DEFENSA NACIONAL: ACTORES Y POLÍTICA

Eliézer Rizzo*
Agosto 2008


Este artículo abordará aspectos estructurales y coyunturales de la defensa nacional en Brasil, así como los cambios positivos y las tensiones vigentes dentro del campo estratégico brasileño.

Aunque las áreas de Fuerzas Armadas y defensa nacional nunca hayan sido de gran interés para los gobiernos civiles, en la actualidad el factor de mayor relevancia en este sentido es la adaptación, por parte del Presidente Luís Ignacio Lula da Silva, de la defensa nacional a los proyectos de integración económica, política y estratégica de América del Sur.

La estructura de la defensa nacional es compatible con el Estado democrático de Derecho. La subordinación de las Fuerzas Armadas al régimen democrático está fundamentada en la ley de creación del Ministerio de Defensa (1999), que extinguió los antiguos ministerios militares. Hasta ese entonces, el elevado grado de autonomía de las Fuerzas Armadas se expresaba en la existencia de cinco ministerios militares. Hoy, el comportamiento político de los militares es compatible con el régimen democrático, aunque pueda decirse que en forma equivocada el régimen calló por momentos la voz de los militares, aún cuando estuvieran en juego importantes intereses nacionales frente a los cuales, en función de su especialización,, podrían haber brindado una contribución relevante.

Antes de la adopción de la Política de Defensa Nacional (1996) -referencia obligatoria para la estrategia y preparación de las Fuerzas Armadas- la Marina, el Ejército y la Aeronáutica orientaban su estrategia según sus propios intereses, valores, características, y perspectivas estratégicas. La versión actual de la Política de Defensa (2005) está inspirada en definiciones sobre seguridad y defensa de las Naciones Unidas, relacionando la seguridad con la percepción estatal de riesgos, y la defensa nacional como referente de las acciones estatales -principalmente militares- de recuperación o incremento de determinado nivel de seguridad.

Las medidas adoptadas durante los últimos doce años (la publicación de la Política de Defensa Nacional, y la creación el Ministerio de Defensa) tomaron en consideración la ampliación del interés social por la defensa nacional, un campo que anteriormente era considerado como un virtual monopolio de los militares.

La Política de Defensa considera que, dentro del cuadro internacional, prevalece una intensa inestabilidad política. Este no es el caso de América del Sur, a pesar de las tensiones existentes entre Colombia y Ecuador, con Brasil sintiéndose en condiciones económicas, diplomáticas, territoriales y militares para contribuir positivamente con la paz en la región. En este sentido, Brasil no se siente amenazado ni se constituye como una amenaza para sus países vecinos, teniendo como objetivos estratégicos el respeto a la preservación de la soberanía, la defensa de los intereses nacionales y la unidad de la Nación; y la preservación de la estabilidad regional, la paz y la seguridad internacional más allá de las fronteras. Se afirman, también; sus objetivos de lograr una más amplia participación en los procesos decisorios internacionales, y generar una mayor cooperación con sus países vecinos; rechazando las guerras de conquista y apoyando la solución pacífica de los conflictos fronterizos.

En el plano coyuntural, se fortalecen progresivamente los procesos de reforma de la defensa nacional, mientras que cuestiones recurrentes (por ejemplo, el salario de los militares y la inversión en material bélico), son encaradas con enorme lentitud. El primer gobierno del Presidente Luís Ignacio Lula da Silva (2003- 2006) no se diferenció de los gobiernos anteriores, los cuales no destinaron recursos para armamentos, tecnología y salarios en los niveles considerados como necesarios por las Fuerzas Armadas. Pero en su segundo mandato el Presidente Lula cambió radicalmente su actitud, al atribuir al Ministerio de Defensa una importancia hasta entonces inusitada, al determinar el planeamiento de inversiones en equipamiento militar, y más notablemente al proponer la constitución del Consejo de Sudamericano de Defensa. Este se encuentra hoy en etapa de consulta con los gobiernos vecinos, y tiene como finalidad principal prevenir la ocurrencia de conflictos bélicos en la región. Aunque aún faltan definiciones acerca del Consejo, la iniciativa está siendo considerada por diversos países sudamericanos.

Los cambios germinaron durante la crisis de la defensa generada por las fallas en el control aéreo de la aviación comercial, a cargo de la Fuerza Aérea, la cual coincidió con una grave tensión diplomática y militar en la región andino-amazónica. El Ministro de Defensa Nelson Jobim resolvió la crisis aérea, y está adaptando la defensa nacional al perfil estratégico de Brasil dentro de los contextos regional y mundial.

Estos innovadores procesos implican nuevas tensiones frente a intereses externos, por momentos direccionados contra Brasil, y frente a la percepción de riesgos contra la soberanía en el plano nacional. De hecho, en los campos de la energía y la soberanía territorial, los intereses brasileños son confrontados por el gobierno boliviano, al tiempo que Paraguay reivindica nuevas condiciones contractuales respecto a la represa Itaipú, y la revisión de acuerdos diplomáticos sobre un área brasileña.

Por lo tanto, la agenda diplomática, de seguridad y defensa nacional de Brasil está obligada a acoger temas que, desde la perspectiva del Estado brasileño, fueron superados hace largo tiempo. Tales factores inciden en la percepción de seguridad (cuando no de la defensa nacional), en mayor grado en el nivel de la sociedad, del Ministerio de Defensa y de las Fuerzas Armadas, que en el nivel de la Presidencia de la República y del Ministerio de Relaciones Exteriores. Este es el caso de las insatisfacciones militares en relación a las tierras indígenas demarcadas en áreas de frontera del Amazona, con escasa presencia de instituciones gubernamentales y obstáculos políticos para las unidades militares. Allí, las Fuerzas Armadas identifican graves riesgos para la soberanía, al tiempo que los ministerios civiles y las organizaciones sociales perciben la inquietud militar como una tardía expresión de valores del régimen autoritario.

La adquisición de armamento, aviones y navíos, junto con la transferencia de tecnología, ha sido objeto de actuación del Ministerio de Defensa conjuntamente con países europeos. Al mismo tiempo, las medidas económicas adoptadas favorecen a la industria nacional de armamentos -en probable conexión con las industrias de defensa de los países vecinos. Paradójicamente, al mismo tiempo que se perfeccionan las funciones típicas de defensa, el Ejército ha sido utilizado en tareas de seguridad pública. Dicha actuación es cada vez más frecuente y grave, porque el Gobierno Federal ha accionado la Fuerza Nacional de Seguridad, de reciente creación, en apoyo de las policías estaduales.

La actuación militar en Haití, donde Brasil comanda la fuerza militar de la ONU, es avalada como un factor relevante en la perspectiva de lograr un asiento permanente en el Consejo de Seguridad. Por otro lado, el Gobierno Federal parece decidido a elevar la defensa nacional al perfil estratégico y económico del país. Se trata en verdad de una necesidad vital, ya que permanece el patético cuadro de ver navíos parados en sus bases militares, aviones militares en las pistas antes que en el aire, y equipamiento del Ejército antiguo y deteriorado.

Habiendo solucionado la cuestión salarial de los militares, (clave en su relación con las Fuerzas Armadas), se espera que el Presidente de la República defina el nuevo Plan Estratégico de Defensa el próximo 7 de septiembre de 2008, día en el que el país celebrará el aniversario de su Independencia. Así, Brasil tendrá en su agenda política y estratégica una nueva referencia esencial para su defensa nacional.

A pesar de estos cambios positivos, el país sigue adoleciendo de un Libro de Defensa Nacional, adecuado instrumento para ampliar la legitimidad de la Defensa Nacional y las Fuerzas Armadas en el plano interno, así como para ampliar la confianza en el campo regional y mundial acerca de los propósitos estratégicos brasileños.

* Investigador del Núcleo de Estudios Estratégicos de la Universidad de Campinas y Profesor de la Facultad de Derecho Metrocamp.