COOPERACIÓN COLABORACIÓN EN EL HEMISFERIO: LECCIONES APRENDIDAS EN OPERACIONES DE PAZ

Margaret Daly Hayes*
Agosto 2008


Por casi dos décadas los países del Hemisferio Occidental han estado discutiendo si la arquitectura de seguridad regional debe ser reconstituida y renovada, y cómo1. Gran parte de la discusión ha tenido lugar en el marco de las Cumbres de las Américas, las reuniones bianuales de Ministros de Defensa de las Américas, y la Organización de Estados Americanos. Aun así, de estas conversaciones no ha emergido una visión clara, ni un acuerdo. No obstante, podemos apreciar sobre el terreno una continua y considerable colaboración y cooperación, tanto entre los países como entre sus Fuerzas Armadas.

Esta cooperación y colaboración comienza a definir un emergente marco de seguridad orientado subregionalmente, flexible, y construido, en el mejor de los casos, en base al intercambio de información, estándares sobre equipamiento, entrenamiento y doctrina, colaboración y coordinación entre las fuerzas, con gobiernos civiles y agencias no-gubernamentales, y con una capacidad para colaborar y coordinar en las formas que aprovechen mejor las capacidades de los países y de las instituciones en el Hemisferio.

Cooperación y Medidas de Confianza Mutua

En 1991, la Asamblea General de la OEA convocó a una reunión de expertos para discutir las medidas de confianza mutua y los mecanismos de seguridad en la región. La posterior Reunión de Expertos de 1995 urgió a los Estados miembros a comprometerse a notificar sus ejercicios militares con anticipación, participar en el Registro de Armas Convencionales de la ONU, intercambiar información sobre las políticas de defensa, y permitir la presencia de observadores militares en sus ejercicios militares. Esta lista se expandió en 1998 y 2003, cuando se elaboró una lista de “medidas ilustrativas de confianza mutua” que incluyó:

A través de los años hemos visto algunos ejemplos de varias de estas acciones. Sin embargo, las fuerzas militares han estado al frente de las iniciativas hacia la cooperación y la colaboración. Los ejemplos incluyen la frecuente realización de ejercicios militares bilaterales, la iniciativa de Argentina y Chile de crear un Batallón Combinado para operaciones de paz, la Conferencia de Fuerzas Armadas Centroamericanas (CFAC), y el Sistema de Seguridad Regional del Caribe. La experiencia reciente de varios países dentro de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, MINUSTAH, brinda un cúmulo de experiencias y lecciones para guiar las colaboraciones futuras. Este artículo resume algunas de las lecciones “aprendidas”, sobre la base de los reportes que hacen los participantes latinoamericanos en la misión.2

La ONU autorizó MINUSTAH bajo el Capítulo VII de su carta, dándole la misión militar de mantener un ambiente seguro; colaborar con la Policía de la ONU y la Policía Nacional Haitiana (PNH), asistir en la reforma y reestructuración de la PNH y al proceso de Desmovilización, Desarme y Reintegración (DDR), y finalmente, mantener el orden público a través del apoyo a la PNH. Desde el comienzo, la fuerza militar estuvo obligada a participar en un rango mucho más amplio de actividades, incluyendo actividades de seguridad pública y humanitarias extendidas.

Tal vez la más importante lección aprendida sea que las misiones de mantenimiento de la paz no deben ser improvisadas. El General brasileño Heleno Ribero indicó que, desde su comienzo, MINUSTAH estuvo obstaculizada por el lento despliegue de fuerzas. Los países no estaban familiarizados con los sistemas de la ONU, particularmente con los procedimientos de contrataciones civiles. Las operaciones de paz requieren que tanto las Fuerzas Armadas como los liderazgos civiles se mantengan actualizados con los procedimientos estandarizados de planeamiento, conducción de las operaciones, y logística. Mientras 10 de los 34 países del Hemisferio han firmado el memorando de entendimiento para apoyar los acuerdos de despliegue rápido de la ONU (Stand-by), pocos están en condiciones y capacitados para el despliegue de unidades en 15, 30, o 90 días, al que se comprometieron. En tanto Chile fue capaz de desplegar en Haití una fuerza de 300 hombres en pocos días, otros países necesitaron de hasta un año para preparar sus fuerzas.

Planeamiento

El mejor planeamiento posible es aquel se produce cuando es conducido de manera conjunta (inter-servicios) y combinada (multinacional), y cuando se establece un Estado Mayor permanente combinado, para comunicarse con una sola voz hacia las diferentes fuerzas de la misión. Un comando y control descentralizado es menos efectivo que uno coordinado o colaborativo. A menudo, es útil poder combinar las capacidades de diferentes unidades provenientes de diferentes países. En Haití, ingenieros chilenos y ecuatorianos fueron combinados para generar un esfuerzo unificado, experiencia que ha sido elogiada por ambos. Los veteranos de MINUSTAH reconocen que una misión de paz exitosa requiere que cada país concilie su doctrina de comando y control con los procedimientos de la ONU. Las reglas de empeñamiento deben reflejar aquello que fue acordado en cuanto a las reglas de la operación de paz, y las tropas deben estar al tanto de la diferencia. Similarmente, las normas disciplinarias deben ser uniformes para todos los componentes de la misión.

Las unidades más efectivas en las misiones de paz son aquellas que han sido formadas con anterioridad, que han entrenado juntas, y que llegan con su propio equipo, designado para la misión. Esto sugiere que los países necesitan comenzar a planificar y a preparar sus unidades con una buena anticipación, con las capacidades especiales que intentan proveer bajo el acuerdo Stand-by.

La preparación para las misiones debe expandirse y profundizarse, incluyendo la cobertura de operaciones urbanas, técnicas de negociación, y procedimientos de comunicación estandarizados (radio). La vestimenta de las tropas debe ser adecuada para el clima de la misión (tema que ha sido señalado por aquellos provenientes del Cono Sur). Las tropas pueden necesitar un plan de vacunación especial, y el personal médico debe estar al tanto de los calendarios de vacunación estándar. El inglés, lenguaje de las operaciones de paz, debe ser reforzado como parte de la preparación general de las fuerzas.

Logística

La logística –equipos y provisiones- presenta desafíos especiales. Las diferencias entre el equipamiento usado por las diferentes unidades y fuerzas nacionales presentan un reto especial, y dada la variedad en el inventario presente entre las Fuerzas Armadas de América Latina, estas diferencias son serias. Una lección de MINUSTAH indica que la mejor práctica es que, en la máxima medida posible, todo el equipamiento utilice el mismo tipo de combustible, simplificando así el aprovisionamiento. La presencia de una variedad de diferentes tipos de equipamiento y modelos, sean helicópteros, camiones u otros, dificulta tanto los trabajos de reparación como conseguir los repuestos necesarios. El planeamiento necesita tomar estos temas en cuenta. En el futuro, los países podrían desear pensar en estandarizar el equipamiento que planean dedicar a las misiones de paz. En Haití, por ejemplo, el vehiculo ideal era pequeño, liviano, blindado, de chasis alto, y con protección lateral y superior.

La experiencia de MINUSTAH alertó a los participantes acerca de la necesidad de entender mejor los procedimientos contractuales de la ONU. Los líderes deben entender cómo coordinar y sincronizar las actividades con la Policía de la ONU (UNPOL), la Cruz Roja, las autoridades locales y otras fuerzas; y las Fuerzas necesitan incorporar personal tanto legal como de relaciones públicas, dentro de sus paquetes estandarizados de despliegue.

MINUSTAH fue en gran parte concebida como una operación terrestre, y las fuerzas terrestres patrullaron a lo largo de todo el país. Las cercanías marinas y costeras no fueron tan bien cubiertas y esa (como fue señalado por un oficial naval), fue una de las razones por las cuales se hizo tan difícil controlar el tráfico ilegal de drogas y de personas, así como el contrabando. La experiencia subraya la necesidad de un planeamiento conjunto (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) más robusto para el diseño de las misiones.

Otra lección de Haití indica que las fuerzas militares deberán trabajar a menudo con las fuerzas policiales. Primero deben establecer la seguridad, y estar preparadas para ser tanto soldados como policías, sabiendo cuándo intercambiar los papeles. Deben también ser capaces de trabajar con grupos humanitarios; y saber que, casi con certeza, se verán envueltos en alguna provisión de servicios humanitarios, especialmente en los primeros días de una operación. Frecuentemente querrán hacer más para ayudar a las poblaciones que encuentren. Sin embargo, es importante saber que a menudo la mejor forma de asistirlas será guiando a las autoridades locales en la reconstrucción de sus propios sistemas. Estos sistemas incluyen a la policía, el poder judicial, la salud, la educación y la agricultura, todos los cuales fueron encontrados en un estado extremadamente pobre en Haití y “casi sin atención por parte del gobierno”. Para enfrentar estos temas sistémicos del desarrollo, los países que contribuyen con las fuerzas de paz deben también entender la compleja naturaleza del desarrollo y del actor, proveyendo asistencia de largo plazo.

Construyendo sobre las lecciones aprendidas

En el año 2000, el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, creó un grupo especial para elaborar recomendaciones hacia el fortalecimiento de la capacidad permanente de la ONU para la construcción y mantenimiento de la paz. El Reporte Brahimi3, llamó, entre otras cosas, al fortalecimiento del sistema existente de unidades Stand-by4. Exhortó a la consideración de brigadas regionales combinadas (multipaíses) o de “fuerzas de tareas”, que puedan proveer unidades altamente capacitadas, coherentes y correctamente entrenadas, con su propio equipamiento, que operarían bajo los estándares regulares de la ONU. Argentina y Chile están en proceso de desarrollar un Batallón combinado que se desplegará en 2009. Desde 1993, un número de fuerzas latinoamericanas se han unido a la Misión Argentina en Chipre (UNFICYP) y, como fue señalado, ingenieros ecuatorianos se han combinado con ingenieros chilenos en Haití. Los ejércitos de América Central cooperan y coordinan de manera regional a través de la CFAC, y recientemente han puesto en funcionamiento una red cívico-militar de respuesta rápida ante desastres en la región. Esta red incluye un intercambio de información regional, y el almacenamiento de material compartido para respuesta a desastres. Los países del Caribe están implementando un esfuerzo de cooperación similar, y han demostrado su habilidad para coordinar operaciones complejas de seguridad en la Copa Mundial de Críquet, capacidad que no desean perder. La cooperación fronteriza en América del Sur esta incrementándose, al tiempo que los países buscan terminar con las organizaciones criminales transnacionales que trafican drogas, armas, personas y bienes.

Las lecciones aprendidas, tanto en Haití como en estos otros esfuerzos, proveen numerosos ejemplos de los pasos que pueden ser tomados para mejorar la capacidad de respuesta de la región y de los países. Son eminentemente prácticas, pero implican la actualización de prácticas y procedimientos en varios sentidos. Muchas de ellas tienen implicancias para la política, tales como la necesidad de una mayor estandarización de las doctrinas (incluyendo la incorporación de la doctrina de la ONU); una mayor interoperabilidad entre las fuerzas nacionales e, idealmente, una mayor sincronización de las capacidades entre las naciones. También tienen implicancias en las áreas de adquisición y modernización de equipamiento. El reemplazo de equipamiento obsoleto puede permitir a las fuerzas ser más efectivas y operar a menor costo. Suponen la necesidad de un apoyo logístico más coordinado e integrado, incluyendo una mayor integración del planeamiento entre los ejércitos, las armadas y las fuerzas aéreas; entre planificadores civiles y militares; y con agencias del gobierno enfocadas en funciones especializadas de salud, educación y desarrollo agrícola, por ejemplo.

Mientras que nuestra región se transforma verdaderamente en una región de paz, las oportunidades para trabajar juntos, explotando los recursos combinados de múltiples socios, se incrementan. La colaboración, cooperación y adopción de políticas y prácticas que incrementen la interoperabilidad, permite al conjunto de las fuerzas ser más efectivas que una simple suma de partes individuales. Las lecciones de Haití y de otras operaciones de colaboración han sido señaladas. En algunos países ya están siendo aprendidas e implementadas, mientras que en otros aún están siendo estudiadas. Ellas proveen un marco de información para comenzar a pensar cómo las naciones y las fuerzas pueden colaborar y cooperar mejor a futuro, para proveer una respuesta más robusta, efectiva y sustentable frente a los desafíos que la región y el mundo enfrentan.


* Profesora de estudios de seguridad. Georgetown University. Texto original en inglés. Traducción del Editor.
(1) Para una historia de este debate ver DALY HAYES, Margaret, "Building Consensus on the Security Architecture for the Hemisphere", en: MACE, Gordon; THERIEN, Jean-Paul; y HASLAM, Paula (eds), Governing the Americas: Regional Institutions at the Crossroads. Lynne Reiner Publishers. Boulder, 2007.
(2) Este resumen está basado en DALY HAYES, Margaret, Operaciones de Paz: Experiencias Latinoamericanas y Oportunidades. Informe presentado a la Junta Interamericana de Defensa, 28 de agosto de 2007.
(3) Naciones Unidas 2000, Reporte del Grupo Especial sobre las Operaciones de Paz de las Naciones Unidas, dsponible en http://www.un.org/spanish/peace/operations_report.
(4) El sistema fuerzas en espera (Stand-by) de las Naciones Unidas fue creado en 1990. Bajo un acuerdo Stand-by los países acuerdan proveer una fuerza de brigada capaz de desplegarse en 15, 30 o 90 días después de ser notificada. Las fuerzas deben arribar preparadas, con su propio equipamiento y logística, con dominio del leguaje, movilidades propias y entrenadas de acuerdo a los estándares de las Naciones Unidas.