El objetivo de este capítulo es presentar los dos conceptos principales a través de los cuáles se ha interpretado la intervención de los militares en la sociedad: pretorianismo y militarismo. El motivo de ello es que la comprensión de la realidad de un país a través de lo que se deduce del uso de uno u otro concepto condiciona las respuestas que se dan desde el Estado para resolver esa intervención.
El lugar que le corresponde a la Institución Militar en una democracia se inicia como discusión en el período de entreguerras europeo en el que el fascismo militarista pone en peligro la estabilidad de la democracia liberal europea; más tarde continúa en los Estados Unidos durante la guerra fría al presentarse la preocupación sobre la relación de este proceso político, los grandes recursos que la institución militar maneja, y la democracia; y contínua en todas aquellas sociedades que pretendiendo ser democráticas todavía no reúnen los requisitos para serlo, y que se muestran preocupadas por la necesidad de subordinar a los militares al poder civil del Estado.
Los ejércitos son instituciones conservadoras en las que tanto el recuerdo del pasado, como su propia estructura burocrática influye al abordar cualquier tipo de cambio importante. En el caso de naciones en las que se produce un cambio histórico que abandona una antigua tradición de intervención militar, el autonomismo de los ejércitos, y la idealización de los importantes servicios que han realizado en sus sociedades, les lleva a que sectores importantes de la Institución tengan dificultades para aceptar el cambio de los tiempos, y el reclamo por parte de la sociedad de la responsabilidad de decidir y gobernar su futuro26; por ello es importante que se conceptualice adecuadamente el problema que se trata de resolver, y que se sea consciente de los problemas que se deben afrontar en el futuro cercano.
Una vez resuelto teóricamente por los académicos de las democracias consolidadas, el espacio que los militares deben ocupar, el debate se centra en las diferentes opciones para solucionar esa intervención, y asegurar la localización de los militares en las funciones que le encomienda la voluntad popular que se manifiesta a través de las elecciones de los ejecutivos y los legislativos libremente elegidos: es cuando surge la discusión sobre el significado de la profesionalidad militar27.
En las siguientes líneas se trata así de presentar los conceptos que habitualmente han sido más utilizados para explicar este fenómeno de la intervención militar, y de desentrañar las diferentes opciones que se encuentran tras ellos. Una vez presentado el debate, se profundiza en como éste se ha desarrollado en la reflexión sobre la realidad española; y se concluye afirmando que Gutiérrez Mellado y la UCD conceptúan la tradicional intervención militar en España como pretoriana, lo que les lleva a apostar por el modelo profesionalizador de Huntington como el adecuado en orden a integrar a los militares en una futura España democrática. Como se verá si bien ésta es una solución aceptable, y a lo mejor la única posible en aquel momento, no es la adecuada en orden a solucionar el problema de la intervención militar en España, ya que tiene causas más profundas que la simple participación puntual de militares en funciones de Gobierno, lo que debe ser solucionado sin mucha dificultad por la coherencia de la propuesta profesionalista huntingtoniana.
El militar y el estado liberal: militarismo o pretorianismo
Adam Smith afirma que las tres funciones básicas del Estado son proveer seguridad, construir obras públicas, y asegurar la justicia28. Durante mucho tiempo estas tres funciones son cubiertas por los militares como el único agente del Estado con la capacidad de poder desarrollarlo. El ejército no sólo provee seguridad, sino que es el agente del Estado que construye los caminos, las obras públicas, y además provee la justicia. Estas funciones asumidas por el ejército motivan que Jaime Balmes afirme en 1846 que en España el ejército es fuerte, porque la sociedad es débil. La administración civil de los asuntos públicos todavía debe desarrollarse.
La democracia liberal ha reconocido tradicionalmente la necesidad de las Fuerzas Armadas, y al mismo tiempo ha desconfiado del poder que pueden acumular. Es conocida la frase de Tocqueville que defiende la idea de que mientras los pueblos democráticos desean naturalmente la paz, los ejércitos democráticos desean naturalmente la guerra29. Su justificación parte de la idea de que los propietarios desean la paz para mantener riqueza, y bienestar, que en caso de conflicto siempre son dañadas, afirmando que puede admitirse como regla general y constante que en los pueblos civilizados las pasiones guerreras se hacen más raras y menos vivas.
A pesar de esta norma Tocqueville reconoce que la guerra constituye un accidente al que todos los pueblos están sujetos. En su opinión "cualquiera que sea el amor que esas naciones tengan por la paz, es necesario que estén preparadas a repeler la guerra o, en otros términos, que tengan un ejército". Esto comporta un riesgo ya que en los ejércitos democráticos se generaliza el deseo de ascender extendiéndose los límites de la ambición militar casi hasta el infinito. El oficial normalmente vive de su paga y sólo puede esperar progresar a través de los honores militares que normalmente se consiguen en combate, esto le lleva a desear la guerra que crea vacantes, y permite violar el derecho de la antigüedad. Estas disposiciones contrarias de la sociedad y el ejército hacen correr grandes riesgos a las sociedades democráticas, y ello obliga a que la atención de los hombres de Estado se aplique sin descanso a encontrar remedio a esas tensiones. De la preocupación del autor de "La democracia en América" de mantener ocupados a los militares para que no utilicen la fuerza contra su propia sociedad, parte una de las lógicas de utilizar al ejército para cumplir con las misiones que el Estado necesita cubrir, y a las que no se llega con otros medios.
La importancia de la presencia de los militares en muchas sociedades provoca que los investigadores sociales traten de teorizarla, sobre todo en un momento de tensión tan importante como el que se vive entre la primera y la segunda guerra mundial, en el que las incipientes democracias occidentales se encuentran en una situación peligrosa.
Entre 1931-35 Edwin R.A. Seligman, y Alvin Johnson logran editar por primera vez en los Estados Unidos la Enciclopedia de las Ciencias Sociales30: pretorianismo y militarismo serán los dos conceptos que entonces se utilizan para tratar de explicar la presencia de los militares más allá de las funciones propias de la defensa. En este momento el primer concepto tiene que ver con la decisión directa de influir sobre el gobierno, y el otro que enlaza con la más pura tradición liberal insiste en el afán de conducir a la sociedad a la guerra continua.
Frederick Mundell Watkins elabora la definición clásica del concepto de pretorianismo31. La idea básica que defiende es que la clase militar de una sociedad dada ejerce un poder político independiente, en virtud de un uso real o potencial de su fuerza. El concepto se utiliza haciendo alusión histórica a la guardia pretoriana romana. Así los militares al no aceptar la legitimidad de las instituciones políticas intervienen para mediar entre los diferentes grupos sociales. Este concepto no debe ser confundido en su opinión ni con el cesarismo, que es un poder personal absoluto, ni con militarismo que en su opinión es dirigir las energías de la sociedad al modo militar. En muchas ocasiones las fuerzas pretorianas son un instrumento de otras fuerzas, y surgen en momentos de inestabilidad. La disciplina militar subordina normalmente a esas fuerzas al nuevo poder establecido.
Por su parte C. Delisle Burns define en esta edición de la Enciclopedia el concepto militarismo. Éste consiste en una actitud hacia los asuntos públicos que implica la guerra, o la preparación hacia la guerra como el horizonte de la política exterior, y el mejor servicio posible a la sociedad; el ennoblecimiento del servicio de las armas, la glorificación del coraje, y de la aventura; la mistificación de los valores militares y su aplicación a la sociedad en orden a preparar la guerra.
En 1937 Vagts impresionado por la Alemania de su tiempo publica un extenso estudio "A history of militarism" en el que define un concepto más amplio de militarismo: integrando la influencia de los militares sobre el gobierno, el afán por la guerra, y el predominio de los valores militares sobre los comportamientos internos de la sociedad.
La Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales32, heredera de la anterior, al renovar las definiciones que resumen las principales opiniones de la nueva generación de académicos, reconoce la influencia de este planteamiento de Vagts en 1968. En este caso la edición de David L. Sills trata únicamente la voz militarismo, señalando el pretorianismo como una variante del otro concepto que se define como abarcador de los dos.
Laurence I. Radway desarrolla una extensa definición de este concepto, reconociendo la modificación que los teóricos han realizado sobre él a lo largo de los años, y la diferente escala de usos con el que se ha utilizado. Para éste autor el concepto ha sido utilizado de diferentes maneras: negativamente para marcar los excesos de los privilegios y los valores aristocráticos de los militares en algunas sociedades; clásicamente como la doctrina que valora positivamente la guerra y atribuye a las Fuerzas Armadas la primacía en el Estado y la sociedad, exaltando la aplicación de la violencia y la organización militar; y finalmente lo que él califica de nuevas interpretaciones en el que la supremacía militar depende más de crisis internas que de amenazas exteriores a la seguridad. Una sociedad militarizada confiere una posición privilegiada a los "guerreros", característica que puede venir agravada por la tradición del propio país. Las Fuerzas Armadas desarrollan en estas condiciones el orgullo corporativo, y la confianza en sí mismas, y esto facilita una diferenciación mínima entre el papel militar y el político.
La profesionalidad como solución: el regreso del concepto de pretorianismo
A partir de la segunda guerra mundial, ya en plena guerra fría, aparecen en los Estados Unidos nuevas reflexiones académicas que señalan cuál ha de ser el papel de los militares en las sociedades occidentales democráticas. El concepto que se trata de presentar para calificar al militar es el de "profesional" al servicio del Estado. Responden a la lógica de la prevención del tradicional liberalismo americano, que ante la guerra mundial, llega a anunciar los peligros de convertir al Estado en una fortaleza33; la defensa ha de convertirse en la política que la sociedad mayoritariamente desee para su protección, y el militar el instrumento que ésta tiene, a través del Estado, para implantar su voluntad. Acabada la guerra mundial existe la preocupación que un proceso político como el de la guerra fría, en la que los militares tienen un papel político importante, sea entendido y vivido sin contradicciones democráticas.
La reflexión de Samuel P. Huntington sobre el soldado y su relación con el Estado hace que se retome la polémica sobre la participación de los militares en la política. La tesis fundamental de este autor, como se verá más adelante en profundidad, es que cuanto mayor es la racionalización de la profesión militar, más responsable se vuelve políticamente, y más inclinada está a desempeñar un papel subordinado a las autoridades civiles.
La discusión que se genera como respuesta a la profesionalidad autónoma que este autor defiende, ha intentado, por su parte, demostrar que el corporativismo de los militares es una fuente de desafío a la autoridad civil, recordando que la voluntad política no se construye sobre el vacío. La profesionalidad del militar, y sus bondades, deben ser contextualizadas, y hay que entender cómo históricamente los militares han utilizado sus posiciones de poder. La ley de hierro de la oligarquía formulada por Michels va en esta dirección al prevenir sobre las burocracias y sus comportamientos corporativos34. Tener en cuenta estas experiencias es fundamental cuando se establezcan modelos de relaciones entre civiles y militares convenientes en un sistema democrático particular. Todas estas críticas que recibe Huntington provocan que éste vuelva a plantear el concepto del pretorianismo en 1968, al reconocer que además del soldado profesional, en otro tipo de sociedades más inestables existe el soldado pretoriano.35
Pretorianismo, y militarismo nuevamente plantean dos perspectivas de análisis distintas, ya que el primero se refiere únicamente al papel de los militares como gobernantes, y el segundo a la influencia de éstos y sus reglas sobre la sociedad. Estos conceptos, y sus significados han influido en la perspectiva y la discusión académica española, que ha utilizado uno u otro intencionalmente según la posición ideológica frente al problema de la intervención militar36.
Previo al análisis que se realiza sobre la propuesta teórica tanto de Huntington, como de sus críticos, para resolver el problema de la intervención, y situar a los militares en el lugar que les corresponde en una sociedad democrática ha parecido conveniente resaltar los contenidos de los conceptos que explican esta intervención, desarrollándose tanto la perspectiva de Perlmutter, como la clásica de Vagts.
La definición clásica del concepto pretorianismo es la aportada por Watkins. Este concepto es indirectamente apoyado y ampliado por Finer en 1962, con sus distinciones sobre las diferentes presiones que pueden ejercer los militares sobre un régimen político -amenazar con la dimisión, anunciar públicamente el desacuerdo, mostrar desdén por el régimen, negarse a ejecutar órdenes, o levantarse en armas-; por Huntington en 1968 y finalmente por Perlmutter en 1977 que establece tres tipos de militares: el profesional, el pretoriano y el revolucionario.
El soldado pretoriano de Perlmutter
Huntington transforma su modelo original y estudia el significativo papel de la intervención político-militar en las naciones en desarrollo. En su obra "Political Order in Changing Societies", relaciona esa intervención con las condiciones de inestabilidad política y de decadencia, que proceden de la politización de las fuerzas sociales, y de la ausencia de partidos políticos institucionalizados.
Perlmutter discrepa con el trabajo de Huntington al entender que en esas situaciones de inestabilidad, la profesionalidad corporativa es la explicación más significativa del intervencionismo militar y de las tensiones políticas existentes entre civiles y militares; en la Nación-Estado moderna han surgido tres tipos generales de organizaciones militares, cada una en respuesta a un tipo de autoridad civil institucionalizada. El militar profesional clásico, que predomina en los sistemas políticos estables; el soldado pretoriano, que surge en un ambiente de inestabilidad política; y el soldado revolucionario, ligado a un orden político también estable -a pesar de sus orígenes como sistema inestable-, pero que está en decadencia o es de nueva planta.
Según Perlmutter en condiciones políticas de normalidad, pocos oficiales se encuentran deseosos de trocar su profesión por la política, por ello el estudio de los que lo hacen es esencial en cualquier investigación de las relaciones de civiles y militares. El pretorianismo surge a menudo en los albores de una revolución fracasada, en las sociedades agrarias, o en aquellas que están en transición o ideológicamente divididas. ¿Cuáles son las principales características de este tipo de militar? No puede hablarse de grupos coherentes y monolíticos entre los militares. Ha habido, y habrá, divisiones entre y en el seno de las categorías y jerarquías militares, así como diferencias entre determinados oficiales. Teniendo en cuenta este punto de partida establece un cuadro donde se sistematiza las principales características del tipo militar pretoriano.
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el conocimiento profesional no se exige demasiado estrictamente |
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jerárquico, no cohesivo, colectivo, con subordinación variable, tipo de autoridad estricta |
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Según este autor está confirmado el hecho de que cuando el gobierno civil no es eficaz ni está institucionalizado, el ejecutivo es incapaz de mantener bajo control a la institución militar. Este colapso del poder ejecutivo es condición previa para el pretorianismo, siendo muy frecuente que se justifique la intervención hablando de la "traición", y "corrupción" de los políticos civiles, de los partidos o de los parlamentos.
Un Estado pretoriano moderno es aquél en el que los militares tienden a intervenir en el gobierno y tienen potencial suficiente para dominar al ejecutivo. Los procesos políticos del Estado pretoriano favorecen el desarrollo de la organización militar, como núcleo vertebral, y estimulan el crecimiento de sus aspiraciones a convertirse en clase dirigente. Las elites políticas del Estado se extraen principalmente de la institución militar o de grupos afines a ella. Los cambios constitucionales son llevados a cabo, y respaldados, por los militares, que juegan un papel predominante en todas las instituciones políticas.
Perlmutter define tres formas de pretorianismo: la autocracia, la oligarquía y el pretorianismo autoritario. La autocracia es una simple tiranía militar, es el gobierno militar detentado por un solo hombre. En este sistema la autoridad personal se encarna, sin obstáculos, en un único regulador supremo. En la oligarquía el gobierno corre a cargo de unos pocos. El poder ejecutivo está compuesto principalmente por militares. La única diferencia intrínseca entre oligarquía y autocracia militar estriba en el número de dirigentes. El pretorianismo autoritario se caracteriza por una dirección fusionada y ejercida por civiles y militares. La autoridad gubernamental, aunque no cuente con obstáculos políticos, descansa en una coalición de civiles y militares que gobierna con poco o sin ningún control político externo.
¿Cuáles son las condiciones políticas del intervencionismo pretoriano? Ya se ha apuntado anteriormente el axioma de Perlmutter que afirma que el ejército pretoriano tiende a reemplazar aquellos grupos y regímenes políticos débiles e inestables. Sin embargo el autor profundiza su teoría sobre la intervención encontrando lo que denomina explicaciones insuficientes, esto es el debilitamiento de la autoridad, las herencias históricas, el fracaso de la democracia, o el golpe de la clase media a través de los militares; y también lo que llama explicaciones suficientes.
Perlmutter distingue dos modalidades de ejército pretoriano. Uno más extremista que califica como tipo "dirigente", en el que la institución establece un poder ejecutivo independiente y una organización política, con el fin de dominar a la sociedad y la política. Y otro menos intervencionista, el tipo "árbitro", que no cuenta con una organización política independiente y muestra poco interés por hacerse con una ideología política.
Las acciones de ambos tipos de ejércitos pretorianos resultan afectadas por la estructura interna del ejército y el grado en el que se haya desarrollado una conciencia política y autónoma; así como por la interacción entre el ejército, los políticos, y las estructuras civiles por una parte, y la clase de orden político que el ejército quiere eliminar y el tipo de orden que desea establecer por otra. La organización militar no puede divorciarse de su entorno social.
Deseo de volver a los cuarteles una vez zanjadas las discrepancias | |
Tabla 6. Características del ejército pretoriano tipo dirigente
El militarismo de Vagts
Alfred Vagts nace en Alemania en 189241. Oficial del ejército alemán durante la primera guerra mundial, abandona el ejército para dedicarse a la Historia Militar. Presidente del movimiento dadaísta42 durante un tiempo indeterminado -como reconoce el almaque dadaísta firmado en Berlín en 1920- vuelve a servir voluntariamente en el ejército en 1923 para luchar contra las organizaciones derechistas de su país. Finalmente al año siguiente emigra a los Estados Unidos para trabajar en Harvard como profesor. Desde allí, ya nacionalizado como estadounidense contempla la guerra mundial, prestando sus servicios en la Oficina de Economía de guerra.
Este intelectual comprometido redacta "A history of militarism" en 1937, advirtiendo del peligro de la militarización de los civiles, y vuelve a editar su libro en 1959, un poco después de que Huntingon publique su modelo. En esta nueva edición trabaja la segunda guerra mundial, y como reconoce en el prefacio, modela mínimamente su concepto de militarismo a la luz de las nuevas aportaciones de la literatura, entre las que cita expresamente a Samuel Huntington.
Sin hacer mención expresa a este autor Vagts insiste en la necesidad de que los civiles entiendan sobre los temas de la defensa, y condena el exceso de autonomía profesional. ¿Qué interés tiene el estudio de los aspectos militares para un público no militar? Ésta es una de las preguntas básicas que trata de responder Vagts. La mentalidad civil está implicada en el mantenimiento de la paz, y en la formación de una política de defensa eficiente, y por esta razón, los civiles que gestionan ese poder, han de poseer los instrumentos cognitivos necesarios, para saber no sólo interpretar claves tan necesarias cómo cúales son "las causas y las consecuencias de las guerras", sino también para poder "evaluar" la gestión del conflicto adecuadamente, en orden a un control eficaz de éste43.
Según Vagts hay que conocer la historia, y las pautas que han ido conformando la relación entre los civiles y los militares en las sociedades. La razón de la necesidad de este conocimiento, sin duda, radica en que la política, nunca se gestiona sobre el vacío, y en que las especiales características de esta política concreta, hacen que sea peligroso para el mantenimiento del poder civil la falta de recursos sobre la información militar44.
Existen dos pautas de gestión de esta política que hay que saber distinguir: la efectivamente militar, y la militarista: la primera está marcada por la eficiencia, por la racionalidad, por la utilización adecuada de los recursos en orden a conseguir una efectiva victoria profesional en el campo de batalla, que limite costes y obtenga beneficios; el ejército es un instrumento con una función reducida, y con un objetivo evidente, conseguir victorias, que han sido ordenadas por los poderes civiles del Estado, con el menor coste posible de sangre y dinero; la segunda, que define con el nombre de militarismo, es mucho más compleja: presenta un vasto orden de costumbres, intereses, prestigios, y acciones que van más allá del fin puramente militar, y puede impregnar a toda la sociedad. Rechazando el carácter científico de la eficiencia militar, el militarismo despliega las cualidades de casta y culto, de autoridad y creencia: "por militarismo se han entendido el dominio de los militares sobre los civiles, una indebida preponderancia de las demandas militares, un énfasis en las consideraciones militares, espíritu, ideales, y escalas de valores, en la vida de los Estados"45.
En opinión de Vagts el militarismo florece más en tiempo de paz que en el de guerra, así los ejércitos que no están constantemente en combate, tienden a olvidar su verdadero objetivo, que es la guerra y el mantenimiento del Estado al que pertenecen, llegando a ser narcisistas, y soñando que son autónomos con respecto al propio Estado. Un ejército construido en esta perspectiva sería militarista; este tipo de ejército no sólo no protege a la sociedad, sino que la amenaza, ya que si pierde el sentido de proporción entre sus propios intereses y aquellos del resto de la sociedad, puede suceder, y de hecho ha sucedido frecuentemente que combate más al enemigo interno (liberales en un principio, socialistas después, y comunistas más recientemente), que al exterior, con el que muchas veces ha coincidido en intereses, y objetivos.
Vagts afirma que los militaristas han agudizado los conflictos internos, y fomentan una visión política que dificulta las consideraciones de eficiencia militar. Ejemplificando este tipo de militarismo plantea los casos de los países latinoamericanos, o países como Polonia, Hungría, Rumanía, Grecia, España o Yugoslavia, que después de la Segunda Guerra Mundial, todavía son dirigidos por militares, o otras pequeñas naciones en las que los oficiales participan de una forma endémica en política, constituyendo un militarismo directo de tipo interno, que si bien no afecta a la paz general de otras naciones, no por ello no deja de ser un tipo de militarismo.46
Si a éstas características se le unen el imperialismo, el romanticismo y el nacionalismo propios del siglo XIX, el militarismo también trata de extender el dominio a otros países; el apego a las tradiciones antiguas, el reflejo histórico de las glorias pasadas, y el deseo de imitación, influye más en este espíritu que el hecho de lograr mayores territorios. El militarismo cubre cada sistema de pensamiento y valores, y cada complejo de sentimientos con rango militar y discurre sobre los caminos de la vida civil, llevando la mentalidad militar y los modos de actuar y de decisión a las esferas civiles47.
Según esta definición los Estados donde más claramente se ha evidenciado este espíritu han sido Alemania, y en otro orden Japón. Aún en momentos de paz, los alemanes hasta 1945 parecen inclinados a reconocer la primacía de los militares y aceptar su bondad, sin tener en cuenta el uso en guerra, sus victorias o desastres.48
El militarismo, que puede ser impulsado por civiles o militares, es un riesgo que ha alterado con frecuencia el objetivo básico de la institución militar, manifestándose su apogeo más peligroso, en los dos grandes conflictos mundiales del siglo XX, que en cierto modo, según la interpretación de este autor, se deben a la extensión social del militarismo entre la población49.
Finalmente y cuestionando directamente la tesis de Huntington, señala una consecuencia importante que ha configurado la mentalidad de los militaristas, sean éstos civiles o militares: la de la autonomía militar. Una gran parte de la historia militar, ha sido la culpable de este fenómeno. Ésta se escribe para expresar motivos de apoyo a la autoridad y prestigio de los ejércitos, o al menos con la intención de no cuestionar, esquivándose todos los lados oscuros, o los interrogantes surgidos tras una evaluación racional; mucha de esta historia es engañosa, a consecuencia de las intenciones deliberadas de los autores, dominando los estereotipos, y las hazañas extraordinarias como las cargas de bayonetas, o de caballería. Éste fenómeno es en buena medida culpable, de que se haya configurado una mentalidad, en la que el militar se siente molesto ante las interferencias civiles en sus asuntos. Se muestra inquieto ante las demandas que le someten al control civil, y desea preservar la independencia que parece suya por derecho y tradición. Este aislamiento ha provocado el que generalmente los militares hayan aparecido como algo separado al gobierno y a los políticos. Facilitándose el que en numerosas ocasiones hayan combinado el poder político con el militar.
La idea de que "los soldados son demasiado rectos y honrados con respecto a los políticos", y esta autonomía, es la causante de que el ejército haya sido utilizado en numerosas ocasiones como un recurso extraordinario para aplicar en la política50. Por otra parte, y aunque la teoría prohiba la integración en organizaciones formales o partidos políticos de los militares, lo que en cierta manera neutraliza el peligro anteriormente citado, es evidente que el ejército en cada pueblo ha formado una clase o mejor "un Estado dentro del Estado" con intereses profesionales definidos, y correspondientes visiones de la organización política y de la sociedad: "la tendencia natural de los ejércitos no es solamente a autogobernarse rompiendo influencias externas, sino también hacia la extensión de su poder más allá de sus propios círculos" 51.
Esto lleva a una conclusión que enlaza claramente con la división que plantea Vagts entre las dos pautas de gestión de esta política que hay que saber distinguir: la eficazmente militar, y la militarista. Si el gobierno es democrático, tiene que proporcionar un control civil sobre lo militar, que permita esa pauta de gestión eficaz. Éste poder civil es el adecuado para sintonizar apropiadamente la capacidad económica de un pueblo, el potencial armamentístico, y el esfuerzo dedicado a la defensa, que esa colectividad es capaz de articular de una forma racional y equilibrada. Lamentablemente, se queja Vagts "no es frecuente que los civiles fuera del gobierno, o que incluso los miembros de los parlamentos que no se integran en las comisiones de defensa, sepan que está sucediendo en la dinámica entre civiles y militares, con la distribución de dinero, víveres y hombres"52.
Militarismo y pretorianismo en el debate español
Existe una tendencia en los últimos tiempos especialmente cultivada desde círculos militares que afirma que el ejército durante el franquismo estaba apartado de la política. Este es un punto de vista que ha tenido un eco muy notable, y que entre otros, ha sido defendido por el almirante Liberal53, y por el teniente general Sáez de Tejada54. Tanto Felipe Agüero (1995), como Charles Powell (2001) que forman parte del equipo que coordina estas entrevistas han afirmado que la transición política en España es posible gracias a la civilinización del franquismo, y al alejamiento de los militares de los lugares donde se toman las decisiones políticas. También apoya esta idea Fernando Puell de la Villa (2000), y más contundente el reciente libro de Miguel Platón (2001); así la participación de los militares siempre es realizada a título individual, y nunca es la Institución militar la que propiamente dicha participa del mundo político.
Esta tesis contrasta con las tradicionales líneas de investigación que han reconocido la importancia de la participación política de la Institución militar utilizando para sus clasificaciones bien el concepto de pretorianismo, o el de militarismo. Si bien esto es cierto, también lo es que esta perspectiva se acerca mucho, a la que ha defendido que éstas relaciones han de ser caracterizadas como pretorianas, y que en cierto modo también está elaborada como una respuesta a la tesis del militarismo que como se ha visto defiende la importancia de la presencia constante de lo militar en la sociedad.
Entre los estudios que utilizan el concepto de pretorianismo para explicar la participación de los militares en el mundo político español se puede distinguir dos enfoques de aproximación. El más prolífico es el histórico. En el tardofranquismo Payne (1967), Miguel Alonso Baquer (1971), o José Ramón Alonso (1974), y más tarde Seco Serrano (1984) dibujan una explicación general de la relación entre la Institución militar y la sociedad a lo largo de la historia contemporánea española. Ante la evidencia de los sucesivos pronunciamientos utilizan el concepto de pretorianismo, para explicar la intervención particular de algunos militares en la política; estos militares son meros instrumentos del mundo civil, que les persuade para intervenir y "dar un golpe de timón", que únicamente se puede realizar contando con la fuerza militar. En esta línea se encuentran también otros autores con un enfoque temporal menos ambicioso como Christiansen (1974), Boyd (1978), Busquets (1982) y Cepeda (1982). El segundo enfoque sería el sociológico donde destacaría el trabajo clásico de Busquets (1967), y el de Fernández Bastarreche (1978).
Entre los que utilizan el concepto de militarismo, Headrick (1981), López Garrido (1982), y Ballbé (1983) son los que más tempranamente defienden y conceptúan esta posición. Lleixá (1986), Blanco Valdés (1988), Nuñez Florencio (1990), Cardona (1990), y Risques (1995) continúan esos esfuerzos en orden a explicar bajo estas coordenadas la realidad histórica española.
En cierto modo como reconoce C.Boyd, y ya se ha visto anteriormente, estos conceptos no son antagónicos55. El pretorianismo es una manifestación expresa de fuerza que es más fácil que se presente en un régimen con las características propias del militarismo: así esta autora define el primer concepto como "la intervención militar en la adopción de decisiones políticas"56 y el segundo como "la influencia militar en las decisiones políticas de todo tipo"57.
La formulación teórica del concepto militarismo para definir la realidad española se ha ampliado, y matizado a medida que aparecen los trabajos citados. Se profundiza en estas explicaciones por lo estimulante que resulta la claridad con la que se presenta la complejidad de las relaciones entre el ejército y la sociedad a lo largo del tiempo. Éstos teóricos defienden la idea de que no se puede generar pretorianismos de la nada, ya que debe de existir un ambiente que legitime el que socialmente sea aceptado que los militares intervengan en el mundo político58; esta conclusión implica que la solución de la intervención en España es compleja, y no se resuelve con medidas sencillas.
Al completar esta descripción se presentan las críticas más recientes a este punto de vista, y se concluye el capítulo, como ya se ha comentado, haciendo una valoración que defiende la idea de que el ejército en España al final del franquismo tiene una gran importancia política, lo que forma parte del problema que los gobiernos de la UCD quieren resolver en la transición si bien partiendo de la aproximación equivocada que contempla la participación de los militares a título personal, y piensa que únicamente con la profesionalidad de éstos el tema de la intervención se soluciona. La reacción de muchos militares ante las campañas de la ultraderecha, y el terrorismo, muestra que en el caso español la profesionalidad por si sola no consigue los resultados buscados, ya que los militares todavía mantienen en el recuerdo su papel interventor, y están tentados a romper con facilidad esa profesionalidad que los neutraliza políticamente. Desde este punto de vista enfocar la solución al problema de la intervención desde la perspectiva pretoriana, que presupone que la intervención militar sólo se centra en unos pocos militares golpistas que toman el poder, es una aproximación errónea, que no resuelve los problemas de una forma adecuada cuando éstos se presentan. La perspectiva que entiende la intervención militar desde el militarismo está más preparada para comprender el problema y tratar de desactivar los factores que impiden el retorno definitivo de los militares a los cuarteles porque su objetivo es integrar a los militares en la sociedad y fortalecer las Instituciones políticas del Estado.
El éxito de la transición se explica, entre otras cosas, porque los militares no interrumpen el proceso; y ello no es posible por su alejamiento de los centros de decisión59, sino por su mayoritario respaldo a la transformación, y por la política profesionalizadora que Gutiérrez Mellado implanta -después de un largo proceso de asimilación por parte de los militares-, y que pretende apartar a la mayoría de éstos del mundo político, centrándolos en una actitud que ven como natural por la educación recibida. Ese es el primer paso que funciona durante un breve período de tiempo, y que empieza a estropearse por culpa del terrorismo y las campañas de la ultraderecha, y que se completa cuando Narcís Serra, y las políticas de los gobiernos socialistas logran definitivamente la dirección democrática sobre la Institución.
La explicación militarista
Headrick describe como militarista la realidad española al notar, que la función primordial del ejército no consiste en defender el país contra el enemigo exterior, sino más bien en asegurar el orden interno desde presupuestos liberales contra los carlistas60. En su opinión al repartirse por todo el territorio, en lugar de ocupar lugares estratégicos de defensa, éste constituye una cadena paralela dedicada al control de la administración. La posibilidad que tiene el Capitán General de declarar el estado de sitio, y suspender las leyes y las autoridades civiles, institucionaliza la intervención de los militares en asuntos civiles, convirtiendo a los generales en figuras políticas por la naturaleza propia de su poder. López Garrido amplia este punto de vista al recordar que una de las características principales del liberalismo español, fue el pasar de unos poderes más o menos públicos, de proyección y mando políticos frágiles, discontinuos e irregulares propios del absolutismo, a un sistema estatal centralizado, con poder unificado, y organizado jerárquicamente. Esta transformación se lleva a cabo contando con el ejército como instrumento y agente básico de esta centralización; sin éste hubiera sido mucho más difícil el control que pretende implantar el nuevo Estado sobre el territorio61.
A pesar de no ser el primero en utilizar el concepto es Ballbé el que define el militarismo en España de una forma más precisa, así según este autor: "la controversia poder civil/ poder militar ha quedado demasiado centrada en unos puntos escuetos como es la dependencia de las Fuerzas Armadas de ciertos órganos del Estado y en la administración de la dirección de aquellas, temas importantes, pero que no son, a nuestro entender, los más relevantes en la cuestión del denominado poder militar en un Estado constitucional. En esta línea se impone una investigación acerca de la presencia o no de instituciones militares en el seno de la Administración civil del Estado y de su actividad ordinaria. Es entonces cuando hablamos de militarismo, entendido no sólo como predominio de los militares en el Gobierno y la Administración, sino fundamentalmente como la preponderancia de instituciones y técnicas jurídicas castrenses enquistadas en la actividad administrativa y gubernamental y en su organización, específicamente en la vertiente de seguridad y policía.
Esta es una precisión importante que debemos ampliar a que no puede identificarse el militarismo ni con los militares en general, ni con el ejército como Institución, porque el militarismo se produce y se propicia en muchas ocasiones por el elemento civil, incapacitado para presentar una alternativa propia de organización mínimamente eficiente para sostener el Estado. Ello no quita que esta prevalencia de instituciones marciales en la Administración no conduzca, obviamente, a una proliferación de militares políticos y que éstos pongan todo tipo de obstáculos a cualquier corriente administrativizadora"62.
Lleixà en 1988 desde la perspectiva de la Ciencia Política apuntala esta definición, y la contrasta con la pretoriana, que también en su opinión es una modalidad particular de la orientación militarista63. El militarismo es la tendencia del aparato militar de una nación a asumir un control siempre creciente sobre la vida y el comportamiento de los ciudadanos, sea por medios unilaterales (preparación de la guerra, adquisición de armamento, desarrollo de la industria militar), o a través de los valores militares (centralización de la autoridad, jerarquización, disciplina y conformismo, combatividad y xenofobia), con vistas a dominar cada vez más la cultura, la educación, los medios de comunicación, la religión, la política y la economía nacional a expensas de las instituciones civiles64:"el militarismo ha anidado en el cogollo mismo del Estado español. El núcleo más fundamental de las instituciones y aparatos estatales ha venido mostrando una configuración militarizada, la cual ha suscitado y reproducido un impulso militarista crónico"65.
También en esta perspectiva se encuentra Blanco Valdés en 1988 que aporta desde la perspectiva jurídica, una reflexión sobre las relaciones civiles-militares en el primer liberalismo español. En su opinión a pesar de los intentos de los constitucionalistas españoles de Cádiz por neutralizar el poder del ejército, que en aquella época todavía se identifica con el poder del Monarca, éstos no logran limitar el poder de una Institución que ha cambiado radicalmente sus características en la guerra contra Napoleón. De ser un ejército de carácter real, con una organización estamental, y un reclutamiento que potencia la idea de sumisión a través de la disciplina; se pasa a un ejército nacional y popular cuyas bases se basan en tres principios: el principio de generalidad (el ciudadano como soldado de la nación), el principio de igualdad formal (supresión de las pruebas de nobleza), y el principio de responsabilidad (el control ordinario del ejército por los civiles)66.
Una de las aportaciones de este autor es fechar el nacimiento del militarismo español en 1808. Identificado ejército y nación, asumidas las funciones de mantenimiento del orden público, e instituida la jurisdicción militar como instrumento de represión política es sencillo creerse "la columna vertebral de la patria"67. En su opinión si con el absolutismo los civiles no pueden enfrentarse al ejército porque éste depende del Rey; con la profesionalidad de éstos a partir del nacimiento del ejército burgués se crea la ética profesional y se genera una ideología corporativa, susceptible de entrar en abierta oposición con la de los agentes civiles.68
En opinión de Blanco la militarización se pone de manifiesto tanto entre 1808-1812, como en el trienio liberal (1820-23), por un lado, en la ocupación por profesionales militares de muchos de los puestos políticos de naturaleza civil69 a través de los cuales se articula la red administrativa del Estado; y de otro, en la entrega al aparato militar de la función jurisdiccional en las materias relacionadas con la preservación, mantenimiento y restauración del orden público.70
Cardona y Núñez Florencio en sendos trabajos publicados en 1990 responden a la idea de Seco (1984), que afirma rotundamente que durante el período de la Restauración no se puede hablar de militarismo. Según Nuñez Florencio: "¿Como puede explicarse históricamente, si se acepta ese civilismo tan poco matizado, tan rotundo, la exacerbación de la dialéctica militarismo-antimilitarismo apenas dos décadas después?"71; en su opinión: "durante la Restauración, además del militarismo agresivo, existió ese militarismo defensivo de la autonomía militar. Fue el pacto de Cánovas con el ejército: éste se retiraría, pero los civiles no se inmuscuirían en los asuntos militares"72. ¿Es normal la reacción popular contra la Institución militar, justo en el momento en que los movimientos sociales se organizan, sino se está protestando contra una situación establecida y que se cree objetivamente injusta? ¿Es lógica la reacción airada de los militares a principios del siglo XX, y su excesiva sensibilidad, ante el cuestionamiento que la sociedad, y los políticos hacen de su trabajo?; qué decir de la autonomía que disfruta el ejército para sus asuntos internos? En la hipótesis más benévola esta autonomía le confiere un status de Estado independiente dentro del Estado, al asumir todas las funciones anteriormente citadas, y señala que un grupo sin ningún tipo de control es el encargado de proteger y orientar el orden público del Estado.
Cardona (1990)73 critica también a los políticos al no asumir su responsabilidad, y no intentar impulsar una máquina de guerra, en lugar de mantener a un cuerpo de funcionarios armados, dedicados a la garantía del orden74; y se muestra de acuerdo con Nuñez Florencio al afirmar que el pacto de Cánovas con el ejército, no sólo no evita el militarismo, sino que lo integra en el sistema75. Este autor lleva más lejos su discurso argumental "educados como una elite, los oficiales eran un grupo frustrado profesional y socialmente, cuyos únicos recursos residían en el corporativismo, el aislamiento aristocratizado de sus casinos y cuartos de banderas, el desprecio a los paisanos, la defensa intolerante ante las críticas, la parafernalia de ceremonias y uniformes. El Estado debía pagarles con distinciones, ideología y servicios, al no poder hacerlo de otra forma, y como jamás se resolvió el problema fundamental, resultó un círculo vicioso: la hipertrofia del escalafón conducía a la falta de recursos, y ésta a las reivindicaciones que obligaban al gobierno a tranquilizar a los militares, transigir con la situación y no emprender ninguna reforma básica que pudiera inquietarlos".76 Ese militarismo arraigado en la contemporaneidad española, y estos sentimientos, causan un daño importante en la mentalidad militar, que posteriormente impulsa dos dictaduras militares que marcan la historia el siglo XX español.
Risques en 1995 investiga la creación y funcionamiento del Gobierno Civil de Barcelona evidenciando los problemas que esta Institución tuvo con el ejército. Las Cortes apuestan por la creación de una administración civil independiente de la autoridad militar, pero esta aspiración choca frontalmente con los Capitanes Generales de las diferentes provincias, que no están dispuestos a perder poder en sus respectivos territorios. Aportando un gran aparato documental Risques describe con detalle los problemas que esta Institución tiene en su implantación, y como los militares llegan a "neutralizarla" ya sea nombrando a un gran número de oficiales para el cargo de Gobernador Civil77, o imponiéndose de hecho a las decisiones que éstos pudieran tomar en algún momento. Los Capitanes Generales no dejaron de marcar claramente que eran la primera autoridad de la provincia78.
Este estudio se enmarca en una línea de investigación que se centra en estudiar la militarización de la administración civil, con el objetivo de confirmar o desmentir la tesis de la implantación del militarismo en el Estado. Risques tiene pocas dudas al afirmar: "Podríamos apuntar la hipótesis que el verdadero poder ejecutivo radicaba más en la Capitanía General (al menos en Cataluña) que en el mismo ministerio de la Guerra, e incluso que en el jefe del ejecutivo; la comparación con el gobierno provincial reduce a caricatura política a esta institución".79
No es este el lugar, ni se dispone del espacio suficiente, para pretender realizar un análisis pormenorizado de la historia del ejército, y de sus relaciones con la sociedad durante el período contemporáneo español; no obstante más adelante se reflexiona brevemente sobre este tema al señalar las principales características, y la evolución de estas relaciones, haciendo especial hincapié en el siglo XX, con el objetivo de introducir a la situación en la que se encuentran tanto el ejército como la sociedad en 1976.
Críticas al uso de militarismo
Como se ha comentado al iniciar el apartado, existe una tendencia, que se refleja en alguna de las últimas aportaciones publicadas, en poner en cuestión el concepto militarismo por diferentes procedimientos, ya sea discutiendo la validez de éste para describir la influencia de los militares sobre la sociedad, relativizando la participación de los militares en el mundo político, y su capacidad de decisión, o sencillamente negándola de forma expresa.
Olmeda defiende la idea de que no debe utilizarse este concepto80. En su opinión la importancia de la organización administrativa militar en el proceso de construcción nacional no ha sido suficientemente resaltada en los estudios habituales sobre los orígenes de las Administraciones Públicas, de hecho, "el ejército es el creador y a la vez la creación más genuina del Estado-Nación, por eso no tiene sentido presentar la militarización de las técnicas administrativas civiles como síntoma de un pretendido militarismo, pues nada es más lógico que lo original condicione lo posterior". El ejército actuando como un instrumento del Estado, asumió inicialmente muchas de las funciones que después iría cubriendo la administración civil, que [el establecimiento definitivo de la administración civil del Estado] "se realiza a costa de hurtar competencias a los mandos militares, quienes, por otro lado, las introducen e imponen en el territorio".
Para Olmeda no es adecuado que esta realidad se califique de militarista. Al necesitar el Estado del ejército para su consolidación, es normal que "instituciones y técnicas jurídicas castrenses" se encuentren en la actividad administrativa y gubernamental, porque el origen marca el desarrollo institucional. Para Olmeda militarismo implica la construcción de Fuerzas Armadas de gran tamaño y gran elevado potencial, pero no tiene nada que ver con la utilización de éstas como instrumento de consolidación interno del Estado, lo que es una necesidad histórica, que se supera con "la creación de un "ejército" de funcionarios civiles paralelo a los ejércitos nacionales permanentes".
Fernando Rodrigo (1989), Felipe Agüero (1995), y más recientemente Charles Powell (2001) relativizan la importancia política de los militares en el ocaso del franquismo. La idea principal que defienden la plasma con claridad Felipe Agüero "los militares, si bien ocupaban puestos importantes en el régimen franquista, no estaban situados en el centro de los ámbitos de decisión en el momento del ocaso del régimen y, por tanto, tuvieron escasa influencia en la formulación de los objetivos de transición"81.
Agüero afirma que esto sólo puede apreciarse plenamente en un contexto comparado. Las condiciones de España contrastan fuertemente con las de Europa Meridional, y con las de América del sur82. La conclusión de este punto de vista es que los militares no pueden evitar la transición política en España, ya que ésta les agarra por sorpresa; los militares que están en puestos de responsabilidad lo hacen a título individual, y nunca representan a la Institución.
Finalmente se encuentran las opiniones de militares que ejercieron su actividad profesional durante buena parte del franquismo, y que coinciden en afirmar que ellos no tienen conciencia de ser personajes importantes. Para ellos el franquismo utiliza al ejército como un instrumento, como un guardia que se conoce que está vigilante, pero que no actúa sino se siente amenazado; el ejército como institución aprende a obedecer al mando civil que ejerce un militar, y por ello le es natural aceptar la posibilidad de que ese gobierno sea ejercido en una democracia83.
Fernando Puell en su trabajo "Historia del Ejército en España" ofrece una visión global sobre la evolución del ejército desde su constitución. En su opinión es incuestionable que la institución militar ha desempeñado una papel muy importante en la historia de España, "durante el Renacimiento, los ejércitos fueron piezas fundamentales en la evolución y desarrollo de la estructura estatal. En época de la Ilustración, gran parte de la Administración central, colonial y regional fue gestionada por militares, y oficiales de artillería e ingenieros sentaron las bases del progreso tecnológico e industrial. El liberalismo llegó de la mano de la oficialidad decimonónica, y la revolución democrática con Prim. Siguieron después cincuenta años de pretorianismo, cuando el ejército se erigió en poder tutelar del Estado, y otros tantos de militarismo, durante los cuales asumió funciones totalizadoras sobre su propio país"84.
Según Puell de la Villa se reconoce el pretorianismo cuando el ejército ejerce un papel tutelar, como en la Restauración decimonónica, y se habla de militarismo cuando se abandona la función formal del ejército, y se distorsiona ésta hasta el punto de subordinar el funcionamiento del Estado a sus propios planteamientos y particularidades. Éste es el caso del primer medio siglo XX español, y cambia a partir de la profunda reorganización que sufre la estructura castrense con los pactos con los Estados Unidos de 1953.85 En su opinión los cuadros de mando del ejército del franquismo profesan ideologías nacionalistas y visceralmente militaristas, y mantienen una fuerte lealtad al poder constituido86. Al mismo tiempo, en lo que parece una contradicción, afirma que están muy despolitizados, y constituyen el colectivo más cohesionado, profesionalizado y disciplinado de la historia.
En este punto coincide con Gabriel Cardona87 que opina que el gran favor que hizo Franco a España es crear un ejército muy disciplinado. Esto realmente plantea una aparente contradicción interesante. Por una parte "el único poder que hay aquí es el ejército... el verdadero poder franquista es el ejército... y ese ejército está controlado por el Rey en la transición..." y por otra la idea de creerse la columna vertebral de la patria. En palabras de Cardona los coroneles y los generales si que comparten este sentimiento88, y muchos oficiales también: "esta gente tenía poder, tenía el asistente... al cual "puteaban" y hacían hacer de criada... y en el cuartel...el oficial era un Dios...Yo recuerdo la frase de un capitán que un día discutiendo dijo: ¿pero es que me vais a comparar a mí con un abogado?...El militar sobretodo en provincias, se sentía un tío muy importante, iba al casino y jugaba con el millonario del pueblo, y no podía jugar con él, porque el otro era rico, y él no...pero se sentía importante...ya lo creo que sí...".
La obra de Miguel Platón "Hablan los militares" (2001) presenta el interés de ser una obra inspirada por una serie de oficiales generales en la reserva89. El punto principal que se defiende a lo largo del texto es lo que ya se ha recogido al transcribir las entrevistas de 1987 que se conservan en la Fundación Ortega y Gasset: los militares no participan en el mundo político; sus actividades son meramente profesionales, y se desarrollan en un ejército que empieza a modernizarse a partir del pacto de los Estados Unidos, y que si bien mantiene una relación sentimental con el general Franco, que ha conducido "su ejército" a la Victoria, no por ello esa adhesión es siempre incondicional.
En conclusión como se ha visto existen dos formas clásicas de aproximarse al análisis de la intervención de los militares. El pretorianismo como una presencia directa de los militares en la dirección del Estado es un concepto poco discutido por la objetividad de la pregunta que implica, pero al mismo tiempo es limitado. ¿Participan los militares de la dirección del Estado?, ¿Ejercen algún tipo de presión, o influencia determinante sobre las instituciones políticas? El militarismo como una influencia indirecta de la institución, o de los valores que se le atribuyen, es mucho más difícil de precisar, y por tanto mucho más difícil de valorar, pero al mismo tiempo es más amplio y obliga a contemplar muchos factores. La manera de aproximarse al conocimiento de la intervención es importante en orden a poder resolverla adecuadamente y situar a las FFAA en una sociedad democrática. En este capítulo se ha defendido que el pretorianismo es una de las formas de militarismo, y que la elección de uno u otro concepto para acercarse al problema ha respondido normalmente a una causa fundamentalmente ideológica que tiene consecuencias a la hora de plantear las posibles soluciones.
26. A pesar de que es difícil entender un proceso de abandono del poder sino es porque viene potenciado por sectores importantes que se encuentran en el interior de la Institución, y que evolucionan con la sociedad.
27. Lo que es tratado en el siguiente capítulo.
28. Adam Smith (1776: 1997, 614-716)
29. Alexis Tocqueville (1835-40:1989 II, 310-316)
30. La preocupación por la interdependencia de las ciencias sociales conduce a que finalmente en 1923, después de algunos intentos fracasados, Alexander Goldenweiser, y Horward B. Woolston, de la Sociedad Americana de Sociología, impulsen una resolución encaminada a la construcción de una enciclopedia. A lo largo del año siguiente otras seis sociedades relacionadas con las Ciencias Sociales se interesan en el proyecto. En 1925 se nombra una comisión compuesta por tres miembros de cada asociación. Después de muchas discusiones se llega a un principio de acuerdo que se concreta en 1927 con la publicación del Memorandum de proyecto de una Enciclopedia de Ciencias Sociales. Finalmente diez asociaciones profesionales impulsan el proyecto y éste se encarga a Alvin Johnson. El trabajo final es editado en quince volúmenes por el mismo Johnson, y Edwin R.A. Seligman entre 1930 y 1935. El objetivo es crear un trabajo cooperativo que refleje el estado de las disciplinas académicas. La selección de los autores de los conceptos es en relación al conocimiento del tema no teniendo en cuenta su nacionalidad. Los editores quieren marcar especialmente el esfuerzo por internacionalizar el trabajo, especificando que no sólo se ha contado con colaboradores que dominen el idioma inglés.
31. Así lo reconoce Perlmutter en 1977 (1982: 124)
32. Esta es una nueva enciclopedia que nace con la idea de actualizar las discusiones de la comunidad académica. Alvin Johnson, editor de la previa, reconoce en la introducción de este nuevo trabajo, que la expansión de las ciencias sociales en los últimos años obliga a realizar un esfuerzo continuo de actualización. La anterior enciclopedia es producto de una generación, y ésta, a pesar de que se mantengan algunos de los autores, es producto de otra generación de académicos. La idea de impulsar una nueva enciclopedia nace de los mismos antiguos autores que tratan de reeditar el trabajo sin conseguirlo. Ellos mismos afirman en 1950 que muchos de los artículos publicados en los años treinta están anticuados. Es necesario un nuevo trabajo. Gracias a una serie de fundaciones privadas las primeras reuniones se concretan en 1955. A finales de 1960 Jeremiah Kaplan impulsa definitivamente el trabajo, contando con la colaboración de Edward Shils, Morris Janowitz y W.Allen Wallis. Finalmente David L. Sills asume el liderazgo del proyecto que se publica en 17 volúmenes en 1968, con la colaboración de autores de más de treinta países.
33. Harold D.Lasswell (1941)
34. Michels (1911: 1979 II, 27)
35. Siendo su discípulo Perlmutter el que realiza una teorización más completa.
36. Son las personas que analizan la realidad desde una perspectiva conservadora las que mayoritariamente utilizan el concepto pretorianismo; para ellos la intervención militar es independiente del contexto en el que ésta se desarrolla, centrándose únicamente en las "figuras políticas" destacables y en sus acciones. Entre los que prefieren utilizar este concepto están también aquellos que critican el que se utilicen los parámetros contemporáneos para analizar los períodos políticos pasados; para ellos no puede hablarse de militarismo porque las condiciones del Estado son fundamentalmente distintas. Los que utilizan militarismo normalmente buscan no sólo estudiar las figuras destacables del poder político, sino también la realidad cotidiana que sustenta y explica la intervención militar. Así no se puede entender el pretorianismo sin unas condiciones sociales que lo permitan.
37. Extraído de un cuadro de Perlmutter (1982:22)
38. Perlmutter (1982:140-144)
39. Perlmutter (1982: 146-147)
40. Perlmutter (1982: 151)
41. Biografía en Encyclopedia of Historians & Historical Writing (1999: 1250-1252)
42. Movimiento artístico y literario vanguardista que surge en el continente europeo durante la Primera Guerra Mundial, que rechaza todo lo establecido y defiende la espontaneidad absoluta y lo no racional en el arte. Su principal centro de actividad es el cabaret Voltaire de Zurich, donde poetas, artistas plásticos, escritores y músicos de la misma ideología se reúnen para participar en actividades experimentales como la poesía sin sentido, la "música ruido" y el dibujo automático. El dadaísmo es una reacción violenta contra el esnobismo y el tradicionalismo del establishment artístico: sus integrantes están dispuestos a utilizar cualquier medio que su imaginación les sugiera para escandalizar a la burguesía. (www.artecenter.com/glosarios/movi/dadaismo.com)
43. Para ello no basta rescatar una historia meramente basada en el estudio puntual de los hechos de armas, ni se debe limitar al recuerdo glorioso de héroes, o "salvadores" de la patria: "los historiadores generalmente no han tratado los aspectos militares en sus trabajos generales, limitándose a explicar campañas y batallas, manejándose a menudo de un modo superficial. Generalmente han escrito de las guerras de sus respectivos países en orden a glorificar su valor, con pocas o nulas referencias a la pregunta de si esas guerras estaban conducidas desde un punto de vista de la eficiencia militar, o desde el militarista, que derrocha sangre y recursos" (Vagts 1959:33)
44. Las razones de este descuido a juicio del autor son tres: un reconocimiento del hecho de que las viejas descripciones de campaña son de escasa utilidad tanto para civiles, como para militares; el creciente énfasis en campos económicos y sociales, considerados como normales, y la aversión de este tipo de investigadores por la guerra, que aparece como entorpecedora del curso habitual de los hechos; y el esfuerzo de pacifistas, y defensores de la idea de que hay que excluir las guerras, y los asuntos militares de las historias generales, con una visión, afirma Vagts, que desarraiga estos temas de la mentalidad pública, con la creencia de que si se ignora la realidad, está desaparecerá.
45. Vagts (1959:14).
46. Vagts (1959:477)
47. Un matiz interesante que introduce este autor es que militarismo no es el antónimo de pacifismo. El amante de la guerra, el belicista, es el verdadero contrario del amante de la paz, del pacifista; el antónimo de militarista es el civilista
48. A pesar de ello, y como se ha tratado anteriormente, Vagts reconoce que el militarismo no ha sido exclusivo de estos países, y que ha estado largamente extendido y profundamente arraigado en diferentes sociedades. Vagts (1959:17)
49. Vagts cree conveniente realizar una excursión a través de la historia de la formación de los ejércitos, y de sus relaciones con la sociedad, para intentar extraer las características que justifican esa perversión, que únicamente puede ser neutralizada, si se estudian sus orígenes, si se conocen los vicios, y se utilizan esos datos para neutralizar una tendencia que ha sido demasiado habitual y peligrosa en las sociedades contemporáneas.
Los principios de ese militarismo de sentimiento y convicción como un fenómeno de masas, pueden encontrarse en la edad romántica iniciada a fines del siglo XVIII, como contraposición al viejo racionalismo de la Ilustración. Impulsado en mayor medida por las clases altas, los constructores de este movimiento favorecieron a Instituciones clásicas como la nobleza, las iglesias y el ejército.
La profesión militar incrementa su prestigio moral y consolida su alta posición social, siendo ayudada en su mistificación por escritores civiles burgueses que alaban a las instituciones armadas, y que elevan a los líderes militares como dirigentes sociales. Autores como Thiers, Carlyle, Treischke, Theodore Roosevelt, Nietzsche, Barrès, Charles Maurras o Kipling, por citar algunos de los nombres que utiliza, contribuyen a consolidar este sentimiento, que arraiga entre los que se horrorizan ante la incertidumbre de la industrialización, y entre los que sienten nostalgia hacia tiempos pasados.
Por si fuera poco millones de trabajadores y agricultores se tienen que adaptar a un nuevo orden social, que se complica, y donde la felicidad individual llega a ser dudosa para un gran número de personas. Éste inconformismo que genera la adaptación social a un nuevo orden socio-político, es el causante de una inestabilidad social importante, que obliga a que el ejército actúe como agente de orden público: "la existencia prolongada del ejército militarizado ha sido en parte garantizado por el militarismo de los civiles, que ven en los ejércitos la encarnación de la seguridad, generalmente conservadora, deseo de su propiedad: el deseo por sobrevivir, al menos impersonalmente, y de seguridad; el deseo por la disciplina y el mando". Vagts (1959:22)
50. Ver el capítulo "Los oficiales militares como políticos" en Vagts (1959)
51. Vagts (1959:296)
52. Vagts (1959: 323-324)
53. Liberal en entrevista conservada en Fundación Ortega y Gasset [el almirante Nieto Antúnez. ministro de Marina] "Jamás nos metió al gabinete en la cosa política, jamás... nunca trabajé con él en ningún tema que pudiera decirse político. Él recibía a mucha gente, hablaba con muchas personas... si sé que tenía mucho contactos con diferentes ministros, con unos más que con otros...y una relación muy estrecha. Además él... eso sí que me consta... porque eso sí que lo dijo muchas veces... que él consideraba que su función en el ejército no era exclusivamente ser ministro de marina, sino que aparte de ser ministro de marina, como principal responsabilidad, tenía una responsabilidad compartida en la decisión del gobierno, y por tanto él quería estar enterado de todos los asuntos que se llevaban en el Consejo de Ministros, y él se estudiaba lo mismo un problema de turismo, que un problema de la cosecha de la uva, que un problema de lo que fuera... Se los estudiaba, en fin, con una profundidad relativa, pero él quería... y hablaba... y me consta que él hablaba de temas que no eran exclusivamente de Marina... y eso le permitía además el que después cuando llegaba el momento de tomar decisiones sobre la Armada, había mucha gente que le apoyaba, porque sabía que él tenía cierto peso en el Consejo de Ministros, y cuando llegaba un problema de su departamento, pues iban a contar también con el apoyo del ministro de Marina...Es más a mí el mundo de la política ni lo conozco, ahora quizás un poco más... el ministro nunca nos dio nada... nuestra vocación era profesional dentro de la Armada..."
54. Sáenz de Tejada en entrevista conservada en Fundación Ortega y Gasset ST: No, en absoluto. El Ejército nuestro, yo puedo conocerlo algo... es un ejército nacido de una victoria militar en el 39, es la historia quién lo dice. Se educa en esa historia, en esa victoria. Se educa como aceptando la jefatura de la fuerzas armadas en el general Franco, pero sobretodo se educa en los principios tradicionales del ejército español, que es un ejército, para mí del máximo interés, creo que es la base de lo que ha sucedido entonces, y en la propia transición... me refiero a la esencia de la vocación militar. Existe un espíritu militar... y les habla un hijo de juez... y yo penetré en la esencia del ejército, en los valores de la Institución... que están ahí...
Hay que hablar de esfuerzo hacia los demás, hay que hablar de sacrificio, de espíritu militar en suma; pero del espíritu militar tradicional que es el francés, o el inglés, o el chileno... porque prácticamente todos los ejércitos del mundo, los ejércitos normales, pues se mantienen con esencias permanentes, y procedentes militares.
El ejército de la victoria, tuvo la ventaja, de que educó a los oficiales de las academias, no con la política franquista, ni con la historia... sino como verdaderos militares de antes de la guerra, y de después de la guerra... Eso para mi es lo esencial de la Institución militar española, y no sé si ustedes han recogido... pero yo tengo que insistir mucho en esto, porque es la única razón que puede justificar la actuación posterior de la Institución militar.
Esto nos llevaría a decir que jamás el ejército español ha sido político.
Lo asevero, y lo aseguro, y lo garantizo, jamás he visto yo al ejército español como ejército politizado... jamás... lo he visto muy profesional, y aunque ustedes ponen, a lo mejor una cara extraña al oírlo, tengo que decirlo...
E: Qué pensaban ustedes de los militares que eran gobernadores civiles?
ST: Generalmente caía muy mal en el ejército, la actuación política personal de los militares, caía muy mal. Y después incluso fueron castigados, y fueron castigados en ascensos, o en notas de las escuela superior del ejército...
E: Pero el general Campano, el general Ibáñez Freire... hubo unos cuantos que no fueron castigados para nada...
ST: Sí realmente era un asunto que no estaba bien. Yo lo advertí... hablaba usted del general Campano, que es un gran amigo mío, y que puede ser un prototipo de un militar dedicado a la política, incluso en una época, fue consejero nacional del movimiento por Navarra... yo no sé...
A la hora del balance creo que ha tenido muy poco efecto, y además ha sido muy escasa la participación personal de los militares en la política. Muy escasa. Me opongo a decir que hubo poder militar... me opongo terminantemente. No lo veo... jamás el ejército ha presionado para nada..."
55. Boyd (1990:12)
56. Boyd (1990:325)
57. Boyd (1990:139)
58. En este sentido apoyan la definición de Vagts que incluye al pretorianismo como una forma particular de militarismo
59. Esta es la idea básica del trabajo de Felipe Aguero (1995)
60. Headrick (1981:35-36)
61. López Garrido (1982:25)
62. Ballbé (1983:21)
63 Lleixà (1988: 35)
64. Lleixà (1988: 28) Los comentarios de este autor deben de ser entendidos como la crítica al exceso de los militares en preparar la guerra, o en armarse, siempre que ello vaya en contra de lo que la sociedad necesita y demanda.
65. Lleixà (1988: 11)
66. Blanco Valdés (1988: 166-178)
67. Sentencia que hace famosa Calvo Sotelo en la II República
68. Blanco Valdés (1988: 242). Volviendo a la discusión sobre el pretorianismo, Blanco Valdés (1988), recoge las impresiones de Perlmutter (1977), Alonso Baquer (1983), y Busquets (1982) para a continuación afirmar lo siguiente: "la revisión de los tópicos historiográficos del pronunciamiento y del pretorianismo resulta así fundamental para una correcta evaluación del papel desempeñado por los militares - y, consiguientemente, por los "civiles"- en la dinámica del cambio político en los orígenes de la España liberal. Frente a los mismos debe subrayarse la actividad protagónica de los grupos civiles, revolucionaria o contrarrevolucionaria, así como la centralidad de las sucesivas coyunturas de crisis estructural, que determinaron de forma decisiva el resultado de la acción política de los elementos militares". Blanco Valdés (1988:475)
69. Política y no militar.
70. Blanco Valdés (1988: 487)
71. Nuñez Florencio (1990: 5)
72. Nuñez Florencio (1990: 29)
73. Gabriel Cardona antiguo oficial de infantería en la actualidad es profesor de la Universidad de Barcelona.
74. Cardona (1990: 59)
75. Cardona (1990: 96)
76. Cardona (1990: 98)
77. Risques (1995:57) Durante los períodos de vigencia del sistema gaditano únicamente un civil ocupa el cargo de Jefe político en Barcelona. (Risques 1995:310) Desde 1834 a 1843 30 personas, con una duración media de 3,9 meses, ocupan el cargo de Gobernadores Civiles de Barcelona. De éstos 9 son militares. En este mismo período hay únicamente once capitanes generales. (Risques 1995:414). De 1843 al 14 de julio de 1854 hay en Barcelona 19 gobernadores civiles. De ellos 9 son militares. Esto representa el 44% del tiempo. La media de duración del cargo es de 6,7 meses. De 1854 a 1856 hay 5 nombramientos (60% tiempo militares). De 1856 a 1868 5 nombramientos (3 militares. 9.5 meses de media).
78. Risques (1995:523) En este sentido apunta la anécdota de la destitución y expulsión del Gobernador Civil de Barcelona Romualdo Méndez de San Julián por parte del Capitán General de Cataluña, el marqués de Novaliches, por no consultarle una actuación. Este hecho en palabras de Risques "representó un compendio de los elementos en los que se asentaba la preeminencia de la autoridad militar respecto de la autoridad civil, tanto a nivel político global como de los elementos concretos en los que se hacía más sensible este dominio".
79. Risques (1995:312)
80. Olmeda (1999: 223-227)
81. Agüero (1995:32)
82. En entrevista personal Felipe Agüero insiste en que no tiene nada que ver la posición de fuerza política que ha tenido los ejércitos en latinoamérica, con la que existe en España a finales del franquismo.
83. El general de brigada Francisco Laguna Sanquirico en entrevista personal define "militarismo" como la intervención del estamento militar más allá de las funciones propias que le determina la ley. En su opinión es una confusión de ideas calificar como militarista la presencia de militares en política, cuando está perfectamente regulada, o cuando se introducen valores que son más propios de la Institución en la sociedad. Para Fernando Puell de la Villa en entrevista personal la mejor definición de "militarismo" es la de Seco Serrano -también lo ha afirmado en su libro sobre la Historia del Ejército en España-, que afirma que éste es aplicar soluciones militares al mundo civil. Para el coronel Puell de la Villa las decisiones en el franquismo las toman los civiles, a pesar de que Franco es un militar. La justificación que ofrece Puell para explicar la presencia de militares en los gobiernos franquistas, es que Franco busca la eficacia. En este sentido coloca a la persona que cree que mejor puede desempeñar el cargo. El ser militar le aplica un plus de confianza. Franco por su origen confía en los militares, pero éstos además, tienen que tener otras cualidades que les hagan ser competentes en el trabajo a desarrollar. En opinión de otro coronel en entrevista personal que no quiere se cite su nombre: "Cuando yo ingreso en el ejército pues tengo complejo de ser el guardaespaldas de los políticos, no de los militares, y que al ejército lo tienen como guardián, como fuerza para ellos imponer su voluntad. Pero los políticos. Dime a partir de los sesenta qué ministros militares había además de los de los ejércitos, y a lo mejor en algún momento en interior...a mí un jurídico militar no me representa... Militaristas, ¿en qué sentido del término militarista?, ¿Militarista en el sentido de que tenían al ejército como el elemento coercitivo ante todos los demás poderes?. Entonces sí que eran militaristas, pero tenían al ejército como instrumento, no como motor político".
84. Puell de la Villa (2000:7)
85. Puell de la Villa (2000:192)
86. Puell de la Villa (2000:197)
87. Cardona en entrevista personal
88. El general de división Luis Pinilla en entrevista personal coincide con este punto de vista "yo que lo veía desde otros empleos (el poder de los militares)... pues veo claramente que eso era favorecido desde arriba... y dando seguridad... Sí, clarísimamente hay militarismo (en el franquismo)... Franco coge a unos de unas cualidades notables para una determinada cosa, y coge a otros que o son amigos suyos, o le dan seguridad...no hay una selección... están los cercanos, los africanistas, y eso es favorecido para dar más seguridad a la permanencia de un estado determinado por parte de Franco... se encuentra muy seguro con los militares, porque sabe que son lo más leal que tiene..."
89. Tierra: José María Sáenz de Tejada, Miguel Íñiguez del Moral, José Luis Aramburu Topete, Luis Sáez Larumbe, Angel Santos Lobo, Fernando Pardo de Santayana y Coloma, Víctor Castro Sanmartín, José Juste Fernández, Mariano Fernández-Aceytuno Gabarrón; Armada: Ángel Liberal Lucini, Julio Albert Ferrero, Jesús Salgado Alba; Aire: Luis Delgado y Sánchez-Arjona, Jesús María Salas Larrazabal.
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