NOTAS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS Y LA INTEGRACIÓN

Gustavo Fabián Castro* y Dolores Bermeo Lara**
Abril 2007


Introducción

En los meses finales del pasado año, el Poder Ejecutivo brasileño publicó un documento titulado "Projeto Brasil 3 tempos 50 temas estratégicos" en el cual se propone, en un esquema de proyección de largo plazo (50 años), la creación de un "sistema colectivo de defensa con países vecinos", en una expresión que nos remite a pensar en la actual OTAN y que buscaría "enfrentar las nuevas amenazas y desafíos, garantizar la protección del territorio y dar respaldo a las negociaciones en el ámbito internacional" 1.

No es el objetivo de este artículo el versar sobre las virtudes o vicitudes de la propuesta, sino aprovechar la oportunidad de debate que el mismo ha generado, planteando el estadío previo de pensamiento a la generación de un hipotético sistema conjunto de defensa regional. Estadío que se constituye a través de la activación de un análisis profundo y abarcativo de todas las Fuerzas Armadas de nuestra región; sus misiones, sus roles, sus estructuras, su conducción, su composición, sus potenciales y debilidades, sus escenarios de acción, y todo aquello relacionado con la institución y su razón de ser.

Considerando la conformación del propuesto sistema como un paso adelante, un avance en lo que entendemos por integración regional y la profundización del fomento e implementación de las medidas de confianza mutua, podemos pensar ¿qué elementos poseemos hoy día en materia de Defensa y Fuerzas Armadas que nos impulsarían a integrarnos en dicha dimensión? ¿Cuáles son las coincidencias que visualizan los países de nuestra región en dicho sentido? ¿Cuáles las trabas? Y de ellas, ¿cuáles son consideradas no negociables?, para finalmente plantearnos la conveniencia de la subregionalidad de la integración, como modelo expandible hacia una integración general.

La integración: modelo potencial y desafío interno para nuestros países

A efectos de este análisis entendemos la integración como un modelo en el cual dos o más Estados, a través de una coincidencia de intereses y evaluando los costos y beneficios a futuro de dicho proceso, comienzan a implementar medidas a través de las cuales se modifican sus anteriores patrones de relacionamiento y dan comienzo a un trabajo conjunto en determinadas áreas. En este proceso, para que sea exitoso, deben resultar beneficiados todos sus participantes en tal manera de que no perciban una perdida de poder frente al otro actor, tornándose particularmente especial al tratarse de una de las áreas más sensibles del Estado: la defensa.

Según lo demuestran los conceptos emanados de las Constituciones Nacionales y de la legislación vigente en cada Estado de nuestra región, la defensa es entendida como un medio, sistema, conjunto de acciones y actividades en busca de salvaguardar los principios básicos de la seguridad del Estado y que garantizan su existencia: integridad territorial, soberanía e independencia; cuya herramienta primordial, no única, son las Fuerzas Armadas. Sin embargo, las diferencias que encontramos en el análisis de otros componentes de lo que se entiende por defensa, así como de las misiones propias de las fuerzas armadas y sus capacidades, doctrinas y formación, conjuntamente con la divergencia de intereses y percepciones políticas en la materia, nos lleva a pensar la realidad empírica de nuestra región, en relación al punto de capacidad en el que realmente nos encontramos para proyectar un sistema regional de defensa conjunto.

Sin la intención de decir que el camino a futuro es una homogenización, que podría conllevar a la pérdida de las particularidades que hacen a cada Estado y subregión, existe una tendencia a plantear la posibilidad de llevar a cabo procesos de debate y reformulación en lo que hace a nuestras concepciones de defensa, en dos ámbitos paralelos e interdependientes. Uno es el regional; debatir la necesidad que el mundo actual presenta de un accionar conjunto, los beneficios reales de la cooperación (el concepto de seguridad cooperativa aflora en este sentido para ser redebatido) y los caminos primarios a seguir es tanto una fuente real de enriquecimiento como una (podríamos llamarla), medida de confianza mutua. El segundo ámbito de debate es el del carácter interno, el nacional. Encarar pensamientos integracionistas sobre el sector defensa, sin comenzar procesos de debate interno, transparentes y abiertos a todos los ciudadanos, seguramente terminará en letra muerta. Se deben analizar y visualizar las problemáticas internas existentes, las necesidades de cambio, la naturaleza de los actuales desafíos, así como la efectividad de los actuales modelos y su relación con otras dimensiones componentes del Estado, siempre en un marco de relación con lo debatido en el ámbito regional.

Desde el retorno de la democracia a América Latina, se han abiertos varios procesos de reforma y debate en cada uno de los Estados que han resultado en históricas reformas del sector defensa. A su vez la proliferación de foros internacionales en la última década del siglo XX, nos señalan que la región se encuentra en un momento histórico para el sector defensa. Sin embargo, transcurridos ya muchos años de iniciados estos procesos, nos hallamos frente a la tangible necesidad de dar el próximo paso en dicha dirección, con la consecuente diyuntiva sobre cuál y de qué forma debe ser dado tal paso.

Conclusión

El caudal de oportunidades que se abren en este siglo XXI es único e histórico, así como las cargas y errores que acarreamos de siglos anteriores. Por ello, es que estos años son la oportunidad para que América Latina realice su debate sobre el sector defensa, lo defina, lo potencie y lo prepare para enfrentar un futuro complejo, que nos plantea la ineludible necesidad de trabajar de manera conjunta y en constante consolidación de nuestras instituciones.

La posible actuación de medios militares de los países de la región, de manera combinada y conjunta, ya no parece irreal. La creación de batallones conjuntos, así como el actual desempeño conjunto de las tropas latinoamericanas en Haití son un claro ejemplo en este sentido. Por lo dicho, pensar en dar forma a una unión regional que consolide la actuación de las fuerzas armadas de nuestros países, estableciendo fuerzas operativas, combinadas y conjuntas, a fin de conservar la paz y seguridad, respetando el derecho de la legítima defensa, individual o colectiva, consolidando los criterios de inmediatez, necesidad y proporcionalidad, como garantía del respeto a las normas de derecho internacional que rigen nuestro sistema, es algo permitido para plantear, proyectar y debatir.


* SER en el 2000
** Grupo de trabajo de seguridad, Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales.
(1) Presidencia da República, Núcleo de Asuntos Estratégicos. Projeto Brasil 3 tempos 50 temas estratégicos. Brasil, 2006, pág. 7.