Una de las ideas que se defienden en este trabajo es que la transición a la democracia en España (1976-1982) se ha de entender como el primer paso en la ruptura de la intervención militar en este país. Las FFAA participan como actor principal de la política interna española tradicionalmente. Si con el absolutismo se les utiliza para el dominio de una clase social sobre las otras, en el liberalismo para centralizar el poder del Estado, y en la Restauración para controlar los problemas sociales; en el siglo XX asumen en diferentes ocasiones la dirección efectiva de la sociedad.
La legitimidad de la intervención ha sido combatida en diferentes ocasiones, tanto desde la sociedad, como desde el interior de la misma Institución, fracasándose una vez tras otra en el intento de ponerle veto, a través de ambiciosos propuestas de reforma militar, que se han presentado en determinadas ocasiones, pero que bien por fuertes oposiciones internas, o por problemas políticos externos nunca han culminado con éxito. En este sentido el resultado de la reforma iniciada por Gutiérrez Mellado es positivo, porque es la primera vez en que puede afirmarse que ha triunfado la idea de que los militares no han de participar del mundo político.
Esta idea no es nueva como se refleja sintéticamente en la tabla 9; ya Toreno y los liberales de las Cortes de Cádiz intentan subordinar al ejército, y situar sus competencias en la defensa exterior del territorio. Su decisión lleva a impulsar las milicias locales y provinciales para que se ocupen del orden público; no obstante la oposición militar es radical, y los propios liberales divididos hacen fracasar este intento, enterrándose la idea al producirse el cambio de Régimen. También en la Restauración el general Cassola, a la sazón Ministro de Defensa, trata de "profesionalizar" el ejército centrándolo en lo que las corrientes occidentales de su tiempo consideran como funciones habituales de los ejércitos -lo que les aleja del mundo político-. Nuevamente las protestas militares resultan demoledoras. Paradójicamente un militar impulsa esta reforma, y son en este caso los políticos "civiles", los que abortan la iniciativa, evitándose así problemas con importantes sectores de la Institución. La reforma fracasa y el régimen pervive algunos años más. El de Azaña es el tercer intento serio de subordinar a los militares. Nuevamente se producen importantes resistencias, y sectores protestan enérgicamente. Con el cambio de Gobierno primero, y más tarde con la Guerra Civil y el Franquismo se pone fin a este espíritu que tampoco triunfa168.
El General Gutiérrez Mellado representa el intento definitivo en este sentido, ya que a pesar de los numerosos ataques que recibe desde algunos sectores de la Institución, y de la sociedad, y de incluso algún conato de oposición violenta, entre los que destaca el Golpe del 23 de febrero de 1981169, logra con el apoyo de la mayoría política del país consolidar este proceso. El apoyo tanto del Gobierno, como de las fuerzas políticas, y la sociedad es fundamental para que esta política finalmente triunfe, asentándose sólidamente las bases para que la democracia se consolide sin hipotecas.
A continuación se introducen brevemente las principales características que los autores han destacado sobre las relaciones entre el ejército y la sociedad durante la historia contemporánea española. Se ha dividido este análisis en tres grandes períodos clásicos, haciéndose especial hincapié en el siglo XX, y especialmente en el franquismo, para entender las posiciones de los militares durante la transición. Se ha querido profundizar especialmente en las opiniones que los militares españoles tienen sobre la pérdida de las colonias a final del siglo XIX, y la razón de este análisis más detallado es la importancia que tiene las lecciones que los militares creen aprender de este conflicto en orden a la configuración de sus actitudes en buena parte del siglo XX.
El Estado liberal (1808-1875)
Una primera reflexión en torno a esta época es la que hace referencia al cambio de modelo de ejército que se produce a principios del siglo XIX, acompañando de este modo al modelo de Estado. Jurídicamente se produce una transición de un ejército estamental, propio del absolutismo, y cuyo mando supremo corresponde al Rey, a un ejército popular, típico de un Estado liberal, y que debe estar subordinado a la Nación170. No obstante pese a la norma jurídica que lo transforma, el ejército sigue manteniendo las Reales Ordenanzas de Carlos III (1768)171 como norma de funcionamiento interno. Éstas que se fundamentan en la férrea disciplina, que ha de ser ciega, tienen más que ver con el ejército estamental, con la propiedad del soldado por parte de quién responda al Gobierno del Estado, que con el ejército de ciudadanos que caracteriza las sociedades occidentales que se estaban configurando en ese momento.
Según Blanco Valdés la política de centralización estatal que impulsan los liberales172, junto con la inicial profesionalidad de los militares, que lleva al nacimiento corporativista del espíritu de casta, y la identificación del ejército con la nación, genera un nuevo sentimiento que se encuentra a partir de este momento entre las características básicas de un nuevo modelo que configuran a los ejércitos españoles: el nacionalismo de la Institución.
Un segundo aspecto a considerar en esta época es la continua inestabilidad política entre 1808 y 1875, que lleva a normalizar la presencia constante del ejército en la vida política. Payne afirma que "las guerras constantes dentro y fuera del país (1808-12, 1815-25, 1827, 1833-40, 1846-49, 1868-78, 1869-76) unidas a las constantes revueltas en las provincias, contribuyeron a mantener el sistema en constante conmoción durante décadas enteras, siendo una fuente de disturbios y gastos sin parangón en ningún otro país"173.
Headrick se muestra de acuerdo con Payne, y clasifica las causas de la intervención en cuatro categorías: circunstancias históricas, ideológicas, institucionales, y de vacío de poder174. Entre las circunstancias históricas presenta la guerra de la independencia, en la que los distintos generales, y jefes de guerrilla, se encuentran sin un Gobierno fuerte capaz de imponer su voluntad; la política de Fernando VII que discrimina a los nuevos jefes militares nacidos de la guerrilla, y prefiere a los militares absolutistas anteriores a la guerra; y la primera guerra carlista, en la que los generales, para conseguir lo más indispensable para el mantenimiento de los ejércitos, tienen que aliarse con los políticos civiles, respondiéndoles éstos con entusiasmo. Entre las ideológicas recuerda que los primeros pronunciamientos del siglo XIX, no son tan sólo fruto de la ambición, o del resentimiento, sino que tienen un fuerte matiz liberal, en perfecta consonancia con lo que en ese momento pasa en Europa175. Las causas institucionales son aquellas que tienen relación, con la actuación corporativa del ejército como Institución, que en ocasiones actúa defendiendo sus intereses. Finalmente el vacío de poder anima a esa participación. Según este autor, una vez que los militares han adquirido el hábito de intervenir en la política, siguen actuando así por las mismas razones, por las que los políticos civiles, y la sociedad aceptan dicha costumbre, siendo el partidismo, las ideologías, y los motivos personales los factores que mantuvieron a los militares en la política176: "si España hubiera podido disfrutar de una estabilidad en el orden interno, quizás el papel del ejército se hubiese limitado a constituir una burocracia de carácter administrativo con funciones policíacas. Ahora bien, nada más lejos de la idea de paz interior que la España del siglo XIX. Se recurría con frecuencia al ejército para defender al gobierno en tiempos de guerra civil: contra los carlistas en 1833-40, y 1871-76; contra los insurrectos cubanos en 1868-78, y 1895-98; contra los rebeldes filipinos en 1896-98, y contra los cantonalistas amotinados en 1873-74. Al margen de estas guerras civiles de envergadura, asistimos también a diversas insurrecciones de menor importancia, como la campaña de las guerrillas carlistas en Cataluña de 1847-49 y diversas revueltas anarquistas a lo largo del siglo XIX. Incluso la resolución de cuestiones de menor cuantía corrían a cargo de un cuerpo especial del ejército, la Guardia Civil. El ejército constituía el bastión del Gobierno, su más eficaz agente de represión contra su propio pueblo. Como consecuencia de todo esto, se institucionalizó la intervención de los militares en asuntos civiles, mientras los militares se convertían a menudo en figuras de la política por la misma naturaleza de su profesión. El militarismo no fue una invención de los militares, sino más bien una incrustación en el sistema de gobierno y, en parte también, el producto de los defectos del sistema"177.
La persistente desunión de las elites, la falta de líderes, y de instituciones civiles fuertes, que sean capaces de gobernar el país, implica que éstas sean suplantadas por los militares, en lo que se ha definido como "Régimen de los Generales"-desde Fernández de Córdova en 1835, hasta Prim en 1868-. Finalmente un tercer aspecto a considerar para tener una idea global del período, es el relativo al orden público, y a la ocupación por los militares de instancias civiles de poder; temas que ya se han tratado convenientemente en páginas anteriores, y que constituyen un aspecto básico del intervencionismo que se institucionaliza en España178.
De la Restauración a la II República (1875-1936)
La característica básica de este período es la introducción de la idea de la participación democrática que se articula entorno a los partidos políticos, el desarrollo industrial, y la aparición del movimiento obrero como actor político organizado. Éstas nuevas realidades conviven con la intervención militar que continua presente en la sociedad, y que en ningún momento desaparece. El orden público sigue controlado por el ejército, las provincias dirigidas por los Capitanes Generales, y funciones de la administración civil asumidas en muchos casos por militares.
A fin de lograr descripciones más precisas se analiza cuatro momentos históricos: la Restauración canovista (1875-1998), los inicios del siglo XX (1898-1923), la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), y la Segunda República (1931-1936). Además, como se ha comentado, se trata sobre la opinión militar coétanea en relación a las pérdidas de Cuba y las Filipinas.
La Restauración canovista (1875-1898)
Se plantea este período desde el inicio de la Restauración, hasta el violento choque que representa la pérdida de las colonias. La principal característica que los estudiosos señalan es que Cánovas llega a un pacto con el ejército que confirma al militarismo en el seno del sistema, conjurando como contraprestación el pretorianismo179.
Ciertamente durante un largo período de tiempo las tentaciones pretorianas de los ejércitos se moderan. Nuñez Florencio señala que "no pretendía el ejército acceder al poder, no pretendía más protagonismo: se había pronunciado ya contra la República, se había pronunciado ya para traer el Régimen moderadamente conservador que deseaba; una vez garantizadas las "reglas de juego", impuestas en principio por vía militar, el ejército escogió el camino del control en la sombra. Y en un relativo segundo plano -si lo comparamos con el período isabelino- permaneció hasta que el Régimen empezó a hacer aguas por varios lados"180. De este modo sus funciones siguen siendo las ya definidas para el liberalismo. La cita de Nuñez Florencio continua refiriéndose a cúales son las características de ese militarismo aceptado por Cánovas: "La militarización del Estado y de la sociedad civil -que se manifestaría en España en la existencia de un ejército mantenedor constante del orden público y artífice de la unidad estatal, con relaciones privilegiadas con la jefatura del Estado- sería por tanto una vertiente más de manifestación del militarismo. En este sentido, la formación de una administración policial militarizada, el uso sistemático de la Guardia Civil para reprimir disturbios, la extensión de las competencias de la jurisdicción militar, la limitación de los derechos de reunión, manifestación y huelga, el recurso continuo a la declaración del Estado de guerra, etc., serían otros factores que caracterizarían esa militarización de la que estamos hablando".181 El pacto de Cánovas además añade otras variables. Consiste por una parte en la evidencia que los militares no han de tener ningún control externo sobre su política, que ha de ser decidida internamente; y por otro en que el ejército es una Institución por encima de la sociedad, que ha de ser respetada y no puede ser sometida a crítica.
La definición de esta política ha sido tradicionalmente, la parcela de poder más celosamente "conservada" por la Institución militar. Los ejércitos han convertido esta materia en una parcela intocable, y exclusivamente destinada a ser decidida por los oficiales generales, a pesar de que se ha admitido, siempre dentro de un orden, la crítica interna, y el necesario impulso que generalmente oficiales más jóvenes, han realizado desde atalayas especializadas como la prensa militar182. La única crítica aceptada ha sido siempre la de "puertas adentro", que ha sido considerada como una autocrítica, en ocasiones necesaria, inspirada en "el amor al ejército", mientras que todo comentario desde "el exterior" se ha considerado como una injerencia inadmisible, inspirada en el afán por dañar al ejército183.
La política relacionada con la defensa184 es impulsada por militares (ya sean ministros, diputados o senadores), aprobándose generalmente siempre sin excesivos problemas, y sin discusiones polémicas (recurriendo habitualmente al interés del Estado). Sin duda ésta es la razón principal, que ha llevado al reducido número de políticos "civiles" que se han especializado históricamente en esta cuestión185, y a que todavía hoy en día sea difícil encontrar analistas no militares, que hayan profundizado en esta disciplina.
Una reforma siempre supone un modelo de Fuerza Armada, aunque los esfuerzos sólo se centren en la organización y en el funcionamiento interno, y no plantee grandes debates sobre el significado de la defensa, y la necesidad u objetivos de esta fuerza armada. Especialmente es a partir del último cuarto del siglo XIX, cuando se empieza a intentar racionalizar, modernizar y reformar el ejército186.
Entre 1875 y 1886 se introducen distintas reformas. El proyecto más importante que se define en esta época es el que impulsa Cassola como Ministro de la Guerra, siguiendo las corrientes del modelo alemán de la época, en materia de reclutamiento y movilización, e impulsando el servicio militar obligatorio con exenciones basadas en condicionamientos sociales y económicos. Cassola pretende "profesionalizar" el ejército, y alejarlo de la política. Presentado el 22 de abril de 1887187, tropieza con obstáculos insalvables. Por una parte los más "ilustres" generales188 se oponen, así como algunas armas facultativas189, y determinados sectores civiles190. Por otra parte la Reforma es apoyada por oficiales de infantería y caballería, que utilizan toda la influencia de la que son capaces a través de dos publicaciones militares: La Correspondencia Militar y el Ejército Español. En palabras de Headrick el ejército demuestra "que era invulnerable a las intromisiones. Si se producía una crisis, los generales y las armas facultativas resultaban más poderosas que el Gobierno y los oficiales jóvenes"191.
Es éste un segundo intento de limitar al ejército a los cuarteles, lamentablemente el Gobierno no lo apoya y la reforma fracasa. Con la caída del estudioso general Cassola declina durante un tiempo el deseo reformista, aunque alguna de sus ideas son aprobadas por separado. Otras ideas se siguen intentando corriendo peor suerte, como en 1893, en que López Domínguez trata de reducir las Capitanías de doce a siete, organizándose una serie de protestas en las ciudades afectadas, que llevan a que nuevamente no se lleve a cabo la propuesta.
El final de siglo trae problemas importantes en España. La crisis de Melilla (1895), y la pérdida de las colonias (1898) representan la característica más visible de los problemas que acucian al sistema de la Restauración. El caciquismo, la democracia "falseada", los problemas de la participación de los nuevos sectores sociales, y otros problemas hacen tambalearse al sistema, que se mantiene en buena medida por la utilización del ejército como instrumento represor. Esto le comporta una serie de problemas que marcan gravemente el próximo período que se analiza.
La opinión militar coetánea sobre la pérdida de las colonias
La pérdida de Cuba, las Filipinas, y Puerto Rico en 1898 es un hecho clave que influye en la formación, y en el futuro carácter socio-político de las Fuerzas Armadas como Institución, y por ello parece oportuno introducir un apartado específico que desarrolle con cierto detalle la percepción que los militares tuvieron sobre ella, por su destacada importancia.
Al ser una de las partes de la sociedad más directamente afectada por la demanda de responsabilidades que nace tras el desastre, es una de las organizaciones que más reflexiona sobre lo qué supone éste, realizando un esfuerzo apasionado de definición y comprensión. ¿Qué es el desastre? ¿Porqué se produce? ¿Quién es responsable? ¿Qué conclusiones podemos extraer de éste? Estas preguntas ya sea de forma intuitiva o consciente se las plantean diferentes analistas militares de la época.
El ejército es acusado por agentes sociales como responsable de la pérdida de las colonias, y reacciona con la reflexión, y después con la acción. En las próximas páginas se analiza el desastre desde el punto de vista de los militares que piensan y escriben sobre este tema a principio del siglo XX. Sus conclusiones son importantes para entender el futuro carácter socio-político de esta Institución en el seno de la sociedad española.
El desastre no se debe únicamente interpretar desde el punto de vista de los encuentros armados que tuvieron norteamericanos y españoles en la primavera-verano de 1898. Como mínimo se ha de situar el ambiente civil, y la realidad colonial de los años inmediatamente anteriores, así como el contexto internacional en el que se sitúan los hechos.
Ya en la década de 1880 algunos estudiosos como Francisco Javier de Moya192, o Leopoldo Scheidnagel193 critican la organización administrativa, y la política colonial española, proponiendo reformas. En este caso las colonias asiáticas, aunque consideradas una provincia más, están abandonadas a su suerte, permaneciendo en un aislamiento lamentable. El personal europeo siempre se encuentra de paso, por efecto de la legislación, lo cual impide que pueda crear sus propios intereses en las islas. Por otra parte la influencia, el favor personal y la corrupción siempre se imponen por delante del mérito, y esto genera agravios comparativos entre la población. El caso de Cuba y Puerto Rico no es diferente. Afirma Efeele194 que nadie ignora que los vicios de la administración colonial han tenido parte importante en la génesis de las insurrecciones, llegando a concluir que en España en lugar de seleccionar al personal destinado a Ultramar, se envían los desechos de todas las procedencias, destinándolo allí a modo de condena, como si por el hecho de cruzar el océano dejaran de ser funcionarios españoles. Otros personajes que también acuden son los que quieren hacer fortuna, siendo difícil así formar una administración correcta, y mantener el prestigio de la metropoli.
Fernando Primo de Rivera195 además de confirmar todas estas afirmaciones se queja de la poca maniobrabilidad que tiene el Gobernador General en la toma de decisiones políticas. La mayoría de éstas se toman en Madrid, donde no se tienen en cuenta, en la inmensa mayoría de los casos, las necesidades políticas y administrativas de las regiones, ni las opiniones de los estudiosos. Se resuelve sin tener idea del ambiente, ni de las preocupaciones, ni de los gustos; los remedios siempre llegan tarde, y la única política que puede llevar a cabo el gobernador es la de la represión de los descontentos.
Por si fueran pocos los problemas creados por la gestión española los Estados Unidos ambicionan estos territorios. El mayor del Ejército alemán Kunz196 atribuye a este deseo el origen de muchos de los problemas. En 1823 el Presidente Monroe había proclamado que ninguna potencia europea tenía derecho a ensanchar sus dominios en América. A partir de este momento los intentos por conseguir Cuba no cejan.
El resultado de la guerra con México da ánimos a los americanos para exigir de España en 1848 la venta de Cuba, pero tal exigencia es rechazada. En 1849 y 1851 sendas expediciones equipadas en los Estados Unidos fracasan al intentar entrar en Cuba. A pesar de los iniciales intentos de Francia e Inglaterra por convencer a Estados Unidos de que garantizara a España las posesiones, éstos no sólo no lo hacen sino que vuelven a intentar comprar Cuba en 1854. El Presidente Buchanan en 1858, y Johnson en 1867 recuerdan a España que no podía la venta de Cuba herir el honor español, puesto que el mismo Napoleón I había vendido la Louisiana años atrás.
Rechazadas estas pretensiones en 1868 estalla la insurrección en Cuba, con el apoyo norteamericano (en 1873 por poner un caso se apresa un barco que procedente de los Estados Unidos va lleno de refuerzos militares). En 1875 por primera vez se amenaza a España con una intervención armada, pero las mediaciones internacionales detienen la operación. Finalmente la guerra acaba en 1878 con la concesión a los cubanos de los mismos derechos que cualquier otra provincia española.
Argumenta Kunz que las guerras civiles en España, y la guerra de los diez años en Cuba debilitan enormemente al país, y que por otra parte los Estados Unidos cada vez son más florecientes y fuertes. En estas circunstancias sólo con una sabia política que hubiese implantado reformas se hubiera conseguido mantener la adhesión de la colonia. Pero éstas reformas no llegan, estalla la insurrección, y finalmente las potencias dejan de defender la posición española.
En 1894 los Estados Unidos ya ha revocado el tratado de comercio con España, y establecido barreras aduaneras conocidas con el nombre de Bill Mac-Kinley. Esto provoca al aumento de la miseria en la Isla, y se convierte en un factor más que coopera a que el 25 de febrero de 1895 se levante la primera partida rebelde en Baire (Cuba). Las guarniciones españolas son sorprendidas totalmente (la mayoría de los soldados están rebajados de servicio, ocupados en tareas agrícolas al servicio de los propietarios de los principales ingenios)197, y la importancia de la insurrección obliga a reclamar con urgencia hombres, material y recursos.
Sustituido el general Calleja por Martínez Campos en el Gobierno de la isla, éste intenta encontrar salidas pacíficas a la cuestión. La principal medida militar que impulsa es la división de las fuerzas del ejército, en los destacamentos solicitados por los propietarios para asegurar su seguridad; siendo el resultado según A+B, que la insurrección, que estaba reducida a una pequeña parte del departamento oriental, se extienda por toda la isla198. El general Weyler199 valora la paciencia que tiene Martínez Campos, para intentar la paz, cuando según su opinión, los insurrectos comandados por Maceo se imponen por el rigor, los incendios y el asesinato de todos aquellos que no les secundan. Éstas son las razones, según Weyler, de que la opinión pública y la prensa solicite su presencia en la isla. Weyler que representa una línea más "guerrera", que la impulsada por su antecesor llega a la isla el 10 de febrero de 1896. Su línea de actuación es desplegar la "energía y el rigor debidos, que fue el principio en que inspiré mi proceder como militar toda mi vida, allí lo seguí, pero sin esa saña de que suelen hablar los aficionados a leyendas; en cumplimiento de mi penoso, pero honrado deber, procuré siempre batir al enemigo, privarle de recursos y evitar en lo posible las bajas de mis soldados"200.
La primera medida que toma, conjuntamente con el general Federico Ochando, es la creación de un activo Estado Mayor, cuyo primer encargo es el de conocer cúal es la realidad exacta del ejército español, la situación de las tropas y de sus voluntarios, así como del material disponible. A partir de estos datos realiza nuevos pedidos de hombres y material201. Divide la isla en tres cuerpos de ejército, dando instrucciones para que se proceda a la agrupación de las unidades. Ordena que se constituyan varias columnas homogéneas, con fuerza suficiente para resistir un ataque de la principal partida enemiga que hubiese en la jurisdicción, con el objetivo principal del restablecimiento de las vías férreas, y telegráficas; indica la conveniencia de que se estudien los puntos estratégicos más principales que convenga ocupar, y crea la línea defensiva de Mariel a Majana en ocho meses, posición de 34 kilómetros que tiene como objetivo aislar a Antonio Maceo en la provincia de Pinar del Río. Éste muere intentando escapar del cerco.
Por otra parte dispone una serie de medidas que le causan graves problemas. La medida más polémica es la concentración en los poblados de campesinos a fin de no tener espías del enemigo, y de no facilitar a los insurrectos apoyo logístico202. A + B defiende con energía la postura del General203. Según este autor se evitan las consecuencias de una aglomeración de vecindario dictando reglas de higiene y disponiéndose zonas de cultivo en los alrededores de los puntos fortificados, para que no se careciera de subsistencias. Con esta medida se consiguen varios logros positivos: a parte de mejorar el censo, que aumentó en un diez por cien, lo cual indica el volumen de fraude que hay, no se destruyen las zonas de cultivos más ricas. Los americanos no están de acuerdo con este punto de vista, y a través de la comunicación del 28 de junio de 1897, provocan un grave conflicto internacional, y protestan en nombre de la humanidad contra esta medida.
En España la política emprendida por Weyler se convierte en una baza electoral, y en motivo de lucha partidista. Tras la muerte de Cánovas en agosto de 1897, y el ascenso de Sagasta, se le sustituye del gobierno de la isla204. Para los militares este relevo se convierte en una afrenta difícil de olvidar. No se entiende como se puede sustituir a un general victorioso. Kunz205 no tiene reparo en afirmar que no existe ninguna duda de que los insurrectos hubieran sido derrotados más rápidamente, si no hubieran recibido un apoyo tan importante de los Estados Unidos que cifra en más de 60 expediciones que desembarcan en Cuba con hombres, dinero, armas y municiones entre 1895 y 1896. Por su parte A + B califica este relevo como una ofensa al honor de las armas, y una interferencia imperdonable del elemento político: "Convenía a un fin político que dejara el mando aquel general" 206.
El 30 de octubre de 1897 el General Blanco toma posesión del mando. Su presencia representa la implantación del régimen autonómico con las mayores garantías posibles de sinceridad. En enero de 1898 se constituye el nuevo gobierno insular, y el 4 de mayo es abierto solemnemente el Parlamento cubano. En opinión de A + B207 los principales cabecillas de la insurrección animados con el relevo de Weyler, que se atribuye a la presión estadounidense, vuelven a organizar sus partidas, y a actuar con total libertad.
El caso de la insurrección en Filipinas es sensiblemente diferente, aunque responde a similares circunstancias. El General Blanco es el Gobernador General, cuando en agosto de 1896 estalla la rebelión tagala en la provincia de Cavite. Las tropas españolas se encuentran en ese momento luchando en Mindanao, que está entonces, a tres días de navegación. Por este motivo la isla de Luzón está desguarnecida, y la insurrección se expande rápidamente. A + B208 atribuye también a la poca visión, y a la confianza que tiene el Gobernador en determinadas personas cercanas a la insurrección, la culpa de un alzamiento tan tardiamente rechazado. Con su sustitución por el general Polavieja, que llega con 24.000 hombres, la política española en Filipinas cambia radicalmente. Éste, como Weyler practica una seria política militar, atacando sin contemplaciones a los rebeldes. Iniciado el plan pide 20.000 soldados más, y al no serle concedidos dimite del cargo.
El 22 de marzo de 1897 es nombrado Primo de Rivera Gobernador del archipiélago. Según un cálculo del mismo general209, el número total de insurrectos, a su llegada a la isla, se podía calcular en unos 25.000, y el de las armas de fuego que éstos poseen en unas 1.500. Inicialmente su política sigue la diseñada por su antecesor. Combate al frente de sus tropas, y aísla a la rebelión en las montañas. Su estrategia consiste en tomar todos los poblados que están en manos rebeldes, fortificarlos con sus tropas, y obligar a los insurrectos a salir de las montañas para alimentarse. Dada su superioridad militar no tiene problemas en seguir este planteamiento. Rechaza de plano solicitar más soldados, especialmente cuando está próxima la estación de las lluvias, ya que "dominada la provincia de Cavite; no poseyendo la insurrección ni el más insignificante pueblo; reducida su vida a perpetua condenación en los montes; sin medios, ni moral para intentar nada serio (...) ¿qué me propondría hacer con 28.000 o 30.000 hombres más? A los que tan ligeramente y con tan poca piedad me han tratado, yo les contestaría que no nos darían una pulgada de terreno sobre lo que poseíamos".210
Aguinaldo y los suyos finalmente son localizados en el poblado de Biac-na-bató, y el general, apremiado según afirma por el Gobierno, para que acabase con la insurrección; confiado en poder volver a derrotar a Aguinaldo en este poblado, como había hecho en todos hasta el momento, pero no pudiendo asegurar su captura, ni la de las armas, decide plantear al Gobierno el siguiente dilema: o bien se compra a los cabecillas de la insurrección con una suma importante de pesos, a cambio de su exilio, y de la entrega de las armas, o bien se continua con la lucha por un tiempo indefinido. Además concluye que el ofrecimiento de reformas políticas no conduce a respuestas positivas, ya que "pelean por la independencia; venciéndoles de uno o otro modo se podrán dar o imponer las reformas que convengan"211.
El general confía que la compra de Aguinaldo y su exilio a Hong-Kong desprestigie a los cabecillas de la insurrección, y conjure momentáneamente el peligro, afirmando que "no bastan las fuerzas militares, por numerosas que sean y por bien dirigidas que estén, para apagar el fuego, ni aún siquiera para contenerlo. Son indispensables otras fuerzas que obren material y moralmente, y éstas han de salir precisamente de la esencia de la sociedad (...) Una población de 6 a 8 millones de habitantes, distribuidos en mil islas, no pueden ser sometidos sino por su voluntad, porque nos crean mejor que cuanto la revolución les promete" 212.
Firmado el pacto de Biac-na-bató, desde el 12 de diciembre de 1897, hasta marzo de 1898 no vuelven a producirse problemas en el Archipiélago. Los hechos que conducen a la intervención americana son universalmente conocidos y por ello no se entra aquí a analizarlos. Únicamente se recoge algunas impresiones expresadas por estos militares sobre las condiciones de la guerra. La guerra tanto en Cuba, como en las Filipinas, nace viciada ante la desproporcionada diferencia de las dos escuadras marítimas. El control de la costa es fundamental para transportar soldados de un lugar a otro, para dotar de recursos alimenticios a las tropas, y para mantener el contacto con la metrópoli. Por otra parte la destrucción de las dos escuadrillas españolas, la primera dirigida por el almirante Montojo en Cavite, y la segunda por Cervera en Santiago de Cuba, no sólo desmotiva a las tropas españolas, sino que da ánimos a los insurrectos para volver a luchar, y a los americanos para no cejar a pesar de los numerosos problemas que tienen con su logística.
La guerra que se inicia tiene unas características muy definidas al realizarse sobre islas muy extensas, y con dificultades en las comunicaciones. Esto permite a los americanos y a los insurrectos, que dominan el mar, concentrar sus fuerzas sucesivamente contra cada grupo de las españolas, resultando su superioridad abrumadora. Como repiten los diferentes analistas213, la política militar de España podía haber sido la de la concentración de las tropas sobre los cuatro o cinco puertos principales, pero entonces hubiera existido el problema de cómo alimentar a tantos soldados.
Efeele214 critica la pasividad de la administración española para defender la isla; afirma que después de la voladura del "Maine" nadie se preocupa de reforzar convenientemente la isla. Según este autor en Cuba había fuerzas más que suficientes, para defender los puntos más importantes de la isla, durante mucho tiempo -es más los que habían no se podían alimentar correctamente-, con lo cual lo razonable habría sido enviar tropas a Puerto Rico215. Severo Gómez Nuñez216 concluye la crisis en las Antillas afirmando que el ejército español estaba intacto y dispuesto a luchar, a pesar de que cayera como una bomba el desastre de la escuadra. No obstante "se contestaba desde la Península, que era inútil toda resistencia, salvado ya el honor de las armas; que no conduciría a otro resultado que a rendirse por falta de municiones y víveres, ya que el trabajo del enemigo sólo se reduciría a persistir en el bloqueo"217.
Además a esta realidad se impone, el rechazo de los nativos, que colaboran con los estadounidenses, y dificultan la defensa; y la preocupación de un posible ataque de los Estados Unidos incluso a la propia Península, a las Canarias, y a las Baleares "por lo cual era deber de todo Gobierno evitar esos males, poniendo término a la lucha desigual y desastrosa, pues de otro modo, rendida Cuba por hambre, perdida Manila, rendido Santiago, perdido Puerto Rico, bombardeadas las poblaciones de nuestro litoral, la paz sería imposible y todo habría acabado". 218 El caso de la guerra en las Filipinas es diferente, en tanto en cuanto, la presión de las fuerzas indígenas, cumple un papel mucho más determinante de la que éstas tienen en Cuba y Puerto Rico. Después del desastre de Cavite, producido el 1 de mayo, la guerra se centra en el Sitio de Manila, que finalmente capitula el 13 de agosto, un día después de firmado el Protocolo de Paz.
A las cuatro y media del 12 de agosto se firma el Protocolo de Paz: renunciando España a sus derechos de soberanía sobre Cuba, cediendo a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico, y estipulando que Manila sería ocupada militarmente por los americanos hasta que se diesen por cumplidas las condiciones del tratado de paz. Además se acuerda el nombramiento de Comisionados para que en Octubre en París se redacte el tratado de paz definitivo.
Como se ha podido ver desde el punto de vista de los militares de la época las causas del desastre se pueden ordenar en tres puntos.
1. Las que tienen relación con la política colonial. ¿Por qué se produce la insurrección? ¿Qué es lo que motiva el descontento de la población?
Inexistencia de política colonial coherente, consensuada y definida. Cada cambio político en España afecta gravemente las relaciones con la colonia. Ésta no se administra correctamente, favoreciéndose la corrupción, y el tráfico de influencias. Excesivo centralismo en la adopción de decisiones que afectan a la colonia, lo que impide la toma decisiones con agilidad y oportunidad.
2. Las que tienen referencia con la política internacional.
España es una nación debilitada, mientras que los Estados Unidos está en un auge continuo. Esta realidad acaba definiendo el aislamiento internacional que se sufre. Los Estados Unidos ambicionan las colonias españolas, y abonan política, económica, y militarmente las insurrecciones que debilitan la posición de España. Se teme un conflicto con los Estados Unidos, intentando evitar lo inevitable. No se saben tomar las medidas políticas y militares adecuadas para la defensa, facilitándose enormemente la acción de los estadounidenses.
3. Las relativas a la política militar.
Excesiva importancia de los criterios "políticos", sobre los "militares". Ante la insurrección se cambia de criterio en los momentos más delicados, pasándose del acuerdo y las contemplaciones con la población, a la mano dura, y la eficacia militar, para más tarde regresar a las concesiones. La imprevisión absoluta, ante una guerra con los Estados Unidos, impide la defensa adecuada: no se pueden reconcentrar las fuerzas militares para aguantar con garantías la invasión estadounidense, y prepararse para una guerra larga que habría planteado dificultades a los estadounidenses; no se preparan suficientes alimentos para aguantar una campaña de éstas características; no se refuerza convenientemente la artillería, ni se utiliza adecuadamente a la escuadra, estudiando sus características reales y posibilidades materiales. La rendición se produce sin que la mayoría de las tropas hayan luchado, a causa de la decisión "política". Esto genera la imagen inmediatamente negativa que los españoles tienen del ejército, y abona el rencor que este estamento tiene más tarde hacia la "política".
Los inicios del siglo XX (1898-1923)
El nuevo siglo se inicia marcado por una fuerte tensión. Las relaciones civiles-militares presentan una situación preocupante. Por una parte los militares rechazan los valores que se querían consolidar en la sociedad democrática (igualdad, permisividad, pacifismo, libertades, etc.)219, y se distancian críticamente respecto del sistema político, achacando a éste su ineficacia y a los políticos su inmoralidad. Asimismo el turnismo produce hastío y desesperanza, criticándose duramente al caciquismo, que se considera fraudulento220. Por si fuera poco los desastres militares de fin de siglo animan a la prensa civil, y a los políticos a "opinar" sobre cuestiones militares "el ejército no entendía cómo esos políticos podían penetrar en el ámbito militar como entraban en otros ámbitos e instituciones del país: con sus chapuzas, sus componendas, sus intereses creados, sus superficialidades (...)".221 Por otra los "civiles" empiezan a organizarse para cuestionar públicamente tanto la Institución militar en general, como el servicio militar en particular, lo que agrava el distanciamiento entre la sociedad y los militares. Los motivos de este divorcio se encuentran en dos aspectos según los diferentes autores: el reclutamiento, y la función represora sobre los movimientos sociales.
Boyd222 y Alpert223 plantean el problema del reclutamiento desde perspectivas diferentes. Mientras la primera se fija en las clases populares, que como siempre, asumen la carga total del reclutamiento, y que articulan su protesta de una forma organizada224, el segundo se centra en la burguesía. En su opinión "la presencia de jóvenes con estudios hubiera contribuido, a la larga, a cambiar la actitud hostil del ejército hacia la burguesía intelectual, y viceversa".225 El otro aspecto que enturbia la imagen del ejército es su función represora de los movimientos sociales. Boyd se refiere detalladamente a este aspecto, y define cuales son las consecuencias políticas de este hecho, concluyendo que este motivo es la causa de que "la izquierda llegó pronto a la conclusión de que la mejor manera de atacar al régimen era atacando al ejército"226.
El desconocimiento de dos mundos que cada vez se separan más, la burguesía y el ejército. La injusticia de un sistema anticuado, el reclutamiento, que no responde a los avances sociales más básicos; el aparente ridículo de las fuerzas armadas españolas en sus últimas campañas, unido a la gran sangría de ciudadanos que pierden la vida en ellas; y la identificación de represión interna y milicia, hacen que el divorcio del mundo civil y el militar se convierta en un hecho.
Los militares no tardan mucho en reaccionar. Headrick lo explica de la siguiente forma: "entre tantos conflictos de finales de siglo no es de extrañar que los militares propusieran también sus propios planes para la regeneración de la nación. Nunca los militares se habían considerado en el siglo XIX tan por encima de los civiles; nunca habían llegado a considerarse como los regeneradores mesiánicos de una sociedad moribunda. Mientras vivieron los políticos de la Restauración, y mientras les ayudaron los generales de la Restauración, todos aquellos discursos acerca de los "centros nacionalistas", y de la "dictadura militar" no pasaron de ser simples palabras. Pero estos conceptos eran presagio para el futuro. De los jóvenes que crecieron entre los dos siglos había algunos que estaban destinados a manejar los destinos de España en el siglo XX"227.
La medida más conocida que se toma es la aprobación de la Ley de Jurisdicciones (1906), que protege a los militares de la sátira y de la crítica de los civiles. Esta norma se aprueba después de que una serie de oficiales asalte la imprenta donde se edita el periódico catalanista Cu-cut y también La veu de Catalunya: el motivo es un chiste que se refiere al ejército. Los generales apoyan la iniciativa de estos oficiales impulsando a continuación la Ley. Ballbé reflexiona sobre ésta, ya que algunos analistas cifran en este momento el inicio de la participación efectiva de los militares en la política228. En opinión de este autor éste es un paso más en la militarización del régimen jurídico, de las libertades públicas, y del mismo sistema de poderes constitucionales: "la Ley de jurisdicciones es pues el final -o mejor el principio del fin- de un Estado constitucional liberal construido sobre las bases de una militarización de la Administración pública y de las técnicas jurídicas para mantener el orden público". Siguiendo con esta lógica el impulso de las Juntas de Defensa creadas en 1917 con el objetivo de ser un núcleo de influencia corporativa de los militares que no luchan en las colonias229, no es más que un nuevo semblante del protagonismo militar en la vida civil y política española: "paradójicamente el régimen va a legalizar la actividad política y sindical de la oficialidad del ejército, y seguirá proscribiendo el derecho de huelga y de reunión, así como otras actividades sindicales al movimiento obrero"230. La desaparición de éstas en 1922, no supone la extinción de su espíritu sino todo lo contrario. El ejército todavía cierra más sus filas presentándose sin fisuras ante un particular triple desafío: el del desorden, la amenaza nacionalista, y las responsabilidades por el desastre africano de Anual. Desde otro punto de vista no debe dejar de mencionarse el efecto que tiene el que en 1915 un real decreto institucionalice la comunicación directa entre el monarca y la oficialidad, al margen del Ministro de la Guerra. Esto genera una desvinculación tanto del Rey, como del ejército, de las instituciones civiles que son consideradas moralmente inferiores231.
Para completar el panorama pre-dictatorial no se debe olvidar al otro sector clave del ejército. Las Juntas de Defensa nacen para defender los intereses de los militares de la península, pero éstas únicamente representan a una parte de la Institución; en Marruecos se encuentra una parte importantísima del ejército español. Cardona afirma que en la mentalidad militar posterior es fundamental Marruecos. La mentalidad de estos oficiales africanistas se configura en esta larguísima guerra colonial, que dura desde 1909 hasta 1927: "Guerra sin grandes maniobras y avances espectaculares, con gran dureza y crueldad. Con la angustia de la falta de agua, el calor y la táctica guerrillera del enemigo. Con las crueles costumbres de la guerra rifeña: el tormento, el asesinato, la castración de prisioneros. La vida del ejército de África transcurre aislada de otra población que no fuese la escasa colonia española del protectorado y el mercadillo civil, simbiótico a todas las guarniciones, en todos los lugares y todas las épocas. El territorio estaba absolutamente sometido a la autoridad militar. A pesar de que el Alto Comisario fue concebido como institución civil, siempre estuvo en manos militares, con la breve excepción de Silvela Casado, en 1923. La oposición popular a la guerra de Marruecos, y la misma acción de los militares, desde las Juntas de Defensa, hicieron que los africanistas se sintieran incomprendidos desde la península. 232 En el inestable período que se abre en 1919 el ejército amplia todavía más su poder, comenzando a oírse voces que piden una dictadura militar, que sustituya a un poder civil debilitado. Finalmente éstos dos sectores del ejército se unen y hacen causa común.
La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
Como se ha visto el ambiente se complica durante el primer cuarto de siglo. Gómez Navarro afirma que la irrupción de las masas en política y la incapacidad de los regímenes existentes para incorporarlas es lo que provoca una brusca pérdida de legitimidad de estos regímenes y abre paso a situaciones de fracaso en la gestión de los mismos: "estos dos factores -pérdida de legitimidad y fracaso en la gestión- constituyen condiciones previas para los golpes de Estado en la medida en que permiten la unidad de las FF.AA y contribuyen a proporcionar apoyos sociales al golpe o al menos neutralidad ante el mismo" 233. Ciertamente esta afirmación se aproxima mucho a lo que sucede en España en 1923. Primo de Rivera desde Cataluña hace público un manifiesto en el que asegura recoger "el clamoroso requerimiento" de la población que pide ser liberada de los "profesionales de la política"; promete "acabar con las responsabilidades"; alude a los asesinatos terroristas, al caos económico; anuncia la creación de un "gran somatén español", la defensa del honor del ejército y la búsqueda en Marruecos de "una solución pronta, digna y sensata".234
Los militares que participan activamente en la conspiración de 1923 son muy pocos; si hubieran tratado de derribar al gobierno por la fuerza el golpe probablemente hubiera fracasado: "pero el pronunciamiento de Primo -como muchos de los que sucedieron en el siglo XIX- era un "pronunciamiento negativo" que no se basa tanto en el despliegue de fuerza como en la pasividad de la mayor parte del ejército y de los grupos sociales más significativos del país. Hacia 1923 eran muy pocos los españoles, civiles o militares, que se mostraban leales al régimen parlamentario (...) Privado de apoyos en la oficialidad y el país, el sistema parlamentario no pudo ofrecer resistencia alguna ni siquiera a un puñado de golpistas decididos." 235. Ya en este sentido inicial esta Dictadura, no tiene nada que ver con la que tuvo su origen en 1939, después de una larga guerra civil.
¿Cual era la ideología de esta Dictadura? El ejército se considera una institución especial, que por su esencia puede hacer prevalecer en el Gobierno los sentimientos de eficacia y moralidad. En una primera etapa esta en cuestión el funcionamiento degenerado del sistema anterior, y por lo tanto no se busca una transformación radical, sino el correcto funcionamiento, en el sentido de los regeneracionistas. No obstante a partir de abril de 1924 los grupos de Unión Patriótica creados por los propagandistas católicos se fusionan para crear el partido oficial del régimen, defendiéndose valores muy propios de la milicia: nacionalismo, patriotismo, disciplina, orden, y efectividad en la resolución de los problemas, y cambiándose el sentido reformista anterior236.
En opinión de Cardona la Dictadura destruye el respeto a las instituciones constitucionales, estimula la idea mesiánica del militar árbitro de las disputas civiles y acostumbra a un régimen regido directamente por generales y administrado por tecnócratas. Además confunde todavía más los intereses de la Dictadura, España y el ejército: "por si fuera poco algunas ideas procedentes del fascismo italiano, e incluso del nacionalismo francés acabaron de mezclarse con los valores castrenses, dando paso a una ideología que quiere participar del poder político" 237.
Es difícil entender esta intervención militar, aislándola de la propia historia de la Institución, y de sus relaciones con la sociedad civil. Al participar "directamente", en el sentido pretoriano, en la gobernación política del país, el ejército desgasta la imagen que tiene de sí mismo, dividiéndose todavía más que antes de iniciarse la Dictadura.
La Segunda República (1931-1936)
Por primera vez en la historia contemporánea española un nuevo Régimen se proclama sin que las tropas se muevan de los cuarteles. En opinión de Cardona "el ejército estaba pasivo y dividido, tras las complicadas tensiones a que lo había sometido la Dictadura. En su interior existían grupos enfrentados, monárquicos, republicanos, primorriveristas, artilleros, africanistas...y esa compleja relación lo neutralizaba políticamente" 238.
La República representa un intento serio de implantar la democracia en España, y de subordinar a los militares al poder civil que se elige gracias al refrendo universal. Así el tercer intento de acabar con el intervencionismo es la reforma de 1933 impulsada por Azaña. Éste ha estudiado con profundidad los problemas militares del país, y desde una perspectiva liberal progresista cree en la posibilidad de un ejército políticamente disciplinado y capaz de realizar una guerra moderna. Los ejes básicos que quiere corregir la reforma impulsada son el desequilibrio entre el número de oficiales y efectivos de tropa, y la conversión del ejército en un organismo "nacional", y eficiente.239 El ejército no acepta está intromisión y acusa a Azaña de querer "triturarle" 240. Alpert sintetiza la reacción militar en las siguientes palabras: "Azaña era un civil que, en términos sencillos, le decía al ejército lo que tenía que ser. Y, como lo hacía fría y a veces duramente, sin la campechanía, el tuteo y las promesas de mutua consideración, característicos de las relaciones, en el pasado, entre los ministros de la Guerra y los generales, éstos terminaron encontrando intolerable a Azaña, aunque éste les tratara con más corrección reglamentaria que el dictador" 241.
A pesar de esta reforma Ballbé242 critica con dureza a la República por desconectar el "problema militar" del tema de la administración policial y de las técnicas jurídicas para el mantenimiento del orden público: "este sector de la administración pública seguía menospreciado, cuando era un factor crucial para la desaparición del militarismo político y la consolidación del régimen constitucional en España"243. La reforma de la administración del orden público no va más allá de la recuperación del modelo anterior a la Dictadura, la jurisdicción militar sigue teniendo influencia sobre el elemento civil, y se sigue utilizando el estado de prevención, de alarma, o de guerra, como mecanismo habitual; esta situación favorece posteriormente al alzamiento de julio de 1936.
El cambio de gobierno tras las elecciones que dan el poder a los conservadores "congela" el espíritu de la Reforma. Gil Robles permanece nueve meses en el Ministerio de la Guerra, durante los cuales, según Cardona realiza un esfuerzo para convertir nuevamente al ejército en un instrumento de la política. Lejos de la idea liberal y azañista de la neutralidad militar, piensa que el ejército debe ser "instrumento adecuado de una vigorosa política nacional", encargado de "defender a la patria de enemigos exteriores e interiores, incluso de quienes se hallan separados de nosotros por discrepancias de política partidista" 244. Los principales militares que han sido formados en una época de creciente intervencionismo, son poco dados a las abstracciones políticas, y no se sienten cómodos en un Estado democrático. La dinámica de la lucha social y política hace el restante camino para poner a muchos militares contra la República desembocándose una larga guerra civil.
El franquismo (1939-1975)
Aproximación general
El régimen franquista "legitimado" por la victoria en una larga guerra civil, continua utilizando las técnicas interventoras desarrolladas, agravándolas todavía más si cabe, por la necesidad de represaliar a los "perdedores", que pueden "peligrar" el Nuevo Régimen. En opinión de Borja de Riquer245 los vencedores de la guerra quieren crear un Estado nuevo, y no únicamente propiciar una involución antidemocrática. Su objetivo es que nunca pueda volver a producirse una situación parecida a la del 14 de abril de 1931. Se busca construir un sistema totalmente desvinculado de la tradición liberal y caracterizado por el autoritarismo extremo, la exclusión política, el acentuado centralismo administrativo, y la abusiva presencia del ejército en diferentes órdenes, y en ningún momento se impulsa una política reconciliadora, que quiere superar la división creada por la Guerra Civil.
Este protagonismo militar inicial del régimen franquista lo describe Borja de Riquer con cierto detalle. En su opinión los militares golpistas, que no tienen un gran apoyo entre los elementos civiles, pretenden tomar el poder con la voluntad de crear una dictadura más represora que la de Primo de Rivera, pero sin tener muy claro un proyecto político de futuro. Al fracasar parcialmente el alzamiento es cuando se polariza "de facto" la situación, y la población tiene que tomar partido en uno u otro bando. Franco acumula de forma irreversible todo el poder -jefe del Estado, del Gobierno, del partido único, y generalísimo de los ejércitos-, marcando la que sería la constante de los siguientes años. Al finalizar la guerra el ejército no pierde parcelas de poder, sino que continua siendo una pieza clave del funcionamiento y la consolidación de la dictadura: "legitimados por la fuerza para imponer la dictadura, los militares tuvieron un notable protagonismo en la vida política oficial del franquismo. Durante la etapa 1939-60, el 40% de los ministros de Franco fueron militares, casi siempre en carteras tan importantes como la de Gobernación, Obras Públicas e Industria. Igualmente, durante estos años, los militares coparon la mitad de los altos cargos del ministerio de la Gobernación, un tercio de los cargos de gobernadores civiles de todo el Estado, el 20% de los lugares del Consejo Nacional del Movimiento y el 15% de los de las cortes franquistas. En los años cuarenta, el conjunto de las fuerzas armadas controlaba cerca del 40% del presupuesto del Estado y mantenía alistados a unos 300.000 hombres, además de los 100.000 de las fuerzas de orden público (Guardia Civil y policía armada)." 246
Tanto Ballbé247 como Lleixà248 anticipan en sus respectivos trabajos esta perspectiva. El primero vuelve a insistir en mostrar la continuidad del militarismo también durante el franquismo. Así en cuanto al orden público, la jurisdicción militar, o las actitudes respecto al personal político de diferentes administraciones, no se toma una nueva senda, sino que se simplemente se acomete, aunque con mayor decisión, la ya trazada durante los siglos XIX y XX. Como prueba irrefutable este autor recuerda que la Ley de Orden Público de 1933, obra de la coalición republicano-socialista, no sólo no es derogada por el franquismo, sino que se mantiene en vigor hasta 1959: "en definitiva, los sublevados no tuvieron dificultades para implantar las técnicas jurídicas propias de un régimen autoritario militar, como el que instauraban, pues estaban ya establecidas y rodadas en el Estado constitucional que había sido incapaz de suprimir o reformar instituciones impropias de un Estado democrático"249.
Así los resortes defensivos más esenciales en el franquismo permanecen militarizados hasta su último día. Como recuerda Lleixà la jurisdicción militar, que desde las capitanías, ha ejercido la represión en la primera posguerra, sigue hasta 1963 como la principal jurisdicción represiva de delitos político-sociales. Tras la creación de Tribunal de Orden Público, en dicho año, sigue reservándose ciertos delitos y es activada según las circunstancias. Por otro lado, todos los cuerpos policiales, incluidos los cuerpos municipales y auxiliares, son considerados en todo momento como parte integrante de las Fuerzas Armadas, y alguno de ellos -la policía armada y sobre todo la Guardia Civil- integralmente militarizados. La propia organización territorial de los ejércitos corresponde principalmente a la doble función de política interior -defensa frente a los enemigos interiores del régimen, y sostén directo y esencial de poder público del Estado nuevo-. También otras esferas del Estado y de la administración pública -el desarrollo penal, el sistema penitenciario, la aviación civil, el INI- están directamente militarizadas, aunque con intensidad y formas variables.
Olmeda amplia esta perspectiva, como se verá más extensamente en el siguiente apartado, cuando explica la actitud de las Fuerzas Armadas del franquismo como las herederas de un conflicto bélico absoluto250. Una de las secuelas de mayor peso de esta situación es la consolidación de la percepción de la amenaza en el escenario nacional y el acento en la teoría del enemigo interior. Las Fuerzas Armadas son, en la perspectiva de Olmeda, el único soporte organizativo con implantación en todo el territorio nacional que provee aptitudes y medios de transmisión de información suficientes para servir de infraestructura administrativa del esfuerzo de normalización postbélico.
A partir de los cincuenta la situación se va modificando paulatinamente, iniciándose una reforma administrativa, que si bien no supone el alejamiento de las instituciones militares de la administración pública, si que significa la construcción paralela de unas instituciones jurídico-administrativas que prefiguran la creación de una auténtica Administración Civil del Estado251. La consolidación de esta nueva Administración es básica para entender la paulatina evolución del Régimen franquista, y la posibilidad que se tiene más tarde de lograr con éxito la transición a un Régimen democrático.
Carme Molinero y Pere Ysàs252 cifran en el cambio de signo y el posterior desenlace de la segunda guerra mundial, como el inicio de un necesario cambio, que se agrava con la pésima situación económica a la que la autarquía lleva a España. Por su parte Borja de Riquer253 señala a la guerra fría como elemento determinante que posibilita el que España firme una serie de acuerdos internacionales, que le permiten seguir manteniendo sin alteraciones sustantivas sus principios esenciales.254 Las reformas administrativas, y económicas de este periodo posibilitan una gran transformación en España, que se acerca de esta forma a la realidad internacional que le rodea, y que cambia en buena medida tanto la realidad económica, como cultural de la sociedad. Los conflictos sociales de los sesenta y de los setenta, ya no son evidentemente los mismos: "el franquismo de los años setenta no era el de los primeros cuarenta: no podía ser de otra forma, por que ni el mundo exterior ni la sociedad española lo eran; el régimen, sin embargo, sólo había cambiado limitadamente y ello forzado por las circunstancias" 255. Por supuesto los cambios también se notan en el ejército que según Olmeda256 durante el franquismo pasa por tres etapas diferentes: la fase ideológica (1939-1951); la fase preprofesional (1952-1965); y la fase profesionalizadora (1966-1975).
Debate sobre las características de las FFAA en el franquismo
En este apartado se analiza las principales aportaciones que se han publicado sobre las características de los ejércitos en el franquismo. Como punto de partida parece oportuno hacer énfasis en dos opiniones de José Antonio Olmeda que describen por una parte la realidad histórica de los ejércitos españoles, y por otra la especificidad que adoptan éstos tras la victoria de los franquistas en la guerra civil. Así para Olmeda "queda claro, por tanto, que la percepción de la amenaza por parte de las Fuerzas Armadas españolas, y su comportamiento subsiguiente, tienen, históricamente, un doble carácter, nacional e internacional, y son independientes del régimen político imperante"257. La intervención de los militares en la política como se ha visto anteriormente es una constante en la historia española lo que se agrava en 1939, como también señala Olmeda, ya que además "los ejércitos españoles del franquismo son los ganadores en un conflicto armado absoluto, en el que el enemigo es la personificación del mal, y el objetivo es la mayor destrucción posible. Las consecuencias de estos planteamientos agudizan la acusada motivación ideológica, y conduce a una situación en la que los cuadros militares tienen posibilidades muy escasas de desenvolverse profesionalmente, subrayándose los valores anticomunistas, nacionalistas y católicos, además de los que se consideran propiamente militares -orden, disciplina, jerarquía, armonía"-258.
Por otra parte y como también se ha explicado el país experimenta una importante transformación, durante la década de los cincuenta, que se empieza a vislumbrar de una forma evidente en las FFAA a partir de 1953, ya que por una parte las consecuencias de los pactos con los Estados Unidos, y por otra los cambios de la situación económica y cultural española modifican las realidades y las expectativas de unos ejércitos que al igual que la sociedad española evolucionan y se transforman de una forma lenta pero imparable. Esta evolución es la que interesa estudiar sobre todo en el siguiente capítulo.
No es la intención hacer nuevamente una descripción de lo que ya está extensamente explicado por otros autores, pero es útil hacer una breve síntesis de algunos de los principales puntos que se señalan en la literatura, con el objetivo de plantear las diferentes circunstancias que llevan a que las FFAA españolas sean receptivas a una serie de transformaciones vitales.
Se va a proceder a desarrollar esta revisión ordenando las explicaciones cronológicamente, según la fecha de realización del estudio, para así destacar lo que cada autor ha aportado y tener así una base que permita valorar las aportaciones que se presentan en este trabajo. Julio Busquets259 (1967:1984; 1999) es el primero en tratar este tema de los militares en el franquismo influyendo en buena medida en los estudios posteriores. La reflexión sobre el ejército franquista ha sido continuada por los trabajos de Jesús Ynfante (1976), Pere Vilanova (1980), José Antonio Olmeda (1988), Fernando Rodrigo, (1989), Felipe Aguero (1995), Puell de la Villa (1997), Fernández López (1998), Aguilar Olivencia (1999), y ya más recientemente Miguel Platón (2001).
La historia de Julio Busquets Bragulat es sobradamente conocida. Militar catalán de Ingenieros perteneciente la novena promoción de la AGM, sufre una evolución notable de su pensamiento, que va desde la ideologización propia de un militar educado en las academias franquistas, hasta llegar a ser un importante diputado del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Su historia personal le lleva a estar siempre en la vanguardia de lo que emprendió. Militante destacado de Forja260, estudiante sobresaliente de Estado Mayor, fundador de la UMD, catedrático de Sociología, y destacado diputado socialista por Barcelona. El trabajo académico más importante que emprende Busquets es la tesis doctoral leída en 1966261, y su relación con Morris Janowitz que le lleva a ser desde 1968 a 1984 miembro del Consejo Ejecutivo del comité de investigación Armed Forces and Society de la Asociación Internacional de Sociología262.
"El militar de carrera en España" es sin duda un clásico de la literatura relacionada con las relaciones civiles-militares en España. La idea principal que se desprende de este trabajo sociológico es el reconocimiento de la complejidad interna de los militares españoles a lo largo de los 40 años de franquismo. A pesar de la tan repetida "unidad" que deben presentar los militares263, este autor señala la coexistencia de diferentes generaciones de militares que dificultan este objetivo de la dictadura: "la de Cuba o del 98 que desaparece pronto; la de los que combatieron en Marruecos, conocidos como "africanistas"; la de la guerra civil, a la que dan color los "alféreces provisionales" y los militares de postguerra procedentes de la tercera época de la Academia General Militar"264.
La generación del 98 según Busquets se forma en un ambiente de catolicismo tradicionalista, y está marcada por un amargo pesimismo originado por el desastre colonial, originado por un complejo que el ejército arrastra de incomprensión y humillación. Esto le lleva a crear un sentimiento entre los militares de que ellos serán los únicos poseedores de la verdad entre miles de compatriotas errados: "sólo justo, sólo honrado, sólo patriota; y esta exaltación de un particularismo egoísta le lleva lógicamente a tratar de imponer sus opiniones a los demás"265
La generación africanista por otra parte, en opinión de este autor, a pesar de no ser directamente herida por los desastres coloniales del 98, sufre sus consecuencias y le toca vivir una "amarga época militar de derrotas, descréditos e insubordinaciones". Al no comprenderse en España la guerra de Marruecos las operaciones se conducen con efectivos limitados para no alarmar a la opinión pública, lo que provoca que, esta generación de militares también se sienta incomprendida, y lo que se agrava porque es continuamente espoleada hacia la intervención por La Correspondencia Militar. En palabras de Busquets: "una guerra de Africa de 18 años de duración, hizo de ellos un grupo decidido, aguerrido, y fundamentalmente entregado a su profesión, pero al mismo tiempo herido en una guerra a menudo sucia (con torturas y castraciones de presos), y a la vez aislado, desconectado y desconocedor del resto de la sociedad"266 . Este grupo convive temporalmente con el militar de la metrópoli al que no entiende porque es muy diferente a él, ya que tiene preocupaciones presididas por la rutina, la paga escasa, el pluriempleo, y la cotidianiedad de lidiar con los ataques que la prensa civil dirige a los ejércitos, lo que lleva a que se encierre en sí mismo: "mientras en la península los militares, como consecuencia de su difícil situación (desde la escasez de las pagas al exceso de ataques de algunos periódicos), generaban movimientos corporativos de autodefensa, que dieron lugar a la Ley de Jurisdicciones (1906), a la campaña de La Correspondencia Militar, contra los ascensos por méritos de guerra (1912), a las Juntas de Defensa (1917-22), y en alguna medida a la dictadura de Primo de Rivera (1923-30), en el Ejército de Africa se iba desarrollando una ideología (homologable a la de otros ejércitos coloniales, especialmente el francés) basada en el sentido de misión de aquellas fuerzas armadas que se autoconsideraban, simultáneamente, la avanzadilla de la cristiandad, los últimos conquistadores de Occidente, y al mismo tiempo, su reserva espiritual, el último pelotón que, en frase de Splenger, acabaría salvando a Occidente de su decadencia. No hace falta decir que ambas ideologías (la del militar peninsular y la del africanista), a la larga serían substrato legitimador de intervenciones militares, lo que ocurrirá en España en 1936 (y en Francia veinte años después)"267.
La generación de la guerra está formada así mismo por tres procedencias distintas según Julio Busquets: los procedentes de la segunda época de la AGM, los cadetes antiguos ingresados en el Ejército durante la República, y los alféreces provisionales. Según sus datos en 1936, cuando comienza la guerra civil, los militares de carrera eran 6.700. Al necesitarse oficiales se habilitaron alféreces profesionales, alcanzándose la cifra de 29.023 oficiales de los que murieron 3.000 en la guerra. Al acabarla 16.000 vuelven a la vida civil y 9.758 provisionales se quedan en el ejército donde son convertidos en oficiales de la escala activa, estudiando dos años en las academias de transformación los de las primeras promociones, y sólo ocho meses en la academia de Villaverde los de las últimas. Los provisionales en su mayoría son estudiantes que pertenecen a familias con nivel económico suficiente para pagarles los estudios, y provienen fundamentalmente de zonas rurales. Todo les predispone a una ideología marcadamente conservadora: "su formación básica (de 17 a 20 años) la dio la guerra. Y una guerra con aire de cruzada. Consecuencia: nacionalismo, anticomunismo, antiliberalismo y, sobretodo, un fuerte dogmatismo, lógico en quien durante años ha defendido sus ideas con armas en la mano"268
La primera generación de militares de la posguerra es la que ya se educa en la tercera etapa de la AGM. Educados por los vencedores cultivan una mentalidad muy conservadora, y crecen influidos por el recuerdo apasionado de la guerra civil. Sin embargo los problemas profesionales, las escasas pagas, la lentitud en los ascensos, y la escasez de medios, provocan que se tengan que pluriemplear y posibilita el que muchos de ellos accedan a estudios universitarios civiles facilitándose de esta forma mayores relaciones entre los civiles y estos militares que tienen diferentes puntos de encuentro. Julio Busquets destaca la importancia de la frustración profesional, y la válvula de escape que supone los estudios universitarios para muchos de ellos, lo que es positivo ya que por primera vez en la historia contemporánea se posibilita que los militares compartan de una forma regular espacios comunes con otros ciudadanos: "otro de los factores que disminuyeron el aislamiento, durante la época franquista, fue el estudio en la Universidad. La afición por el estudio universitario se desarrolló durante la década de 1960-1970 y entre los oficiales de postguerra, a los que la escasa actividad profesional (debido a la larga paz y el escaso presupuesto militar), junto a un oscuro porvenir (pues se solía ascender a comandante a los 44 años), hizo orientarse -o quizás evadirse- hacia la vida universitaria"269. Por otra parte Busquets señala otro importante factor al atribuir importancia a la expectativa de asistir a cursos en escuelas militares extranjeras, ya que según Lefever270 9.189 militares españoles son educados por los estadounidenses en virtud del pacto de mutua Defensa de 1953. Esta posibilidad fomenta el estudio de los idiomas, y de las preocupaciones puramente profesionales.
Mostrada la compleja composición y caracterización de las Fuerzas Armadas bajo el régimen de Franco, la segunda aportación del sociólogo militar, incorporada en su última edición, es situar el papel de las Fuerzas Armadas durante el régimen. En su opinión: "Franco utilizó a las Fuerzas Armadas como cantera política, en primer lugar porque allí estaban las personas que mejor conocía y en las que más confianza tenía y por lo tanto le era más fácil elegir a quien él consideraba adecuado al cometido que deseaba. Pero además había otra razón: los militares tenían un formación y una mentalidad parecida a la suya, y en la que era fundamental la subordinación, la disciplina, la lealtad personal, el orden, etc., una serie de valores que serían la ideología básica del nuevo régimen y que, a menudo, no eran más que la proyección, sobre la sociedad civil, de los valores o virtudes militares, por todo lo cual los militares serían, en principio, colaboradores idóneos para su sistema político".271 Para apoyar esta opinión utiliza los estudios de Viver Pi Sunyer y de Miguel Jerez272. Según el primero de 1936 a 1945 de 1.614 cargos políticos estudiados, 506 (el 31,32%) fueron ocupados por 257 militares. Según el segundo de 1938 a 1957 de 690 cargos estudiados lo fueron 256 (el 37,7%). El 47,4% de los ministros, el 42% de los subsecretarios, y el 33,4% de los directores generales hasta 1957 fueron militares. Busquets recoge más cifras; además del poder indiscutible del propio Francisco Franco, de los 114 ministros de Franco, 40 de ellos fueron militares, y el tiempo de ejercicio en general fue mayor que el de los civiles: Carrero lo fue 23 años, y ocho militares más de 10 años. Sólo en la primera década 106 gobernadores civiles fueron militares, y 326 militares a lo largo de la dictadura ocuparon 995 escaños de Procuradores en las Cortes. En su opinión se puede concluir que hasta 1965 la mayoría militar es clara en los gobiernos franquistas273. El resumen de Busquets es contundente en relación a este tema: "el Ejército español, que se reestructura durante una traumática guerra civil, es después, durante 40 años, utilizado políticamente al servicio de la dictadura. Ciertamente, la gran masa de la oficialidad no participa en estas actividades políticas, pero al hacerlo sus dirigentes y ser los ejércitos institucionales jerarquías, es inevitable que sus planteamientos políticos incidan en la oficialidad en alguna medida, y se produzca -al menos a los ojos del pueblo- cierto compromiso político entre el régimen y las Fuerzas Armadas. A éstas la situación les causó grave daño, ya que perjudicó su prestigio y popularidad alejándolas del pueblo"274.
El trabajo de Busquets es una referencia obligada porque señala dos aspectos importantes como son las diferencias internas de las FFAA españolas, y el dominio político de un sector de éstas sobre la sociedad, no obstante podría ser mucho más interesante. La actividad política de Busquets corta de raíz la reflexión de este académico, que únicamente se dedica a rescatar en el futuro el resultado de lo legislado en el Parlamento, sin elaborar ninguna teoría ni sobre la evolución interna de las FFAA, desde el punto de vista sociológico, ni de teorías sobre el control democrático, o la gestión política del área de la defensa, desde el punto de vista de la ciencia política.
Los trabajos de Jesús Ynfante (1976), y de Pere Vilanova (1980) se redactan en plena transición, coincidiendo en afirmar el destacado papel que la Institución militar está desarrollando en el proceso. El hecho de que traten las actitudes de ésta en la transición les obliga a referirse previamente a las características de las FFAA durante el franquismo, y por ello se rescata sus principales opiniones acerca de este aspecto. Ynfante275 señala que "un sector del ejército se siente, explícitamente árbitro de la situación y comprende que la hora de las opciones se aproxima" y Vilanova276 afirma que "sea como fuere, en el momento de la desaparición física de Franco, hay unanimidad entre todas las fuerzas políticas y sociales en el hecho de que la actitud de las FFAA será determinante a lo largo de toda la transición y particularmente en el período constituyente". Los dos estudios coinciden en utilizar fuentes próximas a la UMD, y por tanto de Busquets, y en destacar la fuerte tensión interna de las FFAA, que por muchos motivos condicionará su futura actuación.
Ynfante parte de la preocupación de que hasta bien entrada la década de los ochenta los tenientes generales que se vislumbran van a ser todavía oficiales que combaten en la guerra civil277, para implícitamente preguntarse sobre cuál será el papel que tendrán los ejércitos en la evolución del país. El motivo de este cuestionamiento apoya la opinión de Busquets sobre la importancia política de los militares en la sociedad española. Su perspectiva parte de la desconfianza sobre las declaraciones que con motivo de la Pascua militar realizan los tres ministros militares, insistiendo en que los militares no deben participar en política y que el militar que quiera hacerlo debe pedir la separación del ejército ya que en su opinión, "parecían olvidar el decreto de 4 de agosto de 1937, publicado en el Boletín Oficial del Estado n.291 y que todavía no ha sido derogado, que dispone en su artículo 5. apartado b que los generales, jefes y oficiales de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire en activo son militantes de Falange Española"278, además de que esa actividad política -continua Jesús Ynfante- se normativiza en la Ley Orgánica del Estado de 10 de enero de 1967 al encomendar a las FFAA la "defensa del orden institucional". Ynfante desconfía de esa "neutralidad" política que quieren presentar las altas jerarquías militares, e insiste para ello en recordar las represiones internas, y las depuraciones que las FFAA han sufrido en su seno hasta fechas muy recientes279
Es destacable en este trabajo la identificación de los diferentes sectores que componen los ejércitos que Ynfante realiza y especialmente el reconocimiento que desde 1965 hay un esfuerzo por parte de algunos militares de modernizar la fuerza para poder afrontar las futuras amenazas de la guerra moderna; destaca en este sentido la figura de Manuel Díez Alegría y del Alto Estado Mayor, y se refiere a la creación en 1964 del CESEDEN que tiene el objetivo de capacitar a los militares para que se conjunte la preparación y coordinación técnica de las operaciones militares de los ejércitos. También señala la fuerza de los diversos servicios de inteligencia militares de los que dice que existen once distintos280, relacionando una serie de Instituciones y nombres de militares que más adelante se tratan con más detalle por su indudable importancia en la preparación y el desarrollo de la transición política281.
Ynfante trabaja de una forma crítica la ayuda de los Estados Unidos sin valorar los posibles efectos positivos que puede tener ésta. En su opinión "España ha quedado subordinada militarmente a la voluntad y a los planes de la estrategia de los Estados Unidos. Después de los acuerdos de 1953, el régimen ha hecho entrega a los Estados Unidos de importantes trozos del suelo peninsular para bases americanas, terrestres, aéreas y navales, donde fueron acantonados más de 15.000 soldados y técnicos norteamericanos. Desde entonces, los Estados Unidos disponen de bases y abastecimiento, incluidos depósitos de bombas termonucleares, así como aviones y submarinos atómicos. La pretendida "modernización" militar llevada a cabo por el Régimen no corresponde en modo alguno a necesidades defensivas exteriores, sino todo lo contrario. La llamada "modernización" responde a objetivos tales como comprar a Norteamérica importantes cantidades de mercancía militar anticuada, a precio de oro, asegurándose las industrias militares norteamericanas unos beneficios fabulosos y pertrechándose al mismo tiempo las Fuerzas Armadas españolas para intervenir contra "el enemigo interior" en cualquier momento. La pretendida ayuda financiera norteamericana, acordada en virtud de los acuerdos de 1953, está íntimamente vinculada a la dominación militar de los Estados Unidos sobre el territorio de la península ibérica. Las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos han establecido en España un sistema de bases e instalaciones estratégicas que constituye, junto con Turquía, la red de bases norteamericanas más importante del Pentágono en un solo país fuera de los Estados Unidos "282.
Este tipo de comentarios muestran la confusión de Ynfante que por una parte señala la intención por parte de algunos militares influyentes por encaminar a las FFAA en la dirección de la profesionalidad, y de la modernización, y por otra pone en cuestión este mismo propósito, ya que en el fondo no confía en su capacidad de influencia, introduciendo motivaciones oscuras como el beneficio económico-imperialista de los Estados Unidos imperialista en el apoyo que han recibido durante un tiempo. Esta actitud que muestra claramente la desconfianza que sectores importantes de la sociedad tienen en relación a los ejércitos, y también el antiamericanismo de la izquierda española, evidencia a sí mismo que a pesar del esfuerzo por identificar los diferentes sectores que conviven en los ejércitos españoles, Ynfante no profundiza en ellos tratando de identificar ni sus por qués, ni las características de sus pautas de comportamiento, lo que facilita el que se pueda tener la impresión de que este autor en el fondo busca defender una idea predeterminada, en la que tiene que explicar una serie de notas discordantes, como la existencia de Díez Alegría o el CESEDEN en la cúpula de la Institución militar, como consecuencia de situaciones individuales que no responden al global de la evolución de la Institución.
La opinión que este autor tiene sobre cuál será la actitud de los militares durante la transición tiene diferentes aspectos, como la pluralidad de los militares misma demanda. Por una parte las FFAA "no se manifestarán en la práctica y, cuando tal opción se imponga el grueso de la oficialidad seguirá las decisiones de los grados superiores, siempre que a nivel de capitanías generales, no se produzcan disensiones"283 La disciplina será la nota general, aunque la mayoría de ellos esten disgustados por razones profesionales: por las irregularidades derivadas de la política de camarilla, por la estrechez de sueldos y la necesidad del doble empleo; por la desorganización y la insuficiencia de medios; y finalmente por "la conciencia de humillación que nace del contacto con un aliado como los Estados Unidos y la conciencia de vivir excluidos de los centros como la OTAN donde la estrategia general puede discutirse"284. Por otra, como ya se ha comentado anteriormente, otro sector del Ejército se siente árbitro, y sabe que el momento está llegando. Éste se inclina por la solución monárquica, y seguirá esta línea. Finalmente existe un tercero politizado ya sea hacia el falangismo, o hacia la izquierda en algún caso285.
La conclusión de Jesús Ynfante es que la situación del ejército es confusa. Sin líderes claros después de Franco, se sabe elemento decisivo, pero al mismo tiempo se ha profesionalizado, y tiene plena conciencia de su poca preparación y adecuación para asumir la función política286. Para este autor la muerte del dictador ha de acelerar el proceso democratizador irreversible de las Fuerzas Armadas en España, valorando de una forma positiva el papel que la aparición de la UMD puede desempeñar, ya que resquebraja al ejército como última base de apoyo del régimen, y de todo el contexto externo y hace ver que "en la sociedad burguesa actual, un Ejército no es, y no puede ser, un partido político, como no es y no puede ser "todo" el Estado. Es elemento ejecutivo por naturaleza, con función -y preparación- específica. Instrumento de la defensa exterior en casos normales. Fuerza de coacción suplementaria para imponer el orden o la obediencia civil colectiva en casos anormales, todo ello, por supuesto, dentro de esta sociedad clasista y burocrática"287
En el trabajo de Pere Vilanova también late la pregunta sobre cuál será la participación de los militares en una transición que todavía está en curso. Para ello analiza en su trabajo las características de las FFAA que afrontan esa transición, destacando del mismo modo que Busquets e Ynfante, el cambio que a partir de los años cincuenta empieza a vislumbrarse en las FFAA, y señalando la importancia de contar con una nueva generación de oficiales que no ha luchado en la guerra, y la importancia que la técnica, los estudios universitarios paralelos, y, en muchos casos, la necesidad de pluriempleo tiene para esos profesionales. Asimismo afirma, utilizando una perspectiva más optimista que la de Ynfante, que en esa evolución "lo decisivo va a ser la firma de pactos con los Estados Unidos, el fin del aislamiento internacional, y, por supuesto, las consecuencias del despegue económico"288. Recuerda Vilanova que el primer acuerdo de 1953 (renovado en 1963, 1968 y 1976) establece tres convenios: uno de ayuda mutua en la defensa, otro, relativo a la ayuda económica, técnica y militar, y el tercero, relativo al establecimiento de bases estadounidenses en España, y cuantifica según sus datos que entre 1953 y 1963 "más de quinientos millones de dólares se traducen en una ayuda a cada una de las tres armas"289; destacando en la década de los años sesenta los intentos más serios de reforma de la Institución: una nueva reglamentación que trata de reducir los efectivos, una mayor exigencia en la formación de la oficialidad, la creación del CESEDEN, y todo ello de la mano "de un proceso político que en esos años contempla el predominio del tecnocratismo y los intentos de institucionalización del régimen (que culminan en la LOE)"290.
¿Cuál es la intervención de las FFAA y de los militares, "aisladamente o en grupos", en la vida política del régimen, y a través de qué mecanismos y canales? En su opinión ésta pasa por la subordinación al caudillo, pero aceptándose la discrepancia organizada de altas instancias militares que han podido expresar su opinión; lo que produce la paradoja de que en un sistema político dictatorial que jamás puso en pie mecanismos para la expresión de la diversidad política, sólo a través de la alta jerarquía militar haya traducido las disidencias en el seno del franquismo, "de hecho, durante los casi diez primeros años del régimen, las dificultades más serias con que topa Franco en el seno del sistema que él dirige, vendrán de los generales, a través de los cuales prosigue el enfrentamiento entre las diversas familias políticas de la sublevación"291. A partir de la década de los cincuenta el problema cambia de carácter, por una parte porque la mayoría de los generales históricos han desaparecido de la escena, y, por otra, porque el ejército ha de resolver los nuevos conflictos sociales en el seno del régimen. De esta época se deriva fundamentalmente la corriente política mas significativa que se va expresando a través de organizaciones como la Hermandad de Alféreces Provisionales, y las Asociaciones de ex-combatientes, en respuesta a las nuevas generaciones que optan por la profesionalidad292.
En opinión de Vilanova la evolución de la Institución militar en los años siguientes debe ser contemplada plenamente en el contexto de la evolución del régimen. A lo largo de los años sesenta, y hasta la muerte de Franco, se van haciendo visibles diversas corrientes en el seno del generalato, "siempre de forma tamizada y velada, pero visible para la opinión pública", que se concretarán en palabras de este autor "en los "ultras" y los profesionalistas, distinción que probablemente no fuera aceptada como tal dentro del Ejército, pero que simbolizaba una situación de hecho"293. Como para Jesús Ynfante, para Pere Vilanova la situación del ejército en puertas de la transición es complicada, "la confluencia de los problemas profesionales, la necesidad de renovación de los pactos con Estados Unidos (que se produce en enero de 1976), las condiciones del abandono del Sáhara, y la situación de crisis general del régimen, ponen al Ejército en un situación de fuerte tensión, a la que se viene a sumar la aparición de la UMD, y sus consecuencias, dentro y fuera de la institución militar. Aunque muchos de estos incidentes y factores aparecen antes del 20 de noviembre de 1975, tendrán una importancia decisiva en todo el proceso de transición"294
Rafael Bañón295 en el prólogo al libro de José Antonio Olmeda (1988) resume los puntos más destacados que a su juicio éste plantea en el libro y que son: en primer lugar demostrar que durante el período franquista no ha cambiado profundamente la composición social de la institución: no hay un predominio de hijos de suboficiales como fuente de extracción de los cadetes296; en segundo lugar el tipificar las fuerzas armadas del sistema franquista como corporación en un Estado corporativo lo que posibilita su definición como actor social concurrente en el ejercicio del poder político: "en lugar de orientarse a lo más llamativo, el ejercicio del poder político, Olmeda desvela múltiples procesos de influencia de la institución y los militares como actor y grupo político respectivamente"; en tercer lugar la comparación con el resto de las administraciones muestra que "la institución militar, lejos de ser "el pariente pobre del régimen", como tópicamente ha sido definida, tuvo una situación privilegiada en todo el periodo. El incremento del gasto militar fue en este tiempo similar al del conjunto de la administración central"; finalmente afirma que el estudio concluye planteando una inquietante hipótesis que es que la transición política se estaba preparando en las fuerzas armadas desde los años sesenta. La creación del CESEDEN, y la adecuación acelerada a los pactos europeos y del Atlántico Norte, con la consiguiente apertura de vías de actualización, de modernización, de los sistemas de armas y de otros parámetros de la organización militar, potencia la profesionalidad y refuerza un eventual abandono del ejercicio directo de la política. En palabras de Bañón "se abre el camino para el cambio del papel militar, de actor corporativo privilegiado en un sistema sin partidos, a actor concurrente en una sociedad corporativista que adopta las decisiones por concierto, pero dotada de un sistema político de partidos y representación democrática"297.
Uno de los diferentes aspectos que Olmeda aporta con su trabajo es el de datar 1874 como el inicio de la profesionalidad del personal militar en España. El motivo de escoger esta fecha es que a partir de entonces el empleo militar se consigue en propiedad, y que se unifica la enseñanza militar con la creación de la Academia General Militar. A pesar de ello advierte que el modelo de profesionalidad que él califica de "liberal-conservador, tendencialmente apartidista", se irá asentando con lentitud, y de forma constante, aunque contradictoria.298
Un segundo aspecto a destacar es cuáles son los tres recursos que el autor cree que son imprescindibles para entender a las Fuerzas Armadas y su papel social en el período franquista: la consideración de las administraciones públicas como botín de guerra, la independencia funcional en el terreno organizativo, y, por último la institucionalización sistemática de la organización militar.299
Otro más es el estudio organizativo. En su opinión desde el punto de vista organizativo la separación ministerial tiene nefastas consecuencias. Es un exponente de la distancia entre los tres ejércitos, y provoca una adaptación desigual a las demandas del contexto (por ejemplo afirma Olmeda "al final del periodo que se considera, solamente la Armada, y en menor medida el Ejército del Aire, está en condiciones de integrarse en un ámbito de defensa internacional superior"). Además impide una suficiente unificación logística y operativa, y es contrario a criterios de racionalidad y eficacia que son características de la administración moderna. Todo esto ciega la planificación conjunta de las políticas de personal obstaculizando la superación del particularismo corporativo interno300.
En relación al proceso de incorporación de nuevos militares, Olmeda afirma que en el caso de las Fuerzas Armadas españolas durante el franquismo, éste es cualquier cosa menos un proceso coherente y sistemático. Es un proceso guiado por el incrementalismo, y en lo que lo importante no es la función, sino el número de las plantillas: "el proceso debería ser justamente el inverso, ya que los efectivos de una organización son contingentes por naturaleza". La política de personal es así reactiva y orientada a corto plazo, en lugar de responder al trinomio previsión-planificación-programación301. El diseño organizativo fragmentado de las Fuerzas Armadas favorece el crecimiento de la burocratización, y ocasiona un ineficaz rendimiento a causa de los diferentes centros de adopciones de decisiones. Este diseño organizativo fragmentado tiene como consecuencias que se dificulta la cooperación, posibilitando la competición y haciendo posible la coerción o la colusión entre las organizaciones que componen el sistema302.
Otro aspecto tratado por José Antonio Olmeda es el análisis del presupuesto militar del franquismo. El documento presupuestario que para este autor es el "corazón del proceso político", ya que al mismo tiempo es "una expectativa o aspiración, una estrategia, un precedente y una red de comunicación y control organizativos"303, y es uno de los elementos centrales para entender cuál ha sido el resultado de los diferentes compromisos y negociaciones, y en el fondo determina la autoridad y el poder de las diferentes instituciones que compiten por los recursos del Estado.
Según sus datos la magnitud del gasto militar presupuestario indica la división del franquismo en dos grandes periodos: una primera etapa de 1940 a 1953, en la que el porcentaje de gasto militar supera el 4 por 100 del PIB, y una segunda de 1954 a 1978 en la que no se alcanza esa proporción, si bien existe una estabilidad de la proporción del gasto militar presupuestario sobre el PIB en torno al 3 por 100 desde 1958 a 1978. Esto muestra un crecimiento continuo, aunque de menor intensidad que el gasto de la administración central, y "sugiere que la presentación institucional de las Fuerzas Armadas como "víctimas del desarrollo" o pariente pobre del régimen carece de fundamento objetivo, y oculta, al parecer, una gestión deficiente de los recursos financieros"304 En relación al presupuesto estatal el gasto militar aumenta hasta alcanzar el máximo del periodo los años 1945 y 1946 representando el 54 por 100 del total, y luego empezar a reducirse en dos etapas: la primera de 1946 a 1962 con un porcentaje siempre superior al 35 por 100, y una segunda de reducción paulatina hasta 1978 en el que éste supone el 24 por 100 del gasto.305
Al entrar a analizar los componentes del gasto Olmeda señala la importancia del gasto de personal, lo que quiere decir, que sobre todo en el ejército de tierra existen unas dimensiones excesivas de los efectivos. En el Ejército de tierra desde 1959 el porcentaje de gasto en personal no desciende del 65 por 100 del presupuesto del ministerio del Ejército, superando el 80 por 100 en 1968, 1969 y 1970, y descendiendo a partir de esa fecha pero siempre por encima del 70 por 100. En cambio en el Ministerio de Marina sólo supera el 55 por 100 en 1941, 1942, 1943 y 1968; y en el Ministerio del Aire sólo alcanza el 50% en 1965306. Para Olmeda estas proporciones son graves, y muestran los por qués del atraso tecnológico de las Fuerzas Armadas como conjunto. En su opinión, de todo esto se deduce la necesidad imperiosa de "impulsar no sólo las políticas de renovación de los sistemas de armas, y del material en general, sino también, y señaladamente, políticas de gestión del personal"; las quejas expresadas anteriormente "no hacen sino ocultar, interesadamente, la gestión defectuosa y militar bajo el franquismo, configurando una pesada herencia y un ámbito de incertidumbre para el liderazgo democrático"307
Las conclusiones de Olmeda a esta parte del estudio burocrático-presupuestaria son las siguientes: 1. Existe una racionalidad económica escasa en el Ejército de Tierra; 2. El comportamiento presupuestario de la burocracia, pasa de una situación de dominación, a otra de subordinación; 3. En el terreno organizativo, el diseño administrativo desagregado y las mentalidades profesionales institucionalizadas limitan la racionalidad; 4. El proceso de adopción de decisiones muestra un modelo rutinario, poca flexibilidad, y destaca por su estilo personalista; 5. Las Fuerzas Armadas son poco capaces de adaptarse a las exigencias impuestas a consecuencia de la adquisición de sistemas de armas perecederas que requieren planificación a largo plazo; 6. El hecho de que pese al descenso relativo de la influencia presupuestaria de la Institución Militar, se observe que el gasto real ha crecido indica que hay que ser prudente a la hora de establecer un análisis.308
José Antonio Olmeda también destaca las posibles motivaciones, y las consecuencias que supone especialmente para el Ejército de tierra el aumento de la edad de retiro en 1952. Esta medida permite la prolongación de la presencia de los militares que participaron en la rebelión contra la República, representando en cierta medida una decidida voluntad de asegurar el futuro en el sentido de impedir la evolución política. Este envejecimiento artificial de la oficialidad va en detrimento de la eficacia organizativa, de la incorporación de nuevas tecnologías y provoca un sentimiento de frustración entre los oficiales más jóvenes309. En su opinión "la gravedad de esta situación se acentúa si consideramos conjuntamente otras variables como el gran tamaño de algunas entidades corporativas, su anómala distribución jerárquica, la incertidumbre y la lentitud de las líneas de carrera. Las dificultades de la adaptación a los procesos de los cambios tecnológico y social suscitadas por la confluencia de todos estos factores, unido a que se configuran como obstáculos para el impulso de políticas de reforma, por sus repercusiones presupuestarias y por su incidencia sobre el clima organizativo, que enrarecen acusadamente, quedan, pues, de manifiesto"310
En relación a la formación continua de los militares españoles, especialmente Olmeda trata los de tierra, llamándole la atención la reducida franja de personal cualificado. El porcentaje de titulados en diferentes cursos de perfeccionamiento raramente supera así el 5% de los efectivos de cada arma, lo que para él contribuye negativamente al clima organizativo. El perfeccionamiento profesional no tiene cabida en las estructuras, lo que también genera una frustración de las expectativas y motivaciones individuales.311 En relación a la influencia de los cursos en el extranjero Olmeda no profundiza, pero afirma que se nota su influencia, especialmente en la fase 1957-1959, aunque su evolución es desigual y se advierte un claro descenso de su incidencia desde 1968312.
Finalmente este autor concluye su estudio afirmando que en el franquismo la legitimidad de las Fuerzas Armadas se ha sustentado por la coerción social ejercida por el poder político militar, más que por la profesionalidad de la organización o de los militares. Al mismo tiempo muestra su desconcierto con las complejidades presentadas por los últimos momentos del franquismo, en el que parece que los militares se apartan un tanto de los puestos calificados como de políticos, pero sin perder su autonomía, y manteniendo celosamente alejados a los civiles de la decisión en el área política de la defensa. Por ello afirma que "la tensión entre la dimensión deontológica de la profesionalidad y la capacitación técnica junto a la subordinación a los poderes civiles aparece así como uno de los puntos nodales a resolver por la transición y consolidación a la democracia"313.
El trabajo de Olmeda es el primero que profundiza en la lógica del funcionamiento interno de la Institución no solamente durante el franquismo, sino también en toda la literatura que analiza los ejércitos en España. Desde este punto de vista es muy útil, ya que entre otras cosas muestra como un civil puede llegar a conocer y analizar el funcionamiento de los ejércitos utilizando las habilidades con las que su profesionalidad le ha capacitado; derivándose del resultado de su estudio unas conclusiones que pueden redundar en el beneficio tanto de la Institución, como de la política de defensa. A todos aquellos que afirman que la Institución militar sale perjudicada en el franquismo porque no sólo no gobernó el Estado, ya que lo hicieron unos pocos militares a título particular, que además sacrifican a la Institución en el beneficio del crecimiento económico del país, Olmeda les contesta señalando que ello no es cierto. El deficiente funcionamiento de los ejércitos se debe a problemas de gestión internos de una Institución que mantiene dinámicas aristocráticas trasnochadas, especialmente en el Ejército de Tierra, y que no cuenta con los profesionales adecuados para ser gestionada adecuadamente.
Fernando Rodrigo (1989) y Felipe Agüero (1995) comparten entre ellos hipótesis similares de partida, ya que trabajan y discuten juntos en Madrid entre 1986 y 1987, que no coinciden con lo afirmado hasta el momento. Su posición pone en cuestión la importancia política de los militares en el ocaso de la dictadura, afirmando la "civilinización"314 del régimen, que condiciona la débil posición meramente reactiva que tuvieron las FFAA ante la transición política, lo que como se ha visto introduce la idea de que la transición política es posible porque agarra desprevenidos a los militares que no pueden evitarla. Sin profundizar en exceso en las características de las Fuerzas Armadas durante el franquismo estos autores se inician desde esta provocadora idea para explicar su visión sobre el resultado de la transición española, y sus diferencias con otras habidas en la América Latina315.
En referencia a las características de las FFAA durante el franquismo Rodrigo se fija de forma especial en la existencia de una división entre los militares franquistas al destacar el papel de los reformistas que se aglutinan en torno al general Díez Alegría316. Si bien no dice nada nuevo al explicar que una serie de oficiales discuten en torno al CESEDEN, preocupados fundamentalmente por la falta de operatividad de las unidades, por la inexistencia de una política de defensa, y por los problemas económicos y organizativos de las FFAA, si que hace un interesante aporte al trabajar, como se verá más adelante, los problemas que tuvo Díez Alegría para promover una Ley de defensa que trata de acercar la organización de la defensa española al nivel de la existente en países como los Estados Unidos o Francia317. En su opinión la elaboración y posterior discusión en Cortes de esta Ley pone de manifiesto que existen importantes diferencias a la hora de plantear el futuro profesional de los Ejércitos, tanto entre los altos mandos militares, como entre los diversos sectores del régimen; y por otra parte sirve para que los sectores reformistas de las FFAA descubran "que no sería posible una orientación profesional de los ejércitos que proporcionara a España una verdadera política de defensa sin que se produjera un cambio en la orientación del Gobierno".318
Del mismo modo que otros autores citados previamente, del estudio de Rodrigo se desprende también la gran importancia que el pacto con los Estados Unidos tiene para las FFAA españolas. En su opinión, en un primer momento, la ayuda americana supone una verdadera revolución para los ejércitos españoles, ya que "durante más de veinte años el acuerdo defensivo que unía España con Estados Unidos había sido la única válvula de oxígeno de que habían dispuesto las FFAA españolas"319, no obstante con el paso del tiempo la cantidad y la calidad de esa ayuda desciende notablemente, al mismo tiempo que crece la capacidad económica española, con lo que esta relación defensiva entra en vías de agotamiento: "a mediados de 1975 el atractivo que para los militares españoles tenían los acuerdos con los Estados Unidos era tan escaso como su potencial modernizador"320. Fernando Rodrigo apoya esta teoría afirmando a través del ministro Areilza que los militares no ven ninguna necesidad de continuar con los acuerdos con los Estados Unidos, afirmación que como se verá es de difícil aceptación.
Fernando Puell de la Villa (1997) en la biografía que realiza sobre el general Gutiérrez Mellado recorre la vida de este militar, mostrando los que son los aspectos que más influyen en su visión sobre los problemas de los ejércitos y sus posibles soluciones. En la línea de la mayoría de los analistas que ya se han ido describiendo, este autor afirma que Gutiérrez Mellado está impresionado por la pobreza y poca operatividad del ejército español, y por las condiciones laborales de éste que obliga a todo el mundo a pluriemplearse, y a él mismo a pedir una excedencia temporal para poder mantener a su familia. Gutiérrez Mellado es un oficial que "domina" el inglés y el francés, y que ya desde el año 1951 participa de las negociaciones con los Estados Unidos, realizando diferentes viajes, y cursos en los Estados Unidos que le amplían el horizonte profesional. Finalmente es uno de los militares importantes del CESEDEN, y colabora con el General Díez Alegría en orden a lograr la modernización, y profesionalidad de los Ejércitos, que han de apartarse del ejercicio de la política, aunque -como señala Puell- piense el general, que tengan las Fuerzas Armadas que "tutelar" la transición, para evitar posibles "saltos en el vacío"321.
Sabino Fernández Campo, en el prólogo del libro de Javier Fernández López hace una rotunda afirmación que contradice lo que Felipe Agüero y Fernando Rodrigo defienden: "en ninguna forma puede admitirse la afirmación, a veces repetida en determinados sectores, según la cual la transición democrática en España se realizó a pesar de las Fuerzas Armadas. Muy al contrario, éstas fueron precisamente el sostén para que se realizara el cambio que sin ellas tal vez no hubiera sido posible. Aceptaron el proceso con todas sus consecuencias, asumiendo lo que en ocasiones consideraban serios agravios y con el mérito indudable de que ello suponía renunciar a un pasado en el que había tenido una activa participación"322 Del mismo modo que Puell de la Villa, Fernández Campo está reconociendo implícitamente una evolución que se ha producido por una serie de motivos complejos, y que han permitido que la institución militar no sólo no se oponga a la transición, sino que la acompañe plenamente consciente de lo que está haciendo, y asumiendo que en un mundo que ha cambiado le toca asumir nuevos papeles.
Esta es la tesis fundamental que defiende Fernández López en su estudio, afirmando que las FFAA se apoyan en la jerarquía y la disciplina; y que la jerarquía que representaban el Rey -un oficial de la catorce-, Manuel Díez Alegría, Sabino Fernández Campo, Manuel Gutiérrez Mellado y otros fueron determinantes en el cambio de régimen político de la autocracia a la democracia.323
Como la mayoría de los autores analizados, Fernández también destaca el valor de la formación, y la influencia de los Estados Unidos en el caso español: "Un ejército anclado en viejas teorías, con una percepción del enemigo situado en el interior, con un despliegue dirigido a controlar a su propia población, con escasez de medios y exceso de personal, será más proclive a mantener la situación existente, mientras que un ejército con unos cuadros de mando preparados en las más modernas técnicas de actuación, con constantes intercambios con oficiales de otros países, con una clara percepción de la situación del posible enemigo en el exterior de sus fronteras, con un despliegue adecuado a ello, con plantillas de medios y personal acordes, será partidario de avanzar hacia un régimen democrático de forma pacífica. Una de las labores a desarrollar por todo Gobierno en las etapas de transición es lograr esta modificación en la preparación de los cuadros de mando del Ejército y si se logra se habrá avanzado mucho en favor del cambio"324
Con esta descripción el autor está volviendo a mostrar cuáles son los condicionantes de los ejércitos españoles durante el franquismo. Una serie de oficiales por la dinámica misma de la vida siguen anclados en ese pasado, y otros pueden aprovechar las nuevas condiciones y constituyen los ejércitos que se impulsan hacia el futuro. Lo que defiende Javier Fernández es que en el caso español, como se verá más adelante, son los segundos los que comandan, utilizando la disciplina y la jerarquía sobre los primeros, que por supuesto existen en gran número debido a las complejas características de las FFAA españolas durante el franquismo. En este sentido Fernández cree decididamente en la tesis de Huntington, citándolo expresamente en este sentido, ya que también para él cualquier avance que se haga en lograr un mayor grado de profesionalidad es contrario a la tentación intervencionista en política.325
Por otra parte Fernández se muestra de acuerdo con Felipe Agüero al afirmar que al final del franquismo el régimen franquista está apoyado por el ejército, pero no en que no es un régimen exclusivamente militar, ya que se ha reducido la presencia militar en los puestos políticos de la Administración civil. Los cambios sociales, económicos, culturales hacen que el ejército ya no sea un cuerpo monolítico, y éste no sólo no es eminentemente reaccionario, sino que incluso en su opinión, el grupo más numeroso de militares "son conscientes de la imposibilidad de un franquismo sin Franco". Con el apoyo fundamentalmente de este grupo y a consecuencia de la actuación como militar del Rey en sus primeros años de reinado es por lo que la transición según este autor puede triunfar, llegando a afirmar que "un Rey sin la formación militar adquirida por don Juan Carlos no hubiese tenido argumentos para poder dirigir los primeros momentos del paso de un régimen a otro como lo hizo. Actuando por sí o por otros en su nombre pudo imponer sus decisiones sobre algunos mandos militares cuando la voluntad de ellos no era coincidente con el rumbo que estaban tomando los acontecimientos"326.
Finalmente se hace referencia a las dos últimas publicaciones sobre las FFAA en el franquismo. Las dos tienen en común que han sido inspiradas por militares no académicos que narran sus propias experiencias. Eso tiene la ventaja del aporte de datos, en algunos casos inéditos, pero también las debilidades de la pasión personal que se desprende. Mariano Aguilar Olivencia (1999) hace un juicio bastante negativo de la etapa franquista, tratando de realizar un trabajo con apariencia científica327. Miguel Platón (2001) utiliza, como se ha comentado en otro capítulo, fuentes de diferentes oficiales generales para construir una historia demasiado "interesada", pero muy interesante, sobre todo por el aporte de datos concretos que desarrolla.
La visión de Aguilar no es nueva, aunque él la presenta con un espíritu catastrofista muy vehemente328. En su opinión las FFAA en el franquismo estan abocadas a una "funcionarización a ultranza"329 a causa de la precariedad de sus sueldos y de la inutilidad de su presencia, causando una "generalizada repulsa social": "así, el Ejército, al no estar a la altura de las circunstancias, perdió credibilidad, desde luego prestigio, pero sobre todo la estimación del pueblo, que vio en él, además de la representación del autoritarismo, todo un veneno de corrupciones y marginaciones"330
Los puntos fundamentales de su trabajo son: el rechazo a la politización de las FFAA; la diferenciación entre las élites militares a los que califica de "propietarios de los ejércitos"331, y los oficiales que tienen interés en ser "profesionales"332; el desarrollo de los problemas económicos personales de los militares, y materiales de los ejércitos; evidenciar que los militares desean una reorganización militar, pero que innumerables problemas internos lo impiden; mostrar -de acuerdo con Olmeda-, la deficiente gestión de los ejércitos; valorar lo importante que es el contacto formativo de los Estados Unidos, aunque negando la utilidad de la ayuda material en armamento, y medios de combate, que califica de obsoletos; y destacar la importancia de los militares que "piensan" como Díez Alegría y que colocan a las FFAA en una situación al final del franquismo de incorformismo por su situación, y de expectativas de cambios profesionales.
El aporte más interesante de este autor es la presentación de la encuesta realizada en enero de 1975 a la octava promoción, con motivo del veinticinco aniversario su incorporación a la AGM. De los 300 cuestionarios enviados son devueltos completados 157. La edad media de la promoción que "prácticamente acababan de ascender al empleo de comandantes" es de 45 años. La media de hijos es de 3,6, y éstos mantienen un nivel elevado "de conciencia religiosa". Los resultados de la encuesta los resume de la siguiente forma: elevada vocación militar; la mayoría cuentan con más de un título militar (55% 1 ó 2 , 20% 3 ó 4), y en menor medida uno o varios títulos civiles (12% superior, 26% medio); la mayoría han ejercido un pluriempleo (52%); entre sus anhelos están mejorar el prestigio del ejército, a través de una mejor organización y entrenamiento de las unidades; el 18% ha cursado Estado Mayor; el 13% posee algún idioma; el 6% ha hecho algún curso en el extranjero; el 3% más de un curso en el extranjero; el 49% piensa que no deben aislarse de la sociedad para mejorar la imagen y el 31% ser más eficaces en la función propia; el 47% reconoce que los civiles tienen prejuicios negativos contra ellos333.
Respecto al período franquista el libro de Miguel Platón fundamentalmente aporta dos cosas: en primer lugar una defensa cerrada de la idea ya defendida por Felipe Agüero y Fernando Rodrigo, de que las FFAA no tuvieron nunca funciones políticas, y que son militares individuales los que asumen esas funciones, ya que "los nombramientos eran personales, nunca como representantes de las Fuerzas Armadas"334. La constante que defienden es que se prescinde de los ejércitos, para las cuestiones de gobierno, participando muy poco en las tomas de decisiones: "la cuestión en definitiva, no es tanto del poder militar, como del poder que numerosos militares ejercieron durante el período histórico que abarca este capítulo"335 La segunda cuestión que aporta este libro, en relación a este tema, es el detallado tratamiento, y la cantidad de datos que se ofrecen sobre la ayuda estadounidense, y la influencia de los pactos con los Estados Unidos336. Platón hace una importante aportación recogiendo toda esta información, y destacando la importancia de la influencia en las mentalidades de la formación que los militares españoles reciben en los Estados Unidos. Así hace una reflexión personal sobre la impresión que le produjo en alguna ocasión el encuentro de oficiales españoles en Washington: "Era patente la admiración que mostraban por la forma en que la democracia norteamericana cuida algunos de los valores más sensibles para un militar profesional: el respeto a la bandera, la atención a las familias y el homenaje a los caídos. Estados Unidos era el ejemplo de una nación en la que resultaban compatibles las libertades políticas, la prosperidad económica, la excelencia militar y la firmeza antitotalitaria, contra los nazis primero y frente a los comunistas después. El modelo no podía dejar de tener influencia, no sólo profesional, sino también política"337.
168. Alpert (1982) anticipa este planteamiento. En opinión de este autor el plan de reformas del general Cassola es el más completo y moderno de la época y en muchos aspectos anticipa al de Azaña. El paralelismo entre Cassola y Azaña es asombroso. Los dos tienen una visión de lo que debe ser el ejército en su época, y a los dos se les acusa de sectarismo. En opinión de este autor las reformas de Cassola van incluso más allá que las de Azaña.
169. El terrorismo, los nacionalismos, y la preocupación por el futuro del país, suelen ser las causas que se citan como impulsoras del Golpe. No obstante no se debe despreciar como agente causal para algunos militares la política de subordinación del estamento militar al civil, y el retorno a los cuarteles. La ruptura de esta tradición también tiene un papel importante en elevar la temperatura mental de los impulsores del Golpe.
170. Ver el estudio de Blanco Valdés (1988).
171. Estas Reales Ordenanzas se mantienen en vigor hasta 1978 (aunque la mayoría de sus artículos han sido derogados con el transcurso del tiempo). Uno de los principales elementos que demuestran la intencionalidad de las Reformas de la transición es la modificación de esta vieja normativa, con el objetivo de dotar a la Institución de una normativa moral que recoja la tradición, pero que se adapte a los tiempos.
172. Ver el trabajo de López Garrido (1982) que insiste en este aspecto.
173. Payne (1977:11)
174. Headrick (1981:128-134)
175. Headrick concuerda con Payne al afirmar, que a pesar que numerosas opiniones sostengan que la historia de España ha sido anómala dentro del contexto europeo, lo cierto es que ésta se ha mantenido en las coordenadas principales del continente.
176. Ballbé matiza esta afirmación ya que a su juicio el ejército es una pieza integrada del sistema de poderes, precisamente aquella a la que se encomiendan las tareas más duras en la confrontación política interna.
177. Headrick (1981: 36)
178. Ver Ballbé (1983) y Risques (1995).
179. En el sentido definido previamente.
180. Nuñez Florencio (1990: 29-30)
181. Ballbé (1983: 247) ya había anticipado este punto de vista: "Han sido ya expuestas las bases del sistema de orden público y podemos ahora resumirlas en sus diversos puntos: la consolidación de una Administración policial militarizada: la utilización continuada de la Guardia Civil en reuniones y manifestaciones; conocimiento por la Jurisdicción militar de los actos que dimanen del susodicho cuerpo, así como de cualquier acción presuntamente injuriosa o delictiva cometida por paisanos contra aquel instituto militar encargado de funciones policiales; desprecio por parte de los gobierno turnantes de derechos como el de reunión o huelga como sistema de aminorar los conflictos, y también inviabilidad de una protección jurisdiccional de los derechos frente a los abusos o extralimitaciones de los funcionarios. Con todo ello se podía pronosticar ya que el modelo de Administración de orden público no servía más que para agravar los conflictivos problemas sociales y políticos, o para silenciarlos momentáneamente mediante la habitual política represiva".
182. Vanaclocha (1983).
183. Puell de la Villa en entrevista personal explica la obediencia militar, y por lo tanto la discusión y la crítica desde una perspectiva útil para la comprensión de lo que se está tratando: "los militares nunca obedecen.... eso no se entiende bien por los civiles... la forma de obedecer de los militares... lo que es disciplina militar.... el militar es un contestatario, y dentro de la milicia se favorece la contestación. La labor de los Estados Mayores es poner pegas, y colaborar a resolver las pegas. Para lo que nos educan en las academias, y después en la escuela de Estado Mayor, es para que el general, el que manda, trace objetivos. Entonces el general o por imposición del poder civil, de la Junta de Defensa Nacional... los políticos dicen hay que ocupar esta ciudad. Al general le mandan usted ocupe esa ciudad... y el reúne a su estado mayor, y dice he recibido la misión de ocupar la ciudad.... La misión viene impuesta desde arriba, y te la encargan a ti. Tu misión ... a partir de aquí tienes libertad de cómo ocuparla, y tienes unas fuerzas a tu disposición para ocupar la ciudad. La primera reunión del Estado Mayor es marear la perdiz, de cómo hacer esto, y qué fuerzas implicar, y esas son las grandes discusiones a las que asiste el general, que está allí sentado, y no habla. El general escucha y los otros se pelean... Se favorece la discusión. Al final convencen al general, o éste decide... La misión del Estado mayor es darle unas hipótesis de trabajo. El general elige ésta, y a partir de ese momento esa es la misión, y tienen que trabajar sobre la misión que ha marcado el general. En términos militares se llama la idea de maniobra. Antes de que el general elija esta idea de maniobra ha habido una discusión donde se favorece la discusión, porque el hombre necesita de que cuanta más discusión mejor para aclarar sus propias ideas. Una vez se ha acabado la discusión ya no se debate, se acata y se obedece. Incluso los que defendían otra alternativa, ya no defienden esa, sino que adoptan la nueva, y defienden con los dientes la idea de su general: en eso consiste la disciplina militar. En ser capaz de abandonar tu propia idea y colaborar en la otra, que puede que no sea la tuya. El general tiene la capacidad de decidir que ninguna de las alternativas planteadas es válida. La válida es la mía que es ésta..".
184. No puede hablarse con propiedad de política de defensa hasta la llegada de la democracia.
185. Entre los cuales Azaña destaca como una notable excepción.
186. Headrick (1981: 232-236) "Durante la segunda mitad de siglo se publicaron grandes cantidades de libros y folletos sobre cuestiones militares, debido al descenso de los costes de imprenta, al aumento de lectores en el país, y al creciente interés por las reformas militares".
187. El siguiente resumen nuevamente siguiendo el estudio de Headrick (1981: 232-240): servicio militar obligatorio para todos; servicio voluntario de un año con todos los gastos a cargo del voluntario; prohibición de toda actuación en política, salvo a lo que se refiere a los ministros, senadores y diputados militares; "los cadetes y oficiales no pueden casarse antes de la edad de 25 años, y entonces sólo lo harán depositando 4.000 pesetas en metálico, títulos del gobierno o bienes inmuebles con objeto de garantizar a las familias de los oficiales una existencia y un futuro decentes"; retiro obligatorio oscilando entre los 51 años para los tenientes y 72 años para los tenientes generales; ascensos por rigurosa antigüedad para todos los oficiales hasta el grado de coronel en tiempo de paz; todo oficial no declarado apto para el ascenso tres veces consecutivas habrá de ser expulsado; ascenso selectivo a partir del grado de coronel. Ascensos a general de brigada en cada arma proporcional al número de coroneles; supresión de grados honoríficos: supresión ascensos en masa; abrir las armas facultativas al sistema de ascensos por méritos en tiempo de guerra; reducir el número de oficiales a 8391 (exceptuando generales); establecer un auténtico cuerpo de reserva para caso de guerra; reducir el número de regiones militares de trece a ocho; reorganizar el Cuerpo de Estado Mayor.
188. López Domínguez, Martínez Campos, Daban, Jovellar, Primo de Rivera, Weyler y otros.
189. Estado Mayor temía por la disolución de su cuerpo, y Artillería se asustó ante la idea de perder los beneficios de su particular sistema de ascensos.
190. Ciudades que perdían sus Capitanías; clase media, sobre todo estudiantes, que se oponían al servicio militar obligatorio; y finalmente el mismo Cánovas que capitaneó la oposición.
191. Headrick (1981: 239)
192. Francisco Javier de Moya (1883:352)
193. Leopoldo Scheidnagel (1881)
194. Efeele (1901: 9)
195. Fernando Primo de Rivera (1898: 7-10)
196. Mayor Kunz (1909:8-11).
197. A + B (1898:23-25)
198. A + B (1898.:37-44)
199. Weyler (1909: 9-11)
200. Weyler (1909: 11)
201. Las tropas en Cuba llegan a ser de 181.000 soldados regulares y 70.000 voluntarios. Restándole las bajas por enfermedad se dispone de 111.000 regulares y 20.000 voluntarios. Datos A + B (1898: 67)
202 "De los distintos bandos que dicté, fue el más censurado el relativo a la concentración, que evitaba el inútil derramamiento de sangre de mis tropas y los desembarcos de armas y municiones del enemigo; esta medida no tengo necesidad de defenderla (...) los ingleses la copiaron en el Transvaal y los norteamericanos en Filipinas y en Cuba en la última intentona insurreccional, así como todo mi plan de campaña" Weyler (1909: 11).
203. A + B (1898:82)
204. Weyler (1909: 13) "Mi relevo se llevó a cabo sin que hubieran pasado los dos años que, al partir para Cuba, dije que necesitaba por lo menos para concluir la guerra; estando ya dominada la insurrección en las províncias de Pinar del Río, Habana, Matanzas y las Villas, y cuando me proponía conseguir lo mismo en el resto de la isla en la campaña de invierno, que entonces iba a emprender, terminada la trocha de Júcaro a Morón, que había prolongado hasta la laguna de la leche, y con la esperanza de que no había desembarcos que no fuesen capturados, por el estado de guerra y de la concentración".
205. Kunz (1909: 11)
206. A + B (1898: 106)
207. A + B (1898: 114)
208. A + B (1898: 124-127)
209. Primo de Rivera (1898:24)
210. Primo de Rivera (1898: 61-62)
211. Primo de Rivera (1898: 127)
212. Primo de Rivera (1898: 111)
213. Severo Gómez Núñez (1899: 115-117); Efeele (1901: 39)
214. Efeele (1901: 68-71).
215. Según Efeele (1901: 71) había 8.000 soldados regulares y 6.000 voluntarios (aunque la mayoría eran inservibles). Por su parte Kunz (1909: 85) cifra las fuerzas españolas en 7.200 hombres.
216. Severo Gómez Núñez (1899: 143)
217. Kunz confirma esta hipótesis (1909: 79) "La escuadra española sucumbió ante la superiorioridad de las armas americanas, pero el ejército lo hizo ante el hambre".
218. Severo Gómez Núñez. (1899: 144)
219. Nuñez Florencio (1990: 38)
220. Nuñez Florencio (1990: 74-76)
221. Nuñez Florencio (1990: 109)
222. Boyd (1990:33)
223. Alpert (1982:95-96)
224. Si bien esta no es la primera vez que las clases populares protestan contra los diferentes sistemas de reclutamiento.
225. En 1912 se cambia la Ley de Reclutamiento de 1885 -en buena medida a causa de las protestas de la Semana Trágica en Barcelona de 1909-, estableciéndose una lotería para fijar un cupo de filas, que servía tres años y un cupo de instrucción, que vuelve a casa después de recibir la instrucción básica. A pesar del intento de universalización se preserva el sistema de redención financiera, aunque con un cambio que aligera las responsabilidades de los hijos de las clases acomodadas.
226. Boyd (1990: 33)
227. Headrick (1981: 258)
228. Ballbé (1982:272-277)
229. Éstas nacen con el objetivo de acabar con los ascensos abusivos por méritos de guerra.
230. Ballbé (1983: 290)
231. Boyd (1990:23)
232. Cardona (1983:28-33)
233. José Luis Gómez Navarro (1991: 57)
234. Cardona (1983:80).
235. Boyd (1990:307) Esta opinión la confirma María Teresa González (1987:93) "¿Qué había pasado para que los políticos de la Restauración no representaran ni la opinión popular ni la de los grandes intereses financiero-industriales ascendentes? El sistema de Cánovas se había mostrado incapaz de renovarse a sí mismo y de vehicular a través suyo los intereses de las clases que habían ascendido con el desarrollo industrial de finales del siglo XIX y, sobre todo, con el impulso de la Primera Guerra Mundial. Todo se reflejaba en las reacciones ante el golpe que mostraban la necesidad que sentían estos sectores de reformar el sistema político."
236. González Calvet (1987:257-268).
237. Cardona (1990: 142-149)
238. Cardona (1983:115)
239. Se suprime la Ley de Jurisdicciones; se requiere de jefes y oficiales un juramento de fidelidad al régimen; se aprueba el famoso decreto de retiros; se estructuran las plantillas; se suprime la Academia General Militar; se suprime el Consejo Supremo de Guerra y Marina; se suprime la figura de Capitán y Teniente General, situando el grado máximo de la carrera militar en General de División.
240. Este tema está tratado en Cardona (1983, y 1990), y en Alpert (1982)
241. Alpert (1982:328)
242. Ballbé (1983: 336-351)
243. Ballbé (1983: 345)
244. Cardona (1983:212)
245. Borja de Riquer (1997: 38-65)
246. Borja de Riquer (1997:42-43)
247. Ballbé (1983:400-447)
248. Lleixà (1986:156-158)
249. Ballbé (1983:402)
250. Olmeda (1988:104)
251. Ballbé (1983:417)
252. Carme Molinero y Pere Ysàs (1992:33-34)
253. Borja de Riquer (1997:62-63)
254. Concordato con la Santa Sede (27 de agosto de 1953); Acuerdos militares y económicos con los Estados Unidos (26 de septiembre de 1953); Entrada en la UNESCO (1954), y en la ONU (8 de diciembre de 1955).
255. Carme Molinero y Pere Ysàs (1992:34)
256. Olmeda (1988:378)
257. Olmeda (1988: 96)
258. Olmeda (1988: 104). Este autor puntualiza acertadamente que estos valores definidos como "militares" también pueden encontrarse en otras organizaciones formales.
259. Busquets falleció recientemente a los 69 años (+21-07-01).
260. Institución que más adelante se describe.
261. Posteriormente publicada con el título "El militar de carrera en España" en 1967. Siempre polémico entre sus compañeros, para alguno muy amigo de Busquets, éste fue utilizado por los civiles, para otros lo que molestó de él es que utilizara datos del ejército para su tesis doctoral, e incluso, según entrevista personal con Puell de la Villa, que utilizara sin citarlas unas encuestas realizadas en la Academia General Militar por el entonces capitán Ricardo Marzo Mediano (Busquets agradece en la página 12 de la edición de 1984 el aporte de datos que obtuvo por parte del Ministerio del Ejército). Una muestra de los fuertes sentimientos que su presencia producía entre sus propios compañeros, es recordada por él mismo, cuando se discutió en términos bastante apasionados en 1981 si tenía el derecho de asistir al 25 aniversario de la promoción -la costumbre es que acudan todos se hayan retirado o no- (Busquets 1999:358-360)
262. Busquets (1999:78)
263. Siempre se recuerda desde posiciones militares que una de las causas del inicio de la guerra civil española fue el que no existiera esa unidad ideológica y de acción entre los militares. A pesar de reclamar esta uniformización, esto no tiene relación con la coordinación de los diferentes ejércitos que se organizan en tres ministerios militares totalmente independientes entre sí.
264. Busquets (1984:91)
265. Busquets (1984:95)
266. Busquets (1984: 96-98). Esta cita recuerda mucho a la anteriormente utilizada de su amigo y compañero Gabriel Cardona (1983:28-33).
267. Busquets (1984:101)
268. Busquets (1984:111)
269. Busquets (1984:234)
270. Busquets (1984: 240) Cita que ha servido para localizar la fuente que recoge la Ayuda Americana a España, y por tanto el número de militares que entre 1953 y 1982 fueron entrenados por los EEUU. E.W. Lefever (1976:87)
271. Busquets (1984:267)
272. C.Viver Pi-Sunyer (1978); y Miguel Jerez (1982)
273. Busquets (1984: 267-271).En Julio Busquets (1982), se incluyen la relación nominal de los ministros militares y el número de años durante los cuales ocuparon el cargo.
274. Busquets (1984: 275). En sus memorias publicadas en 1999 ofrece pocas lineas nuevas de análisis; si bien es verdad que aporta datos interesantes que avalan opiniones que son defendidas en este trabajo, y que oportunamente se mostrarán.
275. Ynfante (1976:116)
276. Vilanova (1980: 186)
277. Ynfante (1976:11)
278. Ynfante (1976: 111)
279. Ynfante (1976: 112-114) Desde Aranda, hasta Díez Alegría, pasando por Delgado Piñar, los alféreces expulsados en 1973, los arrestos de la UMD, y otros que cita.
280. Ynfante (1976:23)
281. Es curioso que en fecha tan temprana, aunque con algunos errores, cite los nombres de San Martín y de Quintero para el SECED; y de Cortina, Calderon, Ruiz Platero para el Alto Estado Mayor. Y que incluso no sólo cite la relación de éstos, Forja y la UMD, que ya Busquets había hecho pública, sino la relación de éstos con el Gabinete de Orientación y Documentación S.A (GODSA), que sirve de plataforma intelectual para Manuel Fraga en estos años como más adelante se verá con mayor detalle.
282. Ynfante (1976: 87) Son interesantes los datos que este autor reúne en fecha tan temprana sobre la ayuda americana a los ejércitos españoles.
283. Ynfante (1976:115)
284. Ynfante (1976:116)
285. El autor realiza una extensa descripción de la UMD, y de lo que ésta supone en el ejército.
286. Ynfante (1976:118). Lo que como se ha visto en la introducción, es una de las motivaciones que Finer señala como necesaria, para que los militares opten para retirarse a los cuarteles.
287. Ynfante (1976: 126-127)
288. Vilanova (1980: 171)
289. Vilanova (1980:171) A pesar de este dinero recoge la queja de "más de un alto oficial" de que se trataba de material viejo, y que la ayuda lo que provoca es que España fuera más dependiente.
290. Vilanova (1980: 172)
291. Vilanova (1980: 175)
292. Vilanova (1980: 183)
293. Vilanova (1980: 185)
294. Vilanova (1980:185-186)
295. Olmeda (1988: 12-14)
296. Esta afirmación contradice lo que Busquets afirmara, y que el mismo Janowitz en el prólogo de la segunda edición del libro del militar catalán señalara con más admiración: "El hallazgo más sorprendente de Busquets es la elevada tasa de autoreclutamiento de la profesión militar; inicialmente los hijos de los oficiales eran muy numerosos, pero progresivamente ha aumentado el ingreso de hijos de suboficiales" (Busquets 1984:6)
297. Olmeda (1988: 14)
298. Olmeda (1988: 98)
299. Olmeda (1988: 121)
300. Olmeda (1988: 135)
301. Olmeda (1988: 150-154) Olmeda distingue las políticas de personal de los diferentes ejércitos: "En resumen, puede afirmarse la inexistencia de una política de previsión de efectivos explícita en el caso del segmento burocrático del Ejército de Tierra, en el que ha reinado, al parecer, una gentil anarquía. En la Armada sí ha habido una política de previsión expresa, y se trata del segmento burocrático sobre el que más disposiciones de previsión se han promulgado, pero se han incumplido acusadamente. No obstante, destaca el caso del Ejército del Aire, pues es el único que efectúa una previsión y la cumple con rigor."
302. Olmeda (1988:238-240)
303. Olmeda (1988: 72-73)
304. Olmeda (1988: 202-203)
305. Olmeda (1988: 207-208) Según el autor hay que tener en cuenta que esta disminución es relativa, puesto que en términos absolutos hay una expansión del volumen de los créditos estatales en general y de los militares en particular. El descenso de la importancia relativa de la Institución se debe probablemente a la exigencia creciente de satisfacer demandas sociales por parte del Estado. Este descenso paulatino de la influencia presupuestaria también evidencia un cambio en el lugar que el Ejército ocupa en el Estado que según las palabras de Olmeda (1988: 254) "pasaría del dominio a la obediencia".
306. Olmeda (1988: 219-220) "Estos porcentajes vienen condicionados por el menor tamaño de estos ejércitos, por los distintos medios de violencia que administran, que requieren elevadas inversiones, y por el comportamiento de sus segmentos burocráticos respectivos"
307. Olmeda (1988:223) En relación a este tema Olmeda (1988:262) llega a presentar lo que para él es otra evidencia. ¿Cómo puede ser, se viene a preguntar, que el Ministerio del Ejército obtenga superávit presupuestario en la inmensa mayoría de los ejercicios, excepto en seis concretamente? Su respuesta es que dado que el superávit anual debe revertir al tesoro, o bien las necesidades organizativas se han aumentado artificiosamente, o se ha actuado con una racionalidad muy limitada.
308. Olmeda (1988:272)
309. Olmeda (1988: 297-298)
310. Olmeda (1988:309)
311. Olmeda (188:312) Distingue en titulaciones militares: carros de combate, guerra química, cooperación aeroterrestre, helicópteros, paracaidistas, esquiadores-escaladores, operaciones especiales y critografía; y titulaciones técnicas: automovilismo, geografía, administración de personal, informática, investigación operativa y deportes. Le llama la atención lo tardía de la aparición de las titulaciones en administración de personal (1973), informática (1967), e investigación operativa (1966).
312. Olmeda (1988: 338). Hace referencia a los cursos en el extranjero a través del análisis de lo publicado en la revista Ejército.
313. Olmeda (188:379)
314. Concepto aportado por Bañón y Olmeda (1985)
315. Lo que ha llevado a que entrevistados como Gabriel Cardona comentaran en entrevista personal que Agüero se confundía, y se había creido lo que le habían contado "los que mangonearon" cerca del poder. El argumento de ambos autores pivota sobre dos ideas fundamentales: la primera es que las FFAA no tomaron decisiones políticas conjuntas -olvidando que el ejército es una jerarquía, y que primero Franco, y luego el Rey es su Jefe Supremo- ; y la segunda que la transición toma a los militares por sorpresa porque sino la hubieran rechazado -con este argumento, entre otras cosas, están negando la posibilidad de la diversidad dentro de las fuerzas armadas, al mismo tiempo están atribuyendo a la Institución en general una actitud antisistema que por otra parte no demuestran-. Como se verá más adelante, la cuestión es mucho más compleja.
316. Con un comentario parecido al que previamente se recoge de Pere Vilanova, Rodrigo justifica la necesidad que sienten los militares españoles de dar una respuesta intelectual al lanzamiento a principios de los años sesenta de los Planes de Desarrollo: "de los que las Fuerzas Armadas fueron casi totalmente excluidas" Rodrigo (1989:48). Felipe Agüero califica a estos militares en diferentes ocasiones como "liberales reformistas". Como se verá más adelante este calificativo de "liberales" es controvertido porque tanto Díez Alegría como los demás que le secundan son militares franquistas a los que dificilmente se les puede dar este calificativo.
317. Rodrigo (1989:205)
318. Rodrigo (1989:220) "Esta reforma de la organización de la defensa y la modernización de los ejércitos estaban pensadas, afirma Rodrigo, para favorecer la orientación profesional de los miembros de las FFAA, que Huntington concibe como el mejor camino para alejar a los militares de la política" (1989:251)
319. Rodrigo (1989:263)
320. Rodrigo (1989:263)
321. Puell de la Villa (1997:166)
322. Fernández López (1998:21)
323. Fernández López (1998:30) Este autor se excede en varias ocasiones a lo largo del texto en el elogio a Sabino Fernández Campo, al que llega a considerar el segundo militar en importancia después del Rey. En todo caso lo que muestra es que la jerarquía militar, en cuyo vértice estaba Juan Carlos I, lideraba el tránsito y la agenda, si puede decirse que ésta existiera, que llevó a España a la democracia.
324. Fernández López (1998:45)
325. Fernández López (1998:42)
326. Fernández López (1998:48-49)
327. En entrevista personal con Busquets se muestra contrariado mientras ojeaba los cuadros sociológicos publicados por Aguilar, afirmando que esos eran los datos que él había publicado publicado en "El militar de carrera en España", y que Aguilar Olivencia no le citaba. La verdad es que no se ha contrastado este dato -aunque Mariano Aguilar a lo largo del texto cita reiteradamente el trabajo de Busquets-, en todo caso este comentario es significativo de la "desconfianza" de Busquets, y de la sensación que a éste le transmitía el trabajo.
328. Que concuerda con las características que Huntington señala como propias de la ética militar.
329. En este caso adopta el significado negativo coloquial de este término.
330. Aguilar Olivencia (1999:14)
331. Aguilar Olivencia (1999:130)
332. Y que a través del servicio militar hacen mucho en contra del analfabetismo, a favor de la educación en la higiene, y la formación profesional de los soldados. De éstos afirma: "Los militares nunca fueron los actores reales del poder y hasta vivieron en guetos, separados de los civiles e insuficientemente comprometidos con los avatares a que tenía que hacer frente el resto de la sociedad, circunstancia entre otras que les impidió conseguir una concepción cabal de la defensa nacional, a la que incmprensiblemente no renunciaban. Ellos sabían y sentían que eran pobres y desvalidos, pero no querían que trascendiera su situación real" (1999:134)
333. Aguilar Olivencia (1999:146-156)
334. Miguel Platón (2001:176)
335. Miguel Platón (2001:180)
336. Se utiliza extensamente esta información al comentar la Ayuda de los Estados Unidos a las FFAA españolas.
337. Miguel Platón (2001:170)
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