SEGURIDAD HEMISFÉRICA: “UN DESAFÍO DE INTEGRACIÓN PENDIENTE”*
General Juan Emilio Cheyre Espinosa
Comandante en Jefe del Ejército de Chile
Abril 2005
A. INTRODUCCIÓN:
Es grato para el comandante en jefe del Ejército de Chile hacer uso de esta tribuna que le ha concedido el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Escuela de Servicio Exterior “Edmund A. Walsh” (1)de la universidad de Georgetown. Les agradezco que me permitan referirme al tema que nos convoca.
Si algunos se preguntaron, ¿por qué puede ser interesante asistir a una conferencia de un jefe militar de un remoto país del Cono Sur de América Latina? créanme que los comprendo plenamente. Mi primera reacción, al conocer la invitación fue también plantearme yo una interrogante: ¿Qué tema puede ser relevante, para una audiencia como Georgetown? Trataré que ambas preguntas queden despejadas al término de esta conferencia.
Mi presentación se dirigirá hacia dos objetivos. El primero, compartir reflexiones sobre asuntos de la realidad latinoamericana, región que, a veces, tiende a verse como muy homogénea; fundamentaré que ello no es efectivo. Asumirlo es vital para enfrentar el desafío de consensuar una arquitectura de seguridad, tema central de esta ponencia.
El segundo, informarlos de nuestro interés –como chilenos y militares–de salir al exterior, para establecer vínculos con centros de estudios, con la finalidad de mejorar la gestión del conocimiento. Un país y un Ejército, como el nuestro, de no lograrla corre el riesgo de sólo visualizar –sentirse casi tocándolo- el mundo desarrollado, pero sin llegar a ser actores y partícipes del mismo. Hay que decirlo, obtenerlo no depende del tamaño, población o recursos de un país(2), sino que de conocimientos. Sólo así se explican, por ejemplo, los casos de Finlandia o Suecia. En el Ejército de Chile lo tenemos claro, y eso motiva nuestra presencia institucionalizada en Georgetown, a partir de hoy.
Con todo, no es una tarea nueva para nosotros; el Ejército de Chile en los últimos años ha estado buscando el conocimiento más actual, sin importar donde éste se encuentre. Sin embargo, hoy en día estimo necesario afianzar una antigua relación castrense con la principal potencia mundial y regional. Desde hace exactamente treintaidós años que un Comandante en Jefe del Ejército de Chile no había concurrido a los EE.UU. de A. en una visita oficial; dato éste no menor. De allí que esta invitación marca el inicio de una nueva etapa en las relaciones bilaterales castrenses de ambos países, en el contexto de los objetivos de nuestro actual proceso de “transformación–modernización” que persigue, junto a un cambio y reemplazo de material dar –y ahí esta el acento– un verdadero “salto cualitativo” en la forma de pensar, en el conocimiento, en la mentalidad. En síntesis, ver el mundo y vivir la profesión militar con los ojos de hoy.
Adicionalmente, mi presencia en esta universidad obedece a la materialización de un inédito convenio de cooperación e intercambio académico entre Georgetown –a través del Centro de Estudios Latinoamericanos– y el Ejército de Chile, con la finalidad de fortalecer la formación profesional de los oficiales de Ejército y, al mismo tiempo, dar comienzo a una relación que promueva y facilite la especialización e investigación en diferentes áreas de interés. Lo anterior, por nuestra parte, nos permitirá acceder a un enfoque multidisciplinario de los fenómenos sociales que nos preocupan, conjugándolos, además, con una interacción intercultural ampliando, en definitiva, las fronteras del conocimiento. De manera similar, anhelamos que los alumnos y profesores de Georgetown se valgan de nuestros centros de estudios, unidades e instalaciones militares, para estudiar la realidad local y regional, contrastándola con nuestra perspectiva. El primer paso concreto de este acuerdo lo veremos durante el próximo verano, en que se desarrollará en este Campus un seminario para un grupo de oficiales chilenos.
¿Por qué se ha apelado a esta Universidad y a este Centro? Porque creemos que se pueden convertir en la “puerta de entrada” (the gateway) a un mundo del saber de reconocido prestigio mundial y con una tradición sostenida de más de doscientos quince años. En particular, su programa de estudios latinoamericanos(3), por cuanto éste constituye un lugar de privilegio para observar una realidad hemisférica bastante sui generis de un escenario internacional desde donde nos insertamos en los asuntos mundiales; entre ellos el militar.
Ahora bien, ¿por qué Chile y su Ejército pueden ser interesantes para ustedes? Permítanme mencionar sólo algunas razones:
- Sólo México y Chile han firmado un tratado de libre comercio con los EE.UU. de A. Dicha situación convierte a ambos países en objetos de investigación de dichos fenómenos.
- Chile es un país estable y seguro con un buen nivel de gobernabilidad, instituciones sólidas y bajos índices tanto de riesgo como de corrupción. (4)
- El país posee uno de los niveles de productividad más alto del continente junto a una de las economías más abiertas e insertas en la economía global. Además de lo anterior, Chile ha desarrollado una plataforma tecnológica de primer nivel en el concierto regional.
- El Ejército de Chile es una institución transformada para enfrentar los actuales desafíos de seguridad, con una estructura moderna y fuerte, con una presencia nacional y con énfasis en la gestión educativa y la investigación. Además, participa en la disuasión, la cooperación internacional, la contribución al desarrollo del país y es factor de unidad y cohesión social.
Adicionalmente, en pocos años hemos superado la percepción dicotomizada, propia de una época conflictiva. Todas las encuestas nos sitúan dentro de las instituciones que generan mayor confianza en la población.
En síntesis, creo que estas reflexiones acerca del interés mutuo ya justifican nuestra relación académica y me dejan satisfecho como CJE de iniciar, además, una nueva etapa –después de tres décadas– con el Ejército de los EE.UU. de A. Creo honestamente que no debería haber transcurrido tanto tiempo. ¡No olvidemos el ayer, pero asumamos que ya es hora de construir futuro!
El esquema general de mi presentación de esta mañana será el siguiente:
Comenzaré por establecer las razones por las cuales la seguridad hemisférica es un desafío pendiente. Seguidamente, identificaré los elementos asociativos y disociativos que condicionan un sistema de seguridad para, finalmente, proponer las bases de lo que estimo sea una posible solución a una arquitectura de seguridad hemisférica.
B. EL ESTADO ACTUAL DE LA SEGURIDAD HEMISFERICA.
En primer término, ¿por qué, a mi juicio, la seguridad hemisférica es un desafío de integración pendiente? Porque en la situación actual de nuestra región ambos objetivos –la seguridad y la integración– no se han plasmado suficientemente debido a factores endógenos y exógenos. (5)
Los factores endógenos se vinculan con la heterogeneidad y asimetrías de un continente que abarca realidades diversas; entre ellas: la fragilidad de las instituciones, la crisis de gobernabilidad, la tendencia no dominada a los caudillismos, y su mayor peligro, el populismo; niveles de corrupción, narcotráfico, un abismante desequilibrio en la distribución de los ingresos y economías periféricas y primarias (materias primas) al servicio de los países industrializados, que generan servicios y tecnologías de punta. Ello configura una brecha claramente distinguible entre América del Norte y América Latina, dando lugar a una de las asimetrías más importantes en el continente. A lo anterior –y para desgracia de la región– se podría agregar que existen indefiniciones conceptuales cuando se habla de América Latina en su dimensión socio-económica. En efecto, ¿qué es América Latina? : ¿Es una región que pertenece al tercer mundo? ¿A los países en vías de desarrollo? ¿A los países menos desarrollados del mundo? ¿A las economías en vías de industrialización? ¿A los países de bajos o de medianos ingresos? ¿A los países de bajo consumo? ¿A las naciones del Sur? En fin, ¿es una región de la periferia mundial?
Creo que una primera consideración básica, es consensuar un enfoque homologable considerando que, para estructurar una arquitectura de seguridad hemisférica, es vital reconocer, identificar y asumir las asimetrías de la región. A modo de ejemplo, en el continente existen países que son potencias globales y pertenecen a la OTAN, hay potencias regionales como Brasil y México, Estados emergentes y micro Estados.
Por otra parte, una radiografía actualizada nos hace imperativo abordar el desafío pendiente de estructurar un nuevo sistema de seguridad que parta por obtener una comunidad de intereses para que tal sistema funcione, en el marco de una organización multilateral. En consecuencia, fortalecer la Organización de Estados Americanos (OEA) se constituye en una segunda consideración sine qua non para un nuevo sistema de seguridad que, a la fecha, se encuentra sólo enunciado y muy genéricamente.
Pasemos a los factores exógenos. América Latina, a través de su historia, ha sido una región fuertemente influenciada por las relaciones de poder del sistema internacional. El hecho central es la presencia en la vecindad más cercana de la principal potencia mundial, desde el término de la II Guerra Mundial y, desde el fin de la Guerra Fría, de la potencia hegemónica. Para América Latina la presencia –muchas veces desestabilizante–, de EE.UU. de A. en la región ha sido una relación extremadamente compleja –y por qué no decirlo, poco comprensible– de “amor–odio”. Desde su independencia los países sudamericanos han buscado limitar el poder sin contrapeso de la potencia rectora; no ha tenido tanto éxito.
Tal vez el camino fue errado; quizás pudo ser más provechoso “asociarse” en aquellas empresas en las cuales coincidían los intereses de los EE.UU. de A. y determinados actores latinoamericanos. A mi juicio, por su carácter vital, una de esas empresas debió ser la de la seguridad y defensa hemisféricas, pero asumida con una mirada amplia y compartida; no con la visión estrecha de que alguna de las partes debía hacer prevalecer.
El segundo factor exógeno, que ha afectado la integración en materia de seguridad, está relacionado con las fuerzas desatadas por la globalización, (6) que están impactando a los países de la región en forma proporcional a sus respectivos procesos de consolidación del Estado. El real desafío es transformar esos fenómenos en oportunidades. En este sentido nos hace mucha fuerza un concepto de Samuel Berger, que recoge un reciente libro de Charles A. Kupchan, profesor de esta casa de estudios superiores. (7) Para Berger –ex asesor de seguridad nacional del gobierno de Clinton– el viejo paradigma impuesto por la guerra fría de “ganadores” y “perdedores” ya no explica el nuevo escenario internacional. A su juicio, debiera estar en el interés de los EE.UU. de A. una región latinoamericana más integrada, estable y fuerte. Junto a lo anterior, Kupchan y otros autores destacan el hecho que si le va bien a América Latina, le va bien a los EE.UU. de A. Lo mismo sostiene en la relación con Europa. Estos son signos claros de los nuevos tiempos. Más aún, el Presidente de Chile, Don Ricardo Lagos Escobar, en gira por la región, declaró el pasado jueves que “en el siglo 21 las relaciones entre Estados y pueblos van a estar marcadas por el respeto a la diversidad, a los distintos modelos de desarrollo que cada país se otorgue. Un continente integrado en su diversidad exige aprecio y respeto mutuo.” (8)
De allí se desprende, entonces, una tercera consideración básica. En la región debiera primar una estrategia de asociación(9) –más que aquella de simple cooperación, y ella debe abarcar no sólo lo económico– con la finalidad de mitigar las asimetrías existentes y sobre la cual se articule un sistema de seguridad. En otras palabras una “asociación de seguridad”,donde hay cabida para considerar las dimensiones políticas, sociales, culturales y medio ambientales que no encuentran contenido en el puro concepto de “interdependencia compleja”.(10)
Lo anterior cobra mayor relevancia cuando observamos que en el continente, junto a la pervivencia de las amenazas tradicionales –en diferente grado y complejidad– se ha evidenciado, desde hace unas décadas: la eclosión de amenazas de naturaleza no militar. (11) Entre éstas se contarían el terrorismo, el narcotráfico, la degradación del medio ambiente, la precariedad institucional, que genera ingobernabilidad, los desastres naturales, el comercio y tráfico ilegal de armas y los crecientes niveles de pobreza.
En consecuencia, la actual noción de seguridad es bastante más amplia que la restringida del período de guerra fría, asociándose a factores políticos, económicos, sociales, ambientales y culturales. De allí que, en mi opinión, debemos visualizar un esquema de seguridad que transite desde uno centrado en la defensa hemisférica, hacia uno basado en la seguridad continental, que admita las propias y diferentes percepciones, así como la diversa intensidad de las nuevas amenazas en su impacto transnacional.
C. ELEMENTOS ASOCIATIVOS Y DISOCIATIVOS QUE CONDICIONAN UN NUEVO SISTEMA DE SEGURIDAD.
Esbozadas las bases de la situación actual en lo continental, quiero hacer un breve zoom hacia los elementos asociativos y disociativos que imperan en la región. Ellos son causa no sólo de su heterogeneidad y asimetría, sino que de su bajo peso específico en los asuntos mundiales. También detallaré circunstancias favorables. Creo que las debilidades y fortalezas son vitales –si se reducen las unas y se potencian las otras– para sustentar una arquitectura de seguridad diferente a la existente, reconocida como caduca.
Un cuadro relativamente exacto nos indica que Latinoamérica es una región con singularidades muy específicas. Éstas se inscriben dentro de las siguientes características, de carácter asociativo, que sin duda son fortalezas:
Es una región de paz y en paz; con la excepción de Colombia y otros focos de conflicto de baja intensidad. Ello ha llevado al SIPRI (Instituto de Estocolmo para la Investigación de la Paz) a designar al Cono Sur en particular como una de las zonas de mayor estabilidad del mundo. Lo anterior se ratifica al comprobar que los principales acuerdos políticos, bajo el amparo del MERCOSUR, han sido declarar (Ushuaia, 1998) a su área geográfica como zona de paz y, al mismo tiempo (Declaración de Mendoza, de 1991), como una región libre de armas de destrucción masiva.
La pos guerra fría transformó los tradicionales códigos “amigo–enemigo”, tan vívidos durante la era anterior. Los mismos ejércitos, que se inscribían en esa política, han venido transitando hacia estadios de mayor cooperación, confianza mutua e integración (caso de Haití).
Un ejemplo paradigmático es el que ha ocurrido con la relación castrense chileno–argentina en los últimos diez años. Desde una situación de cuasi guerra, en 1978, hoy nos encontramos viviendo una relación bilateral sumamente auspiciosa, que comprende la participación en despliegues conjuntos de paz en Haití y Chipre, ejercicios binacionales con tropas cruzando las fronteras de ambos países, entrenamientos de campaña, intercambio de alumnos en diversos cursos y presencia de oficiales alumnos en las academias de guerra institucionales. Esto último prueba que, prácticamente, estamos soldando el último eslabón en la cadena de confianza de dos ejércitos que se han mirado en el pasado con recelo.
Detalladas estas singularidades positivas, e independiente de las asimetrías y heterogeneidades ya descritas, creo que deben reconocerse los aspectos de homogeneidad. Como lo anticipara, han contribuido a una percepción de uniformidad regional –a mi juicio errada– las denominadas “fuerzas centrípetas”: un idioma y una religión (mayoritariamente católica) comunes; procesos de independencia de la metrópolis (España) sensiblemente similares y una matriz de valores compartidos en torno a la denominada “cultura latina”. (12) Pese a su potencial homogenizador, estas fuerzas no han sido lo bastante poderosas como para contrarrestar las fuerzas “centrífugas” o de separación, que se han mostrado más fuertes, desde tiempos muy remotos.
Aquí entramos a elementos disociativos –sin duda debilidades para enfrentar un sistema de seguridad– donde priman, según algunos observadores, los fuertes particularismos. Al efecto, pueden mencionarse la influencia de un espíritu separatista colonial –que habría perdurado hasta nuestros días en algunas capas ilustradas de la sociedad (tendencia a la autonomía)– y, finalmente, la tendencia al caudillismo.
No obstante, mi visión es que estas últimas fuerzas son perfectamente posibles de reducir, hasta una magnitud que permita una acción centrada en los intereses comunes más que en las divisiones. Ello, constituye la cuarta consideración básica de la estructuración de un sistema de seguridad.
En suma, un sistema de seguridad acorde con las características de la región, tendría que levantarse a partir del potencial de las fuerzas centrípetas ya mencionadas. Eso permitiría revertir el dominio de las fuerzas centrífugas, para fundar un andamiaje de seguridad que asegure el triunfo, predominio y consolidación de las fuerzas centrípetas en la estructuración de una arquitectura de seguridad hemisférica.
Resumiendo, para avanzar en la formulación de un esquema de seguridad hemisférica se debería:
- Abordar un diseño de una probable arquitectura de seguridad hemisférica, que debe tener en cuenta las particulares asimetrías de la región.
- Fortalecer una institución que favorezca el diálogo multilateral hemisférico. De allí entonces, que un proceso de modernización es indispensable, para fortalecer la OEA.
- Privilegiar estrategias de asociación que consideren, desde una perspectiva holística, morigerar las asimetrías expresadas en los diversos factores políticos, económicos, de seguridad, sociales y ambientales en la región.
- Reducir las fuerzas centrífugas o de separación a través del fortalecimiento de las fuerzas centrípetas o de unión, basadas en una matriz de valores compartidos, que nos permita centrarnos más en los intereses comunes de la región.
D. BASES EXISTENTES PARA ASUMIR EL DESAFÍO DE CONFIGURAR UN NUEVO ESQUEMA DE SEGURIDAD HEMISFÉRICA.
Ya descrita la actual situación y propuesto cuatro imperativos a considerar, para transitar a un nuevo esquema de seguridad de la región, les propongo convenir que, con todo, el sistema antiguo –hoy ampliamente cuestionado– no podría eliminarse para dar paso a uno totalmente distinto.
Se trata, en mi visión, de construir un nuevo andamiaje utilizando los cimientos de una estructura que, en el pasado, al menos, tuvo el mérito de constituir un escenario en el cual los Estados de la región pudieron presentar sus particulares problemas de seguridad y defensa, pese a que la potencia rectora definía el enemigo y el carácter de la amenaza.
En dicho escenario las variables geopolíticas y estratégicas –por largo tiempo independientes– dominaban las relaciones de poder en América Latina. Sin embargo, con el término de la guerra fría la variable económica se convirtió en el elemento articulador de un cambio. Ella posibilitó mejores niveles de cooperación entre los Estados, alcanzando su mayor expresión entre los países miembros y asociados al MERCOSUR. Un fenómeno parecido se ha dado en torno a los otros bloques económicos como, a modo de ejemplo, la experiencia del “Sistema de Integración Centroamericana” (SICA) o la del Caribe, alrededor del CARICOM. La economía, en consecuencia, ha tenido la virtud de “domar” las variables históricas relegándolas a un lugar de menor influencia y decisión en los asuntos políticos, económicos y comerciales.
Paralelamente a la aparición de la economía como una variable importante se produce la eclosión de las amenazas no tradicionales (emergentes, asimétricas), las cuales alcanzan su cenit el 11 de septiembre de 2001. Dicho hito hace que, nuevamente, las variables geopolíticas y estratégicas vuelvan a compartir, junto a la economía, un lugar en la formulación de la política internacional de los EE.UU. de A., en donde muchas veces las consideraciones de defensa y de seguridad antecederán incluso a las de tipo económico.
Esta situación constituirá, a mi juicio, la segunda base sobre la cual debería cimentarse un futuro sistema de seguridad hemisférico. (13) Sin embargo, para lo anterior es relevante visualizar el concepto amplio y multidimensional de seguridad, en el contexto de las principales amenazas que interesan y afectan a todos o la mayor parte de los actores de la región.
Otra base para delinear un nuevo sistema de seguridad –y que pareciera ser vital– es establecer una relación coherente con los EE.UU. de A., en donde los países de la región –incluido por cierto la principal potencia– encuentren una fórmula de relación, acorde al siglo XXI, determinada por la integración y la cooperación mutua.
En esta oportunidad me centraré en destacar aquellos aspectos que nos puedan servir para hallar puntos de encuentro entre los intereses regionales y los de EE.UU. de A. Creo son claros pero, en la práctica, la claridad no ha hecho que sean relevantes.
En primer lugar(14) hay un factor geográfico innegable: la contigüidad, que siempre ha condicionado la relación y seguirá estando presente en las consideraciones estratégicas y geopolíticas en todo el hemisferio.
Lo segundo: siempre la relación hemisférica revestirá el carácter de estratégica para EE.UU. de A., sin perjuicio de señalar que el continente, al sur del Río Grande, tiene y ha tenido una importancia menor para la política exterior estadounidense; es más, algunos especialistas la reconocen como una relación que ha fluctuado entre el “descuido benigno estratégico” y la intervención directa (incluidas ocupaciones militares).
Tercero: la relación económica entre EE.UU. de A. y la región sigue siendo importante, sin considerar que México es el segundo socio comercial de EE.UU. de A. a escala mundial y que Brasil compra más productos estadounidenses que Australia y casi tantos como China. La región es el socio comercial con más rápido crecimiento en dicho mercado. A mayor abundamiento, se puede citar que entre 1990 y 2000 el intercambio total entre los EE.UU. de A. y América Latina creció un 219%, comparado con un 118% de Asia, 89% Europa del este, 62% de África y un 125% del resto del mundo. (15)
Cuarto: los EE.UU. de A. y América Latina están ligados por una voluntad común de expandir, defender y perfeccionar la democracia, junto a la acción común en defensa de ciertos bienes públicos globales, como la paz internacional y los Derechos Humanos. Ello configura una matriz de valores compartidos en el continente.
Quinto: es de interés hemisférico abordar de manera conjunta los temas de la migración en sentido Sur–Norte y Este–Oeste. Todos los aspectos mencionados podrían constituir la base sobre la cual se defina un nuevo tipo de relación de los EE.UU. de A. con la región en un plano multidimensional, en la cual no se imponga unilateralmente la visión de un actor para con la región, como tampoco se articulen posiciones en contra de los intereses del principal actor en el ámbito de la seguridad hemisférica.
Esto implicaría privilegiar el multilateralismo en la relación estadounidense con la principal organización internacional de la región (OEA). En consecuencia, fortalecerla para convertirla en un actor relevante, tanto en el plano regional como mundial. Sin embargo, como ello no es suficiente, simultáneamente habría que privilegiar el bilateralismo con cada una de las subregiones del continente, con la finalidad de atender sus particularidades y los especiales desafíos que éstas tienen. En otras palabras, habría que incentivar y centrar el diálogo de los EE.UU. de A. con el CARICOM, SICA, Comunidad Andina, MERCOSUR, y entre estas estructuras entre sí.
Hay, además, un tercer plano que emplea a menudo EE.UU. de A. Es el de su relación exclusiva, directa y única con aquellos Estados que presentan situaciones especiales de seguridad en la región. Por cierto, no se le puede impedir a la potencia rectora este tipo de compromisos. Pero, mejor sería que estuvieran respaldados en los planos anteriormente mencionados, toda vez que, cifras en mano, la asistencia de los EE.UU. de A. a dichos países provoca una distorsión en los equilibrios estratégicos (o de otro tipo), vecinales y locales.
Una quinta base existente, y que creo debe ser incorporada al nuevo esquema de seguridad, es la llamada “Diplomacia de Cumbres”. Durante la década de los ochenta, a fines del siglo XX, se formalizó esta modalidad como una forma de privilegiar un diálogo político directo, al más alto nivel interestatal, a fin de superar el entrabamiento en el diálogo de seguridad de la región. Ya en los noventa, este mecanismo se transformó en una de las principales formas de inserción de América Latina y El Caribe, generando espacios para la construcción de escenarios para la concertación de políticas en el ámbito regional y subregional. En consecuencia, podemos distinguir, entre otras, las siguientes instancias:
- Cumbres hemisféricas o de las Américas.
Nació, por iniciativa de los EE.UU. de A., en torno a la idea de construir un gran mercado desde “Alaska a la Patagonia.” Participan todos los países miembros del sistema interamericano.
- Cumbres regionales – Grupo de Río. Constituido oficialmente en 1986, a partir del Grupo Contadora, creado en 1983, para actuar en la crisis centroamericana. Por primera vez en la historia reciente de la región se conformó un grupo que celebra encuentros periódicos a nivel de presidentes.
- Cumbres subregionales. Conformada por la Comunidad Andina de Naciones (CAN), MERCOSUR, SICA y CARICOM, constituyen una instancia de encuentro al más alto nivel de sus autoridades de Estado, al menos de carácter anual.
En concreto, la diplomacia de cumbres ha establecido un escenario de diálogo y debate político abierto constituyéndose en un nuevo referente para la discusión de temas de seguridad hemisférica que no debería perderse. De igual forma, le ha permitido a América Latina relacionarse con otras regiones del planeta como la Cumbre Unión Europea-América Latina y Cumbre APEC.
Sintetizando, pareciera que son bases existentes las siguientes:
- Partir de lo ya existente, en materia de seguridad hemisférica.
- Dar a la variable de seguridad un lugar vital dentro de las consideraciones estratégicas y económicas. Asegurándose considerar una noción amplia del concepto de seguridad y no restringido a las amenazas que puedan interesar a algún o algunos actores más relevantes.
- Establecer una relación coherente y multidimensional con el papel de los EE.UU. de A. en el nuevo esquema de seguridad, determinado por la integración y cooperación mutua.
- Privilegiar el multilateralismo de la OEA, para fortalecerla y convertirla en un actor relevante.
- Incorporar, en el sistema de seguridad, la aparición de la diplomacia de cumbres.
E. ESTADO ACTUAL DE LA ARQUITECTURA DE SEGURIDAD DE LAS AMÉRICAS.
Ahora bien, ¿cuál es el actual “estado del arte” en materia de seguridad hemisférica? Un hito relevante lo constituye la última Conferencia Especial de Seguridad, desarrollada en México en 2003. Al analizar las secciones de la Declaración Final de la conferencia se pueden observar cuatro tesis centrales(16); a saber:
– El nuevo escenario de seguridad global requiere respuestas cooperativas. Se reafirma que sólo la cooperación, a través del multilateralismo y la sostenida ratificación del derecho internacional, es lo que posibilita superar los nuevos desafíos y riesgos presentes en el sistema internacional, particularmente en el área de seguridad. El carácter transnacional y multidimensional reafirma que la cooperación es el método más efectivo.
– La democracia y el respeto a los derechos humanos son el eje para la paz y estabilidad en las Américas. Se reafirma el peso de la democracia y el compromiso en la defensa de los derechos humanos como un valor que orienta las acciones colectivas y la solidaridad hemisférica.
– La nueva agenda es crecientemente transnacional y multidimensional. La agenda de seguridad demanda una acción multilateral de carácter multidimensional, y eso lo recoge plenamente la Declaración.
– Se constató la existencia de estructuras bases para una nueva arquitectura de seguridad. La declaración reafirma los roles de las nuevas entidades de seguridad, como el Comité Interamericano Contra el Terrorismo (CICTE) y la Comisión Interamericana Contra el Abuso de Drogas (CICAD), por citar dos nuevas entidades, las cuales, junto a una intensa red de acuerdos tomados en los diferentes procesos de cumbres hemisféricas, constituyen hoy la base y estructura de una futura arquitectura.
En síntesis, la Declaración de la Conferencia Especial de Seguridad marca un salto cualitativo en la modernización de un sistema de seguridad de las Américas. Desarrolla una visión de alcance multilateral fundada en un concepto multidimensional de seguridad, reconociendo que la región ha transitado hacia un sistema de seguridad tipo “red” formado por antiguas y nuevas instituciones y regímenes, tanto colectivos como cooperativos, de alcance hemisférico, regional, subregional y bilateral.
Sin embargo, pareciera que estas definiciones no son suficientes. El verdadero reto consiste en articular y operacionalizar el nuevo sistema de seguridad pos conferencia especial de seguridad, en el contexto de una nueva trama formada por antiguas y nuevas organizaciones. En otras palabras, es necesario “conectar la red y asegurar que esté completa.” A mi juicio, ese es parte del desafío pendiente y, para asumirlo deberían darse los pasos que configuren el esquema delineado anteriormente, teniendo en cuenta –a modo de resumen– la necesidad de:
- Considerar, identificar y asumir las asimetrías de la región.
- Robustecer el multilateralismo y fortalecer una OEA, con reales capacidades, para promover la concertación política y la cooperación, obteniendo estatura internacional, como una voz hemisférica respetada, en un mundo global.
- Potenciar las fuerzas centrípetas o de atracción, reduciendo las fuerzas centrífugas o de separación, para centrarnos en los intereses comunes de la región.
- Transitar de un esquema de cooperación hacia uno de asociación.
- Fortalecer las bases existentes para configurar ese nuevo esquema de seguridad, que la comunidad hemisférica, nos demanda en forma prioritaria.
F. PROPOSICIÓN DE UNA NUEVA ARQUITECTURA DE SEGURIDAD EN LA REGIÓN:
La base, por tanto, es ir dando forma a esta nueva arquitectura de seguridad hemisférica, que debe fundarse en cuatro pilares fundamentales, combinado dos dimensiones interdependientes y complementarias y teniendo en cuenta los aspectos mencionados anteriormente.
En lo referido a los pilares fundamentales:
La arquitectura de seguridad hemisférica debería tener en cuenta las organizaciones existentes y la amplia red de acuerdos regionales, en torno a cuatro pilares fundamentales: el jurídico, el institucional, el de interlocución y el de prevención.
- El jurídico, conformado por la red de acuerdos y tratados vigentes, complementados por los principios rectores de seguridad hemisférica contemplados en la Carta de la ONU y la Carta de la OEA.
- El institucional, plasmado en las instituciones y procesos que funcionan activamente en esta materia, como lo son la OEA y su Comisión de Seguridad Hemisférica, las Cumbres de las Américas y las Conferencias de Ministros de Defensa.
- El de interlocución, formado por la OEA y los órganos relacionados del sistema interamericano, como la JID, el Comité Interamericano Contra el Terrorismo (CICTE), la Comisión Interamericana Contra el Abuso de Drogas (CICAD), el Comité Interamericano para la Reducción de los Desastres Naturales (CIRDN) y, adicionalmente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
- Finalmente, el pilar de la prevención, a través de los principales instrumentos para la prevención y resolución de conflictos y solución pacífica de las controversias, como el TIAR y el Pacto de Bogotá. Sin embargo, existe la imperiosa necesidad de revisarlos y adecuarlos a los actuales requerimientos de seguridad.
En lo relacionado a las dos dimensiones interdependientes y complementarias:
La primera es una dimensión continental que aborde la seguridad hemisférica, desde la perspectiva de un aporte global a la región.
En este modelo resulta indispensable robustecer la institucionalidad hemisférica mediante el fortalecimiento de la OEA, principal organismo articulador multilateral de la región. Debemos pensar en un proceso de modernización que considere cambios sustantivos para convertirla en una organización relevante, importante y con capacidad, incluso, para articular instancias de diálogo extra-continentales. Además de lo anterior, debiera consolidar el mandato para convertirse en la “Secretaría del proceso de cumbres” existentes en la región. Complementar la institucionalidad propuesta a través de una coordinación eficiente de los diversos organismos de seguridad y económicos existentes. (JID, CID, BID. CICTE, CICAD, CIRDN).
En esta dimensión continental se debieran articular el interés regional para contribuir a operaciones de paz, lucha contra el terrorismo (en intercambio de información, prevención), con los intereses propios de los EE.UU. de A. con vista a un eficiente acopio de recursos y medios para la acción.
Este modelo fomenta un diálogo activo, dinámico y profundo, implementado sobre percepciones comunes de una temática consensuada y coherente.
¿Cuáles debieran ser, entre otros, los elementos fundamentales de su estructura, para que ella deje de ser una red inactiva y pase a interconectarse?
- Armonía de reglas y regulaciones.
- Investigación conjunta y desarrollo de programas en áreas de prioridad.
- Transferencia de tecnología.
- Una infraestructura regional en el área de telecomunicaciones y tecnologías de la información.
- Identificación de proyectos de inversión para la modernización de los diversos sectores incluidos en un concepto amplio de seguridad.
- Necesidad de desarrollar estabilidad y gobernabilidad.
- Concreción de modelos aplicables de interdependencia.
- Incorporación efectiva de las instituciones de la defensa.
- Participación de los EE.UU. como un actor relevante, pero no arbitrario, en las relaciones que se establezcan.
- Visión y compromiso de Estado para tratar la temática por los gobiernos involucrados.
- Metodología y estructura que articule todo el sistema.
La segunda dimensión, debe abordar la seguridad hemisférica como un aporte a la paz y estabilidad interna, desde una perspectiva subregional.
Teniendo en cuenta que en la región existen, como un hecho concreto e irrefutable, distintas realidades sub-regionales, con sus propios desafíos de seguridad, se hace necesario que la arquitectura propuesta se consolide también en esta dimensión, con la finalidad de abordar los particulares desafíos de seguridad de la subregión y, al mismo tiempo, avanzar en la profundización de las Medidas de Confianza Mutua y entendimientos bilaterales, los que EE.UU. de A. aporte a crear instancias de encuentro y en donde, particularmente la OEA y los OO.II. subregionales, puedan articular estrategias que privilegien la estabilidad y la paz regionales.
En esta segunda dimensión las relaciones, siendo múltiples, funcionan en un esquema restringido a un segmento subregional, suplantando la institucionalidad vigente, aunque sea en forma gradual, llegando a configurar organizaciones, normas, códigos de conducta y estructuras formales, que den vida a un sistema de seguridad para un área determinada, pudiendo complementarse con la dimensión continental. Este modelo parte del supuesto de no cambiar radicalmente el sistema existente, sino transformarlo en contenidos, propósitos y procedimientos; todo ello, en una evolución gradual, sistemática y ordenada.
En esta dimensión se requiere considerar entre los integrantes de la estructura la ausencia de hipótesis de conflicto tradicionales; requisito fundamental para su supervivencia y consolidación. En concreto, esta dimensión subregional complementa la continental, centrándose sus particulares desafíos. De igual forma, es interdependiente de la dimensión continental al abordar los desafíos y amenazas continentales de carácter transnacional.
En dichas instancias, el sistema de seguridad, definido en torno a cinco bases existentes (partir de lo ya existente, el papel ampliado y multidimensional de la variable seguridad, la relación coherente con los EE.UU. de A., el fortalecimiento de la OEA en un plano multilateral y la incorporación de la diplomacia de cumbres en el sistema de seguridad); cuatro pilares (el jurídico, el institucional, el de interlocución y el de la prevención); y dos dimensiones complementarias e interdependientes (continental y subregional); puede constituir una “arquitectura” de seguridad que aborde las actuales demandas de seguridad en una forma más eficiente y eficaz, dando forma a un tramado de seguridad de la región, de mayor peso, para el diálogo extracontinental.
Sólo a través de un trabajo coordinado en esta “arquitectura” de seguridad flexible hemisférica, y con el apoyo de los EE.UU. de A., podremos hacer posible que la seguridad hemisférica deje de ser un desafío de integración pendiente. Ello pasa por estimular en el continente una mayor estabilidad política y económica que posibilite abrir las puertas del desarrollo y la seguridad.
G. REFLEXIÓN FINAL
Espero con lo anterior haber satisfecho los dos objetivos principales de mi presentación y detallados al inicio de ella. El primero, que, luego de estos treinta minutos, haya contribuido al estudio en esta universidad de los desafíos y oportunidades, necesarios de identificar para plasmar el reto de construir una nueva arquitectura de seguridad hemisférica más funcional y moderna, esa que se ha convenido en denominar flexible.
Por otra parte, creo que ustedes comprenden mejor, las razones por las cuales hoy, como Comandante en Jefe del Ejército de Chile, me encuentro en vuestra universidad liderando un proceso de cambio y transformaciones institucionales que se sustenta en una nítida necesidad de mejorar la gestión del conocimiento, fortaleciendo de paso las relaciones bilaterales militares entre los EE.UU. de A. y Chile.
Al terminar, reitero mis agradecimientos a la Universidad de Georgetown, académicos, profesores, alumnos y muy particularmente al Centro de Estudios Latinoamericanos en la persona del Dr. Arturo Valenzuela, por la invitación formulada, en la confianza de que las relaciones que hoy iniciamos serán beneficiosas para ambas organizaciones y servirán como un punto de encuentro en la comprensión de la realidad latinoamericana, para contribuir a la visión de una región más estable, en paz y segura, en bien de todo nuestro hemisferio, desde Alaska a Tierra del Fuego.
Muchas Gracias.
[1] Sacerdote jesuita fundador de la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad en 1919. Fue un destacado profesor de Geopolítica y una de las principales figuras de su difusión en los EE.UU.
[2] Esta es, a mi juicio, una nueva evidencia en la actualidad, que amplía la tradicional definición de “poder” propuesta por Hans Morgenthau.
[3] Fundado en 1959, por el Dr. William Manger, distinguido especialista en asuntos de la región y ex asistente del Secretario General de la OEA.
[4] Es el país de América Latina mejor posesionado. En los tres últimos informes mundiales referidos a corrupción, se ha ubicado sólo un puesto por debajo de los EE.UU. de A. y siempre dentro de los primeros veinte lugares a nivel mundial. En el ranking de competitividad 2004-2005 se ubica en el lugar 22. Con una tasa de crecimiento en el período 1990-2000 de un 5.2%.
[5] En la II Cumbre de las Américas desarrollada en Santiago, en abril de 1999, los Presidentes le encomendaron a la Comisión de Seguridad Hemisférica de la OEA efectuar un análisis sobre el significado, alcance y proyección de los conceptos de seguridad internacional en el hemisferio, indicando que el proceso debía culminar con la realización de una conferencia especial sobre seguridad, a realizarse, a más tardar, a comienzos de la próxima década. En la III Cumbre de las Américas, efectuada en Québec, en 2001, se ratificó el mandato anterior y se decidió celebrar una conferencia especial. En este contexto se desarrolló la Conferencia Especial de Seguridad realizada en México el 27 y 28 de octubre de 2003. Dicha conferencia concluyó con una Declaración Final de 52 puntos divididos en 4 capítulos y donde se destacan los siguientes aspectos: Se estableció que la seguridad es un concepto de alcance multidimensional; se rescata la intención de los Estados de fortalecer la Comisión de Seguridad Hemisférica y el reconocimiento de una arquitectura flexible, que incorpora diferentes niveles. Sin embargo, no se ha concretado nada.
[6] Algunos autores (Keohane y Nye) consideran que es más propio hablar de “globalismo” en vez de globalización. El globalismo es un fenómeno histórico, en tanto que la globalización es una aceleración de éste, producto de la explosiva proliferación de medios de comunicación muy céleres (electrónicos y electromagnéticos) entendidos como la apertura de las sociedades, economías y tecnologías.
[7] Kupchan, Charles A., THE END OF AMERICAN ERA. U.S. Foreign Policy and the Geopolitics of the Twenty-first Century, 2002.
[8] Ricardo Lagos Escobar. Diario El Mercurio. Cuerpo C-1, Nacional. Jueves 21 de abril 2005.
[9] El concepto reseñado constituye la base de la proposición que hacen BRAUCH Hans Günter, MARQUINA Antonio y BIAD Abdelwahab, Euro-Mediterranean Partnership for the 21st Century, London, Ed. Trademed, 2000. Especialmente relevantes son los enfoques de los diferentes conceptos de seguridad, el novedoso concepto de “asociación de seguridad” y la advertencia acerca de la necesidad que en estos temas se consideren las dimensiones políticas, económicas, sociales, culturales y de medio ambiente, erradicando la común y frecuente visión de los temas de seguridad centrados –prioritaria y casi únicamente– en la seguridad militar.
[10] Se refiere a la proposición de Keohane y Nye sobre el paradigma de la interdependencia compleja, por considerar que las “aproximaciones tradicionales para la comprensión de los conflictos en la política mundial no explican con suficiente claridad el conflicto de la interdependencia.”
[11] Al hablar de amenazas “no militares” se hace referencia a una cuestión discutible en los ámbitos académicos especializados, cuya interpretación en uno u otro sentido puede producir cambios radicales en la conducta política de un Estado. Se trata de diferenciar nítidamente que existen amenazas de “naturaleza militar”, entendiéndose éstas como las amenazas que provienen de ejércitos estatales –miembros plenos de la sociedad internacional–, y amenazas de “naturaleza política” (terrorismo), en las cuales la violencia es una de las herramientas política para el logro de sus objetivos. Luego, la neutralización de una amenaza “no militar” pasa por el empleo de todos los instrumentos de poder de un Estado y no por privilegiar, en exclusiva, el instrumento de fuerza como respuesta, ya que se estaría militarizando un conflicto cuyo origen y fines no es militar. Otra conclusión es que las amenazas de naturaleza militar impactan principalmente en el ámbito de la defensa, mientras que una amenaza de tipo no militar impactan preferentemente en el ámbito de la seguridad asociado a una noción más amplia y no restringida. A nuestro juicio, el arte político está en hacer oportuna y correctamente la diferencia anotada.
[12] Cohen, Saul B., Geopolitics of the World System, 2003.
[13] Este fenómeno afectará las exportaciones de los mercados mundiales en el sentido que a la tradicional “trazabilidad” de los productos habrá que agregarles una componente de seguridad. Un dato interesante es la capacidad de control que posee EE.UU. para inspeccionar el flujo de containeres que ingresa diariamente a su territorio; éste no excede al 4% del total, una cifra bajísima que obliga al proveedor–exportador a certificar un nivel de seguridad que se suma al de la calidad del producto.
[14] Insulza, José Miguel, “La cooperación hemisférica en la segunda administración hemisférica”, Foreign Affairs (Español), Vol. 5, Nº1, 2005.
[15] Depto. de Estado de los EE.UU., Oficina de Prensa, Reporte sobre Latinoamérica, J.F. Hornbeck, del 1 de marzo de 2001.
[16] Rojas Aravena, Francisco, “Situación de la seguridad hemisférica post Conferencia Especial de Seguridad en la Américas”. FLACSO – Chile. 2004.
Fuente:
Conferencia del Comandante en Jefe del Ejército de Chile, General de Ejército, Juan Emilio Cheyre Espinosa, en la U. de Georgetown, Washington DC., 25 de abril de 2005.