¿LA SEGURIDAD HEMISFÉRICA: UN SISTEMA EN CRISIS O EN CIERNES?

Pablo Celi

I. Entre la defensa hemisférica y la seguridad regional

Los temas de seguridad emergieron en la dinámica de las Cumbres de las Américas [1] en forma progresiva, hasta constituirse en uno de los ejes más significativos de los debates hemisféricos, como resultado de la incertidumbre más que de una proyección estratégica compartida por los países del área, se instalaron como una urgencia política en la que se refleja la fase de transición inconclusa por la que atraviesa el hemisferio en lo que atañe a las concepciones e instituciones de seguridad y defensa.

Esta transición ha estado marcada por la interacción de los diversos enfoques de seguridad nacional presentes en la región con los condicionantes de la seguridad global y las formas de regionalización de las políticas hegemónicas, frente a los nuevos conflictos y las grandes tendencias de reconfiguración del contexto político y militar internacional.

El proceso político, del cual las Cumbres devinieron mecanismo fundamental, en mucho por la debilidad de las instancias institucionales permanentes, ha puesto en evidencia los límites en los acuerdos interestatales sobre las definiciones, la orientación y el régimen institucional de la seguridad hemisférica, en condiciones en las cuales los marcos estatales heterogéneos y autónomos se mantienen y proyectan sus diversas perspectivas en la agenda de seguridad regional.

Las anquilosadas instituciones del denominado sistema interamericano[2], atrapadas entre la unipolaridad y el bilateralismo que las mantienen fracturadas, no han podido configurar una estructura sistémica de seguridad colectiva ni han consolidado los vínculos regionales en torno a una agenda efectiva de seguridad regional común; tal posibilidad, apenas esbozada en los grandes encuentros políticos continentales, está lejos de corresponder al tratamiento y solución de conflictos localizados, carece de incidencia en los procesos globales y no ha logrado integrar los imperativos propios de los estados del área.

Una concepción de la seguridad definida en términos hemisféricos en el contexto de la guerra fría, cuya inercia se mantiene, manifiesta exclusivamente como un acontecimiento ideológico que ha acompañado a la cooperación militar sujeta al bilateralismo y restringida a las urgencias del poder hegemónico en la región, es inexistente e inalcanzable como sistema institucionalizado de seguridad colectiva; ausencia que se oculta en la conservación de una institucionalidad anacrónica y en la jerarquía unidimensional de los problemas de seguridad que la justifica. El TIAR y la Junta Interamericana de Defensa son la imagen congelada, inmutable e inamovible de ese no lugar en el que ha caído la seguridad continental.

No configurada como un sistema integral, la seguridad hemisférica se ha caracterizado por el fraccionamiento de su institucionalidad en una pluralidad de regímenes, en la que se sobreponen procesos políticos propios de foros multilaterales; la proliferación de acuerdos de cooperación subregionales o bilaterales, caracterizados por mecanismos zonales o mecanismos ad hoc para la prevención y solución de conflictos; y, por último acuerdos e instituciones de cooperación militar, como un subsistema relativamente formalizado de relaciones entre ejércitos, dentro del cual destaca la proyección regional de los Estados Unidos implementada bajo mecanismos bilaterales de asistencia militar que constituyen, en los hechos, el sistema más extendido de cooperación en materia de seguridad y defensa en la región y de mayor vigencia efectiva.

En estas condiciones, la redefinición de la seguridad en el hemisferio y la reestructuración de su ordenamiento institucional, transita entre dos concepciones diversas en las que se expresan dos momentos de las relaciones interamericanas y su inserción en las condiciones de la seguridad internacional, sin solución de continuidad: la de la defensa hemisférica, propia de las políticas de seguridad nacional que imperaron durante el bipolarismo y ahora se reeditan desde la hegemonía militar relativa de los Estados Unidos [3]; y la de seguridad regional, correspondiente a una visión multilateral y cooperativa de seguridad colectiva.

En un escenario continental caracterizado por su débil integración e identidad regional, más allá de la caracterización tradicional de un sistema de seguridad de alcance hemisférico, la continuidad geográfica no es suficiente para definir a la región, dadas las significativas asimetrías que la atraviesan y la heterogeneidad estructural de sus sociedades y sistemas políticos.

Las definiciones en políticas de seguridad y defensa que han comenzado a ser sistematizadas y debatidas entre los países de la región no deben ser reducidas ni asociadas mecánicamente con la perspectiva de los organismos interamericanos en cuestión, si consideramos la diversidad de contextos nacionales y subregionales que determinan diferencias en los intereses y agendas políticas, y, mucho menos, si partimos de la presencia hegemónica de los Estados Unidos en su ámbito institucional, que se proyecta sobre la dispersión, debilidad o subordinación relativas de los otros actores estatales, determinadas por los límites de su desarrollo, las fracturas internas, la fragilidad de las instituciones nacionales, el alcance limitado del potencial militar de la mayoría de países de la región y la ausencia de objetivos comunes y políticas cooperativas.

Las dinámicas de seguridad se despliegan efectivamente en escenarios zonales más definidos, áreas de seguridad que comprometen las acciones y políticas de defensa de los estados colindantes con los escenarios reales de los conflictos, dando lugar a un complejo sistema de subregiones, más proclive a una articulación multicéntrica que a un esquema único e integrado de seguridad hemisférica; lo cual cuestiona la generalidad de los supuestos políticos e institucionales del sistema interamericano.


II. Encuentros políticos y desacuerdos duraderos

Diversos elementos de la seguridad hemisférica se constituyeron en objeto de las Cumbres de las Américas, en las que adquirieron preeminencia continental problemas tales como: la prevención de conflictos y solución pacífica de controversias, las medidas de fomento de la confianza mutua, la legislación sobre control de armamento, la cooperación, los intercambios y transparencia institucionales en defensa y seguridad, las operaciones de mantenimiento de paz, hasta la realización de la Conferencia Especial de Seguridad Hemisférica, en la que se abordó el alcance y la proyección de los conceptos de seguridad internacional en el hemisferio, con el propósito de desarrollar enfoques comunes e identificar las formas de revitalizar y fortalecer las instituciones del Sistema Interamericano relacionadas con los distintos aspectos de la seguridad hemisférica.

En el desarrollo de las Cumbres se ha puesto en evidencia que la superación de la debilidad de los instrumentos políticos y jurídicos de la seguridad regional y el desarrollo y funcionamiento efectivo de su institucionalidad en sus diversos niveles, exige una rigurosa correspondencia entre la política de defensa y la política exterior de cada uno de los Estados, propicia para enfoques preventivos y mecanismos multisectoriales, no solamente militares, vinculantes para las acciones estatales dentro de un enfoque multidimensional [4] de la seguridad colectiva, caracterizada por el multilateralismo y la cooperación institucionalizada [5], que permitan superar los límites de las actuales estructuras de seguridad y los regímenes de colaboración y asistencia exclusivamente militar.

Sin embargo, se mantiene la desarticulación de las agendas de seguridad con las agendas política y económica recreando la tradicional desvinculación de los problemas de seguridad con su contexto social. La orientación y los ritmos de formulación e implementación de las agendas económica y política en el marco de acuerdos integrativos, carece de correspondencia con la estructuración de los procesos y definiciones políticas en materia de seguridad cooperativa, lo cual se manifiesta en sus retrasos y distorsiones funcionales.

No han sido superados tampoco los disensos en torno al concepto mismo de seguridad y sus alcances en las definiciones de seguridad y defensa hemisférica.

La pluralidad de comprensiones y definiciones manifiestas entre los Estados de la región [6], ha dilatado un consenso que precise la concepción, las orientaciones políticas y la dimensión institucional de la seguridad hemisférica.

El mantenimiento de formulaciones declarativas y ambiguas de escaso efecto político e institucional, recrea los desacuerdos en aspectos tales como:
  1. Extensión del concepto de seguridad. La adopción de un concepto multidimensional, no exclusivamente militar, no suprime las diferencias acerca de su alcance y sobre las áreas que corresponden estrictamente a la seguridad y a la defensa. El denominado enfoque multidimensional de la seguridad hemisférica, que integra aspectos económicos, sociales y políticos, no establece por sí mismo ni un sistema ni una jerarquía a los problemas de seguridad, lo cual también debilita su definición sistémica y el ámbito institucional de su ejercicio.

  2. Caracterización y alcance de las amenazas. Las diferencias en la definición de la Seguridad, en cuanto a sus ámbitos y dimensiones, está ligada a caracterizaciones no unívocas de lo que se entiende por amenazas, nuevas amenazas o amenazas asimétricas, entre las que se incluyen desde las estrictamente referidas a la seguridad militar hasta factores de desequilibrio social como la pobreza extrema, la desigualdad social o los impactos medioambientales, confundidas con las relacionadas al narcotráfico y el terrorismo, lo cual impide el establecimiento de jerarquías funcionales adecuadas para la implementación de políticas diferenciadas y específicas.

  3. Medios coercitivos y cooperación en áreas de seguridad. A pesar de las delimitación formal las acciones en el marco de la Naciones Unidas y la OEA, se mantienen las diferencias de posición acerca de la forma cómo enfrentar las crisis, por medios militares o mediante gestión política y medidas de confianza, se amplían hacia desacuerdos sobre acciones cooperativas que incluyan medidas coercitivas y atribuciones institucionales para su implementación.

  4. Soberanía y seguridad cooperativa. Se mantienen también perspectivas diferentes en relación a la determinación soberana de las políticas de defensa en condiciones de una seguridad cooperativa frente a los nuevos escenarios transnacionalizados. La necesidad de que las políticas de defensa de los diversos estados de la región se aproximen cada vez en mayor grado a un enfoque común dentro de una perspectiva integrativa de seguridad colectiva, supone la concurrencia entre los diversos enfoques nacionales, lo cual no coincide con el hecho de que cada Estado identifique en forma autónoma y autodeterminante, sus propias prioridades nacionales de seguridad y defensa y, a partir de ellas, defina sus estrategias, planes y acciones concretas.


El mantenimiento de una concepción de poder militar disuasivo correspondiente a esta visión de la seguridad, contrasta con el planteamiento de que la relativización de los riesgos militares en el seno de una seguridad cooperativa, conduciría a una refuncionalización de las fuerzas armadas y a la reducción de gasto militar.

  1. Institucionalidad de cooperación militar y de defensa. La intención de la OEA de institucionalizar el tratamiento de esta problemática en la Comisión de Seguridad Hemisférica [7], recogida en los acuerdos políticos de redefinición de la seguridad hemisférica, ha ignorado la obsolescencia de los mecanismos institucionales de seguridad y defensa, en el equívoco de que su reestructuración en el marco del sistema interamericano se reduce establecer la forma de poner a disposición de la OEA la competencia técnica, consultiva y operativa en materia de defensa y seguridad colectiva, a partir de las instituciones existentes, entre ellas la Junta Interamericana de Defensa.


Este planteamiento ha perdido de vista que la limitada representatividad de esta instancia [8], le impide articular regímenes abarcantes de seguridad cooperativa con plena integración de todos los estados de la región, y que sus limites como un ordenamiento común y cooperativo y la ambigüedad de sus vínculos jurídicos con la OEA, la debilitan como órgano asesor en materias de defensa, con participación igualitaria de todos los Estados miembros.

Su mantenimiento, en ausencia de la definición de un ámbito institucional alternativo, debilita las perspectivas de un sistema de instituciones más amplio e integral y, en los hechos, induce la inercia conservadora de las viejas estructuras y prácticas de seguridad hemisférica.

La diversa perspectiva con la que los países del área miran la cooperación en estas materias, aún impide una reestructuración concertada de la seguridad hemisférica, dada la inexistencia de un concepto de seguridad más riguroso en lo político y en lo institucional, que permita establecer una diferenciación efectiva entre lo tradicional y lo nuevo en el sistema interamericano.


III. Hacia una seguridad regionalmente sustentable

El tránsito de la defensa hemisférica a la seguridad regional, solo puede lograrse desde una visión no estrechamente nacional de la seguridad, correspondiente a las condiciones de integración y al contexto globalizador en el que hoy se despliegan los asuntos de la defensa, avanzando hacia una seguridad cooperativa integral que responda a los grandes ciclos de la economía y a una nueva perspectiva del relacionamiento entre los sistemas políticos nacionales.

Se vuelve imperativa la necesidad de una aproximación en las concepciones y agendas de seguridad de los países del continente, que permita desarrollar una perspectiva de la seguridad al mismo tiempo común y diferenciada por sus niveles de especificidad dentro de la región.

Son múltiples las demandas por la emergencia de una nueva institucionalidad de seguridad y defensa en el hemisferio, de estructura flexible, que responda a la necesidad de configurar mecanismos correspondientes a la naturaleza particular de los conflictos, a la dimensión de sus impactos y a la especifica localización de sus escenarios.

Una perspectiva común, que aproxime las concepciones y agendas de seguridad de los países del continente, en las actuales circunstancias, debe partir de una caracterización más rigurosa de la región, que reconozca e integre los ámbitos subregionales en los que se presentan los reales problemas de seguridad y los factores de desequilibrio del continente.

La nueva institucionalidad de seguridad y defensa debe responder a factores de riesgo derivados de las crisis políticas, la extensión regional de conflictos internos, el impacto de los desequilibrios económicos, la desarticulación de la región respecto de los procesos de la seguridad global manifiesta en las prácticas aisladas de sus Estados y la inexistencia de una política de seguridad colectiva, que considere el entorno mundial y regional en sus dinámicas específicas e interconexiones, teniendo en cuenta que el equilibrio global solo puede lograrse mediante sistemas que articulen y resuelvan relaciones de seguridad localizadas en contextos regionales verificables y efectivos.

Para el tratamiento de los procesos en su particularidad y concreción, es necesario definir una nueva jerarquía de problemas que comprometen la seguridad regional desde intereses efectivamente compartidos, en relación con los problemas comunes del desarrollo, la reinserción internacional de sus economías, las transformaciones en sus sistemas políticos, los acuerdos de integración económica y política, la prevención de conflictos mediante la implementación de medidas de confianza mutua, mecanismos de alerta temprana y solución pacífica de las controversias.

Es necesario avanzar hacia una reforma integral de los mecanismos e instituciones de seguridad hemisférica, abierta a las diversas visiones de seguridad y defensa que se vienen gestando en nuestros países, que tenga como un referente básico la concurrencia y relación de continuidad entre la seguridad cooperativa y la implementación de políticas de defensa nacionales, en el marco de un sistema de seguridad colectiva flexible, sobre una base de equidad, reciprocidad y armonía de intereses, en el entendido de que la delimitación y la interdependencia de los aspectos colectivos y estatales de la seguridad en los contextos regionales, funciona como una condición para la seguridad de cada uno de los Estados y de la región en su conjunto, en un contexto de relativización de las alianzas basadas en imperativos y prioridades militares e incremento del costo social y político del uso de la fuerza.


[1 Desde las Tres Cumbres de las Américas ( Miami 1994, Santiago 1998, Québec 2001) hasta la Conferencia Especial de Seguridad en las Américas (Marzo de 2003).
[2] En el sistema interamericano, la perspectiva de una seguridad hemisférica se ha mantenido formalmente referida al marco institucional de la Junta Interamericana de Defensa (JID) y del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), establecidos en el contexto ideológico-político de la guerra fría, irrelevante en la actualidad.
[3] La preeminencia de la política norteamericana ha tenido una larga trayectoria histórica en la institucionalidad regional de la seguridad hemisférica, a través de diversos mecanismos bilaterales de cooperación militar que configuran una red de alianzas liderada por los Estados Unidos, mediante las cuales se incorporan a las perspectivas de seguridad de los países del área, las que prevalecen las del país hegemónico. A partir 11 de septiembre del 2001 , la reacción norteamericana de nación en riesgo, contenida en su nueva estrategia de seguridad orientada a movilizar sus recursos y los de sus aliados para proteger su seguridad nacional, constituyen un factor que agrava esta condición de la cooperación hemisférica en materia de seguridad y defensa.
[4] Esta noción de seguridad introducida en Bridgtown ha sido recogida como un acuerdo fundamental en la Conferencia Especial Sobre Seguridad Hemisférica .
[5] Francisco Rojas Aravena desarrolla el concepto de multilateralismo cooperativo para describir este factor de la seguridad hemisférica. Nuevo contexto y factores de cambio en la seguridad hemisférica. Una visión desde Chile, en Rosas María Cristina (compiladora) Seguridad Hemisférica: un largo y sinuoso camino, UNAM, México, 2003.
[6] CP/CSH-430/02. Compendio de respuestas de los Estados miembros al cuestionario sobre nuevos enfoques de la seguridad hemisférica.
[7] En 1995, la Asamblea General creó la Comisión de Seguridad Hemisférica mediante la resolución AG/RES 1353 (XXV-0/95), sobre la base de Comisión Especial de Seguridad Hemisférica establecida en 1992 por recomendación del grupo de trabajo sobre temas de seguridad hemisférica que funcionó desde 1991.
[8]. La JID tiene 21 miembros, no forman parte Canadá ni mayoría de países del Caribe; Cuba, que consta entre los países constitutivos, no participa actualmente de sus actividades .