¿CÓMO SE DIO EL DEBATE PERUANO EN TORNO A LA CRISIS EN HAITÍ?
Laura Chamorro (Directora ejecutiva, IDEPE)
Agosto 2004
Durante los últimos meses, a raíz de la convocatoria efectuada por la Organización de Naciones Unidas para que algunos países latinoamericanos participen en la Misión de Estabilización en Haití, el debate peruano con relación al problema que atraviesa dicho país, se circunscribió básicamente a la esfera del Estado, siendo los actores involucrados tres ministerios; Relaciones Exteriores, Defensa y Economía y Finanzas.
Tres razones largamente justifican la participación del Perú en la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití: presencia en el ámbito internacional junto a contingentes militares de otros países de la región, prestigio para el país al participar en un tema de cooperación regional, y posibilidades de entrenamiento para mejorar la capacidad operativa de sus efectivos militares. Lamentablemente, el debate se prolongó innecesariamente mostrando una vez más que el Perú se enfrenta al permanente obstáculo que significa la asignación de recursos presupuestales para el Sector Defensa. Parece haber un absoluto desinterés por parte del Ministerio de Economía a este respecto, partiendo de la percepción de la defensa como un gasto y no como una inversión para obtener seguridad en beneficio de la sociedad. Es a partir de esta reflexión que abordaremos el tema de la crisis en Haití y cómo se dio en el Perú el debate en torno a esta situación.
En el año 2003, el Perú ofreció a través del Ministerio de Relaciones Exteriores el envío de un batallón (640 efectivos) y una fragata, para operaciones de paz con Naciones Unidas. Al año siguiente, Naciones Unidas solicita se concretice este apoyo ofrecido, para remitir el mencionado batallón a Haití. Sin embargo, el Comando Conjunto de la Fuerza Armada no dio el visto bueno esperado por considerarse que los efectivos de tropa tienen un muy bajo nivel de capacitación, siendo por tanto negativo para la imagen de la Fuerza Armada peruana el envío de efectivos en esas condiciones. La alternativa que se presentaba, entonces, era el envío de una cantidad mucho menor de efectivos los cuales serían seleccionados entre oficiales y suboficiales de composición mixta (ejército, marina y fuerza aérea). Por lo tanto, se decidió el envío de un equipo de hombres de las mencionadas características, el cual se uniría al batallón de Brasil, requiriéndose desplazarlos, junto con su equipamiento de faena, al país vecino.
Sorteada esta primera dificultad, e intentando el Perú cumplir con el llamado de la ONU, aún con una presencia menor que la deseada, aparece el segundo obstáculo con relación a los vehículos. De los más de cincuenta que tendrían que haber sido trasladados junto con el personal militar, muy pocos estaban operativos, presentándose la necesidad imperiosa de efectuar la reparación de éstos. Lamentablemente, el Ministerio de Economía y Finanzas no accedió a dar el presupuesto requerido, de modo que se iba a recurrir a financiar este gasto con el mismo presupuesto del sector, el cual es ya de por sí bastante limitado. Si bien Naciones Unidas iba a cubrir parte de los gastos, la devolución se haría el 2005, generando un problema de liquidez en el año 2004 que no permitiría el pago de sueldos ni la realización de operaciones, por el desbalance creado en el corto plazo, tomando en cuenta que más del noventa por ciento del presupuesto del Sector Defensa está compuesto por los gastos fijos (sueldos) que no pueden ser diferidos, y el restante corresponde a la realización de un mínimo de operaciones. ¿Cuál de estos gastos tendría que recortarse para poder cumplir con la nueva deuda adquirida? Resultaba difícil decidirlo, y más bien parecía un problema sin salida.
Frente a todas estas dificultades, la ONU planteó que el Perú enviara una unidad aerotransportada de doscientos hombres la cual sería considerada como una unidad autónoma, con lo cual se resolvía el problema del costo del transporte. Sin embargo, el tema de los vehículos no operativos, quedaba por resolver. En este estado de cosas, se solicitó a la Embajada de Estados Unidos en el Perú, diera la facilidad de proporcionar los vehículos, los cuales provendrían de los que la misión norteamericana ya tenía colocados en Haití, de donde Estados Unidos estaba retirando efectivos. No obstante, el plazo resultó ser muy corto para tomar una decisión de este tipo y la solicitud del Perú no pudo ser atendida.
Asesores del Ministerio de Defensa del Perú, propusieron la compra de vehículos de transporte de tropa, de reconociendo, de transporte de combustible y de transporte de agua, que se requerían para la misión. Dichas adquisiciones se realizarían vía endeudamiento. Finalmente, las gestiones de Cancillería dieron sus frutos, y contrario a lo esperado, el Ministerio de Economía no autorizó la compra pero sí el desembolso (en realidad temporal ya que Naciones Unidas hará la devolución del gasto efectuado) para la reparación de los vehículos y el desplazamiento de una compañía reforzada integrada por 117 efectivos del Ejército, 40 de la Fuerza Aérea y 39 de la Marina. Estos se integrarán en este mes de agosto a la fuerza multinacional de Naciones Unidas en Haití en forma independiente.
Esta situación pudo ser lamentable para nuestro país. Salir del escenario por una limitación presupuestal la cual depende de una decisión política que, al colocar al gasto de defensa como la última prioridad, marca negativamente al sector y al país en su conjunto, en un momento en el cual es fundamental la presencia del Perú en un compromiso con los problemas regionales, como es el caso de Haití. Asimismo, al ser esta misión la primera llevada íntegramente por países de la región y liderada por Brasil, con quien una alianza estratégica es fundamental para el Perú, habría sido muy deplorable su exclusión en esta operación conformando una fuerza multinacional. Felizmente, como se mencionó, los buenos oficios del Ministerio de Relaciones Exteriores llevan a un buen final, o más bien un buen inicio a esta participación del Perú. Sin embargo, no deja de seguirnos preocupando el poco peso del Sector Defensa para gestionar un desembolso y para sensibilizar al Sector Economía con respecto a sus necesidades o quizás sería mejor decir, respecto a nuestras necesidades de defensa.
La experiencia y las actividades que se desarrollarán en el escenario haitiano, estamos seguros, será enriquecedora para los efectivos peruanos que atraviesan serias dificultades para capacitación y entrenamiento. Al mismo tiempo, para los peruanos en general que ven la situación que vive Haití como algo lejano, la participación militar en las operaciones de paz ayudará a mantener a la opinión pública nacional informada, interesada y con un mayor nivel de compromiso con una realidad haitiana, tan convulsionada como contradictoria, con los más altos niveles de pobreza en el continente, acompañados de un escenario de violencia política y social muy grande. Esto quizás ayude a elevar el debate a otras esferas que no sean solamente las del ámbito estatal.
Estamos convencidos de la gran importancia de esta misión. La labor recién comienza, es un trabajo a largo plazo que implica la pacificación de Haití en el extenso camino por recorrer hacia el logro de su estabilidad democrática.