LA PARTICIPACIÓN MILITAR ESPAÑOLA EN HAITÍ: UN COMENTARIO CRÍTICO
José Antonio Olmeda (Catedrático de Ciencia Política, UNED)
Abril 2006
La misión encomendada por el gobierno español a la fuerza expedicionaria de infantería de marina comenzó el 15 de octubre de 2004 y ha terminado el 30 de marzo de 2006 sin explicación alguna a la opinión pública española. La contribución española a la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) radicaba en asumir la responsabilidad de la Región Norte-3: el área del noroeste haitiano fronterizo con la República Dominicana. La labor militar consistía en proporcionar un entorno estable y seguro a la población, proteger los derechos humanos y facilitar la asistencia de ayuda humanitaria. La misión según el coronel Gacio, último jefe del contingente, ha sido un éxito según sus declaraciones publicadas recientemente en la prensa española. No obstante, para analizar el sentido de este despliegue español conviene situarlo en la estela de los cambios operados en la política exterior por el gobierno socialista que llegó al poder después de los atentados terroristas acaecidos en Madrid el 11 de marzo de 2004.
Las decisiones del nuevo gobierno socialista en el ámbito de la política de seguridad y defensa han estado guiadas por, al menos, dos vectores ideológicos el antiamericanismo y el pacifismo. Así, se presenta a los Estados Unidos como el causante de los males del mundo contemporáneo pues simboliza al tiempo los valores liberales, democráticos y capitalistas que han triunfado sobre el socialismo real de la desaparecida Unión Soviética. Por eso la retirada de nuestras tropas de Iraq se llevó a cabo de una manera impresentable dentro de los usos diplomáticos que rigen la relación entre aliados privilegiados. De otra parte, se repudia el uso de la fuerza en el escenario internacional y se restringe hipotéticamente a la defensa del territorio en caso de invasión. De aquí se deriva su política de apaciguamiento frente a las amenazas terroristas, nacionalistas vascas e islamistas, que afligen a los españoles. Así, el recientemente cesado ministro de Defensa Bono afirmó que las Fuerzas Armadas eran una Organización No Gubernamental en uniforme, en un discurso pronunciado en la Casa de América en Madrid en el otoño de 2005. Por eso se oculta a la opinión la violencia reinante en Afganistán donde las tropas españolas desempeñan su labor en condiciones ciertamente peligrosas, o la participación de la fragata Álvaro de Bazán en una misión bélica sobre Iraq liderada por el portaviones Theodore Roosevelt.
Para completar el contexto hay que considerar además el giro impuesto a la política exterior española con la subordinación a los designios franceses tanto en la dimensión europea como en el Magreb. España linda con Marruecos y Argelia en su frontera sur y ello es una fuente de desestabilización importante. Las relaciones con Argelia se construyen en torno al suministro de gas argelino. La relación con Marruecos es muy problemática por su reivindicación de las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, y su anexión del antiguo protectorado español en el Sahara, gracias a la Marcha Verde realizada con el dictador Franco agonizando, a lo que hay que añadir el tráfico ilícito de personas y drogas. Dados estos datos geopolíticos, los intereses españoles pasan por una política de firmeza ante Marruecos, impulsando las relaciones de todo tipo con Argelia, y apoyando la causa saharahui y los dictámenes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tal y como ha sido con matices la política española en los últimos treinta años antes de la llegada al poder de Rodríguez Zapatero. Sin embargo, la política impulsada por éste ha consistido en la cesión estratégica ante los intereses marroquíes a cambio de sonrisas.
Precisamente la misión en Haití se presentó ante la opinión española sobre todo como una operación conjunta con Marruecos, como muestra de nuestras buenas relaciones, y no tanto como lo que era materialmente: un apoyo a la política brasileña impulsada por el presidente Da Silva. En efecto, se formó una unidad táctica con dos compañías, una de cada país, 200 españoles y 150 marroquíes. Pero desde la perspectiva de la cuestión haitiana, la iniciativa hispano-marroquí ha sido muy poco relevante. Naciones Unidas se marcó como objetivo una fuerza de 6.700 cascos azules y 1.622 policías. Brasil, el país que ha asumido el mando, ha situado sobre el terreno a 1.200 soldados. En un contingente de esta magnitud la aportación hispano-marroquí es insignificante. Cabe preguntarse si, dado el papel que España quiere jugar en los asuntos latinoamericanos, una participación de estas características era aceptable, como ha planteado el Grupo de Estudios Estratégicos, ya que la acción conjunta con Marruecos poco añade en el terreno militar o diplomático.