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Con una población de tan solo 325.000 habitantes y su especial posición geográfica que lo coloca con un pie en Caribe y otro en Centroamérica, Belice no siempre es un tema activo en los debates sobre cuestiones de seguridad pública regional, los cuales tienden a focalizarse en sus vecinos hispano-hablantes. Pero una breve mirada a la situación de seguridad en Belice muestra por qué su caso es relevante también para la dinámica regional.
La cuestión de las pandillas se concentra casi enteramente en la Ciudad de Belice (especialmente en su zona sur, que es la menos desarrollada, con puntos notorios como Majestic Alley, George Street y Jane Usher Street).
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Originalmente se trataba de dos grupos principales, los “crips” y los “bloods”, y con el tiempo esta dinámica se complejizó y se produjo un aumento notable en la violencia relacionada con pandillas, hasta llegar a ser uno de los puntos más importantes en la agenda de seguridad beliceña. No sólo aumentaron las tasas de delitos (los homicidios, por ejemplo, aumentaron de 97 casos en 2009 a 145 en 2012), sino que también cambió la naturaleza cualitativa de la actividad de las pandillas. Las víctimas son cada vez más personas sin relación alguna con la actividad, incluidos ataques a mujeres, niños y ancianos, mientras que la violencia pandillera – que previamente estaba confinada a las tardes y noches, comenzó a operar a plena luz del día, generando pánico entre la población local y obligando a los comercios a cerrar más temprano o incluso a cerrar definitivamente.
En respuesta a la presión pública, el Gobierno se comprometió con una estrategia doble, que combina tácticas de mano dura con un foco paralelo en la prevención social. La creación de la Gang Suppression Unit, unidad policial de elite, fue acompañada por la introducción de una legislación más severa, tal como las reformas en la ley de Control del Crimen y Justicia Criminal que refuerzan la legislación contra las pandillas y restringe la posibilidad de obtener libertad bajo fianza en algunos casos serios.
Paralelamente, se llevan a cabo importantes esfuerzos para combatir las que son consideradas las causas de la violencia juvenil urbana, apuntando a la prevención social. La oficina de RESTORE Belize y la Community Youth Development Program (CYDP) lideran esta iniciativa, trabajando con la juventud en situación de riesgo a través de la resolución de conflictos y de una cantidad de programas que proveen, entre otras cosas, asistencia financiera y escolar.
Aunque es difícil aún hacer una evaluación de estos programas más recientes, el enfoque dual parece haber tenido ciertos efectos al menos en el caso de homicidios, que descendieron a 99 en 2013.
La cuestión del control de la frontera tiene quizás desafíos mayores. Sumado a su gran frontera marítima, Belice comparte extensas fronteras con sus vecinos Guatemala y México, que se extienden a través de áreas remotas que carecen de presencia estatal. Belice no posee capacidad de control de radar en la zona, mientras que la situación de recursos escasos (incluyendo la falta de helicópteros) limita la capacidad de las fuerzas de la ley para extender la autoridad a lo largo de las zonas fronterizas. Consecuentemente, el tráfico de mercaderías ilícitas, que incluye drogas, personas y armas, se ha convertido en una cuestión cada vez más preocupante.
Como parte de estos esfuerzos para fortalecer el control de la frontera en estas áreas fronterizas remotas, se ha perseguido la cooperación entre la Fuerza de Defensa de Belice y sus contrapartes en Guatemala y México. El High Level México – Belize Border Security Group (GANSEF), y aun cuando la situación de la delimitación de frontera está pendiente de resolución, existen reuniones cuatrimestralmente a nivel de comando y entre oficiales de Belice y Guatemala. Asimismo, el permiso para el intercambio de información, conduce a una respuesta más coordinada al tema en cuestión. Patrullajes conjuntos terrestres y marítimos se llevan cabo a lo largo de la frontera norte de Belice, y también se despliegan semanalmente “patrullas de enlace”, que coordinan determinada actividad a cada lado de la frontera antes de encontrarse en una posición designada.
El aumento de la cooperación fronteriza es un signo positivo, y enfrenta también importantes desafíos. El tráfico de mercadería ilícita en la frontera es difícil de controlar y los análisis de inteligencia han mostrado una creciente presencia de actividad ilegal. Un punto destacado es el de la frontera sur, con grupos narcotraficantes que ingresan desde la costa de Honduras y pasan el Río Sarstoon, y ha habido un aumento generalizado de incidentes en las fronteras de la mano del rápido crecimiento poblacional en la guatemalteca región vecina de Petén
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