de análisis en este artículo.

Otras misiones de observación ya fueron terminadas y al momento actual continúa la participación uruguaya en las de Georgia y la del Sahara Occidental, la dos comenzadas en 1994, y Sierra Leona en 1999, la de Eritrea en el 2000 , la de Costa de Marfil en el 2003 y la de Burundi en el 2004. En todos los casos se trata de la presencia de oficiales desarmados6 que realizan verificación de los acuerdos de paz o cese el fuego. En Chipre la misión comenzada en 1997 no ha contado con un contingente armado uruguayo, aunque se intentó sin éxito, por falta de autorización parlamentaria, integrar una sección de fusileros en el medio batallón argentino que allí opera, al igual que lo hacen Chile y Paraguay. De todos modos Uruguay consiguió el primer mando de una misión de operaciones de paz allí y lo sigue ejerciendo a través del Gral. Hebert Fígoli.

La participación de contingentes importantes en el marco de Naciones Unidas comenzó en Cambodia en 1991. Previamente dentro del marco del acuerdo de Camp. David, un acuerdo tripartito entre Israel, Egipto con garantía de los EEUU se mantiene desde 1984 una presencia permanente en el Sinaí. Tres grandes misiones ya culminadas comprometieron un número importantes de efectivos de las FFAA uruguayas. En Cambodia actuó el llamado Batallón Uruguay I, pero también se registró la participación de la Armada, que actuó en el control del puerto de la capital Phenom Pemh sobre río Mekong, asi como los oceánicos de Kâmpôt, Kröm Kaôh Köng y Kâmpóng Saóm (Shanoukville).

Cuando todavía no había terminado el operativo en Cambodia se inició el de Mozambique, donde la fuerza principal fue el Batallón Uruguay II. Casi inmediatamente de terminada la operación en Mozambique comenzó la de Angola, donde la fuerza principal fue el Batallón Uruguay III.

MisiónFechaEfectivos involucrados
CambodiaOctubre 1991 - Setiembre 19931330
MozambiqueDiciembre 1992 - Diciembre 19942513
AngolaFebrero 1995 - Febrero 19992508

En noviembre de 1999 comenzó la operación de paz que ha implicado la más grande participación uruguaya, la del Congo como parte de la fuerza militar de la MONUC, la misión de NNUU en ese país. Desde marzo del 2001 comenzó el despliegue con la llamada Ca. de Fusileros reforzada Uruguay con 227 efectivos. Luego se fue incrementando participando el Batallón Uruguay IV de aproximadamente 900 efectivos estacionado en Bukavu y otros centro urbanos de la zona de responsabilidad uruguaya. En enero de 2005 esa unidad fue transferida a Kinshasa. Asimismo sigue actuando una agrupación de compañías (una de ingenieros en Bunia, dos de infantería, en Katimba y Uvira, respectivamente), un destacamento de custodia de aeropuerto en Kisangani más unidades navales, haciendo un total de casi 1750 efectivos, un 11,2% del total de la fuerza militar de la misión en ese país. La Armada participa con dos patrullas de efectivos d enivel compañia. Las llamadas URPAC M (Uruguayan Riverine Patrol basada en Mbandokea) compuesta de unos 161 efectivos de Armada y 19 soldados del Ejercito, y la URPAC K (basada en Kindu con unos 99 efectivos,, que cuentan con lanchas construidas especialmente para esa misión.

Al mismo tiempo desde abril de 2004 se integró la fuerza militar de la MINUSTAH, la misión de estabilización de Haití con un Batallón Conjunto Uruguay I, conformado por personal de todas las fuerzas que contó inicialmente con 576 efectivos con base en Les Cayes y Port-Salut, con un área de responsabilidad en la península occidental del sur de la isla. Eran un 12,8% del total de efectivos de la fuerza militar de NNUU en Haití. Ese número de personal se incrementa comienzos del 2005 en cerca de 200 efectivos más con base en Jérémie. El mando de la fuerza lo tiene un general brasileño, país que aporta una media brigada a la operación. Los principales mandos los tienen los países del cono sur que actuaron conjuntamente, menos Uruguay, que por disposiciones emanadas de la autoridad política no fue parte del arreglo. Ello determina que en el mando de la misión sólo haya presentes 4 oficiales uruguayos, frente a 6 chilenos y 7 argentinos, a pesar que los contingentes de esos países son algo menores, más 6 paraguayos y otros tantos bolivianos, pese a que no aportan personal.

En la UNMEE, la misión de NNUU para vigilar el post conflicto entre Eritrea y Etiopía Uruguay participa con un contingente de la Fuerza Aérea de 41 efectivos que vuelan y mantienen dos helicópteros Bell 212. Los mismos fueron trasportados, así como el personal y sus relevos en un C-130 Hércules de la propia Fuerza.


4. ¿Qué obtiene Uruguay con esa participación?

La participación en las misiones de paz permite a las FFAA realizar operaciones, que aunque no son primordialmente de combate permiten al personal alcanzar un estándar profesional adecuado. Supone operaciones complejas en lo logístico. transportando materiales y personal a largas distancias. Implica mantener una disciplina férrea en condiciones difíciles para el personal. El mismo es expuesto a otros ambientes y culturas diferentes y debe saber manejarse con esas comunidades que, en muchos casos tienen códigos de conducta, lenguas, creencias y hábitos culturales muy distintos a los manejados ne Uruguay. Para el personal de mando implica dominar los principios de la interoperatividad y en más de una caso realizar operaciones conjuntas y saber practicar formas de diplomacia militar para superar conflictos y contradicciones que, obviamente se plantean todos los días y esto dentro del propio contingente como hacia afuera en su relacionamiento con la comunidad y autoridades locales. Eventualmente tienen que estar preparados para combatir sin los contingentes o las instalaciones que deben defender son atacados.

Además, la participación en ese tipo de operaciones supone una fuente extra presupuestal de recursos para las fuerzas participantes y muy especialmente para su personal. Con diferentes escalas de salarios la remuneraciones que paga NNUU, aún con los atrasos que normalmente se producen para hacerla efectivas suelen ser muy relevantes, especialmente para el personal subalterno. De ahí que haya una demanda constante para poder participar y que en más de un caso los efectivos participan en más de una misión, que normalmente tienen relevos cada nueve meses o un año, dependiendo del lugar y la jerarquía del efectivo considerado.

Las operaciones de paz habrían reportado entre 1991 y el año 2002 alrededor de 129 millones de dólares para las Fuerzas Armadas uruguayas, una cifra cercana al presupuesto anual del total del Ministerio de Defensa en el período. En el 2003 el presupuesto total de esa secretaría de estado se cifraba en 168,5 millones de dólares, un 5,3% del presupuesto estatal, un 1.5% del PBI. Actualmente, dado el incremento del número de efectivos tras la misión de Congo debería estimarse el ingreso en unos 20 millones de dólares anuales, y dada la caída en dólares del presupuesto de defensa, luego de la crisis del 2002 y los decretos de restricción de gastos de marzo del 20047 ese ingreso constituye una tercera parte del presupuesto total del área defensa, lo que implica una cifra sumamente significativa.

Las operaciones de paz, sin embargo, no han tenido como contrapartida un incremento importante en las relaciones exteriores del país. No hay relaciones diplomáticas con Cambodia. En Mozambique no hay consulado y los eventuales asuntos de interés para Uruguay se atienden desde la embajada uruguaya en Pretoria. La misma embajada es concurrrente en Angola y el Congo, donde en sus capitales hay un consulado que se atiende honorariamente. Es cierto que no hay una corriente comercial, salvo con Angola, pero la misma se podría haberse incrementado o creado con una actuación más cercana de los Ministerios de Defensa y el de Relaciones Exteriores. El Sinomapa (Sistema Nacional de Apoyo a las operaciones de Paz)8 debería tener un mayor protagonismo de modo de lograr mejores réditos para estas acciones del país, al mismo tiempo que sería conveniente defender en mejor forma los intereses del país, dado que estas misiones también implican la existencia de muchos intereses en conflicto9.

La acción de las fuerzas paz obligan a los mandos a tener personal con una preparación más amplia para poder lidiar con operaciones complejas, que suponen el manejo de lenguas extranjeras con fluidez, el conocimiento de otras organizaciones militares y su forma de operar, el de los países donde se va a actuar en cuanto a sus estructuras socio - políticas y las formas en que se manifiestan, así como un conocimientos de los conflictos, su gestación, proceso y manejo. Las fuerzas están tratando de responder al reto, pero se necesitarían más recursos para enfrentar el desafío.

Todas la operaciones de paz constituyen parte de lo que la política de defensa del país, denomina “apoyo a la política exterior del estado”, por lo tanto una misión subsidiaria. Sin embargo, el número de efectivos comprometidos indica que aunque formalmente se trata de misiones de apoyo, su relevancia es sustancial. En el caso del Ejército, casi 3000 efectivos, si tienen en cuenta los observadores militares, o sea un quinto de personal, está siempre en el exterior, y teniendo presente un ciclo de relevo ese porcentaje se eleva al cuarta parte, mientras que en la Armada que tiene 448 efectivos entre el Congo y Haití y 15 observadores militares, significa un 8% del total de efectivos de la fuerza, casi un 15% si se toman en cuenta previsiones de relevo. Aun en la Fuerza Aérea con su contingente más pequeño desplegado en Eritrea-Etiopía, Haití y como observadores, involucra a 3.5% de su personal (7% con relevos)

Las disponibilidades de equipamiento condicionan esa diferente participación. Por supuesto siempre hay más oportunidades para el Ejército, dado que básicamente lo que se requieren son unidades de infantería. En segundo término, siempre hay fuertes demandas para personal de la Fuerza Aérea, pero el número de aviones o helicópteros disponibles supone una limitación importante10. La Armada ha sabido como participar, no sólo en las fuerzas conjuntas, como el batallón en Haití, sino en tareas específicas de control de ríos, como la realizada anteriormente en Cambodia y ahora en el Congo. La incorporación del nuevo buque de transporte ROU-04 abre nuevas oportunidades para poder participar en este tipo de misiones.

En conjunto el hecho que desde 1991 hayan participado en misiones de paz aproximadamente unos 14.000 efectivos, que hayan ingresado al país cerca de 140 millones de dólares que permitieron mejorar el nivel de vida del personal que participó en las mismas y que se hayan podido adquirir equipos contra el fondo de reposición, además de permitir la incorporación de grupos civiles a las misiones11, más los beneficios que implica desde el punto de vista profesional indican que la experiencia ha sido favorable.

Se necesitaría una mayor imbricación de la acción de los Ministerios de Relaciones Exteriores, de Defensa y de Economía, fundamentalmente, para obtener un mejor estatus para el personal uruguayo, lo que implica, en principio una acción más fuerte en Nueva York, donde se toman las decisiones básicas.

Asimismo habría que integran los contingentes de modo de poder poner en practica a Equipos Provinciales (locales, o en el nombre apropiado según el país) de Reconstrucción (Provincial Reconstruction Team o PRT) que supone integrar la misión con capacidades civiles para que los procesos de DDRRR (desarme, desmovilización, rehabilitación, reasentamiento de refugiados y reintegración a la vida civil de combatientes desmovilizados) así como la reconstrucción de infraestructura y la institucional sean más exitosos. También debe aprovecharse cada misión para establecer lazos firmes en el país donde la misma actuó con Uruguay de modo de estrechar relaciones diplomáticas y sustancialmente económicas que puedan ser de beneficio para los dos países.



1. En el segundo lustro final del siglo XX los países de Ecowas, la comunidad africana occidental bajo el liderazgo de Nigeria realizaron intervenciones conjuntas en Sierra Leona y Liberia bajo el paraguas ONU. En Haití la misión comenzada en el 2004 mostró la acción conjunta de Argentina, Brasil y Chile y luego la presencia de un contingente ínter operativo de españoles y marroquíes.
2. Ver el trabajo de auto justificación escrito por Dallaire. Shake hand with the devil. The failure of humanity in Rwanda. New York, Carroll & Graf ed. 2004. Sobre la opinión de militares uruguayos observadores militares en el país vease el diario del Mayor Waldemar Fontes (www.geocities,com/soho/square/3840/capit)
3. Aún en los conflictos recientes entre peruanos y ecuatorianos se trató de un enfrentamiento en áreas períféricas, comprometiendo sólo limitadamente las fuerzas militares de los dos países. La guerra de las Malvinas, a pesar de poner en tensión a buena parte de la Argentina también sólo comprometió una parte limitada de su fuerzas militares y no motivó una movilización nacional y tampoco implicó ningún combate en el territorio efectivamente argentino. Para los británicos significó sólo el envío de una fuerza expedicionaria y obtener el respaldo decisivo: el de los EE.UU.
4. En circunstancias históricas muy diferentes, en los años 30 fuerzas marroquíes fueron parte del Ejército nacional del Generalísimo Franco en lucha contra las de la Republica Española, pero el estatus de los marroquíes era de fuerzas coloniales bajo el mando de oficiales españoles. Ahora la integración es en condiciones de igualdad.
5. En el 2005 sólo quedan presentes fuerzas salvadoreñas, las que además, fueran las únicas que combatieron en suelo iraquí.
6. Aunque dependiendo de la situación pueden tener una custodia armada, especialmente cuando también hay fuerza militar de paz operando.
7. De acuerdo con la información que proporciona en el Ministerio en su página web dos decretos de fecha 10 de marzo del 2004 establecen los límites máximos de gasto en la cifra de 1.289:365 000 pesos corrientes y para inversiones 300.000.000 pesos corrientes. La equivalencia en dólares es aproximadamente de 52,7 millones si se suman los dos rubros.
8. Creado por Decreto 514/94.
9. La prensa ha recogido acusaciones sobre acciones de la misión uruguaya en el Congo, la mayoría de ellas infundadas, sin respaldo documental. Hay que tener en cuenta que un país donde se extrae uranio, cobalto, diamantes y donde está una de las principales fuentes de provisión de koltan, mineral imprescindible para el desarrollo de la telefonía celular, los intereses en juego son enormes. La importancia del tema indica que se tendría que realizar un esfuerzo conjunto de todo el estado para no sólo defender intereses uruguayos sino, si es posible obtener réditos.
Otro tema lo plantea la necesidad de elevar el nivel de acción en New York donde se encuentra la sede del Department of Peace Keeping Operations, tanto en el nivel diplomático como militar. Si bien el personal que ha trabajado el tema hasta el presente lo hace profesionalmente y con dedicación, el número de efectivos involucrados ameritaría una representación más fuerte para defender los intereses uruguayos.
10. También importa la posibilidad de prestar servicios como controladores aéreos, donde el equipo está puesto por el país donde se cumple la misión.
11. La venta de las llamadas UPAE las unidades potabilizadoras de agua muestra otra forma de integración de las fuerzas de paz.


Fuente:
Artículo presentado en una conferencia en Montevideo y publicado en la Revista Naval, Agosto 2005, Uruguay.