INTERVENCIÓN DE DON NICANOR DUARTE FRUTOS, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY

58º Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas


Nueva York, 23 de septiembre de 2003

Doscientos años después del primer grito de libertad en América Latina nuestros pueblos cabalgan sobre renovados vientos de emancipación. Una nueva generación de lideres ha retomado las antiguas banderas de nuestros próceres para reclamar una auténtica interdependencia mundial mediante un nuevo orden económico, inspirado en la solidaridad y en la construcción de una paz perdurable.

Sea, por otro lado, esta una oportunidad propicia para saludar y congratular respetuosamente al Secretario General de nuestra Organización, Sector Kofi Annan, por el encomiable esfuerzo desplegado en aras de velar y hacer respetar los postulados que hace 58 años fueron consagrados en la Carta Fundacional de las Naciones Unidas. Auguro, además, a quien honrosamente preside las deliberaciones generales una feliz y fructífera tarea.

Señor Presidente:

Por demasiado tiempo nuestro Continente deambuló por la periferia de la Historia. Su participación se redujo a proveer de mano de obra barata y materia prima a economías más desarrolladas, mientras sus mentes más brillantes eran tentadas y absorbidas por las marquesinas de las grandes ciudades.

Fue, igualmente, una región víctima de aventureros, buscadores de fortunas e inconmovibles representantes del capital transnacional, deshumanizado y devastador, que forzaron y derrocaron gobiernos, provocaron guerras con naciones amigas y dilapidaron los recursos de nuestros piases.

No venimos, sin embargo, a lamentarnos de aquellos días de ignominia. Ni a anclarnos en las glorias del pasado. Venimos, por el contrario, a expresar nuestra firme voluntad de trabajar juntos por un presente de dignidad y un futuro de certidumbre para aquellos que hoy mueren de hambre, de sed, de frío y de enfermedades que son fácilmente prevenibles y controlables.

Las voces que hoy levantamos reafirman los principios de la convivencia pacifica, el afán de universalizar el conocimiento, la ciencia y la tecnología, y de proclamar el espíritu de la justicia verdadera.

Son las voces de nuestras raíces, de nuestras cultural y tradiciones, que proclaman una América Latina integrada al mundo, portadora de un nuevo sentimiento de hermandad que haga más humana y llevadera la vida de los pueblos. Nuestro gran desafío es la construcción de sociedades y Estados que se conmuevan y luchen para superar la desigualdad lacerante que hoy aumenta la brecha entre ricos y pobres.

Debemos forjar un mundo multipolar donde las culturas, antes que enfrentarse, se enriquezcan mutuamente y las potencialidades regionales productivas sirvan a la prosperidad y a la paz del mundo, a fin de prevenir a las presentes y venideras generaciones del terrible flagelo de nuevas confrontaciones a gran escala. Asumamos un compromiso renovado, sin escepticismo, con la dignidad connatural que Dios le ha dado a cada ser humano.

Señor Presidente:

En el Paraguay estamos haciendo un gran esfuerzo para construir la confianza de la comunidad nacional e internacional, condición ineludible para reactivar nuestro aparato productivo, recuperar el interés de los inversionistas y colocar nuestros productos en los mercados mundiales.

Si bien nuestros pueblos padecen largos anos de recesión y agobios por sus deudas externas, mi gobierno esta consiguiendo una reorientación del gasto publico hacia la educación así como una integración de los esfuerzos entre la sociedad civil y el estado para democratizar el acceso de nuestros niños y jóvenes al mundo del conocimiento.

Sólo un capital humano eficiente y con principios éticos nos permitiría sobrevivir y crecer en la globalización. Para ello, anhelamos fervientemente una globalización no solamente económica sino también una globalización de la justicia, de la ciencia, de la tecnología y del desarrollo. Nuestro reto es construir el progreso global.

Procedo de una isla rodeada de tierra, como definió magistralmente al Paraguay nuestro más laureado escritor, don Augusto Roa Bastos. Pero con el advenimiento de la democracia, obra de un pueblo abnegado, nuestro país se ha reencontrado con su identidad, sus memorias y utopías, y así, lentamente, se está reincorporando a la comunidad de las naciones libres para romper su aislamiento político y salir del pozo cultural en que se encontraba inmerso.

Los paraguayos asumimos esta desventaja geográfica como una oportunidad para la creatividad y el empeño que demanda nuestro desarrollo. Por ello apelamos a la solidaridad internacional para el cumplimiento y ejecución del Plan de Acción de Almaty destinado a la superación de las limitaciones de los países en desarrollo sin litoral.

Nos asiste el más profundo convencimiento ético para esta tarea histórica. No es moral la desigualdad que empobrece a la mayoría. No hay un Apice de cristianismo allí donde reina la falta de solidaridad con los desposeídos.

En ese sentido, nuestro gobierno asume con lúcida conciencia el proyecto de una revolución moral. Es el individuo al que trataremos de transformar en persona humana integra para ser la partícula de bien de su familia, y a esta en la célula de mayor bien para la sociedad toda.

Sin ejemplo moral de los gobernantes no será posible avanzar hacia una democracia amada por el pueblo, capaz de instituir la participación real en una sociedad distinguida sobre todo por su capital moral, base esencial de una economía humanista y humanizadora. El mundo en crisis en que vivimos requiere humanismo y no humanitarismo, anhela solidaridad y no solamente caridad. Señor Presidente, señoras y señoras representantes de Naciones Hermanas:

Debemos entender que la pauperización de gran parte de la humanidad es un riesgo para el equilibrio mundial. Es cierto, el empobrecimiento de muchos pasíes no ha sido solamente por factores exógenos, sino también por la corrupción y la impunidad de las élites locales gobernantes, así como es cierto que sin una conciencia ética restaurada del orden internacional, sin un potente deseo de los lideres de agradar a Dios y la renuncia a mezquindades históricas de los países materialmente prósperos, el mundo que legaremos a nuestros hijos no valdrá la pena vivirlo.

Lastimosamente, mientras en este recinto sagrado de la paz mundial forjamos un horizonte de ideales y utopías, no sabemos cómo terminar con las guerras, puesto que en varios puntos de la geografía mundial la carrera armamentista no cesa.

Como lideres de nuestras respectivas naciones, reitero, estamos obligados a terminar con la vieja dialéctica amigo-enemigo, que desgasta y debilita, y utilizar esa energía y esos recursos para garantizar un desarrollo social simétrico en los países económicamente menos favorecidos.

Sin una participación plural y equitativa en las decisiones cruciales de la política internacional que se debate en nuestra Organización, las Naciones Unidas, y en particular, su Consejo de Seguridad, habrán de fracasar en sus nobles objetivos de mantener la paz en el mundo.

En ese contexto, el Paraguay apoya la aspiración de América Latina y otros continentes de tener una representación más amplia en el Consejo de Seguridad, donde la presencia de Brasil como Miembro Permanente materializaría los grandes y legítimos intereses de nuestra región.

Una vez mas también ante este foro mundial, el Paraguay apoya plenamente los esfuerzos de la República de China en Taiwán en su afán de ingresar como miembro de pleno derecho en la comunidad internacional a través de las Naciones Unidas.

Apelamos, en ese sentido, a los principios de universalidad contenidos en la Carta de nuestra Organización y a las bases de las normal del Derecho Internacional, a fin de concretar este postergado y anhelado reclamo a favor de la hermana República de China en Taiwán.

Como manifestó semanas atrás en mi país, y me reafirmo en este lugar, la ética de la fraternidad y la del respeto mutuo deberían presidir hoy las normas de las relaciones internacionales, para que la humanidad avance hacia la paz perpetua, gobernada por las fuerzas del Derecho y la Razón.

Y con la misma fuerza con quo abogamos por la paz ecuménica, condenamos el terrorismo en todas sus manifestaciones y procedencias. En el Paraguay nos hemos comprometido, y lo estamos cumpliendo decididamente, a combatir sus nidos de incubación y su brazo financiero, el narcotráfico. Y de este compromiso no nos vamos a apartar.

Consecuentemente, repudiamos enérgicamente la acción terrorista contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad, ocurrida el día de ayer y el pasado 19 de agosto y lamentamos la muerte de destacados funcionarios de la Organización, entre ellos el ilustre ciudadano brasileño y latinoamericano Don Sergio Vieira de Mello, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

Igualmente, y en esa misma línea de acción, en el Paraguay estamos desmantelando el crimen organizado, el lavado de dinero, sin importar sus promotores, encubridores y ejecutores. En nuestro país empieza a terminar la licencia para quienes viven al margen de la ley. Nuestro país, repito, ya no será puente ni corredor y mucho menos punto terminal de estas operaciones criminales.

Y con esa misma energía con que combatimos el crimen y la ilegalidad, ratificamos nuestra irrenunciable vocación de respeto a los derechos humanos como parte cada vez más importante de nuestra política interna y externa, promoviendo la vigencia plena de las libertades públicas e individuales de los pueblos del mundo.

Ahora bien, las luchas por las libertades, la democracia, la equidad social y la paz mundial de nada servirán si no asumimos estos desafíos con mayor responsabilidad con la conservación del medio ambiente. Busquemos el bienestar de nuestros pueblos hoy pero sin olvidar que nuestros hijos vivirán en este planeta mañana.

Estamos decididos, desde Paraguay y Latinoamérica, a ser protagonistas y artífices de un destino compartido con responsabilidad, justicia e igualdad.

Por ultimo, que el nuevo orden global exhiba un rostro más humano, solidario, responsable y participativo, con el propósito esencial de impulsar el desarrollo, el progreso y el. bienestar de todos los pueblos de la Tierra, en un contexto auténticamente más justo, equitativo y equilibrado.

Muchas gracias.