Título: De los golpes a la cooperación: una mirada a la mentalidad profesional en el Ejercito Argentino - Los levantamientos como expresión de la crisis de la mentalidad profesional

6. LOS LEVANTAMIENTOS COMO EXPRESIÓN DE LA CRISIS DE LA MENTALIDAD PROFESIONAL
Semanas antes de ese acontecimiento nosotros llegamos a la conclusión de que ya no era posible seguir entregando a los camaradas a la seudojusticia del sistema, porque con la entrega de los camaradas iba a venir, como natural consecuencia, la disolución del espíritu de cuerpo, la desaparición de la cohesión y también la desaparición del Ejército Argentino. Paralelamente yo y otros camaradas enviamos notas a la superioridad exponiendo nuestro pensamiento respecto del tema. Decíamos que había que adoptar una definición institucional más dura, más inflexible, frente al poder político y la política antimilitar -decididamente antimilitar- de este alfonsinismo coordinador que es la cara visible de este sistema expoliador que está sometiendo a nuestros compatriotas y, en última instancia, a toda la Argentina. (...) Dimos señales claras, por aquel entonces, que no estábamos dispuestos a entregar más camaradas, más allá de la jerarquía de ellos. Y se presentó en la coyuntura el protagonismo del mayor Ernesto Barreiro, quien desde hacía más de tres años expresaba que no se iba a presentar a la justicia civil. Y bueno, decidimos hacer esta plantada militar que se dio en llamar Operación Dignidad.98
Los levantamientos carapintada plantearon objetivos que principalmente se referían a la reivindicación de la lucha antisubversiva, y el cese de las causas judiciales a militares en actividad. Sin embargo, tal como viéramos en el capítulo anterior, existían objetivos implícitos, no siempre declarados, que fueron inclusive cambiando entre un episodio y otro. La existencia de otros objetivos aparece en forma clara al pensar que, a pesar de haber obtenido la sanción de la ley de Obediencia Debida, los levantamientos continuaron.
Estos objetivos, explícitos e implícitos, ilustran la mentalidad emergente en el sector carapintada (y en gran parte del Ejército, a juzgar por el apoyo que obtuvieron, sobre todo en Semana Santa), y expresan la crisis de la mentalidad vigente hasta la guerra de Malvinas. Allí, el quiebre de los valores técnicos y profesionales terminó de derrumbar la pauta de autoridad. Véase por ejemplo cómo describe al carapintadismo el primer rebelde, el Mayor Ernesto Barreiro:
No se trata de un grupo, como algunos dicen. Es algo más importante, más profundo. Representa una nueva generación, una relación especial entre nosotros que perfila una nueva mentalidad.
Lo importante era nuestra solidaridad, el espíritu de camaradería (...). Además en aquellos años aparecieron una cantidad de novedades que cambiaban las nociones militares clásicas, con la moda de Vietnam, con el surgimiento de los comandos, armas nuevas, en fin, una nueva concepción militar superior a la de posguerra. A esto habría que agregarle hechos como el de Cuba y el bloqueo. Cuando surgieron las Brigadas del Sur, realmente nos impactó. Ir a la República Dominicana representaba toda una aventura en un Ejército acostumbrado a estar ensimismado. Todas estas cosas influyeron decididamente en el Ejército y muy especialmente en la nueva oficialidad.
(...)
Podríamos decir que el nuestro es un movimiento de la juventud del Ejército. (...) El nuevo Ejército al que hacemos referencia está compuesto por todos menos por los generales. 99
Los episodios de insubordinación vividos expresaron así la revolución de valores, actitudes y perspectivas que aquejaban al Ejército, que volvió derrotado de Malvinas y del Proceso. Puede evaluarse, retomando las hipótesis de trabajo de Janowitz, que esta revolución interior apareció como ruptura debido a la estaticidad con que el Ejército Argentino había manejado su vida institucional en las últimas décadas, deteniendo las transformaciones que lógicamente hubieran debido darse en los tipos de autoridad predominantes. De esta lucha, entre una pauta autoritaria de dominio, y su oposición, nacida al calor del "jefe heroico que actuó en la guerra", surgirá posteriormente una nueva mentalidad para el Ejército Argentino, cuyos efectos se verán sobre las relaciones cívico-militares.
La mentalidad carapintada
¿Quiénes eran, y qué pensaban los hombres que decidieron emprender esta serie de sublevaciones dentro del Ejército? ¿Qué aspectos de la mentalidad vigente combatían? ¿Qué clase de mentalidad, en definitiva, expresaban con su accionar?
Haremos referencia a los principales elementos que surgen tanto de los hechos, como de las declaraciones de los protagonistas. A través de ellos, intentaremos reconocer los aspectos propios de la mentalidad militar, que se vieron fuertemente cuestionados.
- Las virtudes del mando y el deber de obediencia
Este aspecto, esencial a la organización militar, se constituyó en el punto esencial a partir del cual todos los levantamientos giraron. Su cuestionamiento explica, mejor que ninguna otra variable, la ruptura de la disciplina interna del Ejército, pues resulta en la ausencia de una base moral y ética para la pauta de autoridad.
Los orígenes de este desconocimiento de la autoridad superior se sitúan en la evaluación de la actitud del generalato como comandantes durante y después de la Guerra de Malvinas. Por el quiebre de valores técnicos y profesionales que la conducción de dicha guerra provocó, se convierte en una variable fundamental. Allí, en la situación para la cual se habían preparado toda su vida, los futuros carapintadas comenzaron a plantearse que otro tipo de autoridad era deseable. Y a partir del comienzo de la caída de las cúpulas que habían guiado el Proceso, comenzaron a ver que era posible.
Júzguese, en este sentido, que si bien los reclamos esgrimidos durante los levantamientos hablaron de los juicios por violaciones a los derechos humanos, esta firme defensa corporativa no se encontró en lo referente al juicio a los responsables de la Guerra de Malvinas, cuya sentencia se conoció en el candente año 1988. ¿Es ello una muestra de un desentendimiento de la suerte de los mandos al respecto, entendiendo que eran ellos quienes estaban siendo juzgados y que, en definitiva, lo merecían? ¿No se planteaba resistencia a la justicia civil, si solamente se ocupaba de los comandantes? Probablemente, así fuera. 100
La reivindicación de la actuación de los mandos inferiores durante la lucha antisubversiva significó, en realidad, la creencia de que la conducción -frente a la otra guerra- volvía a cometer los mismos errores y traiciones que en Malvinas. Así como había existido una desmalvinización, la falta de firmeza para negociar con el Gobierno los juicios a militares en actividad, parecía apuntar a la depuración de los cuadros que habían actuado en esa "guerra". En síntesis, una "traición" cuyo objetivo era -nuevamente- cargar las culpas sobre los subordinados, en aras de las apetencias y corrupciones personales de los mandos superiores. Y lo cierto es que, como argumento político, ambos podían ser ideales a los fines de captar voluntades al interior de un Ejército cuasi destruído, para producir la definitiva desaparición de la pauta de autoridad "burocrática" y autoritaria que había conducido a la Fuerza a ese estado.
Amén de las deficiencias técnicas en la conducción de las operaciones vistas en el capítulo 4, observemos algunos indicios de lo que a nivel de la oficialidad media se pensaba acerca de las actitudes del mando en lo que se refiere a la Guerra de Malvinas. En primer lugar, el desconocimiento de los "sacrificios" de los subordinados:
"Lo que nos sacó de la calma fue el hecho que nos trataron mejor los ingleses que la propia gente", me decía un oficial de la Compañía 601, "era el 'síndrome de la mula', que por miedo reacciona mal. Estos de aquí tenían miedo a todo, estaban nerviosos. De habernos recibido mejor el Ejército", continuaba, "se habrían acabado el resentimiento y los 'chicos de la guerra', porque al levantarse el espíritu mediante el halago, nadie se habría quejado por lo que soportó, hasta por vergüenza. Pero nos encerraron, nos impidieron hablar con nuestras familias, y eso nos puso mal: todo lo que hacían se volvía en su contra".
(...) En Campo de Mayo las tropas quedaron instaladas en la Escuela de Suboficiales. "El Subdirector se acercó para hablarnos militarmente", recordaba un Comando, "como si no hubiese ocurrido una guerra y se tratara de una simple reunión informativa; y nos dijo que íbamos a permanecer para recuperarnos (..) unos siete u ocho días concentrados, para evitar dar una mala impresión a las familias, y renovarnos el equipo y armamento antes de retornar a las unidades. Una serie de explicaciones realmente absurdas que no podíamos creer".
(...)
"Había mucho malestar contra la Dirección de la Escuela", refiere otro oficial, "pues compañeros que pasaban no nos saludaron, ya que tenían instrucciones estrictas de no hablarnos: estábamos aislados".101
De Malvinas vine derrotado, fuimos traicionados por los generales.102
En segundo lugar, la aparición de la calificación de Ejército burocrático, también se remonta a Malvinas:103
Hombre inteligente y de buena disposición, 'le faltó carácter', fue la uniforme síntesis de sus subalternos. Muy receptivo y de talante amistoso, servía como transmisor de sugerencias, pero careció de la decisión para imponerlas. (...) falló Menéndez como jefe que en la pelea -sobre todo al final, cuando debió maniobrar librado a sus propios e ineficaces medios- adopta una actitud que arrastra en pos de sí a sus tropas. El Gobernador Militar daba impresión de prolijidad, de presencia pulcra, lo que contrastaba agudamente con la imagen barrosa de los que se movían fuera de la capital. Según sus propias manifestaciones, tan sólo en una oportunidad se adelantó hasta la primera línea defensiva, entre los montes Longdon y Two Sisters -no lo indicó con exactitud (...).104
Figueroa y Jándula comenzaron a hacer los preparativos y a planificar la misión {marcha de los comandos a la cabeza de playa británica}. (...) En un momento dado, el general Parada mostró el mapa e indicó a González Deibe los lugares que tenía que ocupar en las noches sucesivas. Este, extrañado, midió la carta y, teniendo en cuenta su experiencia en aquella zona, manifestó su disconformidad:
- Mi general, eso es imposible de hacer: no se pueden caminar trece kilómetros en una noche, cargados con los equipos que llevamos. Las condiciones del terreno no lo permiten, es muy blando.
- ¿Cómo dice eso un oficial de Infantería? ¡La Infantería camina cuatro kilómetros por hora!
González Deibe no replicó: "Total", pensó, "cuando esté allá voy a hacer lo que se pueda". (...) Aquel comentario le dio la impresión al oficial que dentro de las oficinas, con las comodidades disponibles, no se percibía la realidad de las cosas y se las tomaba con más despreocupación. (...)
Cuando el doctor Pablo Llanos entregó, el 23 de mayo, al prisionero que custodiara desde Howard, (...) el general Parada lo mandó llamar a la casa donde habitaba, para enterarse de detalles sobre aquél. (...) Fue una conversación amable pero que no duró más de media hora (...) invitó al capitán Llanos a almorzar al día siguiente para continuar tratando el tema.
Mas algo de había percatado este último de la misión que realizarían sus camaradas de la Compañía 601, y cuando esa noche planeaban Figueroa y González Deibe su salida al día siguiente, no vaciló Llanos en incorporarse a la partida. (...)
A las cinco y media de la mañana se hallaba en Moody Brook, soportando un frío agudo, a la espera de órdenes para embarcar junto con la tercera sección, cuando a veinte metros de distancia se detuvo un jeep del cual descendió alguien que con voz grave ordenó:
- ¡A ver, que se me presente el más antiguo!
Casualmente lo era el propio Llanos (...) quien reconoció, inquieto, al comandante de la Brigada de la que dependía. Sin escapatoria, serio, fue a su encuentro. Parada lo contempló extrañado:
- ¿No es usted el capitán médico?
- Sí, mi general.
- ¿Y no tiene usted que estar al mediodía conmigo?
- Sí, pero me voy a Monte Simmons; en todo caso a la vuelta...105
Los juicios por violaciones a los derechos humanos hacen explotar una tercera cuestión acerca de la actitud de un comandante, ya vislumbrada en ocasión de la conducción de la Guerra de Malvinas. Llegado el momento histórico de los primeros años del gobierno democrático, la virtud del mando, del superior que no abandona a sus subordinados, era percibida como absolutamente ausente en la conducción del Ejército. Esto se manifiesta también en la actitud que asumía el comando de la Fuerza hacia el Gobierno por los juicios a militares. Esa "guerra" no podía ser juzgada y, en última instancia, si lo era, los mandos debían proteger a sus subordinados. ¿Cómo podía permitirse que se hiciera responsables a quienes habían cumplido órdenes? Véase como lo expresa el primer rebelde, el My Ernesto Barreiro:
La actual cúpula militar formaba parte de las Fuerzas Armadas durante la guerra contra la subversión, ocupando puestos de significativa trascendencia (...). La legalidad que en ese momento no exigieron a las sucesivas juntas militares pretenden ahora imponérsela a subalternos que se limitaron expresamente a cumplir órdenes sin rehuir jamás el combate frente al enemigo de la Nación.106
En esta condena no entran sólo los que comandaron el Proceso, sino también las jefaturas subsiguientes. Mientras tanto, y siempre desde esta particular perspectiva, Mohamed Seineldín representa el papel del jefe heroico y abnegado, que se pone a la cabeza de la lista de quienes deben pasar a retiro en el llamado Pacto de Palermo, para evitar la caída de un número mayor de subordinados. Aldo Rico, por otra parte, quien en Malvinas compartió el mando con el My Castagneto a pesar de que éste se había puesto bajo sus órdenes por ser aquél más antiguo, expresa en sintéticas palabras la nueva concepción del mando que su sector enarbolaba:
Se supone que el arte del oficial es ejercer el mando. Y el mando es excelencia. Entonces, al subalterno se lo manda haciéndolo participar de la excelencia y más se participa de la excelencia mientras más se está en contacto con quien la posee. Ocurre que la jerarquía debe ser vivida y reconocida. No se impone por decreto, ni tampoco aferrándose al código. (...) No se manda porque es más antiguo sino que se manda porque se es mejor. Y se lo debe demostrar. (...).107
Y en lo que parece un mensaje a las cúpulas que habían conducido al Ejército en las últimas décadas:
Muchos hablan de retornar al espíritu sanmartiniano, pero pocos dicen que ese espíritu se encarna en la honestidad personal y pública, en el valor, en la austeridad de las costumbres, en la rectitud moral, en la preservación del honor, en la conducta decorosa, en el respeto de la dignidad del prójimo, en el renunciamiento a los privilegios y en el sentido de equidad.108
Para el pensamiento carapintada, a partir de una nueva concepción del mando basada en la pauta de manipulación y liderazgo, parece inaugurarse también una nueva concepción de la obediencia. En esta concepción, si el mando no lo merece o ejerce mal sus funciones, el subordinado está justificado para no obedecerlo o tomar sus propias decisiones:
Nosotros somos los profetas de la libertad de acción en el Ejército. Acá la obediencia debida no existe, es un concepto errado. La obediencia, como la desobediencia, debe ser profundamente consciente.
(...)
El subalterno, cualquiera sea su jerarquía, adhiere voluntariamente, en principio porque considera y porque piensa que los objetivos son deseables y deben ser alcanzados. Y luego también porque se ve reflejado en su superior, reconoce su jerarquía y su excelencia. Es la forma más pura del mando.109
Cabe sin embargo aclarar que desde el punto de vista teórico la pauta de manipulación no proclama en realidad el derecho de desobediencia, sino simplemente un desafío para el que comanda y una mejor forma de organización militar. De hecho, hasta los propios reglamentos militares argentinos reconocen la importancia del líder, antes que de un dominio autoritario. Y otros reglamentos, como los españoles, aluden al derecho a la desobediencia en el caso de recibir órdenes inmorales. El desvío tomado por la mentalidad carapintada para justificar no sólo actos de indisciplina sino un desconocimiento absoluto de la autoridad, armados, expresa sus contradicciones. Revela que resultó en realidad un atajo para eludir responsabilidades y acumular poder, antes que una creencia firme: el derecho a la desobediencia se esgrime ante la actitud del generalato por no defender a los que habían obedecido órdenes. En esta misma línea de razonamiento, este derecho debería haber sido esgrimido para no obedecer dichas órdenes. ¿O debe deducirse, entonces, que sí habían adherido voluntariamente a la doctrina operacional de la lucha antisubversiva? Se revela aquí lo que los carapintadas se negaron a reconocer, aún ante sí mismos: que ellos habían sido parte de la descomposición de la mentalidad profesional.
- La imagen ideal del ser militar
La guerra de Malvinas aparece aquí nuevamente como una variable fundamental a la hora de comprender la formación de un determinado tipo de mentalidad. La imagen cultivada por el grupo carapintada (ante sí mismos y ante la sociedad), fue la del guerrero heroico, para quien valen más la iniciativa y los actos de valor, que las explicaciones burocráticas. Son soldados que manifiestan no buscar su propio interés, sino el de la Patria aún frente a consideraciones personales. Para ello, vale aún sacrificar la propia vida familiar, y hasta su vocación militar:
En ese momento {entregando el Regimiento en los sucesos de Villa Martelli, frente a las vivas de los subordinados} experimenté la más hermosa sensación que puede sentir un soldado, sentí que había llevado a esos hombres a la victoria en una lucha muy noble y muy justa. Intimamente di gracias a Dios por haberme permitido ser militar pues, desde mi punto de vista, no hay oficio ni profesión más extraordinaria que la de ser soldado... Servir a Dios y a la Patria es un privilegio... y yo lo tengo...
Sentí que de ahí en más, pasara lo que pasase, no importaba mucho pues todo se había hecho de corazón, no me importaba ir preso o no, no me importaba haber perdido mi carrera, no me importaba ninguna consecuencia personal... Todo lo había dado en esos seis días y entendía haber ofrecido a mi Ejército un triunfo que nadie nos podría arrebatar.110
'Comparto los objetivos pero no el procedimiento'.
Cuántas veces hemos escuchado estas palabras en boca de muchos de nuestros camaradas del EA.
Excusa fácil para todo aquel que no posee la decisión necesaria para comprometerse en una causa.
Muletilla adecuada para todos aquellos que ven la realidad institucional de su Ejército o bien, la realidad política de su Patria, como si estuviesen cómodamente sentados en el palco de un teatro (...).111
La carrera de las armas es más que una profesión. Es un estilo de vida con sentido heroico. Es un sacerdocio con vocación de servicio. Es una escuela de carácter, con predisposición espiritual y física hacia el empleo de la violencia por fines superiores y como último recurso.
(...)
La meta no es ser general ni suboficial mayor, la meta es ser soldado. Ser el mejor soldado. Y ello es:
- Anonadarse de sí mismo para ser de Dios y de la Patria.
- Ser fiel a su bandera, honor de la Patria hecho símbolo.
- Trascender a la muerte. (...)112
Los nuevos soldados se endurecían con el trabajo diario y con el ejemplo de sus Oficiales y Suboficiales, quienes cumplían cabalmente con las dos exigencias del mando que les impuse: en el sacrificio y en el peligro, el Superior siempre adelante y el subalterno detrás; en cambio en las actividades de bienestar, el Subalterno siempre adelante, y el Superior atrás. 113
La imagen del militar sostenida por los carapintadas, está representada en la figura de los líderes del movimiento. Dos características los unen y ofrecen la pista para comprender el origen del carapintadismo:
- Ambos combatieron en Malvinas, y fueron reconocidos por quienes evaluaron el comportamiento militar en dicha contienda: Seineldín, al frente del Regimiento de Infantería 25, y Rico, como Jefe de la Compañía de Comandos 602.114
- Ambos comparten los orígenes de su condición de infantes (la Infantería fue la protagonista de los levantamientos), pero básicamente, para dilucidar qué tipo de militar eran, debe prestarse atención a su condición de formadores de la especialidad de comandos.
La especialidad de comando fue incorporada al Ejército en 1963, aunque no sería hasta la década siguiente -en vistas de la lucha antisubversiva- que se decidiría otorgarle una mayor atención a su desarrollo. Fueron enviadas patrullas especiales a Tucumán y, posteriormente, en 1978, se creó el llamado Grupo Halcón 8, cuyo jefe era Mohamed Alí Seineldín, quien imprimió a la especialidad su lema: "Dios y Patria ¡o Muerte!".
La especialidad parece haber resultado un factor de peso a la hora de decidir embarcarse en los levantamientos; por ello, se convierte en un indicador primordial para comprender la mentalidad de este grupo interno del Ejército. Los dos conductores, y ocho de los oficiales que revistaron en las compañías de comandos en Malvinas, fueron líderes carapintada.
¿Qué es ser militar, para un comando? Veamos algunos testimonios de ello, que pueden sumarse a los que hemos visto anteriormente en referencia al general Parada:
El capitán Andrés Ferrero recuerda las palabras con que el actual coronel Seineldín despidió al curso realizado en el año 1975:
- El Curso de Comandos empieza hoy: no termina nunca para aquellos que realmente lo toman como estilo de vida.115
Las condiciones -desde el ingreso- son rigurosas. (...) El shock físico y psíquico se ve reforzado cuando los oficiales son mandados por inferiores jerárquicos, aunque con mayor antigüedad y formación como Comandos: lo que cuenta es la previa capacitación y no el grado militar.(...)
Se inculca el concepto de que las misiones impuestas deben ser cumplidas a cualquier costo, con un claro sentido de responsabilidad. Por ello las operaciones no se basan -como en el antiguo Ejército- en la "obediencia pasiva", sino en la compenetración de su desarrollo y finalidad. El orden en el planeamiento es tan importante como la persistencia en la práctica para llevar a cabo una directiva. (...)
(...) el joven soldado profesional -oficial y suboficial- puede encontrar que no realiza plenamente la vida que había presentido al ingresar en la institución, sumergido en servicios ajenos a las actividades primordialmente castrenses: burocráticas, de asistencia a la comunidad, rutinaria, sin práctica auténtica de actividades militares. La carencia de recursos, en un Ejército sin guerras, que ahorra el empleo de material, contribuye a borrar las ilusiones. Y entonces el entrenamiento para Comandos aparece como un retorno a la vocación inicial. Ello exige un tremendo sacrificio, pues se vive en medio de privaciones voluntariamente aceptadas, en un clima de realidad de combate, cuando la hipótesis de conflicto es lejana. Y esto es a veces mal interpretado, y no falta el calificativo de "loquitos" dado a quienes se prestan a realizar tales esfuerzos; porque es menester señalar que los Comandos no siempre han sido bien vistos.116
(...) los siguientes conceptos generales orientan su educación:
1. De orden moral espiritual: Independencia de juicio, iniciativa, amplio sentido de responsabilidad, dominio de sí mismos, agresividad, arrojo, voluntad de vencer, entusiasmo, camaradería, sentido del honor, sentido de jerarquía, sentido de disciplina y subordinación, patriotismo, fidelidad a la misión, fe en los sentimientos cristianos y democráticos.
2. De orden intelectual: Memoria, rapidez de concepción y reacción, fácil adaptación de medios y circunstancias, hábito de trabajo en equipos, adecuada preparación profesional (...).
3. De orden aptitudes físicas: Resistencia a la fatiga, agilidad, fortaleza, salud (...).117
Esta imagen ideal del ser militar, expresa un aspecto de la mentalidad profesional opuesta a la de un Ejército administrativo, burocrático y negociador que -creían- se corporizaba en la persona de generales cuyo mayor interés era su propia carrera, antes que la gloria de una Fuerza armada.
- La misión militar, en relación con la actividad política
Para la mentalidad carapintada, la misión del militar incluye su consideración y preocupación por los aspectos de la vida política del país. Esto puede apreciarse si se considera la evolución de los objetivos esgrimidos durante los levantamientos: de una primera aparente defensa corporativa de camaradas, y pasando por la circunstancia de que todos significaron una presión al poder político, el último levantamiento se planteaba lo siguiente:
"(...) nos apoyamos en la misma concepción estratégica que habían tenido las sublevaciones anteriores, cuyas principales ideas-fuerza eran las siguientes:
a. No sobrepasar los límites de lo estrictamente militar.
b. Evitar a toda costa caer en un golpe de Estado.
c. Conseguir el mayor consenso posible dentro del Ejército.
d. Contar con un apoyo civil que permitiese legitimar la acción, y no como en los anteriores pronunciamientos en que la sociedad, engañada por la acción de los medios de comunicación social, condenó inmediatamente la acción de los carapintadas.
e. Buscar como objetivo militar el reemplazo del jefe del Estado Mayor General del Ejército por un comandante legítimo, capaz de unir al Ejército, evitar su desmantelamiento y devolverle el espíritu sanmartiniano. Estos objetivos se sintetizaban en:
1)Que el Ejército argentino volviese a ser el brazo armado de la Patria.
2) Que el Ejército argentino volviese a ser una de las instituciones fundamentales de la nación.
3) Que el Ejército argentino volviese a ser salvaguarda de los más altos intereses de la nación.
f. El plan debía ser lo suficientemente original y decisivo como para no dejarle otra opción al poder político que la de aceptar nuestros objetivos.(...)118
Los tres puntos (subrayados por el propio autor), hablan de una forma de entender el ser militar más cercana al papel que habían jugado los militares en la historia argentina, que a una visión profesionalista subordinada a las decisiones políticas, propia de una institución que se sabe parte del Estado, y no por encima de él.
Tal vez como producto de una formación que los preparaba para creer que sabían todo y de todo, los carapintadas no se diferencian en este sentido del espíritu mesiánico y soberbio de los generales del Proceso. Así, y como ejemplo, observamos el enojo de Mohamed Seineldín con Carlos Menem por la política impresa por éste a su gobierno. Las referencias a la causa nacional, al pueblo, a la "vanguardia" que ellos representan, son numerosas tanto por parte de Rico como de Seineldín.
Aún así, la misión del militar respecto de la actividad política es entendida en forma diferente por estos dos líderes, lo cual explica también la variación de objetivos. Aldo Rico, quien como militar hizo política aún cuando no lo admitiera, la Argentina necesitaba un "proyecto de nación", y en sus Ideas Rectoras citadas con anterioridad, se permite comenzar con una amplia descripción de la realidad nacional (no militar), política y económica, en un documento esperable de un político, pero difícilmente de un militar. A partir de Semana Santa, Rico parece comenzar a darse cuenta del cambio en la cultura política: la sociedad ya no aceptaba que los militares jugaran el rol omnipotente y omnisciente. Para ello, se dedica a una actividad más cercana a la política que a la simple lucha por el poder en el Ejército. Así, a partir del liderazgo de Seineldín, abandona progresivamente el movimiento carapintada, para dedicarse a una carrera política que lo llevaría hasta la misma Cámara de Diputados de la Nación.119
Seineldín, quien también onnubilaba a quienes lo escuchaban con sus abundantes descripciones de la realidad nacional e internacional, no parece haber entendido el juego, tal como lo hizo Rico. O si lo hizo, creyó que con las armas a su favor podría obtener mejores resultados. Una vez derrotado, eligió construir una imagen mesiánica, a partir de la cual se encolumnaría -alguna vez- un nuevo Ejército, para conducir la Patria hacia sus destinos de grandeza:
Sí, soy consciente {de que fracasó}. Hay un refrán que dice que la vida no está en los éxitos, la vida no está en los fracasos. La vida está en la lucha. Si a Cristo, que era Dios, lo crucificaron... Si San Martín, que venía con un proyecto maravilloso que era hacer los Estados Unidos de América del Sur y colocar un rey inca en el Perú, murió en el exilio... ¿Qué puedo esperar yo que soy un pobre desgraciado, hijo de inmigrantes extranjeros?
(...)
Reivindico a San Martín, a Rosas, a Belgrano y al justicialismo. Soy un cristiano nacionalista. Me sigo considerando un idealista que sigue estando dispuesto a dar la vida por mi Patria. Soy un militante del Papa, un hombre que se enfrenta al imperialismo anglosajón, un hombre que pelea solo.
(...)
Rico está integrado al sistema, está destruído.120
En síntesis, podemos reconstruir la siguiente referencia acerca de la mentalidad carapintada:
- En el plano de los Valores:
- Morales:
Se postula la necesidad de una nueva pauta de autoridad para el Ejército, basada en la manipulación y la persuasión antes que en el dominio autoritario. El nuevo ejercicio del mando, sin embargo, encuentra contradicciones en la construcción del pensamiento carapintada cuando enfoca el problema de la obediencia. Al tiempo que declama la necesidad de una disciplina positiva, reivindica la actuación en la lucha antisubversiva sobre dos pilares: la justificación ideológica, y la obediencia debida. La reivindicación está dirigida a quienes estuvieron en operaciones. No así hacia la conducción general del Proceso. La recuperación del llamado ideal sanmartiniano del honor y el orgullo profesional es uno de los pensamientos claves de esta mentalidad.
- Técnico-profesionales:
Con una intensa crítica hacia los mandos que dirigieron la guerra de Malvinas, y quienes continuaron después con la "desmalvinización", se propone una imagen ideal del ser militar basada en la recuperación de los valores técnico-profesionales, que combate a un Ejército burocrático que ha perdido su misión y su capacidad.
- Actitudes (misiones):
- Hacia la sociedad:
Los carapintada se ven a sí mismos como vanguardia de la sociedad de la que forman parte, y como expresión del hastío social frente a la corrupción dirigencial. Representan una nueva forma de mesianismo, no solamente para salvar de la "agresión marxista" (al estilo del Proceso), sino para -a través de la salvación del Ejército como expresión del mejor conocimiento de lo que la Nación necesita- conducir a la recuperación de la honorabilidad y la identidad en el conjunto de la Nación.121
La actitud hacia la sociedad en esta diferente mentalidad militar conserva los rasgos peyorativos y la creencia de que su misión es la de ser la última reserva de la nacionalidad. La visión del gobierno alfonsinista, de la justicia civil o de los medios de comunicación como instrumentos del marxismo, obviando las manifestaciones de un reclamo social de justicia, representa una muestra más de que esta mentalidad adhería seriamente a la consideración de que solamente las élites construyen la política.
- Hacia la actividad política:
Si bien se esmeraron en aclarar que no perseguían golpes de Estado, en realidad sus prácticas atentaban claramente contra el orden interno del país y buscaban presionar al gobierno civil. Los carapintadas no escapan, en este sentido, al uso de la organización militar como instrumento político como lo habían hecho sus antecesores.122 Contradictoriamente, al tiempo que combatían la idea de la política dentro del Ejército, la utilizaban para lograr sus fines. En este sentido, el sector de Aldo Rico parece haber comprendido los límites existentes para desarrollar estas acciones, por lo cual derivan hacia la actividad política partidaria.
Sus ideas parecen apuntar al corporativismo, despreciando a la clase política, aunque adhieren a los postulados básicos del justicialismo. Seineldín explícitamente se refería a la organización de la sociedad con la participación de los cuerpos intermedios. Pueden autodefinirse como católicos nacionalistas.
- Perspectivas:
- Modos de ver y comprender la realidad nacional:
Para la mentalidad carapintada, el país se encontraba en estado de franca descomposición, víctima de la corrupción y del retorno del marxismo (con Alfonsín), y del imperialismo (con Menem). Es necesario recrear un proyecto nacional, acorde con el llamado "espíritu de Malvinas", recuperando la identidad y el patriotismo. 123
Se cree que la política militar de Alfonsín buscaba el objetivo de destruir la institución militar y provocar la indefensión; en cuanto a Menem, consolida los objetivos logrados.
- Modos de ver y comprender la realidad internacional:
Ya desde la Guerra de Malvinas el Ejército todo había abandonado su tradicional adhesión a las potencias occidentales. En la mentalidad carapintada, los enemigos son alternativamente el imperialismo, la socialdemocracia y el marxismo. 124 La Argentina, en este esquema, a través de la recuperación de su proyecto nacional, debe insertarse en el mundo como un Estado soberano. No se encuentra un abandono de la doctrina de seguridad nacional, y las llamadas nuevas amenazas a la seguridad (narcotráfico, terrorismo internacional), pueden aparecer en esta mentalidad como la justificación de una actualización de dicha doctrina.
La crisis profesional se expresa en las relaciones cívico-militares
Vueltos de la guerra, e inmersos en el contexto interno, y social al que se aludió en los capítulos anteriores, los miembros del Ejército se encontraron frente a dilemas mayores, todos los cuales apuntaban a las características distintivas de su profesión. Su estilo de vida, sin duda alguna había sufrido sustanciales modificaciones: la restricción salarial, la cuota de poder ausente, y un mayor dilema: ¿qué había sucedido con las características distintivas de su profesión? ¿Cómo se expresaba, en las relaciones cívico-militares, la crisis de la mentalidad militar?
En una mentalidad vigente que sostenía que una de las funciones -si no la primordial- de la Fuerza era constituirse en la garantía de la reserva de la nacionalidad, por lo cual debía y podía intervenir en la arena política, la imposibilidad de concretar esta aspiración significó el inicio de una intensa frustración profesional.
Abandonar el poder político significó perder los privilegios, el orgullo y el aura de omnipotencia que desde sus orígenes acompañó los avatares de la vida institucional militar. Durante el Proceso de Reorganización Nacional, desde los imponentes despachos y pasillos del Edificio Libertador -sede del comando de la Fuerza-, habían manejado la vida y la muerte de los argentinos. De golpe, un incierto futuro se abría ante sus pies; con impotencia, observaban cómo el enorme poder acumulado se desvanecía al son de las manifestaciones populares y de las citaciones judiciales, en paralelo con la disminución de las capacidades presupuestarias y el derrumbe del ambiente internacional de la guerra fría.
Merecedor de un análisis desde el campo psicológico, más allá de lo político, el sentimiento de frustración de muchos de los mandos medios, cuya carrera se veía convertida a una incógnita, derivó en la objetivación de un enemigo interno, a falta de posibilidades de construir un enemigo externo en la sociedad. Así, en el discurso de esta oficialidad, la lucha ya no se construye para gobernar el país, sino para dominar la Fuerza y, a través de ella, llegar al objetivo de incidir lo más que se pueda en los destinos nacionales.
Las políticas de defensa y militar del gobierno de Raúl Alfonsín (más allá de sus deficiencias, ampliamente analizada en varios de los libros citados en la Bibliografía), resultaron ser los factores necesarios para desencadenar lo que en realidad era una lucha por el poder interno del Ejército, entre dos mentalidades. 125 Una primera, que había regido o al menos acompañado al comando de la Fuerza durante el PRN, que en su resistencia a perder más de lo que ya había perdido negociaba con el Gobierno, y una segunda que no quería perder la cuota de poder que entendían le correspondía al Ejército, y que hallaba en la denostación del Gobierno y de los "generales de escritorio" la mejor forma de captar voluntades en un Ejército sediento de orgullo y razón de ser profesional.
En realidad, ambas mentalidades compartían el plano de las actitudes hacia la sociedad y hacia la política. Se diferenciaban en su perspectiva de la nación y del mundo (lo cual puede coincidir con el concepto de ideología). Pero el punto de ruptura básico se produce en el plano de los valores morales (concepción del honor militar y del sacrificio por la Patria) y técnico-profesionales (líderes heroicos vs. ejército administrativo). Las diferencias en las perspectivas ya habían sido parte de la historia del Ejército. Pero todo parece indicar que la fuerte disidencia con el esquema de la pauta de autoridad se origina principalmente en el quiebre de los valores profesionales a partir de la experiencia de la Guerra de Malvinas.
A partir de esta guerra, la élite predominante pierde la posibilidad de mantenerse en el poder, y se emprende una lucha entre quienes aparecen como los herederos naturales (los generales que seguían en antigüedad, muchos de ellos partidarios de la mismas perspectivas del mundo y del país), y quienes se resisten a un mero cambio de figuras. Este último grupo, los carapintadas, proponen un cambio en el eje alrededor del cual se mueve la pauta de autoridad: que el poder se desplace hacia quienes pueden reconstruir el Ejército desde el liderazgo heroico, cuyo primer paso al frente se produjo durante la Guerra de Malvinas.
Esta disputa por el poder, materializada en el primer levantamiento, incorpora otros enemigos en el transcurso de los siguientes: el sector denominado profesionalista,126