Pandemia del terror: la tanatopolítica y la innovación en la conducción de la bioseguridad

AUTORES

Maria Noboa

Decana Centro de Estudios Instituto de Altos Estudios Nacionales

Diómedes Palacios

Director de Evaluación y Economía de la Seguridad Ministerio de Gobierno del Ecuador

Resumen

Este capítulo analiza sobre  nueva configuración de amenazas y riesgos relacionados con la bioseguridad y la innovación pública después del COVID19. Además, se discute sobre la necesidad de repensar la seguridad, la necesidad de aplicar actividades prospectivas y de inteligencia, y tomar esta crisis como una experiencia de aprendizaje.

 

Introducción

La innovación de la conectividad en el mundo durante el siglo XXI ha determinado procesos de interconexión sin precedentes e imbricación multicampo. Si bien ha generado múltiples beneficios que van desde económicos hasta sociales (Harari, 2014) paralelamente ha traído consigo la  configuración de nuevos factores de riesgo y amenazas –bioamenazas– asociados al rápido crecimiento de las poblaciones y  su concentración en ciudades, que de no ser gestionados oportunamente, pueden derivar en déficit en la gobernabilidad de la seguridad de los Estados y sociedades, con graves implicaciones en todos los órdenes de la vida.

La aparición del COVID-19 que rápidamente generó una pandemia global causando pánico en la población y elevadas tasas de mortalidad también ha evidenciado limitadas capacidades de anticipación estratégica y vigilancia epidemiológica por parte de los Estados. Por tanto, este capítulo se orienta a reflexionar críticamente las redefiniciones en los procesos de conducción político-estratégica de la bioseguridad trascendiendo el fuerte imaginario tanatopolítico que está en las sociedades a causa de esta pandemia. Se busca discernir rutas de acción frente a potenciales escenarios poscoronavirus o su eventual retorno.

 

Tanatopolítica: un hecho de interconectividad

Esta pandemia ha demostrado que el mundo está altamente interconectado, que presenta fracturas críticas y que el poder está condensado. En los próximos años, el reto principal para las sociedades modernas es la gestión de esta interconectividad (Buheji & Ahmed, 2020), a través de mejores procesos que relacionen necesidades y recursos de forma efectiva, vinculante y responsable. El discurso debe proyectar una red social más cohesionada y predispuesta a enfrentar crisis de forma colectiva. La política pública tendría que organizarse de forma transversal (Messner, 2020), de tal forma que los procesos configuren entornos y personas a nivel micro, meso y macro. La gente debería vincularse localmente sin desprenderse del sentido global del mundo.

Una mayor interconectividad incrementaría la competencia por su control (Redmond, 2004). Esta tanatopolítica como la visión de quien debe vivir o morir, debe ser evitada con una mirada anticipativa que evite polarizaciones extremas en el manejo de la bioseguridad. Para reducir esta posible amenaza, las sociedades deben organizarse para reducir la incidencia de quienes controlan las conexiones. Así, el reto para sociedades y gobiernos es promover mayores espacios de participación (Kinzer, 2016) en los procesos de interconectividad. La sociedad deberá asegurar que las reglas de la interconectividad no estén desvinculadas a su participación. La lógica proyectiva se construye por Estados más abiertos al mundo y cohesionados internamente (Garcés-Mascareñas & Penninx, 2016) a través de sistemas tecnológicos avanzados (Zhuge, 2005). La conectividad de cada sociedad deberá ser procesada por sus propias lógicas y éstas se imbricarían cooperativamente a las lógicas de otras sociedades diversas en un mutuo aprendizaje de lecciones para el presente y el diseño de los futuros deseados.

 

Un acercamiento a la conducción de la bioseguridad

Frente al COVID19 es inminente la demanda para la construcción de capacidades humanas e institucionales en bioseguridad dentro de marcos legales específicos. Para ello, se debe buscar legitimación a través de la cooperación internacional para hacer frente a una pandemia que ha golpeado fuertemente a los más pobres y a quienes están en movilidad constante. El mayor reto es comprender cómo evoluciona rápidamente la proliferación geoespacial del agresivo comportamiento de esta enfermedad infecto-contagiosa y, por tanto, cómo altera la seguridad en términos biológicos o bioseguridad. Frente a ello, varios expertos consideran a la crisis COVID-19 una “guerra biológica” con tintes terroristas que ha generado pánico global, sustentándose en dispositivos de alerta que funcionan como una industria del miedo (Smyth, 2008). En términos foucaultianos, el control politico de la vida (López, 2013) que ha detonado tendencias de morbilidad y mortalidad al punto de convertirse en  emegencia sanitaria a nivel global (Hadjib, 2020), con una tendencia al largo plazo.

Además, el reto de gobernanza, desde una mirada prospectiva, advierte la necesidad de comprender la mutabilidad no sólo del virus sino de la amenaza y del riesgo, y cómo esta debería ser controlada con políticas públicas preventivas y oportunas, y rutas de acción adecuadas: vigilancia epidemiológica. Así, el desafío actual exige una multiagencialidad doméstica e internacional, determinadas por la actual interconectividad. Dadas las asimetrías en los procesos de anticipación temprana, alertas derivadas y balances estratégicos sobre la pandemia, los gobiernos deberán diseñar estudios prospectivos para reconocer qué implementar y las medidas oportunas para evitar escenarios catastróficos. En los próximos años, una gestión sostenible cooperativa será fundamental para manejar acertadamente el comportamiento del ciclo complejo del COVID-19. Asimismo, esta crisis exige procesar y aprender de experiencias de otros países, consolidando políticas científicas e institucionales con motivo de anticiparse y gestionar estratégicamente una crisis futura (Li, 2019).

 

Reducción de riesgos y amenazas en el futuro cercano

Las decisiones después de la crisis COVID-19 deberían cumplir, al menos, con tres condiciones: oportunidad (UNICEF, 2011), pertinencia (Beisland, 2013) y creatividad (Kimbell, 2009). El principal reto de los gobiernos en los próximos años es identificar cómo prevenir y contener amenazas que alteren la bioseguridad y la seguridad del Estado (Sundelius & Grönvall, 2004). Las principales decisiones que deben enfrentar los gobiernos tienen que ver con la capacidad de fortalecer los apartados internos de gestión pública y anticipación, así como mejorar la interoperabilidad entre gobiernos y organismos internacionales para prevenir  la propagación de la amenaza y que ésta se convierta en un riesgo. En este mismo sentido, el reto estatal es social puesto que las personas debemos generar un sentido y conciencia hacia el cambio como una oportunidad de aprendizaje (Kwon et al., 2011) para evitar que esta crisis se repita. La convergencia entre acciones gubernamentales y actitudes sociales debe estar alineada hacia una proyección coherente del futuro frente a la gestión oportuna de amenazas y riesgos de forma pertinente.

¿Qué hacer? Alrededor de un escenario futuro de amenazas y riesgos dinámicos y profundos, se deben propiciar actividades y espacios en los que las sociedades, a través de una conducción estatal saludable, se orienten por actitudes activas y contingentes, prospectivas y sostenibles de tal forma que se pueda anticipar qué hacer y se pueda actuar con el tiempo suficiente y necesario, con los recursos disponibles y mejores, con una cooperación adelantada e integral. Por otro lado, se deben generar planes articulados con una visión a largo plazo, aplicando la inteligencia estratégica como una herramienta imprescindible y concurrente. En Latinoamérica, por ejemplo, se deben activar planes y protocolos basados en esta experiencia, de tal forma que puedan preparar a los futuros gobiernos a actuar adecuadamente en caso de que una crisis similar pueda volver s suceder.

 

Conclusiones

Los retos y desafíos son amplios y variados. Cada sociedad debe repensar y repasar qué ha sucedido dentro de su territorio, cómo ha actuado frente a la crisis y qué lecciones debe aprender del COVID-19 en el mundo. Aunque cada proceso de una crisis tiene sus rasgos y peculiaridades diferentes, los actores y decisores deben tomar en consideración como inicia el suceso, su desorden y negación, así como la etapa de la intrusión, transvaloración y su conclusión (Horowitz et al., 1979). Dentro de cada una de estas etapas los conductores de la política deben aplicar una mirada creativa, transdisciplinaria y locuaz. Se deben redefinir los conceptos y qué se entienden por cada uno de ellos. Es el momento perfecto para poner en discusión el concepto de seguridad y qué lo construye, así como cuales son los factores que lo alteran y lo ponen en crisis. La bioseguridad, al igual que las nuevas amenazas y riesgos, unos más sólidos que líquidos o híbridos, son los retos emergentes para los gobiernos y el mundo en general. Desde esta perspectiva, la inteligencia y prospectiva estratégica se vuelven en el eslabón crítico de los gobiernos para lograr un futuro óptimo y reducido de crisis, contenidas y contrarrestadas.

 

Referencias

Beisland, L. A. (2013). The value relevance of accounting information during the global financial crisis: Evidence from Norway. International Journal of Economics and Accounting, 4(3), 249–263.

Buheji, M., & Ahmed, D. (2020). Foresight of Coronavirus (COVID-19) Opportunities for a Better World. American Journal of Economics, 10(2), 97–108.

Garcés-Mascareñas, B., & Penninx, R. (2016). Integration processes and policies in Europe. Contexts, Levels and Actors.

Hadjib, M. (2020). Novel Coronavirus Disease 2019 (COVID- 2019). Outbreak in Algeria: A New Challenge for Prevention. Journal of Comunity Medicine & Health Care, 41(2), 2–7. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/32064853

Harari, Y. N. (2014). De animales a dioses. Breve historia de la humanidad. Titivillus.

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Zhuge, H. (2005). Future interconnection environment. Computer, 38(4), 27–33.