Título: Guante de seda, mano de hierro en las relaciones argentino-chilenas

Fecha: 17/09/2001
Idioma: español

GUANTE DE SEDA, MANO DE HIERRO EN LAS RELACIONES ARGENTINO-CHILENAS
Clara Byron
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Introducción
El escenario de las relaciones internacionales de la última década muestra avances importantes en la causa de la Paz entre las naciones. La desintegración de la Unión Soviética quitó inminencia a la posibilidad de una guerra nuclear y parecería haberse abandonado la idea de realizar guerras como las que el mundo conoció en la primera mitad del siglo pasado.
Los procesos democráticos en curso de los Estados evidencian una clara revitalización, al mismo tiempo que se comprueba en sus dirigentes una actitud más predispuesta al diálogo y a la negociación en la solución de sus diferencias.
No obstante, el surgimiento de viejos antagonismos contenidos, en diversas partes del mundo, motivaron enfrentamientos locales de variada intensidad y nuevas formas de agresión; amenazas que deterioran a las sociedades de nuestros días.
Por otra parte, la tendencia internacional de la mundialización económica y los avances tecnológicos de la informática relativizaron las fronteras nacionales haciendo a los países más interdependientes, y generando acuerdos y tratados de integración entre ellos a fin de enfrentar las nuevas exigencias económicas en un ambiente de gran competitividad. Se podría decir que, en este sentido, la economía está contribuyendo fuertemente a la causa de la Paz.
Pero al mismo tiempo esta integración provoca la extensión de las fronteras económicas dentro de las cuales se ubican los intereses de la nación que, en el caso de sobrepasar las físicas y de acuerdo a la importancia de las inversiones comprometidas, pueden transformarse en vitales y ser fuentes de futuros conflictos.
Además, dentro del continente americano y particularmente en Sudamérica a pesar de los lazos históricos y culturales (idioma, religión, etc.) que unen nuestros países subsisten todavía situaciones limítrofes por resolver. Éstas han sido el origen de crisis u choques armados de baja y mediana intensidad, que se han aplacado gracias a una decidida acción internacional pero aún continuan siendo de acentuado potencial conflictivo. En consecuencia debe ser prioridad de los gobiernos implicados y de sus respectivas cancillerías tratar de resolverlos pacíficamente cuanto antes.
En el Cono Sur las relaciones militares argentino-chilenas han oscilado entre la acción conjunta contra un enemigo común en sus luchas por la independencia y la confrontación armada entre elementos de ambas naciones en Laguna del Desierto. En la actualidad puede considerarse que pasan por uno de sus mejores momentos. Políticamente tratan de consolidar sus reconstituídos sistemas democráticos y de mejorar sus vínculos con los países vecinos. Los intercambios de todo tipo se han intensificado, cada vez son más las instituciones oficiales y privadas que se interrelacionan y son numerosos los acuerdos de diversa índole para incrementar la cooperación bilateral, la confianza y así superar las diferencias del pasado.
La finalidad del presente trabajo es demostrar, en primer lugar, que esta mayor vinculación e interdependencia no significa de ninguna manera que las posibilidades de conflicto entre ambas naciones se hayan eliminado. Por el contrario la amplitud y complejidad de los temas que componen estas relaciones, la diversidad de personal que interviene y los intereses que las animan pueden hacer surgir divergencias naturales que deriven en crisis de nivel nacional y éstas , a su vez, según los intereses afectados, en un conflicto de mayores proporciones.
En segundo lugar, que un desequilibrio pronunciado de fuerzas entre Estados vecinos que aún no han superado resentimientos originados en anteriores disputas predispone a más conflictividad entre las relaciones de cualquier naturaleza de ambos países y por consiguiente es necesario extremar las medidas de creación de confianza mutua para disipar percepciones de amenazas antes que se adopten medidas para contrarrestrarlas.
Y por último, pero más importante, demostrar la necesidad imperiosa y urgente que deben sentir las autoridades responsables de instrumentar la Defensa Nacional, de planificarla adecuadamente y de contar con el poder militar capaz de contrarrestrar las amenazas externas a lo que constituyen los intereses nacionales.
La Política de Defensa Chilena
La publicación del Libro de Defensa Nacional, a fines de 1997, por parte del gobierno chileno constituyó una novedad digna de ser considerada por sus influencias para los países de la región.
En principio se piensa que es uno de los documentos nacionales más consensuados producidos por la sociedad chilena por ser el resultado de un proceso de reflexión efectuado por un grupo selecto de especialistas, tanto civiles como militares, de los diversos campos de acción del Estado.
Este proceso de gestación con activa participación ciudadana asegura que los conceptos expresados en él, serán compartidos por la mayoría de la población y reflejen realmente el pensamiento general lo que es importante cuando se trata de Defensa Nacional. No hay duda que una vocación especial y un consenso unánime sobre la necesidad de contar con este documento motivó su realización.
En él se define la política de defensa como "el conjunto de principios y criterios con que el Estado concibe la Defensa Nacional con vistas a preservar la soberanía e integridad de nuestro territorio y lograr los Objetivos Nacionales"(1). Establece también que debe ser "una política de Estado elaborada a la luz de la Apreciación Global político-estratégica" (2).
Establece como Objetivos Nacionales Permanentes a:
- "La permanencia de la Nación chilena.
- La conservación y el enriquecimiento de su identidad y patrimonio cultural.
- La mantención de su independencia política
.
- La mantención de la soberanía del Estado de Chile
.
- La mantención de la integridad del territorio nacional.
- El logro y mantención de un desarrollo económico alto, sostenido y sustentable
.
- El logro de un desarrollo social acorde con el desarrollo económico, sobre la base de la capacidad individual e iguales oportunidades para todos.
- La mantención de una convivencia ciudadana pacífica y solidaria.
- La mantención de buenas relaciones internacionales"
(3).
De estas metas generales se deducen los Objetivos Actuales o políticos que son los criterios que enmarcan la acción de los gobiernos de la época. Ambos objetivos, permanentes y actuales, son la base de un documento analítico llamado "Apreciación Global Político - Estratégica" de la que se deducen las oportunidades de cooperación con otros países y las hipótesis de conflicto en caso de divergencias.
A continuación determina que son Objetivos de la Defensa Nacional:
- "Conservar la independencia y soberanía del país.
- Mantener la integridad territorial de Chile.
- Contribuir a preservar la institucionalidad y el Estado de Derecho.
- Resguardar, fortalecer y renovar nuestra identidad histórica y cultural.
- Crear las condiciones de seguridad externa fundamentales para lograr el bien común de la Nación.
- Contribuir a desarrollar, equilibrada y armoniosamente, el Poder Nacional.
- Fortalecer el compromiso ciudadano con la Defensa.
- Apoyar la proyección internacional de Chile.
- Contribuir a la mantención y promoción de la paz y la seguridad internacionales, en acuerdo con el interés nacional" (4).
y seguidamente indica que además de una política diplomática activa a favor del desarrollo y la paz se debe mantener una Política de Defensa no agresiva, pero sí disuasiva manteniendo fuerzas debidamente equipadas y entrenadas suficientes para prevenir y neutralizar cualquier amenaza externa o repeler una eventual agresión exterior, en el lapso más corto y con los menores daños posibles para el país, e imponiendo condiciones favorables para el restablecimientos de la paz.
La definición de los Objetivos Nacionales, la Apreciación Global Político-Estratégica, los objetivos de la Defensa, la determinación de las hipótesis de conflicto y las tareas de planeamiento que de ellas derivan responden a un claro método de razonamiento que no difiere sustancialmente del aplicado en otros Estados.
Donde sí conviene detenerse y analizar un poco más profundamente es en lo que se refiere a la Política de Defensa de Chile cuando expresa que "el plano político-estratégico es de carácter disuasiva y su orientación fundamental es defensiva"(5) a continuación aclara que "la disuasión más eficaz es aquella que insinúa la potencial capacidad de vencer. Es decir, la mejor forma de disuadir es preparándose para conseguir la Victoria" (6)
El concepto de disuasión, como modo de estrategia, es tan antiguo como el hombre en su acción de enfrentar al hombre. Raramente ha sido evocado por los tratados de arte militar. La disuasión es, en efecto, un modo estratégico bastante particular porque se atribuye como fin hacer desistir a otro de actuar contra nosotros haciéndole tomar conciencia que la empresa, que el proyecto es irracional.
Si bien el concepto actual de disuasión incluye todas las capacidades que el país disuasor posee, las fuerzas armadas juegan un papel fundamental para lograr el efecto buscado. Además el concepto de disuasión debe tener como componentes el concepto de credibilidad y el de capacidad de vencer, credibilidad en cuanto a la decisión del empleo de los medios de defensa disponibles y capacidad potencial de vencer para desanimar al agresor de obtener objetivos aceptables en la relación costo-eficacia.
Prácticamente, y apartándose de un juzgamiento moral, el único criterio de racionalidad aplicable a las conductas humanas, en política como en todo otro dominio, es el del interés. Obedeciendo al sentido común, toda empresa política se justifica si la esperanza de ganar es superior a los riesgos y a las oposiciones que ella encontrará necesariamente.
Notemos que para el que decide agredir se trata de comparar no lo que está en litigio y el costo del conflicto sino las esperanzas de ganar y los daños que se estiman como probables y que se presentan como inciertos. Estas incertidumbres son las que juegan un papel decisivo en la maniobra disuasiva.
Todo lo que se ha dicho sobre el análisis comparativo de los riesgos y de las esperanzas de ganar, que determina toda estrategia y fundamenta la disuasión, supone que la conducta del adversario obedece a motivaciones racionales. Esto supone que los adversarios utilizan los mismos criterios para juzgar lo que es racional que, al fin de cuentas y más allá de los valores de referencia, la conducta política del eventual adversario será similar a la nuestra. No obstante, no debe descartarse la posibilidad de conductas inesperadas.
Si la disuasión no logra su finalidad, la necesidad de vencer en la confrontación armada se impone y, por lo tanto la actitud defensiva pasa a ser una de las que se puede adoptar para obtener la victoria. De ninguna manera puede pensarse que por mantener una política defensiva, luego de fracasar la disuasión, se renunciaría a la acción ofensiva si se cuenta con la superioridad de medios.
Todas estas reflexiones conducen a la necesidad de tener permanentemente fuerzas armadas entrenadas y equipadas con los medios adecuados para obtener la superioridad sobre los potenciales adversarios y sus probables aliados, y esto es lo que hace Chile.
La defensa de Chile evidentemente constituye un caso singular. Su historia y su geografía se conjugan para presentar a quienes deban planificarla un problema muy complejo. En efecto, Chile ha tenido conflictos armados con Bolivia y Perú y ha estado a punto de tenerlos, en varias oportunidades con Argentina. Estos conflictos dejan heridas en la conciencia de los pueblos muy difíciles de cicatrizar. Es probable que se piense que en el caso hipótetico de un nuevo enfrentamiento armado difícilmente sea contra uno solo de sus vecinos. Por otro lado su extenso y fragmentado territorio, continental y marítimo, presenta dificultades severas para las comunicaciones, desplazamientos, apoyos, etc. que constituyen serias vulnerabilidades.
Estas circunstancias probablemente justifiquen la preocupación de las autoridades chilenas de crear una conciencia colectiva en la ciudadanía de contribuir a la defensa y seguridad de la nación en forma activa y de mantener fuerzas armadas acordes con las exigencias de su Política de Defensa.
Estado de la Defensa en Argentina
"Las Fuerzas Armadas no estarían en condiciones de actuar durante más de 24 horas y sólo podrían hacerlo dentro del territorio nacional, si se llega a producir un conflicto. Así lo informó ayer al Congreso Nacional el Jefe del Estado Mayor Conjunto, Teniente General Mario Cándido Díaz, según confiaron a La Nación fuentes legislativas" (7)
Después de la derrota en las Islas Malvinas los gobiernos constitucionales, por diversas razones, no lograron efectuar la reforma militar necesaria para reconstruir un poder militar que asegurase cumplir adecuadamente una de las funciones básicas que les asigna la Constitución Nacional. Durante el gobierno del Dr. Alfonsín no existió un clima propicio para ello pero se efectuaron recortes presupuestarios que deterioraron más la capacidad defensiva de las fuerzas. Durante su mandato se promulgó la Ley de Defensa Nacional 23.554, en abril de 1988, pero no pasó de ser enunciativa y sin atacar el problema de fondo. Durante el gobierno del Dr. Menem tampoco se logró implementar un plan coherente e integral de reforma militar. Se suprimieron unidades, se trasladaron otras pero nuevas restricciones presupuestarias redujeron el entrenamiento de las tropas y el mantenimiento de los elementos. En marzo de 1998 se sancionó la Ley 24.948 llamada de Reestructuración de las Fuerzas Armadas que intentó establecer bases políticas y funcionales para la reforma. Además "La Ley dispuso un crecimiento del presupuesto de defensa del 15% en 5 años, un 3% por año. Esa disposición no se ha cumplido como tampoco se han concretado los demás objetivos de la ley" (8).
El Dr. Carlos Escudé refiriéndose a la política exterior del gobierno del Dr. Menem escribió: "Esta política no puede ser interpretada razonablemente por ningún vecino de Argentina como una amenaza a su seguridad (por ejemplo, bajo el argumento de incrementar la adquisición de experiencia militar) dado que ella no sólo viene aparejada con el desmantelamiento de un proyecto de misil balístico y con la aceptación total de salvaguardias nucleares sino también con:
-una reducción del presupuesto militar;
-la eliminación del servicio militar obligatorio;
-el virtual desmantelamiento de la industria militar argentina (que generaba pérdidas económicas crónicas pero que producía, entre otras armas, tanques bastantes efectivos) y
-un esfuerzo coherente por institucionalizar medidas de construcción de confianza (CBMS) y mecanismos de seguridad cooperativa en el hemisferio, la región y la subregión" (9).
Todas estas medidas de gobierno no hacen más que avalar la situación de colapso sintetizada por el Teniente General Mario Cándido Díaz, en su momento.
Por otra parte, la constante prédica de muchos altos funcionarios nacionales que ya no existen las llamadas "hipótesis de conflicto" crea en la sociedad el sentimiento de vivir sin tener necesidad de preocuparse por la seguridad de la nación, y algo que es más inquietante aún es la pasividad que se percibe en las más altas autoridades nacionales, civiles y militares, en resolver el problema. Ya han transcurrido casi veinte años del momento en que se planteó la necesidad de la reestructuración de nuestras fuerzas armadas.
Es un error político-estratégico grave, vivir pensando que con no provocar a nadie disfrutaremos de una paz permanente y no necesitaremos de fuerzas armadas, como lo es también suponer que es suficiente para éstas el entrenamiento que proporcionan las llamadas Misiones de Mantenimiento de Paz y las medidas de fomento de la confianza mutua.
Las acciones para la defensa de una nación y la preparación de los medios para ejecutarlas no pueden improvisarse y tienen un costo económico que es inevitable asumir aún cuando se aprecie no tener amenazas externas creíbles. Las crisis son imprevisibles pueden ser creadas y pueden degenerar en conflictos muy rápidamente. Los ingleses a comienzos de 1982, no deben hacerse sentido frente a una amenaza argentina creíble.
Además, desmantelar la industria militar es un acto de irresponsabilidad del gobernante desde el momento que él no puede garantizar la ausencia de futuros conflictos armados de su sociedad, como tampoco la adquisición oportuna de los medios en el extranjero para enfrentarlos.
Por otra parte, la experiencia de los últimos años demuestra que uno de los motores más eficientes para el desarrollo económico ha sido la industria de armamentos que conlleva a un triple beneficio: impulsa la investigación científica y tecnológica, su exportación produce divisas y es además, una fuente importante de trabajo.
Las Relaciones Argentino-Chilenas
Como se expresó en la Introducción ellas pasan por uno de sus mejores momentos y es de desear que continuen mejorando. La convivencia pacífica es fundamental para el desarrollo de los pueblos. Lamentablemente los intereses comunes y sobre todo si se los considera vitales, producen situaciones de confrontación que pueden originar un conflicto y que la diplomacia, en primer lugar, debe resolver.
Superadas en gran medida las diferencias por cuestiones territoriales y de límites queda un último punto en vías de resolución que son las negociaciones por los límites en los Hielos Continentales entre el Monte Fitz Roy y el cerro Daudet que por la modalidad de la negociación, incluye a ambos Parlamentos en la búsqueda de la resolución, se espera se haga sin mayores inconvenientes.
Pero existen sectores de las sociedades de ambas naciones que no han quedado satisfechos con la resolución de los conflictos limítrofes y realizan una acción que las autoridades responsables de la conducción política deben seguir de cerca. Así leemos la opinión de José Miguel Irrazabal Larrain en su libro "La Patagonia. Errores geográficos y económicos" (Santiago de Chile, 1930) que expresa:
"Como la vida de las naciones con más razón que la de los individuos, está sujeta a tantos contrastes, es menester que las futuras generaciones no pierdan de vista que ante la honestidad que debe presidir las relaciones entre los pueblos, el tratado de 1881, que entregó sin compensación la Patagonia toda a Argentina es nulo.
Chile no debe olvidar a este respecto que, aún más que los tratados, es dueño "por naturaleza" al menos de todos los valles y montañas que encierran corrientes de agua que se dirigen al Pacífico y que están así situadas al "Occidente" de los Andes, tenemos que, aparte de su proverbial feracidad y riqueza, suman en su conjunto una extensión considerable, de que se ha visto despojado por el fallo de 1902, en este punto a todas luces arbitrario.
Y así como la propia Argentina tenazmente incluye, para memoria de sus hijos, como porción efectiva de un territorio al de las Islas Malvinas a cuyo dominio creen tener derecho y las que sin embargo conserva en su poder desde hace un siglo (1833) la poderosa Inglaterra, aguardando siempre aquella el momento que esta teórica aspiración llegue a convertirse en una sólida realidad; así, siguiendo la lección dada por Argentina, debemos mantener vivaz el recuerdo de los derechos y de los títulos chilenos y no hemos de abandonar la esperanza de que, por uno de esos bruscos cambios de orientación de los espíritus, más que por la nivelación de fuerzas materiales, suene al fin la hora en que, siquiera en parte, las vastísimas extensiones de que Chile ha llegado a ser desposeído vuelvan a integrar el patrio territorio, engrandeciéndolo" (10).
Más recientemente Chile publicó el Atlas de Historia de Osvaldo Silva donde "muestra un Chile moderno (Revista Militar Nº 731), un mapa en el que aparece como territorio chileno toda nuestra Patagonia, parte de nuestras provincias centrales (La Pampa y Córdoba) y el Noroeste Argentino que corresponde según el autor, tenían la Capitanía General de Chile y el Virreinato. Luego el mismo mapa señalaba que toda la Patagonia fue cedida por Chile en 1881" (11).
Como vemos, la insatisfacción sobre las soluciones adoptadas en los conflictos limítrofes se mantienen vivas en algunos espíritus y en alguna medida continúan siendo fuentes de futura controversias.
En lo que se refiere al sector antártico reclamando por Chile dentro de los límites del casquete constituido por los meridianos 53º y 90º de longitud Oeste de Greenwich se superpone, en parte, con el sector reclamado por Argentina. Si bien estas reclamaciones se encuentran congeladas cuando se las trate, si se las trata alguna vez, ocasionarán divergencias.
Además de estas diferencias que podríamos llamar de carácter histórico, el proceso integrador que se manifiesta actualmente entre ambas naciones configura un mejor escenario para resolver disputas al crear mecanismos de solución de controversias. Pero a su vez el flujo de inversiones en ambos sentidos, sobre todo en los sectores considerados estratégicos como el de la energía y el del transporte son motivo de especial preocupación de los gobiernos por los problemas políticos y diplomáticos que crearía, por ejemplo, una mala distribución.
La radicación de inversiones en el exterior crea preocupación sobre su seguridad. Los intereses nacionales ya no están sólo dentro de las propias fronteras ya se han producido manifestaciones al respecto. Leemos: "Las fuerzas armadas (chilenas), por su parte, desde su perspectiva de instituciones no deliberativas, no se han mostrado oficialmente contrarias a las instancias de integración desarrolladas por el gobierno chileno. No obstante han mostrado su preocupación por los nuevos conflictos que podría generar esta creciente interdependencia, fundamentalmente económica, de no existir los resguardos adecuados" (12).
A estos nuevos factores de conflicto podemos agregar los que puedan brotar de la presión inmigratoria, la circulación de mercaderías, la depredación del medio ambiente con consecuencia sobre el vecino, etc. En resumen, el flujo de capitales, la interdependencia ambiental y el mutuo suministro de bienes y servicios son ejemplos de relaciones de complementación económica y comercial no exentas de gérmenes conflictivos.
En los últimos años Chile ha efectuado compras significativas de armamentos tales como tanques y aviones de combate (13), además de misiles aire-aire de largo alcance (14) y ha desarrollado conjuntamente con Gran Bretaña el misil Rayo de un alcance de 40 Km. lo que ha causado preocupación en los medios diplomáticos y militares de los países vecinos. Las explicaciones que son armas defensivas destinadas a reemplazar material obsoleto, no han conformado a nadie. Por otra parte, no hay una frontera clara y universalmente admitida entre las armas defensivas y las armas ofensivas. Todas pueden ser utilizadas en cualquiera de ambas formas dado que esta clasificación representa solamente la finalidad de su empleo.
Estas consideraciones tienen importancia cuando se trata de la percepción de las amenazas. Por ejemplo: "si se toma en cuenta el caso de la relación entre Argentina y Chile puede ejemplificarse el concepto. La sanción de la ley del servicio militar voluntario en Argentina fue analizada por Chile como una nueva muestra del deseo argentino de contar con fuerzas armadas altamente profesionalizadas, lo cual representa para Chile una seria amenaza. Sin embargo para Argentina, en realidad fueron los hechos y consecuencia del "caso Carrasco" lo que condujeron a una rápida sanción de la ley del voluntariado. Del mismo modo pueden observarse las declaraciones de un ex-jefe del Estado Mayor de la Armada Argentina que en 1956 cuando estimó como una hipótesis del conflicto que las fuerzas armadas chilenas invadieran la Argentina para defender los intereses de las empresas chilenas que operan el área energética argentina. Del otro lado de los Andes al consultárseles sobre ello, explicaron detalladamente la imposibilidad de que Chile mantuviera ningún tipo de fuerza de invasión por un período que se extendiera más allá de unos días, por carecer de equipamiento y hombres para ello.
De esta manera se observa que a pesar de la creciente cooperación en materia económica y comercial y de los esfuerzos realizados a nivel de política exterior de seguridad, se mantienen hipótesis de conflicto. Si el proceso de integración supone el crecimiento de la confianza y la credibilidad entre los países, la existencia de percepciones de amenazas resulta contradictoria en dicho proceso" (15).
Costos de la Defensa
Como todas las funciones del Estado, la Defensa Nacional tiene un costo que en el aspecto militar, está en estrecha relación con las fuerzas que se consideran necesarias para asegurarla.
En un país en vías de desarrollo la estimación del gasto para la defensa no puede estar disociado de la obligación que tiene el Estado de satisfacer otras necesidades de orden económico y social. Este equilibrio no es fácil de lograr porque en sociedades que no perciben inminentes amenazas se originan fuertes resistencias en atender las necesidades de la defensa por sobre las urgencias sociales. Pero la defensa no se improvisa y es responsabilidad del gobierno aceptar estos gastos a pesar que no sean tan redituables electoralmente.
En general el presupuesto de defensa se expresa en porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI) de un país aunque esta manera de indicarlo puede distorcionar su interpretación sobre las reales posibilidades que permite. Este índice resulta de una apreciación sobre las necesidades anuales de las fuerzas según sus programas y de las necesidades presupuestarias de las otras áreas del Estado. En el caso de la República de Chile la disminución que muestra este índice en los últimos años no se debe a una disminución del gasto de defensa sino al extraordinario crecimiento del PBI (casi 100% real desde 1989 a 1999).
De un análisis de los cuadros del Ingeniero Eduardo Santos Muñoz (16) resulta:
-gastos de defensa totales (ver cuadro 1);
-los recursos provienen de varias fuentes, entre las que se encuentra la Ley del Cobre (Ley Nº 13.196) que reparte beneficios por partes iguales entre las tres fuerzas armadas;
-de un porcentaje del 4,49 del PBI de 1989 desciende al 3,01 en el año 2000, pero esto no indica una reducción de los recursos por la razón que el PBI de Chile acusa un pronunciado crecimiento en los últimos años (5,5 % en el año 2000) y de esta manera se pasa de 1728 millones de dólares en 1989 a 2095 millones en el año 2000;
-el gasto total en defensa parece responder a un criterio estable de asignación de recursos y no de un análisis real de las circunstancias político-estratégicas del momento;
-se estima que un 3% del PBI es un índice adecuado para las necesidades en la Defensa Nacional.
Observando el cuadro 2, o sea el de la distribución del gasto total por fuerzas armadas se puede decir que:
-la asignación de partidas presenta escasas variaciones a través de los años lo que señala una distribución tradicionalmente aceptada por las fuerzas;
-hasta el año 1973 (cambio de gobierno) la Armada contaba con mayores recursos que el Ejército y a partir de este año el Ejército comienza a tener presupuestos superiores a la Armada;
-también se nota un aumento del dinero asignado a la Fuerza Áerea a partir del año 1973 y hasta 1990.
Del cuadro 3 se deduce que desde 1989 al año en curso las Fuerzas Armadas chilenas han tenido para gastar un promedio de 273 millones de dólares anuales en adquisiciones de equipo militar.
El cuadro 4 de comparación del gasto de defensa entre Chile y Argentina del año 1998 nos muestra que:
-el gasto total de Argentina en las tres Fuerzas Armadas ha sido de 2215 millones de dólares en tanto que el de Chile fue de 2250 millones de dólares.
Si tenemos en cuenta que la población argentina es del más del doble de la chilena la conclusión general es que Chile da un mayor énfasis en la preparación de su defensa.
-en el caso de Argentina un 70 % de los recursos totales son destinados a pagar sueldos y pensiones en tanto que Chile destina a ese efecto un 61 % aproximadamente.
Resulta interesante también observar el cuadro 5 donde se efectúa una comparación del potencial militar de Chile y sus vecinos en porcentajes, tomando como base el de Chile entre los años 1993 y 1998.
De él se deduce que por las reducciones efectuadas en Argentina, Bolivia y Perú el potencial militar chileno ha aumentado un 19 %.
Conclusiones
Las tensiones históricas existentes entre Chile y sus vecinos parecen haberse suavizado lo suficiente para dar lugar a intercambios de integración económica y comercial más positivas para el desarrollo de nuestros países. No obstante ello Chile mantiene una posición realista en lo que concierne a su defensa y adopta todas las medidas que considera conducentes a implementarla con gran independencia de la opinión regional e internacional.
La preocupación de su gobierno y se podría decir también, de la gran mayoría de su sociedad por mantener las fuerzas que considera adecuadas, equipadas con los armamentos más modernos, demuestra que la disuasión que propone su Política de Defensa Nacional va dirigida a sus tres vecinos en conjunto.
Estos deben tener bien entendido que la integración y las medidas de construcción de mutua confianza si bien pueden disipar algún enfrentamiento en sus relaciones no eliminan los conflictos de intereses más fuertes y que también pueden dar origen a otros. Por más que se declare mantener una política defensiva esto no quiere decir que se renunciará al empleo de la fuerza cuando se perciba que un interés considerado vital esté amenazado.
La situación de las relaciones exteriores en la región no son simples. A gobiernos tensionados por las demandas sociales y económicas se le agregan matices internacionales. La decisión del gobierno norteamericano de designar a la Argentina como "aliado extra OTAN" tuvo resultados más negativos que positivos para nuestro país, porque es una situación que genera la desconfianza de nuestros vecinos con respecto a nuestra lealtad hacia la región y por otro lado establece Acuerdos preferenciales para el comercio con Chile; en tanto Brasil presiona para contrarrestrar consecuencias en el Mercosur ya que nuestra alianza estratégica con Brasil se basa en la Integración económica a través del Mercosur, lo que ha permitido una vinculacón más frecuente y fluída entre ambas Fuerzas Armadas mediante las llamadas Medidas de Confianza Mutua pero que no pasan de ser exhibiciones militares donde prevalecen las finalidades políticas sobre los profesionales, sólo un cambio de mentalidades permitiría internalizar los cambios.
Por éstas razones es que todavía los ejércitos conservan un lugar importante a pesar de la distensión que emana de los procesos integradores y porque, tal vez, su sola existencia sea en sí un factor de distensión. Mantiene toda su consistencia el adagio de Lyautey: mostrar la fuerza para no tener que usarla.
Estas reflexiones conducen a la noción de equilibrio de fuerzas entre las naciones vecinas, concepto que lleva implícito el de disuasión. Es la manera más efectiva de conservar la paz. Cuando éste equilibrio se rompe puede desencadenarse una carrera armamentista como un proceso de acción y reacción del cual el motor fundamental es el miedo de cada adversario de ver al otro adquirir una ventaja decisiva. Esto podría ser desastroso entre países en vías de desarrollo.
Pero no contar con los medios y la voluntad de conservar un sistema militar respondiendo a los imperativos de la época, tarde o temprano el despertar podría ser cruel. Además la era moderna que nos presenta un mundo caracterizado por una alta conflictividad, más fragmentada y difusa, nos da frecuentes ejemplos de que el poder negociador de los Estados, incluída su influencia sobre los Organismos Internacionales, está en estricta relación con la fuerza que mantienen.
Lo que se comprueba que ha cambiado con el tiempo es la naturaleza de estas relaciones entre la política y la fuerza, que lejos de desaparecer, ellas se han hecho tan íntimas que es difícil distinguirlas claramente.
El papel de la fuerza, antes que ser suprimido o aún reducido, deviene simplemente más indirecto, más sutil, menos previsible y calculable.
La Argentina debe, cuanto antes, volver a dar la importancia que requiere el instrumento militar. Esto no significa ser militarista. Nuestras Fuerzas Armadas han dado más que sobradas pruebas de estar sujetas a las autoridades nacionales. No hacerlo es renunciar a defenderse, es renunciar a ser uno mismo, es decir, dar a otros el mando de nuestra voluntad.
Toda política exterior con vocación de protagonismo internacional requiere disponer de un pensamiento estratégico y de un instrumento militar capaz de ejecutarlo aún cuando lo que se busca sea solamente la inserción en la economía global.
El Estado debe procurar al hombre, a todos los hombres, las condiciones preliminares del bienestar permitiéndoles no solamente "tener más", que es el sentido dado corrientemente al concepto, sino de "ser más", es decir, sentir más intesamente la plenitud y sus posibilidades de expansión. La toma de conciencia de estas dos exigencias unidas debe subyacer en la reflexión económica sobre el crecimiento y en el perfeccionamiento de las estructuras sociales.
Si lo que se busca como interés nacional es el bienestar de los ciudadanos la política exterior debe tender a satisfacer todas sus aspiraciones materiales y espirituales, para lo cual los gobernantes deben pensar y activar con grandeza asumiendo los riesgos que ello comporta. No hacerlo es realizar una política concesiva de nulos o escasos resultados. En política internacional no se debe conceder algo a cambio de nada. Sigue plena la vigencia "si vis pacem parabellum".
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*Scheetz, Thomas: Líneas Generales para una Política de Defensa (Apuntes para debate) (fotocopia).
*Scheetz, Thomas: Un ensayo sobre misiones, despliegue y costos militares para países medianos: el caso argentino. Rio de Janeiro, 1996, MIMEO, III Encuentro Nacional de Estudios Estratégicos.
*Simposio de Relaciones Civiles-Militares: "Apoyando la democracia a través de la Cooperación" (Sumario) 28 al 30 de abril de 1998, Buenos Aires, Argentina (Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, Dirección de Política y Estrategia. Centro de Estudios Estratégicos).
*Texto actualizado por la Dirección de Información Parlamentaria: Ley 23.554 de Defensa Nacional. Bases políticas orgánicas y funcionales para la reestrucción de las Fuerzas Armadas. Ley 24.948.
*Tibiletti, Luis y Donadio, Marcela: "El concepto de Balance Estratégico y la Seguridad Regional en el Cono Sur" en: Balance Estratégico y Medidas de Confianza Mutua. FLACSO, Santiago de Chile, Octubre 1995, páginas 157/190.
(1) Libro de la Defensa Nacional, Parte III, cap. III, punto 1.
(2) Libro de la Defensa Nacional, Parte III, cap. III, punto 2.
(3) Libro de la Defensa Nacional, Parte I, cap. I, punto 2.
(4) Libro de la Defensa Nacional, Parte I, cap. I, punto 3.
(5) Libro de la Defensa Nacional, Parte III, cap. III, punto 4.
(6) Libro de la Defensa Nacional, Parte III, cap. III, punto 5.
(7) Diario La Nación, 24 de Noviembre de 1995.
(8) Diario La Nación, 23 de Abril del 2000.
(9) Carlos Escudé: "Argentina y sus alianzas estratégicas" -Francisco Rojas Aravena: Argentina, Brasil y Chile: integración y seguridad, FLACSO, pág. 84.
(10) Emilio R. Isola y Angel Carlos Berra: Introducción a la Geopolítica Argentina, Volumen 390 -Círculo Militar Argentino- Biblioteca del Oficial, Diciembre 1950.
(11) Círculo Militar Argentino -Revista Militar- Nº 734, Octubre/Diciembre 1995, pág. 41.
(12) Paz V. Milet: "Posicionamiento de los actores chilenos frente a la integración" -Francisco Rojas Aravena: Argentina, Brasil y Chile: Integración y seguridad, FLACSO, pág. 37.
(13) Diario Clarín, 23 de Marzo de 1994.
(14) Diario Clarín, 23 de Enero de 1998.
(15) Marcela Donadio: "Del conflicto a la cooperación: los mecanismos de la concertación en la seguridad del Cono Sur", Colección, Año III, Nº 6, pág. 115.
(16) Eduardo Santos Muñoz: "Análisis del gasto de defensa en Chile" -Informe Anual Año 2000- Tiempo 2 mil, Noviembre 1999.
Fuente:
Ponencia presentada en el IV Encuentro Nacional de Estudios Estratégicos, Buenos Aires, septiembre de 2001