Título: El regreso a los cuarteles: militares y cambio político en España (1976-1981) - Capítulo 2 - ¿La profesionalidad como solución?: convergencia o divergencia

CAPÍTULO 2 - ¿LA PROFESIONALIDAD COMO SOLUCIÓN?: CONVERGENCIA O DIVERGENCIA
"Profesionalidad", y "control civil" es la particular combinación de elementos que en 1957 Huntington introduce en la discusión: dos conceptos que actuando juntos han de impedir la intervención de los militares en la política. ¿Pero qué se entiende por "profesión"?, ¿qué se entiende por "control civil"?, ¿realmente es la combinación de estos elementos lo que la sociedad necesita para asegurar que la voluntad de la mayoría en las decisiones colectivas no sea condicionada por los militares?
Ésta ha sido sin duda la discusión más importante que los teóricos de las relaciones civiles-militares han desarrollado desde hace ya más de cuarenta años, y que en cierta manera, ya más recientemente, ha sido seguida por el debate sobre la crisis de las relaciones civiles militares en los Estados Unidos, y por el estudio que coordinado por Peter Feaver, y Richard Kohn "The GAP between the military and civilian society" ha contado con la práctica mayoría de estudiosos americanos del área, que se concentran para presentar sus conclusiones en octubre de 1999 en "The conference on the Military and Civilian Society" organizada por el Triangle Institute for Security Studies en Cantigny Estate, Wheaton, Illinois90.
Este capítulo presenta una síntesis del debate originado en torno a los conceptos planteados por Huntington. Para ello primero se analiza con detalle el trabajo de este autor, para después trabajar también con relativo cuidado la réplica que Morris Janowitz le presenta en 1960. Éstos han sido los dos paradigmas dominantes en el área, como reconoce Peter Feaver, que los califica como los decanos de las relaciones civiles-militares, y habla de ellos como de los dos pilares de este tipo de estudios91. Por la razón de su importancia se hace un resumen lo más completo posible, que viene precedido por la inmediata reacción que tienen sus contemporáneos, tanto en las instituciones militares como en la academia, a través de la consulta de las críticas aparecidas en las principales revistas profesionales estadounidenses.
El espíritu con el que se va a tratar este análisis obedece a la advertencia de Sam Sarkesian92 que afirma que hay que tener en cuenta la diferente perspectiva científica de Huntington y Janowitz: la ciencia política enfoca a Huntington directamente en el funcionamiento del sistema político, y en el papel de los militares en ese sistema; y Janowitz está principalmente interesado en el carácter político-social de la profesión, y en cómo afecta a la Institución. En palabras de Sarkesian "ambos lanzan sus conclusiones desde este punto de vista. Esto no significa quitarle hierro al desacuerdo básico entre el militar apolítico de Huntington, y el concepto de fuerza policial (constabulary force) de Janowitz. Sin embargo articular esos desencuentros sin reconocer la naturaleza complementaria de los enfoques es errar y no entender las contribuciones de ambos autores".
Una vez presentados los dos autores de referencia y sus teorías, se desgranan los debates particulares que se derivan, y que tratan de responder a las preguntas apuntadas al inicio de este capítulo. Éstos han tenido su origen en las sugerencias y las inquietudes despertadas a partir de Huntington, y Janowitz, y básicamente reflejan las preguntas claves que se ha realizado en el área de las relaciones civiles-militares hasta el momento actual: la profesionalidad, el control civil y la intervención militar.
El concepto de profesionalidad ha generado una abundante discusión que se resume presentando las opiniones que Bengt Abrahamson publica en "Military Professionalization and Political Power", Charles Moskos en "From Institution to Occupation"93, Moshe Lissak en "Convergence and Structural Linkages Between Armed Forces and Society"94, y Sam Sarkesian en el ya citado "Two conceptions of Military Professionalization".
La polémica en torno al concepto del "control civil" se trata utilizando fundamentalmente las aportaciones realizadas por Peter Feaver en sendos artículos, el ya citado de 1995 "The Civil-Military Problematique: Huntington, Janowitz, and the Question of Civilian Control" y el posterior de 1998 "Crisis as Shirking: An Agency Theory Explanation of the Souring of American Civil-Military Relations"95, y la realizada por Richard Kohn en "How Democracies Control the Military"96.
En cuanto a la pregunta sobre si la combinación de estos elementos es suficiente para limitar la intervención de los militares en la política, se aborda con más amplitud las opiniones del estudio clásico de 1972, también citado anteriormente, de Samuel Finer "The Man on the Horseback: The Role of the Military in Politics", y la categorización que Robin Luckham planteó en 1971 en su artículo "A Comparative Typology of Civil-Military Relations"97.
Samuel P. Huntington: El soldado y el Estado. La Divergencia
Peter Feaver afirma que este libro de Huntington98 sigue siendo el libro con más influencia en el análisis de las relaciones civiles-militares en los Estados Unidos, "en parte gracias a su riqueza, e iluminadora influencia, y también en parte porque los militares americanos, quienes defienden muchas (aunque no todas) de sus conclusiones generales, han hecho de esta la pieza central de su formación en relaciones civiles-militares."99
Efectivamente las críticas aparecidas en las revistas militares de la época100 son muy positivas, y utilizadas para reivindicar la autonomía militar101. El capitán Martineu en Military Affairs habla de un importante libro "el más original y provocativo estudio de relaciones civiles militares nunca intentado"102. Este comentarista afirma que el libro ha provocado la ira de ciertos intelectuales liberales que han insistido en que los líderes y las instituciones liberales deben adherirse al máximo a los ideales liberales, en lugar de hacerlo a la tradicional ética militar. En su opinión este libro debe ser leído con calma "particularmente por aquellos que se han sentido frustrados y poco apreciados en sus carreras de servicio a la nación". Los puntos que destaca del estudio de Huntington son la fuerte defensa de la ética militar, que normalmente es criticada, y del profesional que se guía por ella; el que el liberalismo predominante en los Estados Unidos es contrario a esa ética, está obsoleto y es peligroso en la guerra fría; y que el control civil objetivo es esencial.
El general de la fuerza aérea Dale O. Smith en The Air Power Historian también reacciona con entusiasmo afirmando que este es el libro más iluminador y objetivo nunca escrito en teoría de relaciones civiles-militares, felicitando a Huntington por tener el valor de romper con muchos prejuicios antimilitaristas103. A pesar de este reconomiento el general Smith afirma que Huntington ha caído en algunas simplificaciones y ha dejado algunas preguntas sin responder. Simplifica cuando afirma que la habilidad central de la profesión militar es gestionar la violencia, ya que lo que tiene que gestionar el militar es la guerra, y la guerra no siempre es violenta, -de hecho un principio del militar profesional es usar la menor violencia posible-. En su opinión simplifica también cuando afirma que todos los militares son conservadores, ya que por ejemplo Eisenhower era liberal104, y eso no significa que olvidase sus valores militares. Las preguntas que el autor ha dejado sin responder, según el general, son el porqué de la necesidad del control civil, hasta donde debe llegar éste, el porqué de civiles en Defensa105 si el control es el del ejecutivo y el del legislativo, y el porqué no son idóneos los profesionales militares para puestos políticos no militares. ¿Están menos capacitados, son peligrosos? En su opinión a pesar del esfuerzo de Huntington todavía sigue teniendo una serie de prejuicios hacia los militares.
El resto de críticas publicadas en revistas militares siguen en la misma línea de aceptación y elogio de Huntington, y de señalar la importancia de la profesionalidad, y de la ética militar. Destaca también con sus comentarios el coronel Wiener en Army que señala especialmente los problemas que la separación de poderes estadounidense crea en el control de los militares, que insiste en las virtudes que Huntington señala que ha de tener un secretario de defensa, y que deja caer elegantemente la cita de Huntington sobre lo que la sociedad tiene que aprender del orden que se vive en las academias militares106.
La academia también reseña ampliamente el trabajo del entonces joven profesor de Harvard.107 Las críticas en este caso no son tan elogiosas como las elaboradas por los militares. La mayoría de ellas alaban el gran trabajo realizado por Huntington, pero al mismo tiempo afirman que la ideología destilada en el estudio complica la aceptación por muchas personas de la obra.
La crítica más favorable es la publicada por Van de Velde en Public Opinion Quarterly.108 Este ex militar con más de 20 de años de servicio en el ejército es también profesor de Princeton. En su opinión este trabajo es apasionante, y muy sugerente sobre todo en lo que hace referencia a la mentalidad militar. Este crítico plantea claramente el que es el principal punto en el que el resto de analistas se fijan: la tensión en la relaciones entre civiles y militares en los Estados Unidos, que viene del tradicional conflicto entre el liberalismo de la sociedad, y el realismo conservador del profesional militar que está fuera de la sociedad. Por otra parte coincide con el autor en el peligro que supone para la profesionalidad el que los militares participen en política. Un ejército politizado en beneficio de una facción supone un problema para la seguridad el Estado, y quizá la profesionalidad puede evitar que los militares intervengan en la línea de decisión en un momento peligroso ante la amenaza por la guerra total como el que estaban viviendo entonces.
El resto de comentaristas no son tan considerados, a pesar de que valoran algunas partes del estudio. Gordon Craig en The American Historial Review afirma "uno no tiene que estar de acuerdo con sus conclusiones para apreciar lo extensivo de su investigación, la actualidad de sus datos, la profundidad de su análisis, y la claridad de su estilo"109. A parte del brillante análisis histórico de Huntington, y de que en ocasiones es "estimulante", éste también es "simplista" y a veces "desesperante". Craig confirma que este es un libro que ha levantado muchas críticas. ¿Qué modelo de relaciones civiles-militares es compatible con los valores estadounidenses? Albert Norman en Political Science Quarterly afirma que es un libro provocativo, y que no da una solución para los problemas presentados en la guerra fría110; critica el que Huntington afirme la incompatibilidad de liberalismo, y los militares, que tilde al liberalismo de inadecuado y obsoleto, y que idealice la vida y la ética militar. De la misma manera Robert Hilsman en The American Political Science Review discute afirmaciones que se encuentran en este libro111, y Howard White en Midwest Journal afirma que el liberalismo no es un obstáculo para unas buenas relaciones civiles-militares, y que es discutible la identificación entre conservadurismo y ética o mentalidad militar ¿Hasta dónde nos lleva el autonomismo militar?112. Finalmente todos ellos critican expresamente la recomendación que hace Huntington sobre la necesidad de que la sociedad imite el orden y la serenidad de West Point.
Contexto y Premisas de El soldado y el Estado
Lo primero que Samuel Huntington hace es situar a las Fuerzas Armadas, y al estudio de las relaciones civiles-militares en el contexto de las políticas del Estado. Así la política militar para este autor es una de las componentes de la política de seguridad nacional, junto con la política de seguridad interna, y la derivada de las amenazas que a largo plazo se derivan de cambios económicos, demográficos o políticos. Esta política de seguridad militar representa las actividades diseñadas para minimizar o neutralizar el esfuerzo de otras naciones por debilitar la propia nación. El instrumento de acción de esta política son las Fuerzas Armadas que normalmente actúan fuera del territorio nacional113.
Por otra parte las relaciones entre los civiles y los militares forman parte del nivel institucional de la política militar: el modo en que el nivel operativo de la política se formula y ejecuta. "El soldado y el Estado" se centra en reflexionar sobre este tipo de relaciones. El autor justifica la existencia de una profesión al servicio del Estado que permita responder a las amenazas contra la seguridad militar del Estado, y establece unas pautas de comportamiento que deben de ser observadas en orden a evitar que se desvíen los fines para los que la Institución militar fue creada.
Asienta su teoría sobre dos premisas básicas. Por una parte da por supuesto que las relaciones entre civiles y militares deben estudiarse como un sistema compuesto por elementos interdependientes. Los componentes principales de ese sistema son la posición estructural de la institución militar en el gobierno, el papel informal y la influencia de los grupos militares en la política y la sociedad, y finalmente la naturaleza de las ideologías correspondientes a los grupos militares y no militares. De esta forma cualquier sistema de relaciones entre civiles y militares implica un equilibrio complejo entre estos factores.
La segunda de estas premisas es que partiendo de unas ideas previas respecto de la naturaleza y el fin de las instituciones militares, es posible definir un tipo particular de equilibrio que el autor bautiza como "control civil objetivo". Este equilibrio lleva al máximo la seguridad militar. Utilizando este patrón es posible analizar el nivel hasta el cual el sistema de relaciones entre los civiles y los militares de cualquier sociedad tiende a reforzar o debilitar la seguridad militar. Así mismo es también posible sugerir los cambios en los componentes del sistema necesarios para acercarse más a ese equilibrio de "control civil objetivo"114.
La profesión y la ética militar
El centro de la cuestión es la relación del cuerpo de oficiales con el Estado. Este cuerpo profesional es el elemento de dirección activa de la estructura militar, y el responsable de la seguridad militar de la sociedad. Por su parte el Estado es el elemento de dirección, y el responsable de la distribución de los recursos. La esencia del conflicto tiene su origen en el equilibrio de las fuerzas que configuran las instituciones militares en la sociedad: un imperativo funcional surgido de las amenazas a la seguridad de la sociedad o bien un imperativo social localizado en los grupos, ideologías e instituciones sociales predominantes dentro de ésta. La característica principal del moderno cuerpo de oficiales es que es un cuerpo profesional con unas distinciones particulares, definidas por los que a su juicio constituyen los trazos generales de cualquier profesional: maestría, responsabilidad y corporativismo, a continuación muestra como el militar cumple esos condicionantes115.
Por una parte, el profesional es un experto con un conocimiento y una habilidad especializada, y su maestría se logra sólo por medio de una prolongada educación y experiencia; el militar es un oficial especialmente experto en dirigir la aplicación de la violencia bajo ciertas condiciones prescritas. Por otra, el profesional es un experto que ejerce la práctica, trabaja en un contexto social y desempeña un servicio que es esencial para el funcionamiento de la sociedad. La responsabilidad de servir y la consagración a su habilidad constituyen su motivación; el comportamiento del militar en relación con la sociedad está guiado por una conciencia de que su habilidad sólo puede ser utilizada para fines aprobados por la sociedad a través de su agente político que es el Estado. Finalmente los miembros de una profesión comparten un sentido de unidad orgánica y de conciencia de sí mismos como grupo distinto. Este sentido colectivo tiene sus orígenes en la prolongada disciplina y entrenamiento necesarios para la ideoneidad profesional; la profesión militar es una profesión pública burocratizada. Por lo común el militar, vive y trabaja separado del resto de la sociedad, y ello se simboliza con uniformes e insignias de rango. Además lo militar es tanto una profesión cuanto una organización burocrática, en la que los niveles de idoneidad se marcan por una jerarquía de rangos, y los deberes se indican por una jerarquía de cargos116.
Para Huntington sólo a partir del siglo XIX puede empezarse a hablar de profesión militar ya que es entonces cuando los oficiales empiezan a adquirir una técnica especializada. Hasta el siglo XVII el oficial básicamente es un empresario que arma una compañía de hombres cuyos servicios pone en venta. Las características básicas de estos ejércitos mercenarios son su individualismo, su falta de disciplina y de espíritu corporativo, y la ausencia de responsabilidad. En busca del provecho sólo se organizan en momentos ocasionales. A partir del siglo XVII se consolidan los ejércitos de aristócratas, que organizan los monarcas nacionales ante la necesidad de contar con fuerzas permanentes que protejan sus dominios y apoyen el gobierno. La aristocracia monopoliza los cargos directivos, y convierte la guerra en un pasatiempo, en el que busca honor y aventura. Se llega a la determinación de que únicamente los aristócratas tienen virtudes como la lealtad, o el coraje, expulsándose sistemáticamente a los elementos burgueses del cuerpo de oficiales -excepto algunos casos excepcionales en las armas técnicas-.
El origen de la profesionalidad militar data según este autor de un decreto de 6 de agosto de 1808 del gobierno prusiano117. Este documento regula el nombramiento de oficiales militares, y señala la importancia de la educación y del conocimiento profesional de los militares aboliendo cualquier distinción de clase. Tras las Guerras Napoleónicas la mayoría de las naciones europeas siguen esta tendencia estableciendo instituciones de educación militar inicial, y relajando las prohibiciones al ingreso en el cuerpo de oficiales. Avanzado el siglo se crean los estados mayores generales, y las instituciones educativas militares, lográndose en 1875 que los elementos básicos de la profesionalidad se hayen presentes en la mayoría de países europeos. La especialización tecnológica, el nacionalismo competitivo, el conflicto entre la democracia y la aristocracia y la presencia de una autoridad legítima estable son los factores determinantes que influyen en la consolidación de la profesionalidad militar, que se basa en la suposición de que el genio es superfluo e inclusive peligroso, y en que la confianza ha de depositarse en hombres promedio que han llegado al éxito por medio de la educación superior, la organización y la experiencia.
Huntington atribuye al prusiano Clausewitz la fundamentación teórica de la nueva profesión118. La guerra no es sino la continuación del conflicto político, siendo la subordinación del punto de vista político al militar irracional, pues la política es la que crea la guerra. La facultad inteligente es la política, y la guerra sólo el instrumento. Clausewitz justifica teóricamente el control civil, ya que el soldado en este esquema tiene que estar subordinado al estadista: la función del militar es advertir al hombre de estado respecto a que perciba cuidadosamente los límites de su fuerza militar al formular metas y compromisos. Al final, no obstante, la decisión política es la que debe predominar.
Una vez definido el militar como un profesional Huntington trata de acercarse a lo que él llama la ética militar. En su opinión el constante desempeño de cualquier función profesional da origen a una mentalidad profesional119. La mentalidad militar, en este sentido, consiste en los valores, actitudes y perspectivas que son naturales al desempeño de la función militar profesional, y cualquier grupo de oficiales se adhiere a esta ética sólo en la medida en que está configurada por imperativos funcionales más que sociales. Según Huntington si no hay alteración básica en la naturaleza propia de la profesión militar, no lo habrá en el contenido de la ética que es su expresión intelectual. La ética militar, en consecuencia, es un patrón constante por el cual es posible juzgar la profesionalidad de cualquier grupo de oficiales en cualquier momento y lugar120.
La profesión militar presupone intereses humanos en conflicto y el uso de la violencia para hacer que tales intereses avancen. En consecuencia, la ética militar considera al conflicto como el modelo universal en toda la naturaleza y ve a la violencia arraigada en la naturaleza del hombre. El egoísmo humano lleva a la lucha, y la debilidad del hombre hace que el conflicto dependa de la organización, la disciplina y el liderazgo.
El enfoque militar respecto de la política nacional refleja la responsabilidad profesional de la seguridad militar del Estado. Esta responsabilidad guía a los militares: 1) a considerar al Estado como la unidad básica de organización política; 2) subrayar la naturaleza constante de las amenazas a la seguridad militar del Estado y la constante posibilidad de guerra; 3) a subrayar la magnitud e inmediatez de las amenazas de seguridad; 4) a favorecer el mantenimiento de fuerzas armadas fuertes, variadas y listas; 5) a oponerse a la ampliación de los compromisos estatales y a que el Estado se involucre en la guerra, excepto cuando la victoria se asegure. Y les compromete en tres niveles: 1) una función representativa de reclamar seguridad, que les obliga a mantener informado al Estado sobre lo que considera necesario para la seguridad mínima militar; 2) una función asesora, que les faculta a analizar e informar de las implicaciones de cursos alternativos de acción estatal desde punto de vista militar; y 3) una función ejecutiva, que les legitima a poner en práctica las decisiones estatales respecto a la seguridad militar121.
Estas características, responsabilidades y compromisos llevan a que Huntington llegue a las siguientes conclusiones respecto a la profesión militar: 1) La política está más allá del alcance de la competencia militar, y la participación de oficiales militares en la política socava su profesionalidad, reduciendo su competencia profesional; 2) La profesión militar existe para servir al Estado. Para que desempeñe su función, cada nivel dentro de ella debe ser capaz de ordenar la obediencia instantánea y leal de los niveles subordinados. Sin estas relaciones, la profesionalidad militar es imposible; 3) Un cuerpo de oficiales sólo es profesional en la medida en la cual su lealtad es fiel al ideal militar. Las fuerzas más eficaces y el cuerpo de oficiales más competentes son aquellos que están motivados por estos ideales más que por metas políticas o ideológicas. Sólo si están guiados por ideales militares las Fuerzas Armadas son servidores obedientes al Estado y el control civil está asegurado.
El resumen de Huntington insiste en que la ética militar es realista y conservadora, y en que sólo existe un tipo posible de comportamiento militar. La existencia de la Institución militar y su relación con el Estado sólo se justifica en términos de profesionalidad, y de servicio al Estado. En el caso de que esa relación no se ajuste a estos patrones se está ante una desviación, y no se puede hablar ni de profesionalidad, ni de "control civil objetivo"122.
Control civil subjetivo en oposición al Control civil objetivo
El que la profesión militar esté al servicio del Estado, y no de intereses partidistas particulares, presupone que existe una profesión militar funcionando tal y como este profesor estadounidense ha definido, y que el Estado dispone de unos mecanismos legítimos de gobierno según el modelo democrático occidental, que además respetan los principios inmutables de la profesión. Esta actividad profesional no depende así de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos -que es subjetiva-, sino de la propia esencia objetiva a la que el autor llega después de un riguroso análisis.
Para el modelo ideal de Huntington tampoco existe la posibilidad teórica de una dirección profesional militar del Estado, o de una influencia de este cuerpo sobre determinadas áreas de la gobernación. En ese caso la ruptura con la ética profesional hace que los militares actúen como un grupo civil partidista más, y sus miembros lo hagan a nivel personal123.
En opinión de Huntington hasta hace poco tiempo el control civil sólo ha existido en el sentido subjetivo. Era la única forma posible en ausencia de un cuerpo de oficiales profesionales. El surgimiento de la profesión militar transforma el problema de las relaciones entre los civiles y los militares complicando el esfuerzo de los civiles para llevar al máximo su poder sobre los militares.
Se habla de control civil subjetivo si el poder social que influye sobre la Institución Militar es monopolizado por uno de los distintos grupos de la sociedad, sean éstas instituciones gubernamentales particulares, clases sociales, o formas constitucionales particulares: sea la Corona, la aristocracia, la burguesía, o la democracia -en la que también los militares pueden socavar el control civil y adquirir gran poder político a través de los instrumentos legítimos-. Así no es necesariamente cierto que el control civil se identifique con la democracia, y el control militar con el gobierno absoluto o totalitario. Tras el espíritu de esta afirmación se esconde la idea de que la llamada dictadura militar representa la dictadura de un grupo de civiles, independientemente de que éstos sean militares, o hayan sido apoyados por militares. Al apartarse de la ética profesional, no están actuando como militares, sino como una parte de la sociedad que se impone sobre el resto utilizando la fuerza armada.
El control civil objetivo es llevar al máximo la profesionalidad militar, y logra su objetivo militarizando a los militares, y convirtiéndoles en el instrumento del Estado. Su esencia es el reconocimiento de la profesionalidad autónoma. Este tipo de control logra el fin primordial de cualquier sistema de control civil al minimizar el poder militar, y permite que la fuerza esté lista para llevar adelante los deseos de cualquier grupo que asegure la autoridad legítima dentro del Estado. Así se asegura de la mejor manera la seguridad militar de la Nación. No obstante, afirma el autor, el logro del control civil objetivo se ha visto perjudicado por la tendencia de muchos civiles a concebir todavía el control civil en términos subjetivos, y no estar dispuestos simplemente a aceptar un cuerpo de oficiales políticamente neutral124.
Huntington se plantea las condiciones en la que es probable llevar al máximo la profesionalidad militar y el control civil objetivo. Afirma que la respuesta depende de la relación entre los dos niveles de las relaciones entre civiles y militares. En el nivel del poder, el tema clave es el poder del cuerpo de oficiales respecto de los grupos civiles dentro de la sociedad. En el nivel ideológico, el tema clave es la compatibilidad de la ética militar profesional con las ideologías prevalecientes en la sociedad
¿Cómo mide los diferentes niveles de poder? Propone un marco para medir tanto la autoridad formal, como la influencia informal dependiendo del grado y del alcance. Respecto a la autoridad formal dice que hay que distinguir de mayor a menor grado si nos enfrentamos a un régimen de soberanía militar, de independencia militar, de subordinación a una Institución como la monárquica, o de subordinación a la estructura gubernamental. Respecto a la influencia propone diferentes variables a analizar: las relaciones con grupos civiles particulares (de clase, geográficas, industriales, etc..), los recursos del PNB destinados a la defensa, las interpenetraciones de poder con otros grupos (gradación de militares en puestos civiles, a civiles en puestos militares). Todos estos factores dan la dimensión del poder de los militares en la sociedad.
En relación a la ética profesional que Huntington califica de concreta, permanente y universal; la contrasta con cuatro éticas civiles o ideologías. El liberalismo es antimilitar en el sentido que choca con los principios básicos de lo militar; subraya el individualismo, la razón, la libertad y piensa que los profesionales militares son peligrosos, retrasados, incompetentes, y despectivos respecto a la importancia de la economía, la moral y la ideología; desde su punto de vista los ejércitos de ciudadanos son los adecuados para ir a la guerra. El fascismo es también una ideología antimilitar ya que glorifica la lucha, idealiza románticamente la guerra, e idolatra el poder; el fascista lucha por el hecho de luchar, y cree en los ejércitos masivos; todos los ciudadanos son soldados. El marxismo es antimilitar también. Parte de la idea de que el hombre es bueno. No reconoce los valores y formas militares universales, la fuerza militar está determinada por los intereses de clase para los que está luchando. El conservadurismo es básicamente similar a la ética militar; sólo el conservador no tiene un modelo político-ideológico que imponerles a las Fuerzas Armadas, ya que existe una similitud y compatibilidad natural125