DEMOCRACIA Y SEGURIDAD EN LA REGIÓN

Jaime Castro Contreras
Junio 2005


Con los auspicios del Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa, que es un centro regional de la Universidad Nacional de Defensa de los Estados Unidos, se realizó entre el 6 y 10 de Junio del año en curso un Diálogo para Ejecutivos de Alto Nivel (SED). En dicho evento al que concurrimos representantes peruanos, bolivianos, ecuatorianos y colombianos, la preocupación se centró en la situación de la democracia en el área andina.

Desde la perspectiva de los analistas norteamericanos, la fragilidad de las democracias andinas se deberían a los siguientes factores: a) un crecimiento demográfico desmesurado, b) una migración rural constante hacia las zonas urbanas, c) disputas regionales (Guayaquil-Quito, Santa Cruz-La Paz), d) instituciones políticas y normatividad legal inestables, e) carencia de personal calificado y f) corrupción extendida vertical y horizontalmente.

Esto se solucionaría según esta visión, si la democratización en los países andinos fuera efectiva, si la famosa teoría de la paz democrática, tan popular en las universidades norteamericanas y puesta en práctica por el presidente Uribe en Colombia se extendiera en la región andina. Esta teoría considera los siguientes supuestos:

1º Si los países van pareciéndose cada vez más unos a otros, es decir son cada vez más democráticos, entonces los conflictos internos o externos tienden a desaparecer o serán cada vez menores; 2º Si las autoridades de esos países dependen del voto de los ciudadanos para permanecer en el poder, ergo los conflictos internos y las declaraciones de guerra entre Estados, que tendrían que pasar por el escrutinio, serían negados, y de esta manera la paz se garantizaría y la democracia sería su mejor soporte.

La teoría de la paz democrática, como lo dice Fernando López en Siete Escenarios para el Siglo XXI (Editorial Sudamericana 2004), sólo contribuye de manera limitada a comprender e intentar solucionar lo que está pasando en la región andina al comenzar el siglo XXI. No explica por ejemplo las ambiciones expansionistas y hegemónicas de los ahora llamados “imperios liberales” de los países desarrollados como de los emergentes en la región. Ni explica el por qué los sentimientos antinorteamericanos se tornan crecientes en muchos movimientos sociales a pesar de tanto esfuerzo en pro de la democratización de Latinoamérica y tanta inversión social y en seguridad que realiza Estados Unidos en la región.

Personalmente considero que la tesis y la fórmula de solución son equivocadas, puesto que la eliminación de las hojas de la planta o relación de amenazas identificadas por Estados Unidos, como el terrorismo internacional, el narcoterrorismo, el apoyo logístico y financiero de los grupos islámicos radicales, el tráfico ilícito, las migraciones masivas, la falsificación de documentos, el lavado de dinero, los secuestros, los movimientos radicales populares, la delincuencia y las pandillas urbanas, los desastres naturales, son parte del problema coyuntural pero no constituyen la raíz del problema. Y si convenimos en buscar una solución histórica y trascendente para la región, no sólo se trata de eliminar las hojas de las ramas coyunturales de hoy sino se debe ir a las raíces verdaderas del problema, y, dichas raíces tienen niveles tan claramente distinguibles que sí son serios problemas estructurales que deben ser tratados por un adecuado planeamiento estratégico de largo plazo que comprometa a Estados Unidos y a la región.

Las raíces a las que me refiero como problemas estructurales son de varios tipos, pero concentrémonos sólo en dos: el debilitamiento de las democracias latinoamericanas no son consecuencia del rápido crecimiento demográfico ni de la migración rural hacia las ciudades, el debilitamiento tiene su respuesta en que los partidos políticos son débiles porque durante gran parte del siglo XX, Estados Unidos acomodó sus intereses en la región a buscar un tipo de gobernante que no chocara con sus intereses económicos y de seguridad y si algún presidente elegido por voto popular afectaba dichos intereses entonces era debilitado o promovida su caída como fueron los casos de Jacobo Arbenz en Guatemala, de Allende en Chile, la invasión a Granada, a Santo Domingo, a Panamá, entre otros frustrantes eventos que afectaron la soberanía y las democracias. Hay que recordar que la preocupación de las democracias y los derechos humanos como instituciones sólidas sólo datan a partir del presidente Carter.

Otro problema que podríamos llamar estructural pero que se encuentra expresado en el orden institucional, es el referido a los instrumentos jurídicos existentes en la región y que su actuación han devenido en ineficaces para la función creada. Se trata en primer lugar del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) que como institución se encuentra debilitada ya que las modernizaciones efectuadas en 1975 no pueden entrar en vigor, justamente porque Estados Unidos es uno de los países que ha presentado observaciones que estima afectan sus intereses. Otro instrumento así de debilitado en su origen es el Pacto de Bogotá, igualmente observado por el gobierno Estadounidense. De la Organización de Estados Americanos ni qué hablar, ha sido un instrumento que ha bailado al ritmo que le tocaba Estados Unidos. Otro instrumento obsoleto que aún se mantiene en pie es la Junta Interamericana de Defensa (JID), este organismo fue creado en 1942 sólo para el período que durara la segunda guerra mundial, la guerra concluyó en 1945 y este organismo supérstite no se sabe a quien sirve de modo concreto, ya que la propia OEA la mantiene de modo marginal.

Estos son algunos de los problemas estructurales que han afectado la democracia en región, han afectado la soberanía, han afectado las relaciones cívico-militares y son los que no han permitido consolidar las instituciones democráticas.

Hoy los “imperios liberales desarrollados así como los emergentes” deben de tener en cuenta que la democracia de Atenas también se transformó en imperio y el hecho de que sus vecinos también tuvieran instituciones seudo democráticas, como sería el caso de las democracias andinas, ello no impidió ni bloqueó sus ansias geopolíticas expansionistas. En este sentido, nadie puede negar que Estados Unidos sea una democracia económica y militarmente poderosa, pero tampoco nadie puede negar que esta democracia haya intervenido militarmente a nivel global en varias partes del mundo dando lugar al surgimiento del llamado derecho de injerencia del cual aprendices de millonario del sur quieren en esta parte también practicar en nombre de los derechos humanos, la gobernabilidad y la institucionalidad democrática.


Fuente:
Artículo publicado en la Revista Vivir Bien, Nº 92, Junio 2005